El Mercedes-Benz avanza por la calle como un orgulloso rayo azul. Es una mañana limpia en el Barrio Sur —lenta— levemente interrumpida por la sirena de un patrullero policial que sube por la rambla. El repiqueteo es un pálpito, no un grito de alerta. Y es también el pie perfecto para la entrada en escena de Gustavo Torena, que detiene el auto, desciende y arrimando un dedo al oído dice:
—¡Me vienen a buscar!
Adentro del auto quedó “el Corbata”, un perro que aguarda con obediencia marcial alguna indicación de su amo. El perro se acomoda en el asiento trasero porque junto al “Pato” Torena viaja el flamante merchandising del Espacio Celeste, la lista 906 que lanzó dentro del Frente Amplio tres elecciones atrás y que ahora —cuatro años después de cumplir su tercera condena en prisión— reavivó en busca de una banca como diputado. Pero esta vez el Pato Celeste siente a la suerte más cerca: lo dice un hombre que ganó la lotería dos veces.
Para esta embestida, Torena modificó el plantel y armó una línea de cuatro con históricas estrellas de la música tropical. Martín Quiroga, Yesty Prieto, Rolando Paz y Miguel Ángel Muniz son sus fieles escuderos, inexpertos en el complejo rubro de la política, pero suficientemente populares para lograr la meta que el Pato se fijó y que en unas horas le planteará al presidente del Frente Amplio, Fernando Pereira.
El grupo se presentó en octubre pasado con un jingle plenero, pegadizo como chicle, viralizado al instante, que Torena ahora reproduce en su celular y canturrea moviendo los labios. El jingle es una adaptación del éxito Aguanta presión, de Martín Quiroga, y en la letra adelanta los ejes centrales de la propuesta del sector, como trabajar en los asentamientos, combatir la pobreza y mantener viva la cultura. Habría que agregarle el interés de su líder por el deporte y un servicio de asistencia jurídico legal materializado en lo que él llama “el despacho del pueblo”, un consultorio que integraría a su oficina en el Parlamento, con tres escribanos y dos abogados a disposición para lidiar con la burocracia del propio Estado del que formaría parte.
Desde que el jingle empezó a sonar, el Pato Celeste volvió a su deporte favorito: codearse con los medios. Las entrevistas siempre se desarrollan bajo una estela de recelo que el Pato torea con aparente pasividad. Cuando llega la pregunta sobre su vínculo con el expresidente José Mujica, o sobre el dinero que ganó en los negocios con Venezuela, o qué hacía él junto a Paco Casal en la famosa reunión de Mujica con el empresario deportivo español Florentino Pérez, el Pato se escuda en una trenza de preguntas retóricas del estilo “¿es un delito ser amigo de Mujica?”.
Para acallar las malas lenguas —“a la gente que no sabe y opina”— Torena prepara una autobiografía “en la que capaz mete lápiz (Darwin) Desbocatti”. Ahí contará toda la verdad del Pato Celeste: el alter ego que lo convirtió en una figura pública, política y controversial. Pero mientras no está el libro, ¿está la política?
—Volví a la política porque no me quiero ir de este mundo… primero porque tenemos chance de ayudar a los demás, tenemos posibilidad, porque lo hicimos siempre. Pero yo tengo familia, tengo amigos, tengo gente que me quiere, ¿y por qué me voy a ir de este mundo aguantando que cualquiera diga lo que no es?
Este regreso podría ser un intento de redención, ¿una forma de limpiar su imagen? Al Pato Torena ninguna de estas interpretaciones lo convence.
—Si te gusta, por revancha. Un poco sí, pero otro poco… con los que me rodean sentimos que podemos hacer cosas por los que precisan. Yo no preciso el sueldo de diputado, estoy en contra de los grandes empresarios que hoy son ministros, ¡parejo para todos! —proclama.
No necesita el sueldo, dice.
Pero tampoco estaría dispuesto a donarlo. En cambio, el cargo sí podría ser algo a intercambiar con sus escuderos:
—Si salgo diputado no voy a estar todo el día sentado ahí, quedará algún compañero. Mañana Martín Quiroga puede ser un suplente, sentarse en el despacho y ser más inteligente que los 99 que están hoy.
Empresarios amigos.
Para el Pato Celeste el mundo se divide entre quienes lo quieren mucho y no lo quieren nada. Lo quiere: el amigo que compró su mansión en Punta Colorada cuando el banco la embargó e intentó rematarla (sin ofertantes). Pagó 405.000 dólares, que el Pato quiere reunir para recuperarla. Lo quiere: el músico Fernando “Lobo” Núñez, su amigo de la infancia. Y porque lo quiere le aconseja que se olvide de la política.
—Yo siempre le digo ‘Pato dejá, ya tenés tu vida casi resuelta, no tenés necesidad de ir siempre cargando la gaita y de estar siempre en el frente de batalla’ —cuenta.
Pero Torena no le hace caso. “Es por el vicio que tiene de ayudar al otro”, opina. Un afán de generosidad que le reconocen hasta sus peores enemigos.
—Cuando lo veo tan comprometido en la política me pone nervioso porque siempre lo asocian con el mal —dice el “Lobo” Núñez—. Si lleva comida a un comedor, ¿qué tiene de malo eso? Pero la gente no mira la comida, le preguntan de dónde la sacó.
El Lobo y el Pato se conocieron en el Barrio Sur, en una de las muchas mudanzas de los ochos hermanos Torena. Aquellos no eran tiempos de ambiciones, sino de jugar al picadito, de ir a pescar. “¿Qué puedo contarte de su impronta? Íbamos todos a pescar y nos poníamos a buscar cangrejos, y ninguno encontraba los cangrejos que queríamos para carnada, pero llegaba él y levantaba una piedra y estaba lleno”, cuenta el músico.
Conversamos en la misma sala de ensayos que en 2016 visitó Mick Jagger. El Pato Torena se mueve de un lado a otro a pedido de su amigo, que le dice “Patito salí de ahí, no te sientes arriba de eso que es un instrumento”. Finalmente elige un sofá, se acomoda y lanza:
—Este es mi hermano negro de la vida. El Lobo y el Chengue (Morales). Él no está en la lista, prefiero tenerlo en el anonimato. Yo tengo un pueblo de amigos que no necesito que estén en la lista, porque no quiero que les compliquen la vida. Gente de renombre, te hablo de un Francescoli, ¿pero para que quiero que Francescoli esté en la lista? Lo preciso a Enzo para ir con el Lobo a Madrid, porque sabemos que llegamos a Florentino Pérez para que nos regale 50.000 pelotas de fútbol para cada niño del baby.
Digámosles las donaciones.
Las donaciones siempre han sido clave para el Pato Celeste. Al principio fueron el principal insumo para montar merenderos y ollas populares. Después, para alimentar el vínculo con el presidente Mujica. A través de sus amigos empresarios —“de todo color y tamaño”— habría conseguido desde terrenos para el Plan Juntos, “dar una mano” con materiales de construcción para el Taller Sala 12 del hospital Vilardebó —que gestiona una militante del MPP—, hasta sillas de ruedas que le pedían a Mujica.
Hoy, con el apoyo de “empresarios amigos”, reúne unos 100.000 pesos mensuales para financiar la actividad del Espacio Celeste. Principalmente la gira por la franja costera (Colonia, San José, Maldonado, Montevideo, Rocha y Minas) y el anunciado sorteo de canastas en el programa que inaugurará el 3 de enero en CX30 Radio Nacional. “El micrófono del pueblo”, le puso. Irá de lunes a viernes por la madrugada. Y será conducido por los cantantes que integran la lista.
Con ellos nos reuniremos en la parrillada La Guarida, donde harán una puesta a punto antes de marchar a la reunión con Fernando Pereira.
El altivo Mercedes-Benz sigue custodiado por “el Corbata”, que se mantiene inmóvil en el asiento trasero a pesar de que Torena arroja hacia su territorio gorras, banderas, pegotines de propaganda de la 906. Despejado, el interior del auto revela un cuero vencido, cansado de tanto uso.
Mientras conduce, el Pato Celeste hace llamadas. Se asegura de que ninguno de sus socios haya olvidado la reunión, en especial el padre de Álvaro “Chino” Recoba.
—Acá en Montevideo precisamos 25.000 votos para sacar una diputación, aunque lo podemos pagar con 15.000 también. Me parece que estamos muy cerca. Pero acá no es la gente que está con el Pato, si acá sale el despacho va a ser por los muchachos. Yo tengo una gente que me apoya pero tengo cientos, no miles. Los que tienen miles son los artistas populares y tienen la autoridad moral de estar ahí sentados porque siempre estuvieron al lado de los necesitados.
“El dos” al Pato.
Los estamos esperando. Desde la cabecera de una mesa vacía, el Pato Celeste propone duplicar su espacio en este informe. “Hacés una nota solo de la parte política y después otra con el resto de la historia conocida”, sugiere. Pero es mal negociante y él mismo trae el asunto Mujica - Venezuela a la conversación.
—No te olvides que yo estuve cinco años al lado del presidente Mujica, que nunca hice un negocio por izquierda ni aproveché la situación de estar con él. Yo fui a Venezuela desde mucho antes a vender alimentos. Sí, gané plata. Me gané mi comisión, ¿está mal?
Lo interrumpe la llegada de Martín Quiroga, que se escurre en una silla y le pide al mozo un whisky.
—Cuando me invitó fue una tentación, nunca había incursionado en política. Yo estoy para hacerle el dos al Pato y para colaborar, porque lo quiero mucho como persona, estuvo en todas las etapas, estuvo sufrido, estuvo alegre y no dudo de que va a ayudar a mucha gente —dice.
Interviene Torena:
—Lo que pasa es que mañana hay un cargo en la división cultura, no de ministro ni de viceministro, ¿pero cuántas áreas hay? ¿Por qué Martín no puede participar en una dirección de cultura diciendo lo que es la plena? Porque he estudiado sus canciones y muchas son de protesta.
Ahora hace su entrada Rolando Paz, el cantante de La Cumana. Sonrisa pícara, bien humorado, cuenta que a pesar de integrar una lista frenteamplista siguen llamándolo dirigentes de otros partidos políticos para que actúe en sus actos. Y él acepta, “porque una cosa es el trabajo y otra cosa son las ideas”.
El tercero en la mesa es “el Gallego” Manuel Soroa, un veterano que se presenta como uno de los fundadores del Frente Amplio y amigo del expresidente Tabaré Vázquez. Soroa es jubilado.
Dice el Pato:
—Si mañana hay un cargo en el BPS, el Gallego perfectamente sabe los pormenores y quién merece una jubilación. Si tiene que ocuparse un cargo, esos cinco años que lo ocupe él, porque yo no estoy capacitado.
El anfitrión pide asado para todos. Sirven la carne. Y llega Yesty Prieto, el mítico exvocalista de Karibe con K.
—Recaliente estoy, no voto más al Frente —dice en tono cómico, pero por si acaso Torena lo aclara:
—Es un personaje muy chistoso...
—¿A vos te parece? ¿Qué hacen dos filas de camiones por la Rambla desde el Cerro al Puerto? ¡No seas malo, loco!
El Pato es cuidadoso con el ego de su plantel, pero se le nota una debilidad por Prieto. Siempre usa la gorra que lleva su nombre: ninguna dice Torena.
—El Yesty va a ser uno de los que va a estar sentado en el Parlamento, acordate de lo que te digo. Un día se le puede dar el lugar, ¿te gustaría?
—Y cómo no —responde el cantante.
Mantenerse informados, recoger los comentarios que les hacen en los asentamientos que recorren, pensar en los problemas de su sector —como una inexistente jubilación—, son algunas de las actitudes que han incorporado desde que pisan escenarios pidiendo un voto.
Continúa el Pato:
—Si mañana hay un cargo, ¿a quién se lo doy? A nivel cultural cualquiera de ellos está capacitado. En el área del deporte conozco exjugadores que no tienen qué comer. ¡Ponelos en una plaza de deportes y pagales un sueldito! ¿Qué querés que te diga? Tenemos la expectativa de que vamos a llegar. Y de que podemos —yo, ellos, el bolichero de la esquina— ser diputados.
Leyenda negra.
Dice el Pato Celeste que la reunión con Fernando Pereira fue un éxito. Como prueba envía fotos. Y escribe: “Tiene claro que los cantantes llegan a donde no llega nadie. Y también sabe que al estar en la lista la gente los va a votar”.
Las fotos están circulando. Circulan y Pereira intuye que alguna molestia en el partido podrían ocasionar. “Lo recibí y le solicité los mismos requisitos que a todos los que quieren sacar una lista: que consiga las firmas y las presente”, dice. Esas firmas, eventualmente, serán analizadas por una comisión.
La lista requiere un mínimo de 50 integrantes y puede tener un máximo de 1.000. Desde que lo sabe, Torena se empecinó en ir por todo. Se le encandila la mirada cuando explica que si lo logra, los nombres se imprimirían en las dos caras del papel. Así que ahora en las recorridas además del voto pide el nombre para la lista. Y perdido por perdido, me ofrece integrarla.
“Nos contó que está haciendo una movida por distintos puntos del país y que tiene expectativa de construir algo potente desde el punto de vista político. Nos dice que en la recorrida por barrios periféricos le ha ido muy bien”, resume Pereira. Ir a un asentamiento a buscar votos no es cosa nueva, hacerles regalos a los vecinos tampoco. Pero la estrategia del Pato es primero montar un concierto con sus cantantes favoritos, y unos días más tarde volver a hacer campaña.
—Si alguien que conozco me critica, yo lo llamo. ¡Cuando tengas que decir algo del Pato Celeste me llamás y discutimos!, porque nos podemos equivocar.
Ese carácter al Pato Celeste le ha traído problemas, aunque su hijo Gabriel (34) opina que ahora está menos “impulsivo”. Sobre todo después de haber sido condenado por un delito de violencia privada contra el periodista deportivoJulio Ríos. “Es un tipo de poca reflexión y de mucho hacer. Él hace, y eso no pasa mucho en la política”, dice el hijo. Que le tiene fe. Cree que está sobrado para ganarse el cargo: “Es un juego de niños para él”.
Otra vez, el Pato se excedió con el senador nacionalista Jorge Gandini. A lo largo del tiempo, Gandini le ha dedicado distintos posteos en redes sociales, como uno en 2019 cuando fue enviado a prisión por falsificar documentación para viajar a Venezuela mientras que tenía prohibido salir del país. Lo llamó “pato delincuente”, lo acusó de tener una oficina en el piso siete durante la presidencia de Mujica. Una oficina que el Pato niega, pero a Gandini “le consta” que existió y que desde allí hacía gestiones con Venezuela, como comisionista, “usando su vínculo con Mujica”. Dice Gandini: “Eso no es ilegal. Lo ilegal hubiera sido si hubo un tráfico de influencias”.
Sobre la 906, le parece “bien” que sea candidato a diputado. “Pero que saque la lista en el sector por el que siempre militó, que es el MPP”, suelta, mordaz, porque sabe que el Pato no integró ni integra el sector de Mujica.
Desde el MPP, distintas fuentes coinciden en quitarle gravedad a la postulación del Pato Celeste. “Siempre ha sido una expresión folclórica más que un problema político”, dice un allegado a Mujica. “No integró nuestra estructura, nunca pisó una agrupación, fue más bien un personaje pintoresco ahí en la vuelta. En el MPP está lleno de gente así”. El Pato era, entonces, la “expresión extrema” de esas personas que se acercaban a hablar con Mujica. Y nada más.
—Él nos planteó que no tenía causas vigentes, y yo no tengo datos de que no sea así. Queda el mito, que parece que fuera no sé quién. Él ha hecho negocios como tantos empresarios uruguayos y cometió errores como tantos uruguayos y yo soy de los que cree en las segundas oportunidades —dice Pereira.
Que le (entre)abre la puerta.
La casa que tiene.
El Pato Torena podría dormir en su mansión —la que le salvó un amigo—, pero prefiere acomodarse en una sencilla cama de una plaza en la barbacoa, o tirarse en un rancho rodeado de pavos reales, gallinas y pollitos, en un terreno junto al almacén que armó en la entrada del coqueto complejo de cabañas que gestiona su hijo y en el que trabaja su exmujer, Susana.
—La gente dice uh, qué casa que tiene, cómo la habrá hecho, y fue mucho sacrificio, mucho laburo, muchos viajes, mucha pelea para vender y ganar la comisión y eso es de lo que yo vivía. Vivo porque ahora voy a retomar los viajes.
A pocos días de Fin de Año, el balneario Punta Colorada está agitado y el Pato está a pleno con la atención al público del almacén. Improvisó el negocio tras ser liberado, cuando explotó la pandemia. Primero lo montó en la calle, pero la Intendencia de Maldonado lo sacó un 31 de diciembre, escoltada por tres patrulleros.
—Yo siempre gané y después perdí —dice sin gravedad.
Pongámosle que es un buscavida que se hizo de abajo, como lo definió Mujica. Desde sus 14 años, cuando murió la madre y se mudó a una pensión con dos hermanos, rotó de trabajo; sacó una murga, vendió repuestos, fabricó muebles, ganó la Lotería en España y el 5 de Oro en Uruguay. Regaló dinero, lo malgastó en la noche. Vivió unos “años locos” en los que terminó preso dos veces: por hurto y por falsificar cheques. Y viendo a Marcelo Tinelli en la televisión de su celda, se le ocurrió versionar al Oso Arturo. ¿Por qué no?
—Me reuní con el productor, me dijo que le había gustado la idea, que volviera en un par de meses, pero me vine desahuciado y ahí me reuní con Omar (Gutiérrez). Cuando salí al aire explotó el Pato, la gente bloqueó los teléfonos porque quería hablar conmigo.
Según dice, gracias a la popularidad del programa televisivo De igual a igual, se vinculó con jugadores de fútbol. Algún testigo de la época dice que Paolo Montero, Álvaro Recoba y Richard Chengue Morales lo acobijaron. En 1999, durante la Copa América en Paraguay, viajó por primera vez como mascota —no oficial— de la selección. Desde ese momento, acompañó a distintos jugadores, los visitó en clubes del exterior, colándose en algún que otro chárter, metiéndose a prepo en la cancha —para golpear a otra mascota, o para demorar el inicio de un partido, a pedido del plantel—, organizó alguna entrega de medallas y siempre vendió camisetas: hizo miles de dólares en camisetas. Quienes lo vieron, cuentan que su habitación en los hoteles se parecía a un free shop.
—¿Tu mejor cliente?
—Diego Forlán.
La luna de miel con la selección se terminó en la era Tabárez, después del Mundial de Sudáfrica, cuando explotó la crisis entre los jugadores y la Mutual que presidía su amigo, Enrique Saravia.
—Acá vinieron varios popes —dice en el medio de su gigante barbacoa.
—¿Vino Mujica?
—Dejá, dejá...
—¿Francescoli?
—Vino.
—¿Recoba?
—Son muchas figuras, mirá las fotos...
Son más de 100 murales. ¿O serán 200?
En dos está junto a Maradona, en Venezuela. También está la foto del partido benéfico que dio inicio a su “amistad” con Mujica, al que visitó recientemente para contarle que volvía la 906.
A pesar de tanta atención, el sector de Torena no ha dicho a qué candidato acompañará de los que presentará el Frente Amplio en 2024. “Es una casualidad”, dice, pero no es del todo cierto. Unos meses atrás, convenció a su amigo, el sindicalista Joselo López, de lanzar un espacio conjunto apoyando al intendente de Salto Andrés Lima. “Y así fue”, dice Joselo. “Pero en una decisión conjunta se decidió su salida. Entendimos que la manera de trabajar de Gustavo y su gente no era la misma que la nuestra, porque a él se le ocurre una idea y sale con mucho ímpetu a implementarla”.
En son de paz, López acompañó en octubre el acto de lanzamiento que el Pato organizó en el Platense Patín Club y al que asistieron unas 600 personas y un puñado de medios. De ese evento, aún no hay una foto en la barbacoa.
Ya pasó el mediodía y el Pato debe relevar a la empleada del almacén. Sale de la barbacoa, rodea una moderna piscina, pasa indiferente frente a la mansión; atraviesa otra piscina más, camina junto a las lujosas cabañas del complejo turístico e ingresa a su negocio, de techo bajo, con paredes de madera, con pollitos correteando por el suelo de hormigón. Lo sigue de cerca Carlitos, un peón enfundado con la remera y la gorra de la 906.
—Le doy una propina para que se vista así —dice el Pato.
—¿Lo vas a votar? —le pregunto.
Dice:
—Ya vamos a ver.
El partido benéfico que lo contactó con José Mujica
La foto inmortaliza el famoso partido benéfico que Gustavo Torena organizó en Caracas para que la Mutual de Futbolistas comprara terrenos “para hacerles viviendas” a algunos socios. Según el Pato Celeste, políticos venezolanos le dijeron que si traía una carta firmada por el entonces senador José Mujica se le “abrirían las puertas”. Y así fue. Dice que al partido asistieron políticos uruguayos de todos los partidos y además empresarios que cerraron negocios con el gobierno de Venezuela en ese viaje. Él ganó una comisión de la venta de publicidad. “Así empezó el vínculo con Mujica. Yo lo iba a ver asiduamente cuando era presidente”, dice. Pero niega haber tenido una oficina. “A veces iba dos días seguidos; un mes no iba, otro mes iba cuatro veces”, detalla. ¿De qué hablaban? “Me preguntaba por el Carnaval, o cómo andaba Venezuela, o me pedía una mano para conseguir alguna donación”.