José Navia, El Tiempo de Bogotá, Grupo de Diarios América
Con salmos y escapularios benditos, los 2.400 habitantes de Córdoba, intentan protegerse de una horda de espíritus vengativos que —según dicen—deambulan por las calles de este pequeño pueblo colombiano en busca de un cuerpo donde habitar.
Luz Dary Vila, una mulata de 40 años, cuenta que el primer espíritu arribó en mayo del año pasado, durante una fiesta en homenaje a las madres. Su hijo mayor, Neder José Calderón, de 17 años, trigueño, alto y flaco, comenzó a sentir asfixia y un dolor punzante e intolerable en la pierna izquierda. Minutos después cayó al suelo entre convulsiones.
Los ataques se repitieron en los días siguientes. El muchacho permanecía como ido después de revolcarse en el suelo. Acezaba y echaba baba por la boca. A mediados de junio le ocurrió lo mismo a Osnainer, el segundo hijo de Luz Dary.
Detrás suyo, en una hornilla de barro, humean bajo el cobertizo de palma amarga el arroz y los plátanos del almuerzo. Un mes después los síntomas atacaron a Arnaldo, el hijo menor. Desconcertados, algunos habitantes citaron a las mujeres del grupo de oración, alistaron las Biblias y se prepararon para llevar a la iglesia a quienes tuvieran esas extrañas manifestaciones.
Cuando intentaron hacerlo se quedaron pasmados. Los muchachos se arrancaban los escapularios recién puestos, bramaban como fieras heridas y se revolvían como culebras. Hasta el punto de que cinco hombres recios no eran suficientes para dominar a una menuda adolescente que parecía poseída por la fuerza de dos caballos cerreros.
"Se les deforma la cara y las manos se les crispan", recuerda Yadit Polanco, profesora de matemáticas en el colegio José María Córdoba, donde han ocurrido casi todos los casos. "Las pupilas se les desvían como si se fueran a juntar", agrega.
Por el pueblo corrieron los rumores de que aquellas eran cosas del maligno. Recordaron que desde hace unos meses, algunas personas aseguraban haber visto aparecer a un muchachito de piel oscura, semidesnudo, en la carretera.
Dicen que se les aparece a motociclistas y ya ha hecho estrellar a dos de ellos. Una escolar dice que a un primo suyo se le abalanzó a sacarle los ojos y sólo le alcanzó a arañar la cara.
A los campesinos se les erizó la piel y fueron hasta el área urbana del municipio de Sucre a pedirle ayuda al párroco Ermes Romero. Unos días después, por octubre, el sacerdote viajó a Córdoba a celebrar una misa y un rito de liberación. Durante la eucaristía, se desmayó uno de los hijos de Luz Dary Vila. Frente al rostro espantado de los campesinos, Romero le regó agua bendita y le rezó una oración para exorcizar demonios.
Al marcharse, el cura les dejó garrafas de agua bendita, aceite ungido y les señaló en la Biblia las páginas que debían leer a diario: Isaías 47, el Salmo 91, 14 versículos de San Juan y otros tantos de Efesio y San Lucas.
Por unos días, la tranquilidad renació en el pueblo. Luego reaparecieron los casos. El padre regresó, celebró más misas y rezó oraciones de exorcismo frente a seis jóvenes que caían dos y tres veces al día, como afectados por una peste.
Cuentan que a uno de los enfermos trataron de sacarlo una noche en un bote y el motor fuera de borda echó chispas y se apagó. Los ocupantes estuvieron a punto de naufragar.
Desde enero, uno a uno, 27 jóvenes, la mayoría mujeres entre los 15 y 17 años comenzaron a padecer los síntomas. Con un ingrediente adicional: los espíritus hablaron.
Con la voz desfigurada, los adolescentes mencionaban los nombres de una familia del pueblo que supuestamente los habían enviado. Eso bastó para sembrar zozobra y desconfianza entre los vecinos. Algunos comenzaron a espiarse para averiguar si alguien visitaba el cementerio a la medianoche o efectuaba algún rito extraño.
Cuando se repusieron del miedo, se atrevieron a hacerles preguntas a los supuestos espíritus.
"¿Quién eres?", recuerdan que le preguntaron a uno de ellos.
"Daniel Borja", dicen que contestó el espíritu. Borja era un campesino de la región que los paramilitares mataron el Día de la madre, hace unos seis años.
"¿Qué quieres?", les preguntaron.
"¡Venganza!", contestaron algunos de los muchachos con voz cavernosa.
Para entonces, Luz Dary Vila ya había vendido dos puercos, una docena de gallinas y una vaca. Con la plata que reunió se fue a buscar un espiritista de Magangue llamado David.
El hombre le cobró 650.000pesos (unos 260 dólares), hizo rituales y le ordenó que tumbara la casa de palos y hojas de palma para levantarla en otro lado. Ahora, Luz Dary Vila enfrenta cuatro problemas. Sus hijos no se han curado del todo, ya tumbó el techo de la casa y dejó todo a la intemperie y está sin dinero. Además, desde que uno de los "poseídos" mencionó su nombre, el pueblo la señala como culpable de que los espíritus se hayan desatado. Le atribuyen el manejo de la tabla ouija (un procedimiento para invocar espíritus) y la manipulación de un libro demoníaco. Ella alega que ni siquiera sabe leer y se siente amenazada porque cuando ella pasaba frente a la casa de un vecino, por la trocha que une las 300 viviendas de Córdoba, el hombre gritó: "voy a afilar la rula por si alguien se mete con mis hijos".
Los niños que han sido afectados por este fenómeno, no recuerdan nada cuando recuperan el conocimiento. Tatiana y Yaselis, dos de las niñas supuestamente poseídas por los espíritus, dicen que sintieron un dolor muy fuerte en el brazo y en la pierna izquierda y una sensación extraña en la cabeza. Luego se desmayaron.
Los habitantes están al borde de la desesperación total. Arnaldo Herrera, por ejemplo, anda con una vara de caspín, un árbol al que le atribuyen poderes protectores y toma agua bendita antes de acostarse.
En este pueblo de polvaredas insufribles durante el verano, los habitantes le hacen todo tipo de atribuciones a las causas del fenómeno. Hasta mencionan un espectáculo que organizaron el año pasado los padres de familia en un salón anexo al colegio, con dos bailarinas de striptease que llevaron de Barranquilla, con el fin de recolectar fondos para obras de la comunidad.
También hablan de la maldición de un cura, de la venganza de una familia cuyos hijos murieron ahogados en un caño y de que alguien en el pueblo está manipulando un juego igual al de la película Jumanji.
La única contra que les ha funcionado, aunque transitoria, han sido los rezos. Lo hacen en coro dentro de la iglesia, todas las noches, y en cada casa antes de acostarse. Detrás de las puertas algunos tienen cruces hechas con palos de caspín y dejan la Biblia abierta en el salmo 91.
En ocasiones dicen haber vencido a los espíritus a punta de salmos y oraciones. Cuentan que hace dos semanas, después de hora y media de rezos, uno de los espíritus anunció que iba a dejar el cuerpo de Tatiana Jaraba, y mandó que alejaran a los niños de la calle y cerraran todas las puertas porque no quería hacer más daño.
Entonces enviaron a un hombre en una moto, en medio de la noche, para que les advirtiera a voz en cuello a los vecinos que se encerraran. Otros espíritus han pedido misas con el padre Holman Londoño, un sacerdote de Barranquilla, a quien los habitantes del pueblo conocen porque lo ven por Telecaribe en la misa que celebra los fines de semana.
Es tanta la fe que despierta Londoño por estas regiones, que 14 familias recurrieron a sus ahorros para enviar a sus hijas a Barranquilla, para ser exorcizadas por el sacerdote. Ahora gestionan una visita del cura a Córdoba para efectuar un rito colectivo.
El fenómeno ha afectado a tal punto al pueblo que casi la mitad de los alumnos no asisten a clases. Los profesores se llenan de valor para que el resto no abandone las aulas. La semana pasada, por ejemplo, una de las niñas frenó la lectura de un pasaje bíblico alegando que había un espíritu observándola desde la puerta.
El profesor Prospiti Antonio Arrieta se sobrepuso al miedo y le dijo en voz alta: "tú no te preocupes que si te molesta, yo me levanto a trompadas con él". Nadie se rió. ©