María y Martín se conocieron en mayo de 2022 por Tinder; ella tenía 31 años y él 38. Lo que comenzó con un “me gusta” luego de ver un par de fotos y una descripción breve, derivó en charlas de varios días. Vinieron encuentros en cervecerías y ahora, dos años después, concretaron el sueño de una casa propia en Atlántida.
Ellos no buscaban una relación seria pero tampoco la descartaban, dice María desde la casa en la costa de Canelones. “Creo que estábamos en un ‘a ver qué onda’, pero en el fondo estaba la búsqueda de un vínculo, de poder vernos periódicamente”, recuerda María, contadora de profesión. Estuvieron menos de un mes chateando para verse por primera vez: “Sé que hay gente que tarda más tiempo, pero en nuestro caso la idea era el encuentro bastante rápido y no seguirla mucho por chat”. Ahí se dio la primera cita en una cervecería, de bancos incómodos y altos, y al terminar la cita cada uno se volvió solo para su casa.
María está segura que sin la app de citas nunca se hubiera dado el encuentro con Martín. Él es carpintero en la Costa de Oro, ella contadora en Zonamerica en una multinacional. Vidas muy distintas para cruzarse por ahí. Ninguno de los dos salía a boliches, no tienen conocidos ni amigos y además trabajan en ámbitos muy diferentes. “No teníamos puntos en común, pienso que capaz en algún toque, pero ahí vas con amigos, en otro plan”, dice ella.
El caso de esta pareja es uno de los tantos “exitosos” surgidos de las aplicaciones. Un estudio que realizó el sociólogo Matías Dodel, docente de la Universidad Católica que publica en revistas científicas arbitradas por pares, dice que el 13% de las parejas estables uruguayas formadas en 2020 se conocieron a través de apps de citas. El porcentaje, ya veremos, sube entre las parejas más jóvenes. Para hacer este análisis, Dodel se basó en la última Encuesta de Generaciones y Género, del cual se desprende también que un 54% de los uruguayos vive en pareja, entre otros datos.
Pero estamos lejos de los números europeos. Según un relevamiento realizado por Dodel, en Suecia un 33% de las parejas estables se conoció por las app y en Dinamarca un 25%, por ejemplo. Tomando estos dos países como referencia, las aplicaciones allí fueron el lugar donde más parejas estables se formaron entre 2015 y 2021. Los números de Uruguay muestran que estamos lejos de eso, pero hay una relación entre el nivel de “desarrollo de los países y/o de penetración temprana de Internet y cuánto han calado estas prácticas de emparejamiento en las parejas estables en cada nación”, explica Dodel.
Es la primera vez que hay datos sobre el tema en Uruguay vinculado a las parejas estables y existe un aumento del fenómeno respecto a las parejas que se conocieron en años anteriores. Dodel dice que, a diferencia de lo que se cree, los estudios demuestran que a través de las app de citas se han logrado parejas “mucho menos endogámicas”, es decir personas que tienen poco en común.
¿Cómo se conoce una pareja? “Si lo hacés a través de tus amigos, las chances de que sea muy parecido a vos son enormes. Hay gente que se conoce a través de la familia, del centro de estudio, del trabajo. Esa gente tiende a ser muy parecida a uno en muchos aspectos”, dice Dodel. En cambio internet es más abierto en ese sentido.
El sociólogo explica que hay estudios del exterior que muestran que se logran mayor cantidad de parejas interraciales y que no se repite la lógica de la “vida real”. Esto se puede asociar con que las personas que ingresan a app de citas están más abiertas y llegan con esta herramienta a gente muy diferente.
¿Pero cómo ha cambiado el lugar en el que se conocen las parejas? En la actualidad las tecnologías de comunicación compiten con los lugares tradicionales de encuentro, según información de la Encuesta de Generaciones y Género realizada por la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República (Udelar), con el apoyo del Instituto Nacional de Estadística.
Si bien las parejas uruguayas continúan conociéndose principalmente a través de amistades, familiares o en los lugares de trabajo o estudio, hay cambios en las generaciones más jóvenes. Entre ellas, los lugares bailables pierden importancia, mientras las redes sociales o aplicaciones de citas se vuelven cada vez más habituales como lugar de encuentro: entre las personas de 20 a 30 años. Un 21% conoció a su actual pareja a través de recursos virtuales, según esa encuesta. Un 29% lo hizo en el trabajo y otro 29% por amigos o familia, mientras el 10% fue en bailes o bares y el 6% en organizaciones sociales
Volvemos a María y Martín. Ella vivía en Pocitos, él en Lagomar: no se iban a cruzar en la calle, en el súper o en algún gimnasio. Y siguieron la ruta de muchos: Tinder, Instagram y WhatsApp. “Al segundo día ya nos habíamos pasado el WhatsApp”, recuerda María.
—¿Cómo se dio el paso de vivir juntos?
—Vivir juntos se dio natural -dice ella- porque ya estaba el proyecto de dividir gastos. De hacer cosas juntos y demás. De convivir los fines de semana con su hijo.
—¿Cuándo te contó que tenía un hijo, y cómo lo recibiste?
—Natural, fue medio enseguida que estábamos empezando a chatear. Él quería que la persona tuviera claro y de alguna manera aceptara que es padre. Tengo amigas que me dicen que ni loca se meten con un hombre con hijos, yo la verdad no tenía inconveniente.
Algo de una noche
Micaela empezó a usar Tinder cuando se separó de su segundo novio, a los 23 años. No buscaba nada en específico, sino más bien experimentar. “Me voy a poner a jugar a Tinder para distraerme. Lo hacía cuando estaba muy estresada con el trabajo y para no prenderme un cigarro y fumar menos; prefería pasar algunas fotos y dar varios likes”, cuenta.
La dinámica de Tinder funciona así: le aparecen al usuario fotos de las posibles parejas, si desliza para la derecha es un like y si lo hace para la izquierda es un next. Pero, para que dos personas puedan chatear, se tiene que dar el famoso match; los dos se tienen que haber dado “me gusta”. Ahí la aplicación notifica y habilita una conversación, incluso dando sugerencias de charla. Como puede ser “pregúntale cuál es su banda favorita” o “qué bebida prefiere, si cerveza o vino”.
Micaela siguió el “juego”, hasta que empezó a tener citas, y dar con personas que le gustaban. “Hice amigas y amigos, salí con algunos de ellos, también tuve muchas malas experiencias”, pero si tiene que encuadrar algo es que en sus “juegos de Tinder” dio con Stefanía, que “ya la conocía de la vida real”. “Era compañera de trabajo de una amiga”, recuerda Micaela. Ahora tienen 35 y 36 años, viven juntas desde 2019 y están iniciando los tratamientos para ser madres.
Micaela usó Tinder muchos años, dice que puede hablar horas sobre cómo funciona y que tiene mil historias. “Es muy común encontrar parejas swinger o que buscan ‘terceros’. Por lo general el perfil tiene el nombre de las dos personas, y siempre buscan otra mujer”, explica. Hay algunos casos que ponen una serie de condiciones o detalles muy específicos como puede ser “mujer de 24 a 26 años, sexo no pago”.
Hay gente que usa fotos reales y en otros casos fotos con emojis en la cara. Pero hay perfiles de parejas que usan fotos bajadas de internet, como también lo hacen usuarios que quieren guardar su identidad.
“Es común que pongan muchos datos y aclaren que es sin foto por cuestiones laborales”, cuenta Micaela. “Pero en el fondo uno tiende a pensar que son casados tapados, aunque también hay algunos que ponen explícito que están casados y que buscan una aventura”, cuenta la joven entre risas, “es que la gente es muy bizarra, por eso yo lo usé tanto como un juego, te matás de risa de lo que ves”.
Antes de esta relación estable, Micaela salió con muchas personas, tanto de Tinder como Happn, otra app. “En un momento se decía que Happn era mejor, pero en mi experiencia lo que vi es que siempre había menos gente y de repente se te terminaba y ya no tenías más para dar like”. Esto último también puede pasar usando Tinder, ya que cuando se crea la cuenta hay que poner los intereses: edad, género y distancia de la persona con la que se busca hacer contacto. Y, luego de algunas horas, los perfiles se acaban. Porque somos pocos.
¿Qué diferencia sustancial tiene Happn respecto a Tinder? En Happn, al bajar y activar la aplicación, la persona está geolocalizada, entonces le muestra gente que pasó a corta distancia. “Es gracioso, porque después de unos cuantos meses a un vecino lo terminaba viendo siempre”, cuenta Micaela. Mientras, en Tinder sugiere las personas que se encuentran en el radio de distancia que elija el usuario: pueden ser un par de barrios a la redonda, una ciudad, un continente o cualquier parte del mundo. En la pandemia surgieron muchas parejas a distancia.
Otra de las más populares es Grindr, que es usada por varones gay. También están las que tienen más años como Badoo, incluso Facebook tiene su espacio.
Pero no todo es color de rosa como el logo de la app de citas más famosa en Uruguay. Micaela usó por años Tinder y Happn, pero por un caso lamentablemente tuvo que terminar en la justicia. Lo que parecía un encuentro casual con un hombre, terminó en un abuso sexual. La joven al principio no se animó a denunciar, pero luego sí lo pudo hacer.
“No se lo pude contar a nadie, porque me sentía una boluda, porque yo era la que había invitado a mi casa a una persona que no conocía”, cuenta Micaela. “Ahora ya está, con los años y la terapia me pude perdonar y entender que no era responsable de lo que me pasó”. Aunque esto puede pasar en cualquier otro ámbito, como con alguien que se conoce en un boliche o un gimnasio.
Para Adriana Martínez, psicóloga y sexóloga clínica, las app de citas tienen más ventajas que desventajas: “Vemos cada vez más personas que llegan con buenas experiencias, donde incluso se forman parejas a distancia y después se terminan encontrando”. La psicóloga dice que en las app pasa como en la vida real y que “las mentiras tienen patas cortas; puede haber sí alguna persona que diga que es soltera y no lo es, pero eso no se puede sostener más de tres meses, la persona se da cuenta por el tiempo libre que tiene para compartir y por otros elementos de la rutina. Después no hay garantías, como en todas las relaciones humanas”. Martínez cuenta que tiene pacientes con discapacidades que han encontrado en las app un vínculo que de otra forma no hubiera sido posible. “Me ha sorprendido porque personas ciegas, por ejemplo, tienen la posibilidad de contactarse o mantener vínculos a través de las aplicaciones”, asegura.
Familia ensamblada
Pilar y Pedro se conocieron por Tinder en 2021 en plena pandemia, y lo que empezó como un chiste sigue hasta hoy. Ella tenía 40 años y él 45. ¿En común? Ganas de conocer gente, haber estado usando la app de citas un buen tiempo y cada uno con una hija, que de casualidad son de la misma edad.
—¿Cómo fue esa primera cita?
—Era un domingo de enero, no teníamos nada que perder -dice Pilar-. Estábamos aburridos chateando y la cosa fue primero por el humor. Me invitó a comer una pizza de masa madre hecha por él, casera. Y yo acepté, me había enganchado también con una torta de chocolate. A mí me pareció todo súper gracioso. Pero nos vimos, nos regustamos, nos encantó charlar, como que personalmente habíamos superado las expectativas de ambos y empezamos a vernos cada vez más seguido.
Para Pilar la lógica que se da en Tinder es esta: al principio te parece divertido, después te vas aburriendo. “Lo típico que le pasa a todo el mundo, estás un tiempo y te entrás a aburrir, entonces cerrás la cuenta y después la volvés a abrir”. Ellos no tuvieron problema de contarle a su entorno que se conocieron por la app de citas, aunque Pilar reconoce que hay mucho prejuicio aún: “Hay mucha vergüenza con respecto a Tinder, mucha gente paga membresías para que no se vea su foto de perfil, más bien por prejuicios de que si alguien de su ámbito laboral lo ve, se compromete su imagen”.
Un dato significativo: ninguna de las parejas consultadas para este informe accedió a sacarse una foto.
Cuando salir a bailar no es una opción “porque ahí está la gente de 20 años, Tinder llega y es espectacular, es una herramienta porque ayuda a pila de gente que muchas veces no se anima”, dice Pilar.
Pilar también tuvo malas experiencias: “Me pasó de conocer gente con la que conectás muy bien en el chat y después pasás a WhatsApp, pero cuando te conocés no te cae bien”. Y tuvo casos de esos de personas que se hacen usuarios engañosos, en los que mienten porque están casados o en una relación. U hombres que sin ningún preámbulo envían fotos de sus genitales. “Al principio te da rabia porque es violento, pero después te terminás riendo. Se los mostraba a mis amigas y decíamos: ¿de verdad pensás que vas a atraer a una mujer con eso?”.
Efecto fantasma: desaparecer de una relación sin dar aviso
Las aplicaciones de citas son un escenario ideal para entrar y salir de la vida de una persona rápidamente. Con la extensión del uso de los medios digitales es cada vez más común que, sin explicación mediante, una de las personas del vínculo deje de escribirle a la otra y no le conteste más. Esto puede pasar como algo sin importancia, pero en muchos casos los vínculos que se establecen por redes sociales son muy fuertes.
La licenciada en psicología y sexóloga clínica argentina Luján Rossetto dijo a Infobae que “el ghosteo, en términos de desaparición de la vida afectiva o vincular del otro, existe desde que existen las relaciones sexoafectivas”, pero las relaciones ahora están atravesadas por lo instantáneo y por el uso constante del celular. Para la especialista, la metodología “quedó ahora mucho más facilitada por el uso en la vincularidad de las redes sociales que, al igual que las aplicaciones de citas, ya de por sí invitan a no dar la cara, en el sentido de que los encuentros se producen por otra vía”.
A este “efecto fantasma” o “ghosting”, que es un concepto que lleva ya varios años, se le sumó otro similar: “orbiting”. Es un fenómeno en el que una persona deja de interactuar con otra en el mundo real pero se mantiene conectada a través de las redes sociales, creando esperanzas de que la relación vuelva. El término viene del inglés “orbitar” y hace referencia a que hay personas que desaparecen de la vida del otro, pero sin abandonarla completamente, por ejemplo reaccionan a historias de redes sociales, aunque en otras las tienen bloqueadas.
Son un matrimonio
Andrés y Andrés se casaron el año pasado y después hicieron una gran fiesta con amigos y familiares. Pero su relación empezó por Instagram. “Mi esposo tiene 39 años y yo tengo 33. Todo empezó por mi cumpleaños, él me escribió felicitándome. Dos días después seguimos hablando y nos encontramos a tomar unos mates. Ahora luego de ocho años, nos terminamos casando”, cuenta uno de los Andrés.
Estaban tomando mate y a uno de ellos le llegó una notificación de una cita médica. “Yo lo acompañé a la cita en nuestra primera cita, se lo dije medio en chiste pero él se lo tomó en serio”, dice Andrés. Su ahora marido tenía hora con el otorrino y, como parte de la consulta, le durmieron la boca. “Él siempre cuenta que nuestro primer beso no lo sintió, pero después de ahí nos volvimos medio que inseparables, honestamente”.
A los dos meses y medio de conocerse llegó la formalización “estábamos los dos remotivados, y ahí se habló el tema de la exclusividad”, cuenta Andrés. Esta relación se hizo noviazgo cuando el Andrés que no recuerda sentir el primer beso de su esposo apareció con una media naranja en una mano y una botella de vino en la otra.
El chiste de la media naranja se hizo real en esta pareja, que tiene dos perros y sus formaciones son en rubros totalmente distintos: uno es arquitecto y el otro trabaja en productoras audiovisuales. No tenían amigos en común, pero ahora ya son una gran familia.
Si miramos las gráficas y los números comentados al inicio de este artículo se ve un crecimiento, todo parece apuntar a que de forma lenta Uruguay tiene más cantidad de personas que se emparejan mediante el uso de aplicaciones. Los datos demográficos dejan en claro que los más jóvenes encuentran su pareja en el mundo virtual en forma muy habitual, y que el prejuicio de las app cae entre los nativos digitales. Para el resto es más difícil, pero también siguen el camino.