La candidatura menos pensada: ¿por qué el director del Maciel aspira a la IMM?

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Álvaro Villar
Nota a Alvaro Villar, director del Hospital Maciel, en su oficina, Montevideo ND 20200103, foto Darwin Borrelli - Archivo El Pais
Darwin Borrelli/Archivo El Pais

ÁLVARO VILLAR

El médico impulsó la reforma del centro de salud público, pero no tiene trayectoria política y eso aún genera dudas en el Frente Amplio. ¿Qué lo motivó a dejar la profesión para hacer política?

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La de ayer fue una operación “corta pero intensa”. Empezó bien, pero el aneurisma se rompió en el momento menos pensado y el cerebro comenzó a sangrar sin parar. En estos casos la sangre mancha todo lo que toca y es difícil encontrar dónde está la fuga. Los neurocirujanos dicen que la situación es similar a la inundación de un baño, cuando el agua sube con rapidez y es complejo detectar la pérdida.

Los técnicos lograron aspirar el fluido y una tensa calma volvió al block. Álvaro Villar (55) también recuperó la tranquilidad y prosiguió con la intervención, que culminó unos minutos después. Ya afuera, alguien de su equipo le dijo: “No puedo creer que dejes de hacer esto. ¡Mirá cómo resolvimos lo que acaba de pasar!”.

Villar sabe que quizás deje de operar en los próximos meses. Estudió 14 años para recibirse de neurocirujano y ahora, si sus planes se concretan, colgará la túnica por un tiempo y competirá por la Intendencia de Montevideo. Reconoce que siente “nostalgia” al pensar que su especialidad podría pasar a un segundo plano, aunque también es consciente de que no tendría tiempo de hacer ambas cosas.

—La neurocirugía es mi pasión, es lo que me mueve. Yo soy un poco nostálgico con algunos temas, pero tampoco me gusta perderme en el pasado, perderme en los recuerdos. En mi vida, siempre que tuve la opción de elegir, elegí la alternativa más difícil. Eso siempre me ha funcionado —dice en entrevista con El País.

Acude a su profesión cada vez que responde una pregunta. Explica sus planes para Montevideo con ejemplos de neurocirugía y también habla de su gestión al frente del Hospital Maciel. Sin embargo, cuando cursó la carrera estaba decidido a estudiar pediatría, ya que no le interesaban las especialidades quirúrgicas. Así transitó los primeros seis años de facultad, hasta que entró por primera vez a un block que lo atrapó.

Había empezado la carrera dos años tarde, luego de probarse en la Facultad de Ingeniería. Llevaba la medicina en los genes, aunque admite que quizás la rechazaba por ese mismo motivo. Su padre, Hugo Villar, fue el primer director uruguayo del Hospital de Clínicas y también dirigió la cátedra de Administración de los Servicios de Salud. Su madre, Haydée Ballestero, fue la primera decana de la Facultad de Enfermería.

—Lo único que tenía claro antes de hacer medicina era que yo no quería hacer medicina. Creo que por la edad que tenía; en ese momento suele haber un sentimiento de querer romper con algunas cosas, de romper con algunos moldes. Eso me debe de haber influido y por eso fui a la ingeniería —reconoce.

La búsqueda de alternativas terminó en 1986, cuando decidió hacerle caso a su vocación y entró a la Facultad de Medicina. Entonces conoció a José Minarrieta, actual subdirector del Maciel, quien recuerda la huelga de hambre que protagonizó junto con Villar en 1991. El gobierno del entonces presidente Luis Alberto Lacalle había recortado el presupuesto para el centro y un grupo de estudiantes se manifestó en uno de los salones.

—Álvaro empezó a militar en el gremio estudiantil enseguida y nos hicimos muy amigos en la década de 1990 con las ocupaciones en la facultad. Creo que no llegó a tres días la huelga de hambre por el Clínicas, habrán sido dos días y medio. La verdad es que no nos dio para pasar mucha hambre —cuenta Minarrieta hoy.

Los jóvenes como Villar valoraban la libertad de manifestarse, ya que habían sufrido en carne propia la dictadura. Él había pasado la adolescencia en el exilio junto con su familia, luego de que su padre fuera perseguido por el régimen militar. Primero estuvieron en La Habana y luego viajaron a Madrid, de donde regresaron con la apertura democrática.

Hugo Villar había sido uno de los fundadores del Frente Amplio. De hecho, fue el primer candidato a la Intendencia de Montevideo por esa fuerza política en 1971, aunque no resultó electo. Su hijo no hace referencia a este hecho en la entrevista, pero quienes lo conocen interpretan que su precandidatura podría tener que ver con su historia familiar. Quizás sea una manera de reivindicar el legado de su padre, que murió en 2014.

Gato chico

Un viejo conocido de Villar le dice que es como un gato chico, porque no conoce el peligro que implica tirarse a la política. No es la primera vez que le toma el pelo con esa expresión, ya que también se la recordó cuando asumió la dirección del Hospital Maciel hace ocho años, luego del escándalo por los supuestos enfermeros asesinos que atendían en ese centro de salud.

Él, sin embargo, asegura que siempre mide “los riesgos” de sus decisiones. Explica que esa es otra deformación profesional, ya que debe prepararse “para lo peor” cada vez que se enfrenta a una intervención compleja.

—Cuando empiezo una operación complicada, lo primero que trato de pensar es qué es lo peor que me puede pasar y qué voy a hacer en ese caso. Nunca pienso en el mejor pronóstico. ¿Se puede romper la carótida? ¿Se puede romper el aneurisma? Sí, es un pensamiento un poco paranoico —admite.

Así fue ideando los “peores pronósticos” a los que podría enfrentarse durante la campaña y también si alcanzara la intendencia. Lo que más le preocupa es la falta de apoyos dentro del Frente Amplio, aunque destaca que está buscando “a los mejores” para que lo guíen en el camino.

No quiere adelantar quiénes son, pero es muy probable que Progresistas —liderado por el exprecandidato Mario Bergara, quien lo habría impulsado, algo que Villar no confirma— y el Movimiento de Participación Popular (MPP) le otorguen su respaldo.

PROGRESISTAS

Nuevo político impulsado por Mario Bergara

Álvaro Villar se define frenteamplista independiente. A pesar de su vinculación familiar con la fuerza política, el neurocirujano nunca se afilió a ningún sector en particular. Su precandidatura a la comuna habría sido impulsada por el líder del sector Progresistas, Mario Bergara, que reúne a los grupos Fuerza Renovadora, Alianza Progresista, Plataforma y a la Vertiente Artiguista. También contaría con el apoyo del MPP, ya que el expresidente José Mujica le tendría confianza.

Hay quienes cuestionan por qué el Frente Amplio acudió a un médico relativamente desconocido para disputar la intendencia más importante. La respuesta que encuentran es que el oficialismo —en especial, el MPP— no tenía un candidato que de verdad los convenciera, por lo que pretenden utilizar su éxito al frente del Maciel como caballito de batalla.

No obstante, en el sector del expresidente José Mujica todavía tienen “algunas dudas” de que su experiencia en el centro de salud pueda compensar la falta de trayectora política.

La pregunta es entonces cómo piensa Villar contrarrestar esta carencia. El médico explica que la construcción de “equipos eficientes” le permitió sortear los desafíos que ha enfrentado durante su carrera, en especial cuando asumió en el hospital. En ese momento detectó cuáles eran sus principales defectos y buscó gente que lograra hacer de contrapeso.

—Sé que tengo dificultad para manejar la agenda, para acordarme de las cosas, porque yo no suelo anotarlas. Entonces armé un equipo de apoyo en secretaría que me ayudara con eso. Pero para que todo funcione la gente tiene que sentir que le vas a ser leal, que vas a cumplir cuando le des tu palabra; tiene que confiar que la vas a proteger y no la vas a tirar a los leones —explica.

Y él, por supuesto, busca lo mismo del otro lado. Pero el concepto de lealtad, aclara, no puede implicar “tapar macanas”. Este sentimiento tiene que estar acompañado por la ética, lo que implica —en sus palabras— que el sistema no se transforme en una “picadora de carne”.

—Hay un concepto que me gusta mucho: hay que formar equipos sin destruir personas, formar instituciones sin destruir equipos, formar sueños sin destruir instituciones. No es que yo sea la Madre Teresa de Calcula ni que viva en Disneylandia, pero realmente creo que esto es indispensable —asegura.

Con esta frase de cabecera, ¿está preparado para el salvaje mundo de la política? Villar considera que su propia experiencia como neurocirujano lo “curtió” en este tiempo. Dice que se ha enfrentado a situaciones “muy duras” que lo probaron a nivel emocional, en especial cuando los pacientes no tuvieron el desenlace que él esperaba. Ni 10 buenas operaciones, revela, logran terminar con la angustia que generan estos casos.

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Álvaro Villar confirmó esta semana su precandidatura a la intendencia. Foto: Archivo El País

Minarrieta, el subdirector del hospital, reconoce que no fue una sorpresa para ellos que Villar fuera convocado por el Frente Amplio para la intendencia. El médico reunió a su equipo semanas atrás cuando se oficializó la propuesta y los consultó al respecto, ya que también buscaba el respaldo a la interna del Maciel. Entonces les pidió que se encargaran del centro de salud, aunque él todavía sigue yendo en las mañanas.

Los imposibles

Conseguir un neurocirujano en el interior era como buscar una aguja en un pajar hace 20 años. Había pocos especialistas en algunos departamentos, pero los uruguayos que vivían al norte del Río Negro no tenían otra opción que ir a operarse a Montevideo. En este contexto, a Villar se le ocurrió crear el centro regional de neurocirugía en el Hospital de Tacuarembó.

Ciro Ferreira, actual director de ese centro y también en aquel momento, cuenta que el médico llegó como interno al departamento. Todavía no había terminado la carrera, pero ya tenía claro que iba a dedicarse a esa especialidad. Entonces se planteó, junto con el doctor Alejandro Tarigo, la generación de un centro que permitiera salvar a los pacientes traumatizados que se morían antes de llegar a la capital.

—Acá todos tenían su corazoncito político, pero ese no era ningún fin. La idea era lograr lo mejor para la salud de la gente de Tacuarembó y también de la región, aunque hoy es para todo el país. Se plantearon alcanzar la excelencia en un hospital público del interior, algo que parecía imposible en aquella época —recuerda.

A lo largo del proyecto se probaron 15 procedimientos inéditos para el sistema de salud uruguayo, que lograron hacerse con éxito y salvar vidas. Hasta entonces, explica Ferreira, era “raro” que las técnicas llegaran antes al sector público que al privado. Y más raro aún era que se implementaran en el centro del país.

—De verdad me habría gustado que Álvaro siguiera el camino de la salud, porque es bueno en eso. Ese habría sido mi anhelo: que pudiera mantener la independencia profesional con respecto al terreno político —dice Ferreira.

El centro de neurocirugía todavía funciona en el departamento, aunque Villar ya no lo dirige. Estuvo al frente durante 11 años, hasta que hace ocho le ofrecieron volver a Montevideo. Todavía mantiene unos pocos días de guardia al mes, a los que también debería renunciar si llegara a la intendencia.

Villar dice que sintió la misma motivación dos veces: cuando empezó en Tacuarembó y cuando asumió al frente del Hospital Maciel. El exdirector Raúl Gabús había renunciado luego de que saliera a la luz que dos enfermeros habían asesinado a decenas de pacientes en ese centro, en 2012, aunque la Justicia terminó absolviéndolos en 2016 por falta de pruebas.

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La transformación del Hospital Maciel empezó en 2012. Foto: Archivo El País

—La fascinación por la dirección del hospital me vino cuando pensé qué se podía hacer en el Maciel. Agarré un cuaderno y escribí un montón de ideas que se me ocurrían, y lo hice antes porque sabía que después me iba a encontrar con una fuerte resistencia —recuerda.

Uno de los proyectos que llevó adelante, que había comenzado dos años antes de que él asumiera, fue el del Café Solidario. Federico Celsi, propietario del Bar Facal, cuenta que Villar le dio “una fuerte publicidad” a la iniciativa que todos los años reúne dinero para el hospital. Por eso el empresario destaca “el buen manejo de los medios de comunicación” que tiene el médico a la hora de promocionar sus objetivos.

Esta misma característica, sin embargo, le ha generado desconfianza entre ciertos colegas que piensan que la campaña de “Actitud Maciel”, que se propuso cambiar la imagen del hospital, es un simple eslógan para adquirir rédito personal y hacer marketing.

A pocos días de haber confirmado su intención de ser precandidato, Villar debe dividirse entre su profesión y la incipiente carrera política. Su teléfono suena ahora más que de costumbre, pero todavía tiene cirugías programadas y pendientes impostergables en el hospital.

No obstante, la cabeza de este neurocirujano ya empezó a idear propuestas para la Intendencia de Montevideo:

—Terminé un cuaderno y tuve que agarrar uno nuevo. El otro día les saqué fotos y fueron 52, así que son 52 páginas de borroneo. Desde que me dijeron lo de la ciudad empecé a pensar ideas y las pienso ahora porque sé que si en un lugar se gesta una idea, en algún otro lugar se está armando una máquina para destruirla.

"Actitud maciel"

Un proyecto para mejorar la imagen de un ahora moderno hospital colonial

El Hospital Maciel fue fundado en el siglo XVIII y desde entonces fue un centro de cabecera en Montevideo. Sin embargo, sus viejas instalaciones comenzaron a sentir el paso de los años y los conflictos con el sindicato estuvieron a la orden del día hasta principios de la década de 2010.
El neurocirujano Álvaro Villar asumió al frente del hospital en 2012, luego de que el escándalo de los supuestos enfermeros asesinos precipitara la renuncia de Raúl Gabús. En ese momento, el médico trabajaba en el centro de neurocirugía del Hospital de Tacuarembó, que él había fundado.
Cuando aceptó la dirección capitalina, Villar se propuso “cambiar la mentalidad” de los funcionarios que allí trabajan. También formó un equipo de dirección conformado por siete personas —dos de ellas no son médicos sino que hay un abogado y un contador— para poner en orden el funcionamiento del centro de salud.
A esta transformación la llamó “Actitud Maciel”. En entrevista con El País, el médico explica: “Me niego a que se hable de liderazgo como explicación del cambio en el Hospital Maciel. Hay mucha gente que ha hablado sin tomarse el trabajo de estudiar qué se hace diferente acá. Son determinadas formas de trabajar que se han cambiado, no es un tema de que nos dieron más plata ni de que recibimos mayor apoyo político”.
La “Actitud Maciel” tiene un decálogo con varios puntos, pero uno de ellos es de los más importantes: no está permitido hablar mal de los demás compañeros cuando no están.
“No podés aspirar a un hospital mágico si no hacés cosas mágicas o impensadas. En la construcción de equipos no existen los atajos y en la construcción de confianza tampoco. Si querés ganarte mi amistad, hablar mal de otro es una forma, pero es a corto plazo”, sostiene.
También se preocupó por mejorar los números del hospital, por lo que hizo especial hincapié en la buena administración. Su padre, Hugo Villar, fue profesor titular de la cátedra de Administración de Servicios de Salud, y el neurocirujano puso en práctica los conocimientos que él impartía en la facultad.
“Todos los procedimientos están escritos en los libros, en los textos de administración. Pero durante mucho tiempo despreciamos la gestión, pensamos que era algo para empresas privadas y que el Estado se gestionaba con buenas intenciones y buenas ideas. No es así, todo eso es necesario, pero se necesita gestión pura y dura”, agrega.
La cobertura del Hospital Maciel alcanza a 350.000 personas, según datos de la Administración de los Servicios de Salud del Estado (ASSE). Entre funcionarios presupuestados y de empresas contratadas trabajan en total 3.500 personas, que atienden todos los días a 7.000 pacientes. El centro de salud realiza todos los años más de 4.000 intervenciones, ya que maneja un presupuesto de US$ 20 millones.

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