La revolución liberal de Milei llega hasta Villa Fiorito, el barrio de Maradona: “Estamos hartos”

Javier Milei se hizo fuerte en muchas villas miseria del conurbano bonaerense, bastiones históricos del peronismo. Aquí, seguidores del polémico candidato ultraliberal cuentan a El País sus historias.

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Militantes de Javier Milei.
Militantes de Javier Milei en Villa Fiorito. Foto: Alejandro Seselovsky

En Buenos Aires.
En 30 años de periodismo escrito me ha tocado conocer más de un barrio de emergencia, lo que coloquialmente y sin la preocupación por las formas en Argentina se ha llamado siempre “villa miseria”-me dicen que en Uruguay lo nombran como cantegril, cantegriles, no sé, me dicen. El Barrio Nueva Esperanza, por ejemplo, en San Martín, donde en 2004 desapareció Diego Duarte entre las montañas de basura del cordón sanitario de Buenos Aires. Puerta de Hierro, en el estómago de La Matanza, donde pasé mi última Navidad. La 31 de Retiro, donde fui a contar la aparición de una agencia de modelos con su taller de alta costura a cargo de las chicas del caserío. Nunca antes había visto lo que estoy viendo ahora mismo, en esta tarde de miércoles, en Villa Fiorito, sobre la calle Benito Pérez Galdós, a diez cuadras de la casita donde nació el sujeto conocido como Diego Armando Maradona. Nunca había visto, en el interior crocante de una villa, entre los charcos y la zanja de agua marrón, levantado a golpe de ladrillo hueco, un local de la derecha liberal argentina. Cruces iluminadas en los cotorros evangélicos, sí. Evas Perones en las unidades básicas y los merenderos, también. Che Guevaras pintados en los centros comunitarios del trotskismo de base, montones. Pero ¿qué hace acá la cara de Julio Argentino Roca? Es una novedad. Y es una novedad de la época.

Para las once de la noche del pasado 13 de agosto, Javier Milei ya se había consagrado como el candidato único más votado de las elecciones Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias, las PASO, que definen candidaturas legislativas y, especialmente, a la presidencia de la Nación; y su fuerza política, La Libertad Avanza, fue la más votada también, con el 29,8 por ciento de los sufragios. Fue esa noche que la Argentina entró en shock y se condensó un nuevo giro de la historia reciente: ya no había grieta de dos entre el peronismo kirchnerista y la coalición de Juntos por el Cambio, grieta cuya constitución bicéfala dominó la política nacional durante los últimos 20 años. Un nuevo actor sellaba su presencia ganándole a ambos. No por amplio margen (Juntos por el Cambio sumó apenas un punto menos que Milei; y el peronismo, apenas dos puntos menos), pero sí con el suficiente para producir un nuevo ordenamiento.

¿Y dónde ganó? No lo hizo en la Ciudad de Buenos Aires, donde apenas alcanzó el 17 por ciento. ¿Y quién lo votó? No lo hicieron las clases acomodadas, o no lo hicieron únicamente. Camino junto a la militancia joven de Javier Milei por estas callecitas del pobrerío conurbano. En las esquinas, las bocas del desagüe están abiertas porque los wachos se roban las tapas para vender el hierro, y los vecinos cubren con ramitas al paso, con viejos plásticos, el agujero que queda, así los pibes más chicos, cuando salen a corretear, no terminan ahogados en las aguas servidas. Fiorito pertenece al partido de Lomas de Zamora, bastión histórico del peronismo bonaerense, que acá sacó el 26 por ciento de los votos. Milei, acá, sacó el 23. Ahí nomás.

Pedaleando.

Militante de Javier Milei.
Juan Laime, militante de Javier Milei. Foto: Alejandro Seselovsky

Juan Laime tiene 20 años y ahora camina conmigo. Es de Villa Albertina, un barrio vecino, y muy parecido a este. Es un pibe morocho de las clases proletarias, hijo de padres proletarios, que vive con sus hermanos en una casa donde hasta hoy no había entrado la política. Me gusta, por literal, por cruda y tremenda, la tercera acepción que la Real Academia Española le da a proletario: que no tiene otra posesión que su prole. Mayra Arena, en su celebradísima charla TED “Qué tienen los pobres en cabeza”, lo dice crudamente: “¿Saben por qué los pobres tienen tantos hijos? Porque es lo único que pueden tener”. Juan es hijo, y piensa que un día será padre. A los 17 trabajaba en la limpieza del Aeroparque Jorge Newbery. Lo echaron. Con los 30.000 pesos de la indemnización se compró una bicicleta en FaceMarket. Hoy aguanta la vida pedaleando para Rappi.

¿Por qué zona trabajás?

—Por donde se pueda, por donde haya pedidos.

—¿Alguna en particular?

—Últimamente estoy repartiendo por Caballito.

—Eso está en el centro, ¿cómo vas de Villa Albertina a Caballito?

—Me tomo el 318 hasta Puente La Noria. Ahí el 21 y después el 146 que me deja en Parque Centenario.

—¿Y la bici?

—La dejo en un garage, allá. Me cobran 300 pesos por día.

—O sea que arrancás 300 pesos abajo cada día.

—Sí.

—Más la comida.

—No como durante el trabajo.

—¿Cuánto ganás por día?

—Unos mil pesos por hora (unos 55 pesos uruguayos).

—¿Cuántas horas trabajás?

—Seis, de mínima. Llegué a trabajar doce.

—¿De qué depende?

—De la plata que haga falta en mi casa.

—¿Tus viejos trabajan?

—Por supuesto. Mi papá es remisero. Mi mamá limpia casas.

—¿Cuántos kilómetros recorrés en doce horas?

—Cincuenta, más o menos.

—¿Por qué votás a Milei?

—Porque estoy cansado de la pobreza, cansado de no llegar a fin de mes.

—Entiendo la generalidad de esa significación. Pero, en hechos concretos, ¿qué quiere decir exactamente no llegar a fin de mes?

—Saber que el arroz que comés al mediodía va a ser el arroz que comés a la noche y seguramente al mediodía de mañana también. Y que si tenés hambre, no podés servirte dos veces. Ni hablar de servirte otra cosa. Hablo de servirte el mismo arroz. En la pandemia llegamos a estar tres días comiendo lo mismo, estirándolo, racionándolo. No es que tenés pescado al mediodía y pollo a la noche. Es arroz, arroz y más arroz. Eso es no llegar a fin de mes.

De Fiorito al celular.

Seremos unos diez, doce, desandando las manzanas de Fiorito. Salimos de Pérez Galdós y agarramos Unamuno, que alguna vez fue un arroyo y ahora está entubado y asfaltado, cosa que acá se festejó como una Copa del Mundo. Llegamos a una esquina donde una verdulería a cielo abierto es protegida por la santa presencia pagana del Gauchito Gil. Mil pesos los dos kilos de papa blanca. Setecientos los dos de zapallito. Trescientos el kilo de zanahoria. En la última nota que hice desde Buenos Aires para El País,la inflación argentina estaba en el 115 por ciento interanual, pero la escalada de agosto promete cruzar largamente los dos dígitos y llevar ese número a 120, tal vez 125. Los precios de la verdulería callejera están escritos con tiza blanca sobre cartones recortados. Será sencillo, cuando deba hacerse, borrar estos números y escribir los siguientes.

Javier Milei celebrando la votación que obtuvo en las PASO 2023.
Javier Milei celebrando la votación que obtuvo en las PASO 2023.
Foto: AFP

La semana anterior a mi visita a Fiorito, conocí el local que La Libertad Avanza tiene en el centro comercial de Lomas de Zamora, sobre la avenida Hipólito Yrigoyen al 8200, arteria crucial que organiza el cordón sur del primer conurbano, a 12 kilómetros de la Capital Federal. Se llega cruzando Avellaneda, Gerli, Lanús, Remedios de Escalada y Banfield, saliendo desde el Puente Pueyrredón. En el local, cabeza administrativa de la militancia libertaria en la tercera sección electoral sur, me recibió Nicolás Rivarola, 21 años, nacido en el barrio Alto Alberdi de Córdoba Capital, hijo de médicos terapistas y emergentólogos, clase media profesional, casa ilustrada, pero también: sin política en la mesa.

Nicolás conoció la militancia con 16, cuando se puso al cuello el pañuelo celeste que identificó a quienes estuvieron en contra de legalizar el derecho a la interrupción voluntaria del embarazo, IVE. Dio esa batalla como la da alguien de su generación: en las redes. Estudió Relaciones Internacionales en una universidad privada y su familia le regaló el auto con el que se vino a Buenos Aires. No comparte clase con Juan, pero sí generación, militancia y, sobre todo, convicciones.

—¿Por qué votás a Milei?

—En los 21 años que tengo, jamás vi a la Argentina crecer. No te digo mantenerse, ni siquiera. Siempre un poco peor. Año tras año. Creo que Javier es quien puede revertir eso.

—¿Por qué dejaste Córdoba? ¿Qué había en Buenos Aires para vos?

—Aprendí a manejar las herramientas digitales cuando fue lo del aborto. Y si el liberalismo llegó a donde llegó, es gracias a Twitter.

—¿Vos te formaste delante de una pantalla?

—Sí, es mi campo de acción política. Y a través de las redes conocí al diputado Nahuel Sotelo, y me vine a trabajar con él.

—¿Cómo fue tu llegada?

—Primero me bancó un amigo, que estaba por el microcentro. Me pasé algunos meses durmiendo en un sillón cama, hasta que me mudé.

—Supongo que te debe haber resultado más fácil alquilar que, por ejemplo, a Juan.

—No, no, para mí también es imposible alquilar. Sólo lo pude hacer en negro, y en Lanús.

—Sos hijo de médicos, tu familia te regala un auto, ¿y tampoco podés alquilar en Buenos Aires?

—De manera legal, imposible. Te piden un seguro de caución, que te cobra un porcentaje anualizado del alquiler, más garantía, más tres depósitos… No conozco a nadie de mi generación, de mi clase social ni de ninguna otra, que pueda alquilar en la capital con 21 años. Olvidate.

—Estamos hablando de alquileres…

—No, sí, claro. La posibilidad de un crédito hipotecario para comprar algo ya no califica ni como sueño.

—¿Y vivís de trabajar con el diputado Sotelo?

—Los fines de semana uso el auto como un Uber.

“La Julio Argentino” le pusieron los pibes de Milei a su agrupación joven. Roca es el apellido que uno suelta en una Navidad con los tíos conservadores cuando tiene ganas de pudrirla. Es fácil: decís Roca y la pugna histórica argentina se dispara. Pasa también si soltás el nombre de Sarmiento, pero en el caso de Domingo Faustino los atenuantes de la escuela pública emancipadora neutralizan la agarrada. Con Roca, en cambio, no hay vuelta: las aguas se parten entre el etnocida del indio argentino y el creador del Estado Nación.

Hace muchos años que las dinámicas de la conversación pública argentina han quedado arando en la pura confrontación y se anulan mutuamente en el griterío que las redes han amplificado hasta llegar, en unos pocos segundos, al insulto directo. La aparición de un tercer actor político entre los polos de este paisaje podía suponerse sosegador, equilibrante, pero no, ha sido exactamente al revés: el emergente Milei ha llevado la contienda hasta un nuevo punto de exasperación febril. Sus votantes parecen estar más hechos de ofuscación y hartazgo que de la templanza de los argumentos.

En el local de la Julio Argentino también conocí a Eliana Ferrigno, 24 años, lomense, que promedia, de algún modo, las experiencias de clase de Juan y Nicolás. Sus abuelos paternos le pagaron una secundaria privada de alta gama, pero su madre, trabajadora de mil changas, no podía darle plata para comprarse el almuerzo en los recreos, y durante años soportó el bullying de tener que sacar el tupper con lo que se traía desde la casa. Sufrió mucho ese doble estándar. Hoy trabaja como ayudante de pastelería en un restaurante y tiene un sueño: abrir su propio local de tortas.

—¿Qué torta te sale mejor?

—Puedo hacer bien más o menos cualquier cosa de pastelería, pero si me tengo que lucir, voy con un tiramisú.

—¿Cómo llegaste a la militancia por Milei?

—Fui gastronómica toda la vida, y un día empecé a sentir que no iba a llegar más mi sueño, que era imposible.

—¿Tu propio local?

—Ni mi propio local, ni mi propia casa, ni siquiera mi propio futuro. Nada. Digamos que milito para construírmelo.

—¿Por qué con Milei?

—Porque todo lo que conocí hasta hoy, ha fracasado.

Perronismo.

De vuelta en Fiorito, el grupo que somos llega hasta un borde del barrio. Nos viene guiando por estas calles y desde que salimos Carlos Andrés Ferreira, un hombre de 36 años que llegó a este sitio con apenas uno.

Militante de Javier Milei.
Carlos Andrés Ferreira, militante de Javier Milei. Foto: Alejandro Seselovsky

Nacido en Oberá, Misiones, es hijo de campesinos yerbateros. Su padre fue, más exactamente, tarefero: es la posición más sufrida dentro de la cosecha de la yerba mate. Es el trabajador que se encarga de limpiar todas las ramas secas, podridas, que van a entorpecer la recolección posterior. A ellos los llevan con los camiones al fondo del monte y ahí los dejan, hasta que pelan todo.

No daba para más, la miseria de Oberá, y entonces los Ferreira se vinieron. Andrés conoce Fiorito como su padre conoció el ardor en las manos durante las primeras podas. Habla de Roca, pero también de Juan Bautista Alberdi, Andrés. Y se define liberal. Pobres pobrísimos bajando el discurso del capital y abriendo locales en las villas del conurbano bonaerense. Vamos de vuelta: es una novedad. Y es una novedad de la época.

Andrés lleva encima un caniche blanco. Que lo lleva encima quiere decir que no lo suelta ni por asomo. Ni él al perro ni el perro a él. Me intriga. Le pregunto si es suyo. Me dice que es como un hijo. Que le hizo poner un chip a la altura del cuello, en el músculo posterior, que consigna sus datos, los datos de él, de Andrés. Que es un perro con DNI. Me dice que uno de sus proyectos para Fiorito es la construcción de un canil donde se los pueda atender, castrar, dar en adopción, a todos los perros de la calle. Después de ganar las PASO, antes de cerrar su discurso triunfal en la noche del domingo 13 de agosto, Milei hizo un alto para agradecerle a sus hijos de cuatro patas. Le recuerdo el detalle a Andrés y me responde que, como su jefe político, él también ama a los perros. Les digo que ambos son, en definitiva, muchachos perronistas.

—Con un año no debés recordar nada, pero ¿qué sabés de tu llegada a Fiorito?

Vinimos en un tren que se llama El Gran Capitán. Teníamos una tía acá en el barrio y ella nos recibió. Primero viví en La Cava, un asentamiento acá cerca. Y después mi papá compró un terreno.

—¿Cómo está organizada la vivienda en Fiorito?

Acá nadie tiene papeles, acá son todos dueños de hecho, porque un día se fueron quedando. No hay uno con escritura, acá. Así fue que compramos nosotros también. De conocido a conocido, y a esperar que no te estafen.

—¿Cómo reaccionaron tus vecinos cuando abriste un local con la cara de Milei en la puerta?

Algunos me miraron raro, otros ni mu. Pero después lo fueron viendo a Javier y lo fueron escuchando. Y además, ¿sabés una cosa? Son muchos años de mucha pobreza. Acá todo el mundo está harto.

La iglesia.

El “desagravio” de los curas villeros ante ataques de Milei

Curas villeros y de barrios populares de Argentina celebraron el martes pasado una misa comunitaria para “desagraviar” al papa Francisco, blanco de críticas por parte de Javier Milei.

Papa Francisco en el día en que fue internado por problemas respiratorios.
El papa Francisco.
Foto: AFP

La misa “en desagravio por los ultrajes al papa Francisco en la campaña política” se realizó en frente de la parroquia Virgen de los Milagros de Caacupé, ubicada en la villa 21-24, en el sur de la capital argentina, frente a un millar de asistentes.

Desde que se lanzó a la presidencia, Milei ha proferido críticas e insultos al papa Francisco. En varias ocasiones el candidato se refirió al papa como “el maligno en la Tierra que ocupa el trono de la casa de Dios” y lo acusó de “impulsar el comunismo”. También lo ha llamado “nefasto” e “imbécil”. Pero, tras las primarias del 13 de agosto, expresó que si llega a la presidencia y el papa visita Argentina, le daría un recibimiento “acorde a un jefe de Estado”.

El sacerdote José “Pepe” Di Paola opinó que el resultado de las primarias es producto del “voto bronca” y que los políticos deben “poner sobre sus escritorios la agenda de los barrios populares: seguridad, trabajo y mejor educación”. (AFP)

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