La historia detrás del TLC con China: así se gestó la relación con Uruguay, que ya lleva 33 años

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El expresidente Yang Shangkun con Luis Alberto Lacalle en Montevideo, en la primera visita china a la región en 1990. Foto: Archivo El País.
Reunion del Gral. Yang Shangkun, Presidente de la Republica Popular China, con el Presidente de la Republica, Luis Alberto Lacalle, en el Edificio Libertad en Montevideo, 19900522, hoja 30540, foto Gerardo Perez - Archivo El Pais
Gerardo Perez/Archivo El Pais

GOBIERNOS EN SINTONÍA

Desde que Sanguinetti estableció las relaciones con China, los sucesivos gobiernos afianzaron un vínculo que en sus inicios fue polémico. Así fue que el TLC estuvo cerca en 2018 pero no prosperó.

Aquel 3 de febrero de 1988 quedará en la historia. Tras una fuerte discusión y resistencias internas, reuniones en Buenos Aires y misiones reservadas, el gobierno uruguayo estableció relaciones diplomáticas con la República Popular China, lo que llevaría a romper el vínculo histórico con Taiwán. Aquel paso, adoptado por el presidente Julio María Sanguinetti y con la gestión del entonces canciller Enrique Iglesias y del embajador en Argentina Luis Barrios Tassano, fue el inicio de una relación que ya lleva 33 años y que de alguna manera puede considerarse la semilla del Tratado de Libre Comercio (TLC) que se empezará a negociar, según anunció el presidente Luis Lacalle Pou. Y también, claro, del que se intentó negociar sin éxito en el gobierno anterior, el segundo de Tabaré Vázquez.

Pero volvamos a febrero de 1988 y a ese Uruguay posdictadura, donde una relación con el país asiático gobernado por el Partido Comunista, que estaba muy lejos de ser la potencia económica actual, no era algo tan obvio que había que seguir. Así lo recuerda hoy Sanguinetti: “Teníamos la idea de que el tema China debía resolverse, salvo que Taiwán pudiera hacer una propuesta muy distinta. Y para nosotros era claro, la tendencia del mundo iba hacia el reconocimiento de un gran país, que estaba en crecimiento”.

La negociación diplomática incluyó una parte comercial paralela y se hizo en Buenos Aires, a cargo del embajador Barrios Tassano, quien poco después se convertiría en el canciller uruguayo. Pero el gran impulsor del acuerdo, según el exembajador en China durante el período 2001-2005, Pelayo Díaz Muguerza, fue el sector privado. “En ese momento los exportadores de lana peinada estaban interesadísimos; Uruguay merecía acceder con más facilidad al mercado chino”, dice Díaz. En ese sentido, el embajador retirado hace un llamado a reconocer la influencia de la Cámara de Comercio Uruguay-China, que se fundó en 1985 y que a partir de ese momento empezó a comerciar con China. Por esos años los contactos para generar estos acuerdos comerciales se realizaban “de forma reservada”, señala el doctor en Relaciones Internacionales Ignacio Bartesaghi, dado que Uruguay todavía reconocía a Taiwán.

De todos modos, el camino adoptado por el gobierno era polémico y Sanguinetti tenía la opinión en contra del ala pachequista del Partido Colorado y de parte del Partido Nacional. “También opinaban en contra la mayoría de los diarios: decían que abandonar a Taiwán era una claudicación democrática”, dice Sanguinetti a El País, “y nosotros sosteníamos que la tradición uruguaya era la de no condicionar las relaciones diplomáticas a la naturaleza de los regímenes”.

El exdiputado colorado Daniel García Pintos recuerda hoy que la Cruzada 94 de Pablo Millor, que él integraba, no apoyó el acercamiento con Pekín: “La exigencia china era romper con Taiwán y no lo podíamos admitir. Así lo hicimos saber”. Sanguinetti, en cambio, dice que fue Taiwán el que rompió relaciones, dado el paso del gobierno uruguayo.

Unos meses después, en noviembre de 1988, el presidente viajó a China (lo volvería a hacer en su segundo gobierno, en abril de 1997). Entre otras actividades, tuvo una larga entrevista con Deng Xiaoping, líder supremo chino que impulsó la apertura económica: “Me dijo que esperaba que en la década del 90 China superara el hambre y el nivel de subsistencia mínimo. Y que entre 2010 y 2020 fuera un país de ingreso medio. Recién ahí se podía pensar un sistema de mercado que conviviera con el socialismo”.

Pero todo fue mucho más rápido de lo que esperaba Deng Xiaoping. En 2001 se inició el ascenso vertiginoso de China en el concierto mundial tras su ingreso a la Organización Mundial de Comercio (OMC). Hoy es el principal exportador del mundo y además desafía a Estados Unidos.

—¿Qué opina de Mijaíl Gorbachov? —le preguntó Sanguinetti en aquella reunión, en relación al secretario general del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética, que era algo así como el hombre del momento y quien lideró la apertura de ese país.

—Gorbachov está perdido y no se da cuenta —le respondió Deng Xiaoping-. Cree que es posible hacer la reforma política y la económica a la vez. Pero la política se come a la económica y a sí misma. Acá haremos primero la económica.

China fue creciendo poco a poco en su presencia comercial en Uruguay y desde 2012 se convertiría en el primer socio comercial uruguayo. Y a nadie se le ocurrió desandar el camino: por el contrario, el vínculo con China ha sido casi una política de Estado de todos los presidentes que siguieron a Sanguinetti hasta ahora. “Esto es como una acumulación. Más allá de que se dieron cambios de contexto que explican la posibilidad de que estemos en condiciones de avanzar, es un camino que viene ininterrumpidamente desde 1988 en adelante”, dice Bartesaghi.

En mayo de 1990, ya con Luis Alberto Lacalle en el poder, Uruguay recibió la visita del presidente Yang Shangkun, considerado junto a Xiaoping como uno de los “ocho inmortales del Partido Comunista de China”. Aquella fue la primera visita oficial de una autoridad china a la región. En la entrevista con Shangkun, Lacalle le preguntó por la Gran Marcha, un episodio épico de la lucha del comunismo en China, en el cual había participado, que implicó un viaje a través del interior de China que siguieron las tropas del Ejército Rojo en 1934 y 1935, huyendo del ejército de la República de China. “Ello me interesó mucho y, traductor mediante, escuché de ese personaje testimonios de primera mano de ese histórico episodio”, dice Lacalle a El País. El expresidente viajaría a China tres años después, en noviembre de 1993. Allí se entrevistó con el entonces presidente y secretario general del Partido Comunista, Jiang Zemin.

—¿Qué opina de los derechos humanos? —le preguntó Lacalle.

—El primer derecho humano es comer todos los días y aquí en China lo logramos después de siglos de hambrunas -le respondió el líder chino.

Lacalle dice que en su gobierno manejó “con normalidad” las relaciones con China y que advirtió “las primeras señales de la importancia que iba a tener ese país en el plano comercial”. Además, considera que la decisión de Sanguinetti en 1988 fue correcta, dada la magnitud política, cultural y económica de China y “lo absurdo” que resultaba que Taiwán “con todo respeto por su lucha democrática, ocupara ese lugar en Naciones Unidas y demás organizaciones”.

José Mujica y Xi Jinping durante una visita del mandatario uruguayo a Pekín en 2013.
José Mujica y Xi Jinping durante una visita del mandatario uruguayo a Pekín en 2013. Foto: AFP

Los viajes.

Álvaro Ramos, quien fue ministro de Ganadería desde 1990 a 1993 en el gobierno de Lacalle y canciller en el segundo gobierno de Sanguinetti desde 1995 hasta 1998, visitó China seis veces. Tres en el primer gobierno y tres en el segundo. “En ese gobierno en particular estaba claro que China era muy importante y se apostaba a una relación diplomática y comercial bilateral”, señala Ramos.

En aquel momento, la batería de negociaciones apuntaba a “la cooperación bilateral, la atracción de inversiones chinas y la apertura comercial al mercado chino”, recuerda el excanciller. “No se hablaba tan explícitamente de un TLC”, dice, “aunque el tema probablemente siempre sobrevoló la agenda”. Las principales exportaciones eran lana, soja y empezaba a crecer la carne, señala Ramos. Todavía había restricciones sanitarias que se resolverían durante el gobierno de Jorge Batlle, quien también viajó a China. Lo hizo en octubre de 2002.

Didier Opertti, canciller entre 1998 y 2005, señala que la política internacional de Batlle tenía dos pilares. Uno es que reconocía que Uruguay “no podía mudarse del barrio”. La otra máxima era que el Mercosur no podía ser un “obstáculo” para que el comercio se desarrollara.

En cuanto a la posición de China en ese período, el exembajador Pelayo Díaz dice que tuvo “una política aperturista con serias salvaguardias en lo relativo a los certificados fitosanitarios”. Aquí es donde empieza el capítulo del cumplimiento de las exigencias sanitarias del gigante asiático luego de una serie de convenios comerciales. “Negociamos el ingreso de arroz, cítricos, pulpa de celulosa, semen congelado… Prácticamente todo lo que Uruguay en estos momentos está exportando”, señala Díaz. Entonces, concluye, en uno de los momentos más críticos de Uruguay, China “nos abrió su mercado”.

Un TLC que no fue.

Tabaré Vázquez viajó a China en marzo de 2009, en el marco de un encuentro en el que participaron 48 empresas uruguayas y 150 empresas chinas. Vázquez y el presidente Hu Jintao firmaron acuerdos bilaterales sobre comercio, inversiones, deportes, cooperación, comunicación, recursos hídricos y turismo.

En el segundo gobierno frenteamplista José Mujica recibió en junio de 2011 a Xi Jinping, quien por entonces era vicepresidente. Se firmaron acuerdos de carácter público y privado por 528 millones de dólares, cifra que representaba el 50% del total exportado en 2010. Referían a compra de soja, pasta de madera, harina de hueso, productos lácteos, mariscos y lanas.

En 2013 Mujica volvió a reunirse con Xi Jinping, quien en ese momento era presidente, pero en Pekín. Para ese entonces, el camino para negociar un TLC ya parecía allanado. Vázquez, que fue un acérrimo defensor de un tratado con el país asiático, volvió a viajar a China en octubre de 2016. “Le doy la bienvenida al TLC”, pronunció entonces Xi Jinping.

En esa instancia se firmó un acuerdo para comenzar las negociaciones, con la esperanza de concretar el tratado en 2018. Por este motivo, el canciller Rodolfo Nin Novoa compareció ante la Comisión de Asuntos Internacionales del Senado, convocado por el entonces senador Lacalle Pou, quien sostuvo que el gobierno había puesto “la carreta delante de los bueyes” en la negociación y criticó que se hubiera avanzado sin el “aval explícito” del Mercosur.

Ahora, ¿por qué no llegó a concretarse el TLC? En 2018 Uruguay entregó los “términos de referencia” sobre los que pretendía discutir, por ejemplo, obstáculos técnicos, facilitación del comercio, protocolos sanitarios y fitosanitarios, propiedad intelectual y solución de controversias. Pero China no continuó el proceso.

El tiempo dirá si lo que se inicia ahora termina, o no, en un TLC. Lo que es seguro es que la interna del Mercosur seguirá bastante tensa. “O sea, no es una tarea sencilla hacer compatible los avances con China con el Mercosur, pero ese es el desafío diplomático y técnico”, dice Sanguinetti, el que inició la relación hace 33 años. Y advierte: “Para Uruguay romper con el Mercosur no es una opción”.

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