La vida de Leda Sánchez comenzó como un terremoto, y tuvo varias réplicas. Demoró años en poder estar sin movimiento en un mismo lugar, afincarse y hacer hogar. En 1973 se vio obligada a emigrar, como muchos uruguayos que arrastrados por la dictadura tuvieron que dejar el país. Primero cruzó el charco hasta Buenos Aires, donde estaba toda su familia, hubo otros destinos en mente, pero finalmente sus padres fueron por la opción de un vuelo largo, hasta Ciudad de México.
Ella es uruguaya y sus padres son argentinos. Se siente a gusto con su origen, no tiene tonada de bonaerense, pero cuando conversa no dice chiquilín o gurí, para Leda algunos de sus alumnos de Facultad de Ciencias son “pibes brillantes”.
Las dictaduras marcaron su vida, su padre era decano de la Facultad de Humanidades de la Universidad de la República (Udelar). “A él y a los otros decanos los metieron en cana. Mi padre no militaba ni nada, pero le dijeron que lo mejor era irse, ahí nos fuimos a Buenos Aires”. El tiempo que vivió en la capital vecina fue oscuro, y lo recuerda con claridad, aunque solo tenía seis años. La mejor amiga de su madre fue desaparecida por la dictadura de Jorge Rafael Videla y Leda hasta hoy sueña con ella.
“No terminás de entender mucho lo que está pasando, tenés seis años. Los amigos de mis padres se reunían, era una locura, charlas interminables”, recuerda. “Mi madre lloraba y lloraba, y decía ‘desapareció Marta’. Tuve sueños recurrentes donde me encontraba a Marta, que es esta amiga de mi madre, en la calle. Me quedó su cara grabada”, dice la científica, que años después en Buenos Aires se reencontró con los hijos de esta mujer, niños con los que supo jugar, pero que se criaron sin madre y aún no saben qué pasó con ella.
Ya en México sus padres consiguieron trabajo muy rápido, eran científicos destacados. Su padre en el Instituto de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, y su madre se fue a la Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Xochimilco. Hoy está jubilada, Dedicó su vida a investigar micología, que es el estudio de los hongos; es bióloga.
La estudiante.
La famosa preparatoria que acá solamente la vimos en las telenovelas, fue donde Leda empezó la secundaria. Si se le pregunta a esta científica (que cada tanto tiempo vuelve a ser noticia por un terremoto y después pasan años en los que nadie sabe de ella), no está segura de que su vida en México y los sismos habituales del lugar la hayan determinado en su formación final. Que en realidad es su vida, su pasión. “Ella es una de las personas más inteligentes que conozco, nació rodeada de científicos, y sus hijos además son brillantes, no se pudieron adaptar a la educación de los colegios uruguayos”, dice la comunicadora Noelia Franco, hoy amiga de Leda, pero trabajaron juntas por años cuando Franco se encargaba de la prensa de Facultad de Ciencias.
Después de hacer la “prepa” en México llegó a Montevideo en el 1983, terminó el liceo y se decantó en la Geología por descarte. Pasó por varias carreras, la lista es larga. Pensó que quería dedicarse a la actuación, por eso se presentó a la prueba de la Escuela Multidisciplinaria de Arte Dramático (EMAD) y de primera quedó.
Cuando estaba cruzando el primer año de teatro se dio cuenta que tenía un problema: pánico escénico. Y la dejó. Lo mismo hizo con otras carreras “porque donde no me siento cómoda me voy”, aunque reconoce que ahora no es aquella joven. “Después cuando te vas envejeciendo es como que te acostumbrás, y sabés que muchas veces no es lo que uno quiera, o lo que esté bien, sino que es lo que hay”.
Entonces descartado el teatro, lo mismo le pasó a la Licenciatura en Matemáticas, ahí el ambiente “era un embole, todo gente vieja... No recuerdo a nadie de mi edad. Y a mí el ambiente me condiciona mucho”. No tenía ni idea qué quería hacer, entonces al año siguiente fue por una apuesta de amplio espectro: se anotó en las carreras de Biología, Geología, Geografía, Psicología y Arquitectura, todo en un mismo año.
En Arquitectura un profesor le dijo que no sabía ni hacer líneas. “Yo viajaba, me imaginaba todo, pero después era incapaz de llevarlo al papel”.
Cuando entró a la Facultad de Psicología salió rápido. “Los pibes ahí: re locos. En vez de pagarse una terapia iban a Facultad de Psicología a hacer terapia. Vergonzoso. Tampoco me gustó”.
La distinta.
¿Pero qué le puede gustar a una mujer que disfruta de las obras de ballet clásico, es fanática del humorista argentino Peter Capusotto y Leonardo Haberkon le parece uno de los periodistas más serios del Uruguay?
Lo que le importaba y le apasionaba era investigar y estudiar constantemente. Formarse y enseñar al que quiera aprender. Trabaja horas y horas, por la noche es donde se puede concentrar más, pero desde la mañana está ya “metiendo”. Tiene dedicación total en la Udelar; el régimen conlleva la ocupación exclusiva, y otorga una compensación salarial sobre el sueldo base.
“Tiene una biblioteca en la cabeza por eso la respeto y entiendo su manera de ser. Algunos la tratan de loca, pero es porque no la conocen, después les cae bien. También ella con el tiempo ha ido cambiando la forma de decir algunas cosas, no es tan alarmista, lo que pasa es que dice la verdad”, cuenta Franco.
La comunicadora dice que los científicos son muy cerrados, que son pocos los que hablan con la prensa, y que por eso muchos toman a Leda como “una loca, pero la tipa está muy formada y está todo el tiempo estudiando, en contacto con científicos de otras partes del mundo. Ahora en unos días más a nadie le importan los sismos, pero ella sigue, está monitoreando los sismos de todos lados”.
El día del ruido mediático por el terremoto que ocurrió cercano a Atlántida, Leda hacía unas pocas horas que se había ido a dormir, porque está trabajando en un proyecto de investigación sobre la radiactividad natural presente en piedras de una localidad en el límite entre los departamentos de Florida y Lavalleja. Esto como parte de sus tareas de geóloga Leda Sánchezpara la Udelar.
-¿Te parece que sos adicta al trabajo?
-No sé, bueno, el adicto no sabe qué es adicto. Pero me gusta mucho lo que hago. Me apasiona todo lo que tiene que ver con poder dar soluciones a situaciones que le pueden afectar al país. Esto de la radiación, lo de la sismología, son cosas que vos sabés que podés mejorar algo, o que estás cuidando en parte a la población. Además una de mis funciones como investigadora en ciencia básica también es explicar al ciudadano común, porque es el que me paga el sueldo. ¿Y qué le estoy dando yo al pueblo?
Su vida es un sismo con muchas réplicas, dijimos al inicio. La lista larga de carreras en las que se anotó se fue acortando. Biología no la siguió porque iba a tener a su madre de docente. Geografía también quedó por el camino, y se instaló en ella el amor por la Geología, de la que se enganchó ya en las primeras materias. La carrera de cuatro años la hizo en cuatro años, y después de ser Licenciada en Geología, se fue a vivir a Buenos Aires de nuevo, donde se doctoró en Ciencias Geológicas en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales en la Universidad de Buenos Aires (UBA).
Cuando terminó el doctorado se instaló en Uruguay, concursó e ingresó como docente en la Facultad de Ciencias de la Udelar. Pero no fue hasta el terremoto del 12 de enero de 2010 en Haití que se dió cuenta que en Uruguay nadie se ocupaba del tema.
“Vi la vulnerabilidad de toda la zona de la costa en Uruguay, y empecé a investigar”, recuerda. “¿Y si llega a pasar un evento como los que ya han ocurrido y que están en los registro históricos, qué pasa?”, se pregunta la geóloga que la pasada semana llamó la atención por dar una conferencia de prensa desde su casa.
Desde el Sistema Nacional de Emergencias le dijeron que no podía haber conferencia porque “estaban reunidos por el tema déficit hídrico”. Y desde la Facultad de Ciencias del área de comunicación no tuvo las respuestas que esperaba. Entonces fue que decidió ir por una conferencia hogareña, porque todos los periodistas la estaban llamando: “y nosotros teníamos datos preliminares, había que seguir calculando, terminamos unos minutos antes de la hora de la conferencia”.
La docente.
La geóloga Judith Loureiro fue estudiante de Leda. Ahora es amiga y trabaja con ella. También desde hace más de 17 años trabaja en la Dirección Nacional de Minería y Geología del Ministerio de Industria, Energía y Minería. “Nunca fue de machetear en una nota, si era bueno el trabajo era un 12. No es de esas docentes que te ponía un 11 o un 10 por un detalle. Eso sí, era muy exigente”, recuerda Loureiro.
“Leda trabaja muchísimo y tenés que seguirle el tren, es muy inteligente. Pero además es una mujer muy cálida”, dice Loureiro, que fue una de las geólogas que estuvo trabajando el día del sismo de Atlántida.
Estas dos geólogas comparten el gusto por escuchar Silvio Rodríguez, Mano Negra y Manu Chao. Y se hicieron amigas en 1999, cuando Leda era ya docente y Loureiro comenzaba a hacer sus primeras investigaciones.
El geólogo Hernán Castro, que también estuvo trabajando el día del sismo, fue estudiante de Leda, pero en 2015. “Ella me enseñó a investigar. Es una persona súper activa, y siempre está buscando algo para que la cosa no sea aburrida. Algún comentario con chispa”, dice.
Castro también la define como una docente exigente, pero explica que la materia de alguna manera ya está muy cargada. “Es un poco terrorífico todo el volumen que hay que estudiar para entender la materia. Y en las clases de Leda eran 50 diapositivas y dale que es tarde”, recuerda. Dicen que sus clases “siempre eran interesantes, porque te hacían pensar, con preguntas o con comentarios, y vos que quedabas ahí con un ruido”, cuenta Castro.
Castro, junto a Loureiro y Enrique Latorres, ingeniero y esposo de Leda, fueron los que estuvieron haciendo los cálculos del último sismo. Todos usaron distintos métodos, pero el resultado fue el mismo. El sismólogo Castro contó que se comparan incluso los valores detectados en Brasil, para poder calcular.
“Cada sensor de un sismógrafo es como si fuera un micrófono. Y está grabando a la vez tres pistas: cuánto se mueve en el norte, cuánto se mueve en el este y cuánto se mueve verticalmente. Entonces tomamos esas pistas, que llegan de un servidor que es de Presidencia, y comenzamos a hacer los cálculos”.
La que reclama.
A Leda si le preguntan entre perros y gatos, ella elige perros. De hecho tiene una perra que se llama Tsunami, es toda blanca pero tiene un toque de color rosado en el pelo de la frente, haciendo juego con los mechones que lleva su dueña. Y aunque no estuvo muy feliz de entrada, también vive con ella una gata, que se pasea entre los monitores que proyectan gráficas y números.
Los terremotos son muy poco comunes en Uruguay, pero cuando acontece uno por unos días, de golpe, todo parece que se trata de sismos. Los científicos que salen a hablar del tema a la prensa también son pocos. En ese escenario Leda irrumpe en el ámbito público y se hace notar por su forma de hablar, el color de su pelo y su expresividad, que no encaja en la foto del típico investigador.
Ella misma lo reconoce: “Dicen que estoy loca o que soy poco seria por el pelo. La verdad no me importa, son anónimos”. A los que la critican los invita a discutir por Twitter, les pasa su celular, pelear por pelear. Pero con desilusión cuenta que todos “reculan” y nadie va de frente a hablar. “Esto en las redes sociales y en la vida; la gente cada vez tiene menos empatía y también creo que esos mensajes violentos descargan aún más el tipo de odio que tienen”.
La constancia de esta científica es sistemática. Pide más presupuesto para el Observatorio Geofísico del Uruguay para el Instituto de Ciencias Geológicas de Facultad de Ciencias, esto lo hace gritando con los brazos, y con gestos que hacen temblar todo. También reclama para poder colocar sismógrafos y acelerómetros, que son los instrumentos que utilizan para luego hacer los cálculos.
Hay 19 sismómetros instalados en territorio uruguayo, más uno en la Antártida. Los equipos tienen valores que pueden empezar en los 2 mil dólares y llegar a los 38 mil. “Al principio cada vez que se rompía uno lloraba una semana”, pero después colegas del exterior le explicaron que era normal. “Ahora lloro menos, pero lo sufro mal”. Es que ella misma los ha instalado con estudiantes y otros docentes. Pero estas estaciones, que son muy rudimentarias por afuera, necesitan mantenimiento, y eso también tiene un costo.
El presidente Luis Lacalle Pou recibió a Leda para tratar este tema. “Le mandé un mensaje por Whatsapp y al toque me contestó. Me dijo que no estaba al tanto de los reportes que mandábamos”. Leda le transmitió al presidente las necesidades de mantenimiento, lo que se gasta anualmente -ella ha puesto de su propio bolsillo para comprar algunos aparatos- y también que se necesita un equipo mínimo de cuatro personas trabajando
-¿No se le da importancia a la geología?
-Estamos hablando de que no se entiende a la geología como algo estratégico para el país. Se necesitan más geólogos, pero no por los sismos, la Dirección Nacional de Minería está en un estado vergonzoso. Porque no tenés gente, no tenemos inspectores en las canteras. Lo reclamé cuando fui directora nacional, creo que no es un tema político, el Frente Amplio no le dio bola y ahora tampoco pasa nada.
Leda renunció a su cargo en 2016, cuando Carolina Cosse era ministra de Industria y tuvieron un fuerte desacuerdo. Si bien se reconoce como frentista y ha militado, dice que los mecanismos de la política son nefastos. “Que nos dejen de joder y que trabajen con perspectiva, pero no de un quinquenio, se necesita una estrategia como país”. Los científicos son animales duros, y a Leda no le entran ni las balas. “Seamos un país como Dios manda”, dice sobre la crisis del agua. “Basta de buscar culpables, juntá a la gente que más sabe del tema, y demos soluciones”.
Los científicos estudian los temblores
Leda Sánchez todos los días revisa los datos del sismógrafo que está en la Base Científica Antártica Artigas, y si hay anomalías las comunica de forma inmediata. Es que en la zona se dio “un enjambre sísmico” hace muy poco tiempo, y duró meses. Desde agosto del 2020 hasta febrero de 2021, el suelo tembló, y desde Uruguay se realizaron las mediciones diarias. En todas las jornadas se descartaron riesgos vitales para las personas que trabajan en la base.
Se pudieron obsevar entre 300 y 600 sismos diarios, generalmente mayores a 3 de magnitud en escala Richter. Pero hubo picos que llegaron a los 5.1. La geóloga, que en 2022 viajó hasta la base, dice que ella misma presenció uno, pero de pequeña magnitud. Cuenta que las personas que estaban en la base durante esos meses que se sintieron los temblores todos los días, se asustaron. “Porque claro, se movían las cosas y si no estás acostumbrado no sabés qué puede pasar, te preocupás”. Pero para suerte de los uruguayos el epicentro de estos sismos estaba a unos 36 km de la base.
Ahora están trabajando en conjunto con científicos de otros países para poder explicar y seguir evaluando lo que está ocurriendo en la Antártida. Lo que se sabe es que hay que mejorar las instalaciones para estudiar la actividad volcánica y tectónica del lugar. La geóloga explicó que hay un volcán submarino cerca, llamado Orca. “No podemos hablar de una relación directa de la actividad del volcán con los sismos, pero la Antártida no es una región fósil desde el punto de vista geológico como la nuestra. Entonces es muy interesante, estamos trabajando con formaciones geológicas más jóvenes”, asegura.
En el área donde se produjo el suceso, además de la base uruguaya, hay otras bases más: Argentina, Brasil, Chile, China, Corea, Perú, Polonia y Rusia. Para la sismología uruguaya es muy importante poder trabajar con equipos que integren delegaciones de varios países. “Nos juntamos cada poco tiempo y estamos diseñando estrategias. Sobre todo para mejorar la estación; la última vez que estuve detectamos el sitio donde la vamos a instalar”. Para los meses de noviembre/diciembre se espera que los nuevos aparatos estén colocados.