Mónica Ferrero había planificado estar de vacaciones, pero los primeros días de enero la encontraron en un escenario muy distinto. Su jefe y amigo Juan Gómez, que tan solo unas semanas antes la había recibido en su despacho de fiscal de Corte para fundirse en un abrazo de fin de año, ahora la recibía en una habitación del Sanatorio Americano, a donde había sido trasladado por una hemorragia estomacal. Tenía dos noticias: le daban el alta ese mismo día, pero por ahora no podría volver a la Fiscalía debido a sus problemas de salud y a ella le tocaría quedarse un tiempo indefinido y prolongado.
Una llamada al celular de Ferrero interrumpió la conversación. El presidente de la República, Luis Lacalle Pou, la invitaba a la residencia de Suárez y Reyes para conversar sobre lo que se vendría.
—Ah, ¿está con Gómez? ¡Pásemelo! —dijo el presidente, que empezó a hablarle al fiscal de Corte a través del teléfono de quien ya estaba ejerciendo como su suplente.
En la oficina improvisada, y tras el contacto con Lacalle, Ferrero le preguntó a su superior cómo encarar la tarea. Gómez le habló de venias pendientes, de cuestiones de recursos humanos, pero por sobre todas las cosas le dijo que hiciera lo que “sintiera correcto”, y que él prometía volver.
Sin más formalismos que los de esa charla de hospital, Mónica Ferrero tomó la posta de lo que, según ha dicho a allegados, es su nueva “changa”: una que pone en jaque su bajo perfil y su aversión a la exposición pública, y que al mismo tiempo amenaza con disipar los aparentes consensos sobre su figura, salpicándola con consideraciones políticas de un lado y otro.
Mientras mantiene en contacto a Gómez sobre la marcha de la Fiscalía —y de Peñarol, la otra pasión que comparten—, sigue sin soltar algunas de las investigaciones pendientes de su rol como fiscal de Estupefacientes y remarca que lo suyo es solo una “subrogación”, Ferrero también deja en claro a quien lo quiera notar que empieza a tomar las riendas del organismo decidida a dejar su impronta.
Del otro lado, y en lo que parece reeditar las luchas políticas por la conducción de la Fiscalía, empiezan a asomar desde la oposición cuestionamientos a la “legitimidad” de su conducción y la supuesta “afinidad” con el oficialismo, que solo con sus votos —y sin las mayorías especiales requeridas para designar al titular— aprobó en 2022 la interpretación legal por la cual Ferrero terminó ahora en el timón del ministerio público.
Así, esa fiscal bien considerada por todos, la “preferida” de la Policía, la de una larga trayectoria enfrentando al narcotráfico, la que soportó una amenaza que puede ser atribuida al narco Sebastián Marset, la que trabajó mano a mano por igual con Gustavo Leal, Jorge Larrañaga y Luis Alberto Heber, percibe ahora —como antes Gómez— los costos de acercarse al poder.
Trayectoria
Ferrero pasó casi la mitad de su vida dentro del ministerio público que hoy le toca liderar de forma interina —aunque sin un plazo establecido— ante la ausencia de Gómez, que sigue bajo tratamiento de su enfermedad.
Nacida en Young hace 60 años, inicialmente quiso ser arquitecta pero tras una serie de circunstancias trágicas en su vida personal finalmente se inclinó por estudiar Derecho. Atar cabos es lo que ha hecho durante toda su vida, y lo que la obsesiona. Ahora al frente de la Fiscalía, sabe que sus tareas serán más de gestión interna de un organismo que sus propios integrantes dicen está en “crisis”.
Además de investigar, la actual fiscal de Corte en funciones se caracteriza por venir del ambiente judicial, algo que no es lo más común dentro de la fiscalía y en parte explica por qué quienes han trabajado con ella la describen como una persona “intachable”.
Después de recibirse de abogada Mónica Ferrero ingresó al Centro de Estudios Judiciales del Uruguay (CEJU) en 1992 y allí se formó para ser jueza, un rol que tuvo durante poco tiempo —porque siempre dejó claro a sus superiores que lo que realmente le gustaba era ser fiscal— pero que la marcó profundamente.
Fue en el CEJU en donde Ferrero selló una de sus características principales: el perfil bajo. A pesar de que ha investigado causas mediáticas como los asesinatos cometidos por Pablo Goncálvez o los delitos del narcotraficante Juan Antonio González Bica, de Ferrero casi no hay fotos cuando uno escribe su nombre en el buscador de Google.
Aunque en los últimos años, ese bajo perfil se intensificó por razones de seguridad —amenazas mediante—, quienes la conocen dicen que la cualidad se remonta a sus años formativos y a docentes que le imprimieron a fuego la convicción de que ella debía hablar solo a través de lo que hacía puertas adentro en los juzgados.
Durante los últimos años prácticamente no ha interactuado con la prensa e intentará mantener la misma línea en el nuevo rol que ahora ocupa, a pesar de que es la jefa de los fiscales y que quienes la precedieron tuvieron un alto perfil. Eso fue cierto tanto para Gómez como para Jorge Díaz, último fiscal de Corte designado por el Parlamento y con quien Ferrero mantuvo siempre una relación cordial y de afecto mutuo, pero no especialmente cercana.
A diferencia de ellos, Ferrero no da declaraciones ni aparece frente a las cámaras, y esta nota de El País no es la excepción.
El perfil bajísimo es una de las cosas que resaltan quienes han trabajado con ella, como la exfiscal Gabriela Fossati, quien dice entre risas al atender el teléfono: “Tengo muchas cosas para decir de Ferrero. Todas buenas. Pero ya sé que no le va a gustar que yo hable de ella porque prefiere que ni se la nombre, aunque sea para decir halagos”.
Fossati asegura que “cada lugarcito que logró (Ferrero) se lo fue ganando con trabajo” y su principal característica es la independencia. “Es independiente porque no entra en los juegos de amiguismos que son muy frecuentes en las instituciones. Eso le permite manejarse en esta institución con cierta distancia porque sabe perfectamente quién es quién y no genera lazos que le puedan contaminar en sus decisiones”, dice la exfiscal que estuvo a cargo del caso Astesiano, quien además asegura que no se considera “amiga” de Ferrero.
Por su parte, el fiscal de Homicidios Carlos Negro describe la carrera de Ferrero como “totalmente inmaculada”. “No conozco que haya tenido una sola sanción o un inconveniente en toda su carrera. Coincidimos durante 30 años y es clarísimo que tiene una trayectoria intachable”, dice Negro.
Después de haber trabajado en el interior del país, Ferrero ocupó en 2009 el rol de fiscal de Crimen Organizado y luego con la entrada en vigencia del nuevo Código del Proceso Penal que creó fiscalías especializadas se convirtió en la principal fiscal de estupefacientes, en donde siguió de cerca temas vinculados al narcotráfico regional. Fue Ferrero quien investigó y logró la condena para el empresario Martín Mutio como responsable de un cargamento de 4,5 toneladas de cocaína que llegó hasta el puerto de Hamburgo. También construyó la investigación de un caso de corrupción en la Armada que concluyó con tres oficiales procesados.
Amenazas y “sustos” para Ferrero
En 2019, cuando Mónica Ferrero se desempeñaba al frente de la fiscalía de Estupefacientes, sufrió un intento de robo al ser abordada por dos personas en moto que la arrastraron por el suelo un par de metros y le fracturaron el hombro izquierdo. En ese momento Ferrero investigaba una posible célula local del Primer Comando de la Capital, la organización narco de la región, y aunque nunca se confirmó si el intento de robo fue un susto para que Ferrero dejara de investigar, en la fiscalía sospechan que sí existió el vínculo.
Más adelante, en mayo de 2020, la fiscal recibió una amenaza a través de Whatsapp haciendo referencia a sus investigaciones: “De ahora en más le va a ir como usted decida”, decía el mensaje. Luego se confirmó que el mensaje había salido de “La niña”, una banda criminal dedicada al tráfico internacional de armas, explosivos y drogas que Ferrero investigaba.
Querida por la policía
Es unánime: tanto sus compañeros de la fiscalía como los políticos y las autoridades que hablan de ella destacan que los buenos resultados de las investigaciones que lideró se lograron en parte por el vínculo que Ferrero mantiene con la Policía.
En una escena que parece sacada de una película e ilustra a la perfección la relación de la fiscal con las fuerzas policiales, el exministro del Interior Luis Alberto Heber observó con sorpresa a Ferrero en plena acción.
En el marco de un operativo llamado “Los Titanes” que terminó con la incautación de 265 kilos de droga transportada en tablas de encofrado, Heber ingresó a una sede policial en donde se encontraban todos los oficiales que iban a participar de la operación. Además de los jefes regionales del Ministerio del Interior, en la previa del operativo estaba la fiscal Ferrero, quien llevaba tres meses investigando la posibilidad de que una modalidad conocida por la Policía brasileña se hubiera importado a Uruguay.
La escena que se encontró el entonces ministro tenía a Ferrero con un pizarrón a sus espaldas y mirando a todos los uniformados que ya tenían sus chalecos antibalas puestos. La fiscal arengaba y los policías respondían:
—¿Qué es lo que hay que sacar de la ciudad?
—¡La droga!
—¿Qué es lo que hay que defender?
—¡La vida!
Todo esto acompañado de manos levantadas haciendo una V de victoria que también hacía la fiscal del caso frente a ellos. Se trata de su clásica arenga para motivar a los policías antes de un operativo.
Fue unos meses después de eso que Heber declararía a Búsqueda que “a Mónica Ferrero hay que hacerle un monumento” por considerarla “una gran fiscal y una gran mujer”. “Para mí debería ser la próxima fiscal general de la Nación. No tenemos los votos en el Parlamento, no sé por qué... deberían de decir por qué no se vota a una mujer como ella, que ha dado mil batallas, que la tenemos custodiada porque tiene amenazas. Ha sido una mujer a la que realmente el Uruguay le debe mucho”, dijo el ministro de ese momento.
Pero más allá de las flores que la mayoría le tiran, también hay algunos que critican ese vínculo tan cercano que Ferrero ha desarrollado con la Policía. Es sabido dentro de la fiscalía que los oficiales muchas veces esperaban a que fuese ella la fiscal de turno para iniciar operativos “porque el vínculo ya estaba aceitado” y “se trabajaba mejor”, según dice una fuente policial.
Sin embargo, dentro del ministerio público hay quienes —fuera de grabador— opinan que esa cercanía con la policía no necesariamente es una virtud, y la atribuyen al hecho de que Ferrero muchas veces trabaja a partir de lo que plantea la Policía y no al revés.
Esa crítica también conecta con la de algunas voces, tanto en Fiscalía como en el Frente Amplio, que le endilgan cierta sintonía ideológica con el oficialismo, señalando sus pronunciamientos explícitos a favor de algunas de las políticas impulsadas por el actual gobierno. De hecho, una de las pocas veces que Ferrero habló públicamente fue en 2020, cuando se discutía la Ley de Urgente Consideración (LUC) y muchos de sus colegas —desde la Asociación de Fiscales hasta el entonces fiscal de Corte Jorge Díaz— planteaban reparos al artículo 61, que habilitaba interrogatorios sin presencia del fiscal. Ferrero dijo que estaba de acuerdo con el artículo. También se expresó a favor de habilitar los allanamientos nocturnos, como impulsa el gobierno.
Una situación "irregular"
Muchos de los reparos que pone hoy el Frente Amplio, y que también resuenan entre algunos funcionarios de la Fiscalía, responden menos a las cualidades de Ferrero que a las circunstancias particulares por las que se la designó como la siguiente en la línea de sucesión de la Fiscalía de Corte.
El principal de esos reparos tiene que ver con un factor de “legitimidad”: es que la norma por la cual Ferrero está hoy al mando de la Fiscalía fue votada en 2022 solo con los votos del oficialismo, y tanto la oposición como el propio Gómez la han cuestionado como una forma de sortear las mayorías especiales requeridas por la Constitución.
“Esto es con nombre y apellido”, dijo el senador frenteamplista Charles Carrera en el Parlamento, en la madrugada del 5 de octubre de 2022, antes de que la cámara alta votara por 16 votos en 27 una modificación que establecía que al fiscal de Corte adjunto lo subrogaría el fiscal penal de Montevideo con mayor antigüedad.
Similares palabras utilizó el propio Gómez, semanas antes de esa votación, cuando advirtió a los legisladores en los términos más enfáticos que pudo: “Con todo el aprecio a la función que ustedes cumplen como representantes del pueblo de millones de personas, les digo que no me parece un buen ejemplo dar ese tipo de soluciones que hasta daría la impresión de que tienen nombres propios”.
Para entender el origen de la polémica conviene remontarse a 2020, cuando el entonces jerarca de la institución, Jorge Díaz, propuso que se designara a Gómez como fiscal adjunto de Corte. Díaz ya veía cerca el final de su mandato y pensó en su gran amigo —respetado por todo el sistema político y reconocido por su incansable capacidad de trabajo— para que liderara de forma transitoria el organismo cuando llegara el momento de alejarse.
A inicios de 2021, el Senado votó por unanimidad la venia de Gómez —que, al igual que para el titular, requería al menos tres quintos de los votos—, y pocos meses después, en octubre de ese año Díaz anunció su renuncia, dejando el timón del controversial organismo en manos del viejo fiscal de Homicidios.
Si bien lo que Gómez pretendía era mantener el barco a flote hasta que el sistema político definiera un sucesor, las negociaciones nunca prosperaron y, al menos en un principio, en el oficialismo se dieron por conformes con tener a Gómez en el cargo. Decían que “no incomodaba”, que no generaba las mismas resistencias que Díaz y que, ante la falta de acuerdo con el Frente Amplio para designar a un nuevo jerarca, al final no era tan mala opción.
Pero esa luna de miel también duró poco. Una serie de casos polémicos dentro de Fiscalía, y lo que en la coalición de gobierno vieron como reflejos erráticos del nuevo jerarca, pusieron a Gómez en el ojo de la tormenta. Allí empezaron de nuevo los impulsos por designar un sucesor definitivo. Algunos plantearon un triunvirato para desatar el nudo de las negociaciones. Se tiraron nombres. Nada avanzó.
Mientras tanto, Gómez advertía que no podía tomarse siquiera un día de licencia, porque la ley no preveía quién debía suplir al Fiscal de Corte adjunto. Nadie había previsto quién debía ser el “suplente del suplente”.
El asunto se terminó dirimiendo en la ley de Rendición de Cuentas votada en 2022. La primera propuesta, surgida desde Fiscalía, era que a Gómez se le permitiera elegir un sustituto en caso de ausencia prolongada, siempre que se respetaran determinadas condiciones. Luego, en la Cámara de Diputados, el oficialismo terminó aprobando una redacción por la cual la subrogación quedaría para el fiscal de Montevideo con mayor antigüedad. El asunto no terminó allí, ya que la Cámara de Senadores realizó otro cambio, estableciendo que el mando iría eventualmente al fiscal penal de Montevideo con mayor antigüedad, que ya en ese entonces era Mónica Ferrero.
Ante las críticas de Gómez y del Frente Amplio, la senadora nacionalista Graciela Bianchi negó que la norma se hubiera planteado pensando en alguien en particular y dijo que toda la situación era “irregular”. “Partimos de la base de que podríamos elegir un fiscal general como debiéramos, pero bueno, la realidad es otra”, afirmó en el Parlamento.
El reclamo a Vázquez al que se sumó
Para Willian Rosa, presidente de la Asociación de Magistrados Fiscales del Uruguay, Mónica Ferrero es una “gran fiscal con una gran trayectoria” dentro del ministerio público. Rosa recuerda que una de las pocas apariciones públicas que hizo Ferrero ocurrió en 2019, cuando concurrió junto a otros fiscales que integran el gremio a una manifestación frente a Torre Ejecutiva para pedir al expresidente Tabaré Vázquez que se designaran más fiscales por la sobrecarga de trabajo.
Legitimidad en cuestión
El origen dividido de la norma por la cual hoy Ferrero está al mando de la Fiscalía genera que muchos vean una erosionada legitimidad en su liderazgo. “Si a Gómez —que había obtenido el voto unánime del Parlamento para suplir a Díaz llegado el caso— se le endilgaba cierta debilidad, ¿qué respaldo cuenta su suplente?”, razona uno de los dirigentes frenteamplistas más críticos.
Las críticas y la desconfianza reinante en la izquierda se ahondaron a raíz de los sucesivos comentarios de dirigentes oficialistas que rápidamente, ante la ausencia de Gómez, salieron a elogiar a Ferrero y reimpulsar su nombre como titular definitiva de la Fiscalía de Corte.
Ya en estos primeros días de su gestión, en la oposición miran con lupa cada una de las decisiones que salen de la sede de Paysandú y Yaguarón.
Una de las resoluciones que generó preocupación fue la de quitarle al equipo del fiscal de Delitos Económicos Alejandro Machado la adscripta que Gómez le había sumado solo tres meses atrás para avanzar en el caso de la expedición del pasaporte al narco Sebastián Marset y el presunto entorpecimiento, por parte de jerarcas del gobierno, de las investigaciones judiciales.
Esa decisión fue comunicada por Ferrero directamente a Machado la semana pasada y es defendida por la Fiscalía como parte de una “reestructura” necesaria debido a una serie de ascensos y cambios internos. Desde el organismo dicen que el traslado de la adscripta es “uno más” dentro de decenas de movimientos “obligados” que tuvieron lugar en estos días.
En el Frente Amplio, sin embargo, ven como una muy mala señal que se haya debilitado el equipo del fiscal Machado en un asunto que Gómez —al comunicar públicamente en noviembre el refuerzo— había definido como “de interés para la prensa, para la sociedad, para la democracia, y para el sistema político”.
Otra señal de alerta en la oposición vino pocos días después y a raíz de otra causa a cargo del mismo fiscal Machado: la del Antel Arena. La preocupación no tuvo que ver con la resolución del magistrado —que, al archivar la denuncia contra Carolina Cosse, generó el respaldo unánime de la izquierda—, sino con algunas reacciones por parte del oficialismo. Un ejemplo paradigmático fue el de la senadora nacionalista Graciela Bianchi, que fustigó el accionar de algunos fiscales, se refirió a la influencia del “FAPIT” en muchos de ellos, y dijo que ahora depositaban “muchas esperanzas” en el liderazgo de Ferrero.
Distintos dirigentes frenteamplistas dicen que ese tipo de comentarios, al igual que los reiterados halagos de Heber, abonan la idea de cierta “sintonía” entre la fiscal de Corte en funciones y el oficialismo, sembrando dudas sobre las “garantías” que pueda haber en la actuación del ministerio público.
La fiscal, mientras tanto, hace caso omiso a las críticas y especulaciones políticas, según quienes han dialogado con ella en estos días.
Ferrero, dicen las fuentes, no ve en ello más que el “juego político” normal y esperable, y en su equipo resaltan los casos que trabajó de cerca con los gobiernos del Frente Amplio como ejemplo de su ecuanimidad y neutralidad.
“Juancito y Juancita”
La trayectoria de Ferrero ha estado bastante atada a la de su amigo a quien ahora debe suplantar transitoriamente.
Se conocieron trabajando en Crimen Organizado, en la calle Cerrito, y competían por quién llegaba primero. Los dos metían horas “como locos” y trabajaban a destajo.
Las similitudes en la dedicación al trabajo hace que algunos se refieran a ellos como “el Juancito y la Juancita”.
Gómez, cuyo desempeño como fiscal de Homicidios le valió amplios elogios y reconocimientos, vio cómo ese respeto unánime se fue disipando rápidamente cuando se acercó al poder.
A su colega y amiga, unas pocas semanas en el cargo le bastaron para entender que la vida puede deparar una nueva coincidencia entre los dos.
Pero también confía en sus cualidades que la diferencian de Gómez, y en las que pretende apoyarse para salir airosa de la tarea. Los que trabajan con Ferrero dicen que se trata de una mujer más “ejecutiva”, más decidida en sus resoluciones. “En eso puede ser más como Jorge Díaz”, dice uno de los consultados.
Por lo pronto, ya tiene varias ideas en mente para su paso por la gestión. Quienes hablaron con ella en estos días la escucharon decir que lo suyo es una tarea de “subrogación”, pero en su ímpetu y entusiasmo vieron a una mujer decidida a dejar su propia huella.