César Bianchi
Hace dos años Gonzalo tenía 18, un físico muy escuálido y lentes que evidenciaban su miopía. Pesaba apenas 62 kilos y medía 1,84 metros. No le iba nada bien con las chicas. Decidió ir a un gimnasio a entrenar, pero luego de dos meses de cuatro sesiones por semana se dio cuenta que así no iba a avanzar todo lo rápido que él quería.
Incentivado por un amigo, Gonzalo se animó a inyectarse "deca" (Decaduravolin) y "dura" (Durateston), dos anabólicos. Tres semanas después se sintió tan corpulento como quería: su peso aumentó a 80 kilos, su espalda se ensanchó y los músculos habían crecido y estaban tonificados.
No sabía muy bien qué contenían esas dosis, pero estaba muy conforme con el resultado. Al cambio de su físico le añadió el de lentes de contacto por los de armazón. Entonces, consiguió novia.
Dice que, si sólo se hubiera dedicado a hacer aparatos, podría haber aumentado de peso recién dos años después de perseverar semana a semana. En cambio, con los anabólicos, en poco más de un mes, pasó de levantar 35 kilos a 90.
Gonzalo, que prefiere mantener su apellido en reserva, relativiza los efectos secundarios de los productos que se inyecta: "es mentira eso de que hacen mal. Yo le pregunté al tipo que me las da y me dijo que no hiciera caso a los que me dijeran que baja la potencia sexual. Todo lo contrario". Los primeros meses, luego de las primeras dosis, su vigor sexual se incrementó y él estaba sorprendido.
"Me dijeron que no iba a poder tener relaciones o que se me iba a caer el pelo. Son bobadas..."
Sí admite que los anabólicos lo tornaron más agresivo. "Quedás loquito... pasa uno y tenés ganas de insultarlo", dijo.
Una ampolla de "deca" le cuesta 205 pesos y una de "dura", 180. El "plan" es un proceso de cinco semanas: un lunes se aplica una dosis de "deca" y el viernes una de "dura", a la semana siguiente la dosis se duplica, a la tercera semana son tres dosis de cada hormona artificial, la cuarta semana vuelven a ser dos dosis y en la última semana, se repite una única dosis de "deca" y otra de "dura".
Los anabólicos son sustancias prohibidas en Uruguay. Sin embargo, algunos fármacos concebidos para otro uso médico se venden en farmacias a personas que los usan como anabólicos de menor impacto o como reguladores hormonales. Estos medicamentos son: Metiltestosterona, Proviron, Testoviron Depot, Gynodian Depot y Estanozolol y su uso correcto es como remedio de problemas hormonales, hipogonadismo y disfunciones eréctiles. Se deben vender bajo receta, pero la norma no es respetada en todas las farmacias.
Ninguno está registrado en Salud Pública como anabólico. Pero algunos los usan. "Se compraban en farmacia hace 15 años cuando la onda de los gimnasios recién empezaba y eran de venta libre. Después Salud Pública puso trabas y empezaron a comprarlos en veterinarias (ver recuadro), donde son más fuertes y efectivos", dijo Fernando Olivera, de farmacia Yi.
Hoy, en general, para conseguir los anabólicos de gran rendimiento no permitidos en Uruguay, muchos apelan a farmacias y laboratorios de Argentina y Brasil, donde no está prohibida su venta.
Gonzalo, por ejemplo, llama a una farmacia en el lado brasileño del Chuy que le envía los productos por correo, y él paga el envío en algún Abitab de Montevideo. La estrategia es sólo una de las maneras de adquirir anabólicos en el mercado "negro" (ver otro recuadro).
Gonzalo, además de inyectarse, toma pastillas anabólicas. Se llaman Hemogenin, pero tampoco sabe qué contienen (es testosterona por vía oral). Según le dijeron, son peores que los anabólicos inyectables: "te hace mal al hígado. No podés tomar cerveza ni comer fritos". Una caja de diez pastillas cuesta 250 pesos.
"Es un vicio", admite. "Genera adicción. Pasás mirándote al espejo con ansiedad porque te querés ver más grande, y cuando estás más grande, te parece poco". De todos modos, dice que él es lo suficientemente fuerte para abandonar los anabólicos cuando quiera.
Esa determinación no será tan sencilla. "Si dejás o te engripás, es impresionante cómo bajás de peso. Volvés a estar flacucho".
A pesar de todo, Gonzalo está tranquilo. Y, por ahora, dice no padecer efectos secundarios.
Como él, cada vez más jóvenes deciden inyectarse esteroides con el fin de adaptarse a los tiempos que corren, regidos por la estética como canon de valor.
Músculos de hierro
Nicolás Montossi, instructor del gimnasio Tres Cruces, dijo que "manteniendo un consumo adecuado y controlado, los anabólicos son buenos: te ayudan a lograr tus objetivos diez veces más rápido".
Otro instructor (ex pesista) que concedió una entrevista con la condición de no revelar su nombre, sostuvo que el consumo de anabólicos se puede explicar como "la búsqueda del éxito a través de un camino corto, ya sea para levantar más peso como para conseguir más mujeres".
"Para estar impresionante sin esteroides hay que entrenar muy bien, hay que tener una dieta muy rica en proteínas y carbohidratos, un buen descanso y una planificación rigurosa", agregó.
Los esteroides son los que permiten saltearse todo ese esfuerzo.
José Veloso, jefe del área médica del departamento de Control del Dopaje del Ministerio de Deporte y Juventud, dijo que este tipo de drogas aumentan la masa muscular y le dan volumen. "Inciden en la síntesis de proteínas desde el punto de vista químico y biológico".
Si ese fortalecimiento de la síntesis proteica no está acompañado de una dieta y un trabajo físico acordes, los usuarios "se ablandan, o se desinflan".
Veloso lamentó que los anabólicos hayan trascendido el ámbito deportivo. "Antes la sociedad le metía marihuana y cocaína al deporte. Ahora el deporte le devuelve anabólicos a la sociedad".
Sergio Lafuente fue campeón nacional de halterofilia durante 13 años y hoy es instructor de pesas. Probó esteroides anabólicos en Rusia en 1995, cuando entrenó con la selección de ese país becado por el Comité Olímpico Uruguayo. Controlado por médicos deportólogos rusos consumió metoldonona, un tipo de testosterona en pastillas.
A su regreso a Uruguay volvió a consumir esteroides y un control antidopaje le dio positivo. Desde entonces —dice— nunca más consumió.
Lafuente cree que los casos de quienes toman anabólicos sólo por lucir más musculosos son cada vez más. "A nivel mundial domina el poder de la estética, empezando por las mujeres, que ahora entrenan, salen a correr y hasta se operan para verse mejor. Los hombres van al gimnasio, y toman anabólicos".
Por su parte, la fisicoculturista y entrenadora personal Ethel Heredia, reconoció que el consumo de anabólicos puede "masculinizar" a una mujer, pero cree que el tema se ha "magnificado". "Yo no le veo mayor peligro. Hay un mito con los anabólicos", dijo.
Heredia, como Lafuente, cree que los efectos colaterales sólo ocurren si se abusa de estas drogas, y a muy largo plazo.
La historia de Alejandro Ottonello los contradice. En enero de 2000 Ottonello, de 30 años, comenzó a consumir Hemogenin por vía oral y a inyectarse Durateston, como Gonzalo. Siguió lo que llama un "plan chico", de tres meses sin descanso. Le bastó para llegar, según dice, al borde de la muerte.
"Aumenté de peso, de volumen y de masa muscular un disparate. Pasé de pesar 69 kilos a 95. Pero sufrí unas taquicardias terribles, arritmias constantes y vivía eufórico. Me produjo una gran excitación, me sobregiró, me cambió el carácter", relató.
Amigos suyos, que seguían un "plan grande", sufrieron mutaciones más visibles. "Consumían demasiado. Se les hundieron los ojos y se les desarrolló el mentón. Se les transformó la cara".
Ottonello, cantinero de una universidad privada, conseguía los esteroides de la misma forma que Gonzalo: apelando a la farmacia del lado brasileño del Chuy. Comenzó tomando pastillas de Hemogenin de 50 miligramos, y después incrementó la dosis a un comprimido y medio (75 miligramos). "Empecé a sentir que me estaba pasando de rosca, y tuve miedo por el corazón. Ahí aflojé".
A finales de marzo de 2000 abandonó el consumo de esteroides. "Si hubiese seguido, me pasaba para el otro lado". Dejar de tomar los anabólicos le trajo complicaciones similares al "síndrome de abstinencia" de cualquier otra droga adictiva. "Cuando los dejé, sufrí un bajón anímico impresionante", contó.
Aunque en los gimnasios insisten en repetir que nunca nadie murió en Uruguay por consumir esteroides, la verdad es que se equivocan.
En febrero de 1996 un hombre de 39 años, aficionado a la aviación, sufrió una hemorragia masiva, producto de una lesión hepática fatal provocada por el consumo de anabólicos.
No era un deportista competidor, sino un hombre preocupado por estar fornido. "Perdió la vida en la flor de la edad sólo por tener un físico un poco más atractivo. Imitó a los deportistas que solía ver en el gimnasio", dijo Veloso, quien lo atendió en la sucursal de Solymar de la Asociación Española.
Es el único caso registrado de muerte por consumo de esteroides en Uruguay. Pero hay muchos otros casos graves, y el consumo de estas drogas aumenta año a año.
Daños colaterales
Como Ottonello, Daniel también la pasó mal. Comenzó a inyectarse estanozolol (de uso veterinario) y propionato de testosterona a los 21 años. "En aquella época estaba fanatizado con el físicoculturismo y lo que más deseaba era verme gigante", dijo.
Consumió dos años, descansó uno y reincidió. "Te cambia el carácter, estás más agresivo y las cosas te molestan más de lo habitual", dijo Daniel, un entrenador de musculación uruguayo de 31 años que vive en Buenos Aires.
Por culpa de los esteroides Daniel estuvo a punto de romperse un disco lumbar. "Tuve que dejar de entrenar un año porque casi no podía caminar. Además, sentía un dolor, a veces muy agudo, en el hígado y veía cómo se iba inflamando".
Sus problemas de columna lo acompañarán "por siempre", cree él. "Debo cuidarla porque me duele el nervio ciático. Si no hubiera parado, creo que terminaba con 21 años incapacitado para cualquier actividad física".
Como entrenador, Daniel conoció casos más graves que el suyo: "vi gente que por consumir esteroides tenía risas exageradas, cambios de humor repentinos, cutis pálido todo el año, canas desde muy joven y dolores articulares".
Un caso que le impactó fue un chico de 17 años que quedó "gigante" gracias a los anabólicos. "Después de un año, desapareció del gimnasio y cuando lo volví a ver, ya no comía carne, tenía diez kilos menos, cara de enfermo y tenía problemas hepáticos permanentes". El propio padre del adolescente le compraba los anabólicos inyectables.
"Muchos de los que usaron o usan anabólicos toman ansiolíticos, calmantes para diferentes dolores en las articulaciones, sufren pérdida de la memoria, y otros no pueden dormir de noche", dijo. "Yo tuve suerte de que entré y pude salir".
Según Veloso, esto ocurre porque mientras los aspectos positivos de los anabólicos pueden desaparecer si se dejan de usar, los negativos son irreversibles: "como funcionan por mecanismos hormonales, estimulan la secreción de otras sustancias del organismo. Entonces, los cambios se hacen crónicos".
El médico recordó que el abuso de los esteroides puede desencadenar efectos secundarios "devastadores" y por eso llegan hasta a provocar la muerte. "Cuando usted tiene demasiada testosterona, los órganos que secretan estas hormonas se bloquean y se atrofian. Glándula que no secreta su hormona, se seca. Y ahí vienen los efectos devastadores".
"Masculinizan a la mujer y feminizan al hombre", ilustró. A las mujeres consumidoras de esteroides les puede crecer la barba, o se les agranda el clítoris o se les endurece la mandíbula inferior.
Pero Veloso sabe que quien los usa siempre siente la tentación de seguir usándolos. "El haber llegado con ellos a la meta que se proponían, y ver que al dejarlos desaparecen los efectos, los lleva a seguir consumiendo. Esto obliga a mantener la dosis, y quizá aumentarla para compensar lo que se perdió".
Veloso dijo que un medicamento con varios estimulantes previsto para usar 15 minutos antes de una competencia deportiva puede costar 130 pesos, pero un completo plan de anabólicos de seis meses de duración puede costar 40.000.
Depresivos y esquizofrénicos
Washington Abreu, instructor del gimnasio Dreams, se manifestó "alarmado" por la realidad que observa todos los días.
"Tenemos atletas excelentes que llegan al fin de su carrera y quedan destruidos por los anabólicos. Quedan imposibilitados de disfrutar los réditos económicos. Si el fin es sólo ganar el día del torneo, creo que es una meta pobre", dijo Abreu. "Lo más grave de los anabólicos es la dependencia que generan, como cualquier droga".
Su colega y ex levantador de pesas ha visto que los consumidores suelen tornarse violentos: "tienen un comportamiento social inaceptable. Es más que agresividad: es esquizofrenia".
Los que apelan a los anabólicos "son personas muy solas, con poca capacidad para trabajar en equipo", dijo. Veloso compartió la impresión: "ellos quieren mejorar su entorno, pero terminan solos y con depresión".
Además, pueden sufrir otros efectos secundarios: mal aliento, piel grasosa, caída del cabello, deformación de las tetillas en el hombre, reducción de los testículos y alteración en la cantidad y calidad de sus espermatozoides (pueden carecer de la potencia para atravesar el óvulo y, por lo tanto, quedar estériles). Los anabólicos también pueden hacer aumentar el colesterol y favorecer la aparición de arterioesclerosis, cáncer de próstata, enfermedades cardiovasculares y hepáticas. "Hay anabólicos que sintetizan en el hígado y generan tumores hepáticos", explicó Veloso.
El médico deportólogo advirtió que "se pueden despertar patologías derivadas del uso de anabólicos incluso cuando ya se han dejado de usar. Actúan en órganos que tienen funciones dentro del organismo a largo plazo, por lo que cualquier patología puede aparecer tardíamente".
El cardiólogo Pedro Amonte agregó que "si la persona que los consume tiene una enfermedad cardíaca latente, el uso de anabólicos la puede hacer manifestar".
En tanto, el endocrinólogo Raúl Pisabarro dijo que nunca receta anabólicos porque "filosóficamente" no está de acuerdo. "Bajan el colesterol protector o ‘bueno’, generan una situación metabólica de riesgo vascular (aceleran la arterioesclerosis), y también pueden provocar cáncer de próstata".
El cardiólogo Henry Jaurés, siempre cercano al deporte, atendió dos casos muy complicados de usuarios de estas drogas.
Uno de ellos era un chico de 18 años. "Casi siempre se inyectan una vez por mes, pero él empezó a inyectarse anabólicos una vez cada cinco días. Un día hizo una hipertrofia de vesícula seminal, con aumento de secreciones de esperma", contó Jaurés, quien perdió contacto con ese paciente.
El otro fue más grave. Hace tres años atendió a un muchacho de 32 años que consumía anabólicos y otras drogas. Un día sufrió una miocardiopatía dilatada, con una gran dilatación del corazón y un edema pulmonar. "Quedó con una insuficiencia cardíaca para el resto de su vida", dijo Jaurés.
Hoy ese paciente está bajo atención psiquiátrica y en tratamiento por su adicción a los anabólicos. Consumía esteroides para equinos, que compraba en las veterinarias.
Ninguno de los dos competía. Tomaban esteroides para verse mejor. ©