FRANCISCO MARQUES
La curiosa escena genera un poco de gracia por repetición. En la avenida Uruguay y Cuareim, al igual que en el resto del centro, la gente circula apurada y concentrada en sus propios asuntos. Pocos reparan en la oferta comercial de la cuadra, pero los colores fluorescentes de Boutique Erótica parecen iluminar la curiosidad de varios. Al menos por unos segundos. Tanto adolescentes como adultos miran de reojo al local. Algunos siguen de largo. Algunos, con un disimulo mal disimulado, recalculan su marcha para acercar su caminata a la vidriera y así fisgonear. Algunos se frenan a ver sin disimular. Y algunos, los menos, entran.
Hay ciertas señales. los espacios de Alessandra Rampolla y otras sexólogas locales en los medios, el uso de consejeras para animar despedidas de solteras y hasta el éxito de la saga de libro de Las cincuenta sombras de Gray muestran que la industria del sexo ya no un ambiente oscuro, y se integra -o se tolera - con cierta naturalidad. Incluso en Uruguay, un país que supo ser pudoroso.
Según el sociólogo Carlos Muñoz, hay dos corrientes que explican el crecimiento de la industria del sexo a nivel mundial, y también local. Para una, el fenómeno está en el aumento de la libertad -en todas sus manifestaciones-que existe en la sociedad contemporáneas, mientras que la otra lo vincula a una característica de la posmodernidad: el consumismo.
Liberalismo y dinero, un contexto que Boutique Erótica supo aprovechar, "Es como el celular. Hoy que te acostumbraste, ¿Vos podrías vivir sin celular?", dice Eduardo Israel, uno de los dueños de Boutique Erótica, al recibir a Qué Pasa en el local de la calle Uruguay. Allí, tres chicas jóvenes asesoran a los clientes en las tres categorías de productos del local: juguetes, cosméticos y lencería.
La comparación de Israel no es casual, antes de abrir la boutique, uno de sus comercios era una tienda de celulares. Otro era el boliche Cabildo de Ciudad Vieja. Allí, cinco años atrás se organizaron espectáculos con el tío Aldo -el personaje de Pablo Fabregat- y la sexóloga Carolina Villaba. La temática no es muy difícil de imaginar. Mientras Villalba mostraba los juguetes por las mesas, corrían las risas, pero también la curiosidad, y al final del número, muchas invitadas se acercaban a la sexóloga preguntando dónde conseguir estos productos. Y en general la respuesta era: "¿Acá? En ningún lado". Luego de 100 funciones, a Israel le pareció que un sex shop era una buena idea.
El primer local abrió en un pequeño local en un piso 12 del Centro. Al comienzo, varios medios se negaron a publicitar un sex-shop, pero las puertas se fueron abriendo y hoy Boutique Erótica tiene su espacio en televisión, radio y revistas de actualidad. Hasta carteles en los ómnibus. Espacios no muy convencionales para un sex shop. Tres años más tarde, la empresa cuenta con 11 franquicias en todo el país, seis de ellas en el interior. Y la expansión es aun más ambiciosa: la meta es llegar a los 30 locales.
No es la única empresa de sex shops del país. Kiss Me tiene dos locales en Montevideo y Private Uruguay, que se inició como un cine para adultos hace 15 años, tiene también su propio sex shop. A estos se suman tiendas menores, no necesariamente limitadas a artículos eróticos. También las tiendas online. Por ejemplo, en el 2011 se instaló en el país La Maleta Roja, una empresa internacional de origen español con presencia en siete países, que combina la venta de artículos con asesoramiento.
El sex-shop de Private, en Convención y San José, a una cuadra del cine del mismo nombre, es el local más grande del país. Y demuestra que la clandestinidad definitivamente no es la norma. El enorme cartel de "shopping erótico" y el rosado chillón de la fachada podrían pasar desapercibidos en Amsterdam, pero no en el centro de Montevideo.
Gerardo, el encargado del local, trabajó allí hasta 2007, cuando fue a vivir a España. Hace unos meses volvió al país y retomó su antiguo puesto. Nota ciertos cambios en estos siete años. "Ahora la gente ve al sex-shop como algo mas normal", dice, y explica que antes de su partida, el local estaba aislado y disimulado con vidrios negros. También cambió el público. Antes, la mayoría de los visitantes eran hombres, con una importante presencia de clientes gay. Hoy la cartera se ha diversificado, y es costumbre ver mujeres en el local, por su cuenta o en grupos de amigas. Y también parejas. Aunque no tiene una cifra exacta, Gerardo estima que entran unas 50 personas por día al local.
Allí, los tradicionales vibradores y muñecas inflables conviven junto a juguetes modernos. Y los colores de los diferentes geles, lubricantes, afrodisíacos y preservativos destacan en la pared blanca, similar a los remedios de una farmacia. Pero los DVD también tiene su demanda, Algo que parece anacrónico en la era internet. El largo corredor y sus mas de 3.000 títulos son prueban su vigencia, así cómo el sector del segundo piso, donde los clientes pueden alquilar cuartos individuales con televisor, a los que recurren, en una jornada atareada, hasta 10 personas por día.
En Boutique Erótica, la clave radica "en vender felicidad", dice Israel, y el perfil está orientado más hacia las mujeres, que representan el 70% de la clientela. "En algunos casos, la pareja está a un producto de alcanzar la felicidad plena", dice Israel. Y este perfil femenino se nota. Además de 2000 productos eróticos, la empresa ofrece diversos servicios que, en principio, parecerían ideados para ellas. Desde producciones de fotos y clases de striptease hasta la "Maleta Sensual", que consiste en una charla, donde una asesora, presenta los productos a grupos de amigas -o mixtos- en una ambiente discreto y divertido como antes eran las reuniones de tupper.
Para el psicólogo Andrés Caro Berta, presidente de la Federación Uruguaya de Sexología, esta tendencia comercial a utilizar este tipo de productos es saludable en cuanto se utilice como un complemento divertido, y no como un sustituto de la persona. A veces la persona se puede acostumbrar a los productos demasiado, y eso puede derivar en una patología.
Respecto a los límites, Israel marca por una lado los aspectos legales. Por ejemplo, no me se permite la entrada a menores de 18 años ni se venden ciertos químicos no aprobados. Otros límites son mas subjetivos, políticas propias de la empresa. Por ejemplo los artículos sadomasoquistas o de "sexualidad más intensa" cómo él los llama, son bastante light. Hay otros productos de esa línea que prefieren no vender.
"Antes la gente me decía que no entraba ni loca, hoy me dicen todavía no entré", dice el dueño de la boutique. La última sensación de la tienda es We Vibe II, un vibrador para parejas que hizo furor en Estados Unidos y ya llegó al país. Pese a su alto precio -unos 300 dólares- se vendieron unas 1000 unidades hasta ahora. Y hay lista de espera.
PIONERA
El primer sex shop fue inaugurado en 1962 en Alemania, con el nombre "tienda especializada para la higiene marital". La emprendedora fue Beate Uhse, una de las pocas mujeres piloto que participó en la Segunda Guerra Mundial.
JUICIO, DENUNCIA Y CHISMES
No todos los uruguayos ven a los sex shops como algo natural. La oposición y quejas de vecinos estuvieron presentes desde los comienzos de Boutique Erótica. En el local de Pocitos, ubicado frente al Montevideo Shopping, la comisión de copropietarios del edificio le inicio una demanda a la empresa por "daño moral". Además, el propio shopping le prohibió utilizar su nombre como referencia geográfica en los anuncios del sexshop. En Artigas, un edil denunció a la empresa por violar las normas municipales, ya que las mismas, en teoría, prohibían instalar la tienda cerca de una escuela. Y en Rocha, unas personas se pasaban la tarde frente al local para vigilar quien entraba al sex shop, y luego decir los nombres en una radio local como chismes. Un claro caso de exceso de tiempo libre.