Pacha Sánchez al poder: de las ocupaciones estudiantiles al vínculo con Orsi que los llevó a la Torre Ejecutiva

Se forjó en la lucha contra la reforma de Rama, creció bajo el ala de los “popes” tupamaros, se “domesticó” en el pragmatismo de la negociación y hoy es el principal articulador de la izquierda en su vuelta al poder. La suya es la historia de la renovación del FA, con sus impulsos y contradicciones.

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Alejandro Sanchez
Alejandro "Pacha" Sánchez, designado secretario de la Presidencia del gobierno electo.
Leonardo Mainé / Archivo El País

La barra de jóvenes estaba entusiasmada. José “Pepe” Mujica, ese fenómeno todavía en ascenso de la izquierda uruguaya y latinoamericana, los había invitado a su casa de Rincón del Cerro por primera vez. Ya llevaban un tiempo en la militancia del Movimiento de Participación Popular (MPP), ya habían compartido recorridas a pulmón por todo el país y largos congresos, pero la peregrinación a “la chacra” significaba avanzar un escalón en el relacionamiento con los viejos referentes.

Alejandro Sánchez, quien ya para ese entonces era el “Pacha”, escuchó, entre deslumbrado y escéptico, las palabras del exguerrillero tupamaro que les vendía una de sus locas ideas: hacer una versión perfil bajo del movimiento brasilero de los Sin Tierra.

—Pero Pepe, mirá que lo único que conocemos de tierra es una maceta —le advirtieron.

La iniciativa, como tantas otras de quien luego se convertiría en presidente y figura pop mundial, quedó a medio camino, como la polenta algo grumosa que terminaron comiendo, en lugar del asado que muchos de ellos esperaban.

Pero a Sánchez le quedó grabada en la memoria otra imagen: la del trayecto entre la chacra y una tienda de Paso de la Arena, acompañando a Mujica a comprar la polenta. “Andaba en el Fusca que se paraba a cada rato y lo teníamos que andar empujando”. ¿La barra joven tirando del carro mujiquista? Para eso en realidad faltaban unas décadas.

Porque el Pacha Sánchez no llega a la Torre Ejecutiva, como secretario de la Presidencia, mano derecha de Yamandú Orsi, y principal articulador político del Frente Amplio, de la noche a la mañana. Porque su consolidado liderazgo del MPP, notorio ahora en momentos en que Mujica dice acercarse a su despedida y la izquierda vuelve al gobierno con un elenco renovado, no fue una construcción exenta de dolores y desconfianzas.

En el medio hubo de todo: un desencuentro generacional que tensionó la interna del MPP, cruces y acercamientos con los viejos líderes de la izquierda, una sociedad política exitosa cultivada con astucia y paciencia, un proceso de “domesticación” individual y colectivo, y una historia que, en definitiva, es la de Sánchez y su barra pero también la de la renovación del Frente Amplio, con sus impulsos y sus contradicciones, una que marcará el rumbo del próximo gobierno.

Del barrio al MPP

Del primer capítulo de su infancia, en un barrio humilde, en una casa que más bien era un rancho muy viejo y de chapa, el Pacha Sánchez ha preferido no hablar demasiado. Dice que nunca le pareció un atributo para explotar políticamente. Por eso son pocas las veces que ha contado que junto a su padre levantaron la casa en la que unos años después se mudó la familia, en el barrio Municipal, cerca de la Gruta de Lourdes, donde está la iglesia en la que a pedido de la madre estudió catequesis y donde él, además de cumplir con el mandato materno, empezó a colaborar en el merendero que frecuentaban los amigos de la vuelta.

Por eso no hace pamento de que su madre, Sonia, era empleada de limpieza en una fábrica. O que su padre Ruben, de oficio zapatero, se las rebuscó de mil maneras, de obrero de la construcción a feriante. No muchos saben que con 10 años, Sánchez salía con él a vender frutas, verduras y huevos arriba de un carro tirado por caballos.

En la época liceal, su gusto por la cumbia —entre tantos otros géneros— le valió, un poco arbitrariamente, el mote de Pachanguero, Pachanga, Pacha. Su madre se resistió como pudo al apodo, y cada vez que alguien llamaba preguntando por “el Pacha”, contestaba que allí no había nadie con ese nombre. No le quedó otra que acostumbrarse al apodo que más tarde vería pintado en los muros de su barrio.

El episodio fundacional de la vida política de Sánchez ocurrió en 1996 durante las ocupaciones estudiantiles contra la reforma educativa de Germán Rama, en el segundo gobierno del colorado Julio María Sanguinetti. Fue allí donde empezó a confluir todo: las amistades, las afinidades políticas, la rebeldía adolescente y el afán de sentirse protagonistas.

Sin un rol demasiado importante, pero cautivado por lo que sucedía a su alrededor, participó de la ocupación del liceo IBO junto a una barra que integraban compañeros de clase y amigos que unos años después terminarían dedicándose como él a la política. Allí estaban, entre otros, Pablo Caggiani —y su hermano Daniel—, Camilo Cejas y Sebastián Sabini, los que alguna vez se autodefinieron como “la generación del ‘96”.

“Era un movimiento estudiantil muy horizontal, nadie se llamaba dirigente. Todos hacíamos todo”, recuerda Pablo, el mayor de los Caggiani. Ya en este arranque, los amigos detectaron en Sánchez un atributo poco común que se convertiría en la clave de su capacidad política. “Hay quienes son más propositivos y los que son más sintetizadores del pensamiento colectivo y el Pacha siempre fue más de establecer síntesis; es un catalizador claro, una persona capaz de ver las cosas que tenemos en común”, dice Caggiani. Fue él uno de los principales responsables de lo que vino después: el desembarco de la barra de amigos en el plenario de jóvenes del MPP.

Fogueo tupa y “domesticación”

La fuerza que los arrastró al movimiento político de los tupamaros fue en esencia la misma que los había llevado al efervescente movimiento estudiantil. “Armamos una barra que tenía mucho de mezcla entre amistad y política, y fuimos entrando al MPP como una cuestión más bien natural”, dice Sánchez. Por un lado, el sector calzaba con su visión de un movimiento “horizontal”, menos estructurado. Por otro, los motivaba también la lectura de los libros de Eleuterio Fernández Huidobro y Mauricio Rosencof, así como las emisiones radiales de José Mujica en CX36, que despuntaba como un hombre que decía cosas distintas y seductoras. Sánchez tuvo la primera disputa interna en su hogar, ya que su padre, un “comunista al cubo”, le descolgaba las balconeras negras con la cara de Mujica para poner las de la 1001.

Ingresar al MPP, y sobre todo al Movimiento de Liberación Nacional (MLN), estaba cargado de misticismo. Implicaba codearse con figuras que para aquellos jóvenes eran icónicas. El MPP no era en ese entonces la máquina político-electoral que es hoy ni contaba con los mismos recursos. Todo era bastante artesanal, y ello contribuía a la fantasía. La elección de 1999 fue la primera en la que Sánchez militó activamente. Las primeras recorridas con Mujica eran organizadas por Arturo “El Flaco” Dubra, un personaje bohemio y novelesco que organizaba la logística y cautivaba a los jóvenes con sus historias. Para esa elección compraron una Fiat Ducato sin asientos en la parte de atrás, que fue bautizada como el “Pepemóvil” y en la que recorrieron todo el país, a veces colgándose de la luz para hacer una mateada en una plaza. Los discursos de Mujica se los sabían de memoria. A Huidobro, el gran estratega, le decían Steven Spielberg.

Aprendieron, por esos años, los mandamientos principales tupamaros, que aún repiten como mantras: tener “cabeza propia”, priorizar “la acción” antes que los discursos, y tener al pragmatismo y la realidad como “principios ordenadores”.

Jóvenes MLN
Daniel Caggiani, Camilo Cejas y Alejandro "Pacha" Sánchez, en una nota con El País del año 2012 sobre la "nueva generación" del MLN.
Archivo El País

Esos primeros tiempos, de militancia de base, fueron también años duros. En su día a día, Sánchez estudiaba Sociología —donde conoció a su pareja, Flavia, con quien tiene dos hijas—, trabajaba y mantenía la actividad política. Entró a trabajar en la Asociación Cristiana de Jóvenes (ACJ), donde hizo de todo, desde atender los vestuarios de adultos y niños hasta diseñar proyectos. Allí la vida lo volvió a juntar con Camilo Cejas, quien para ese entonces se convertía en un hermano por elección. Cejas recuerda algunas de las andanzas, como cuando en pleno impacto de la crisis de 2002, hacían la fila todos los viernes para cobrar de a 500 pesos, o cuando aprendieron a jugar ajedrez durante las guardias del Frente Juvenil del MLN, resolviendo los problemas que publicaba Lincoln Maiztegui en el diario El Observador. “Si la partida es corta, a tres minutos, yo le gano; si es sin tiempo gana él. Yo soy más táctico, él más estratégico”, resume Cejas.

En 2007 se dio su ingreso sin retorno a la política, cuando el MPP lo designó secretario general de la Junta Departamental de Montevideo. “Fue la primera vez que el Pacha no tuvo otro trabajo para pagar la luz”, cuenta Caggiani.

Lucía Topolansky dice que ese rol “fue una primera escuela muy importante para él”, un primer acercamiento a “la lógica presupuestal”, que en definitiva marca “cómo funciona el país”.

—¿Fue algo buscado, como de darle un espacio de importancia? 

—Claro, porque los pingos se tienen que ver en el ruedo —dice Topolansky.

Lucia Topolansky y el diputado Alejandro Sánchez pasando revista al batallón Florida. Foto: AFP
Lucia Topolansky y el entonces diputado Alejandro Sánchez, en 2017.
Archivo El País

Sánchez dice a El País que ahí empezó una primera “domesticación”. “Venía cuadriculado de las estructuras del Frente Amplio, y ahí laburé perfectamente con funcionarios blancos y colorados. Fue el primer choque de decir: acá no hay buenos y malos”. La segunda parte de ese proceso fue con su ingreso al Parlamento. En 2010, gobierno de Mujica, asumió como diputado y su sector lo puso en la Comisión de Hacienda, histórica cantera de referentes parlamentarios y políticos. Le tocó ese año defender algunas innovaciones polémicas del gobierno en materia de funcionarios públicos. “Con Camilo dijimos: bueno, si nos tenemos que prender a lo bonzo, lo hacemos. Pero al final la discusión fue dura pero muy respetuosa”, cuenta hoy. Recuerda que el nacionalista Jorge Gandini se acercó tras la sesión y le dijo:“estuviste muy bien, flaco”. “Era un rascador, pero con el tiempo se convirtió en un persona de más volumen y de más ración, afuera y dentro de la cámara”, rescata Gandini.

Para 2015, fue el diputado más votado de la lista más votada y se convirtió en el más joven de la historia en asumir como presidente de la Cámara de Representantes, con 33 años. Desde allí reforzó su perfil dialoguista que hasta hoy es resaltado por todos sus colegas, tuvo un rol clave en la negociación del Presupuesto —junto al subsecretario de Economía, Pablo Ferreri, en representación del Ejecutivo— y en los años posteriores siguió llevando gran parte de la batuta de las negociaciones en la interna del Frente.

Al tiempo que mantenía, de a momentos, un perfil aguerrido más cercano al núcleo duro del MPP y el MLN —ese capaz de liderar los actos de conmemoración de los caídos en la Toma de Pando y la muerte del Che—, Sánchez demostraba también sus dotes como articulador y negociador político adentro del Frente y con el resto de los partidos, siendo una pieza fundamental de la gobernabilidad en la segunda gestión de Tabaré Vázquez (ver apunte).

Negociador

Cruce a Tabaré Vázquez, un llamado de agradecimiento por parte del presidente, y la "garantía" del Frente Amplio

El comienzo del segundo gobierno de Tabaré Vázquez estuvo marcado por una disputa con el legado de Mujica, que por momentos tensó la relación con el MPP. En marzo, a días de asumir, Vázquez firmó un decreto que modificaba la institucionalidad del Fondes, algo que estaba previsto hacer por vía legal. “¡Veníamos bien... hasta que apareció el decreto!”, tuiteó enseguida el Pacha Sánchez, que horas después dijo públicamente que Uruguay era una república y no un reinado.

Pero ese mismo Sánchez lideró desde Diputados la negociación del Presupuesto vazquista. Y en 2017, cuando el Frente Amplio perdió el “voto 50” debido al alejamiento de Gonzalo Mujica, Sánchez fue clave en el acuerdo alcanzado con el colorado Fernando Amado, que permitió votar el proyecto. “Ya parecía estar a otro nivel. Sobrevolaba sobre su figura una aureola, como si estuviera signado a una proyección mayor”, dice Amado hoy, recién electo diputado, justamente, por el Espacio 609.

Fue en ese período que el “Pacha” recibió un llamado personal del presidente Vázquez, quien le agradeció su tarea parlamentaria para lograr la aprobación de la Rendición de Cuentas en condiciones adversas. “Nunca trascendió mucho, pero fue un reconocimiento importante de Tabaré”, dice alguien cercano al Pacha.

También por esos años se ganó el respeto y confianza de varios colegas parlamentarios del astorismo, con quienes concentraron la articulación de los proyectos más relevantes del gobierno. “Es un tipo que siempre instala un buen clima de negociación, y sabe muy bien dónde está la realidad“, dice uno de ellos. Ese período de gobierno, señalan, ayudó a diluir en parte las fronteras y recelos entre "mujiquistas" y "astoristas", y en eso le asignan también un rol al líder de la barra joven del MPP.

Tiempo después, en una reunión con importantes empresarios del Uruguay que plantearon su inquietud respecto a quién era la garantía en un Frente Amplio sin un astorismo vigoroso, Sánchez volvería a lo que ocurrió en esos años. "La garantía somos nosotros. En los gobiernos del Frente Amplio siempre hemos sido nosotros la garantía", respondió el futuro secretario de Presidencia.

La tensión generacional

Ese desdoble le permitió ir ascendiendo hacia mayores responsabilidades, pero no todo fue fácil ni color de rosas. Hubo un momento particular que implicó una prueba de fuego. En 2016, tras entregar la Presidencia de la Cámara con un alto perfil, se venían las elecciones internas del Frente, en las que se disputaba el reemplazo de la socialista Mónica Xavier como presidenta de la fuerza política. El nombre del Pacha apareció arriba de la mesa, como una candidatura que expresaba una voluntad de renovación en la dirigencia frenteamplista. Pero por ahí apareció un escollo llamado José Mujica.

Alejandro Sánchez y Javier Miranda encabezan las preferencias de los frenteamplistas. Foto: Marcelo Bonjour.
Acto conjunto de los candidatos José Bayardi, Javier Miranda, Alejandro Sánchez y Roberto Conde, en 2016.
Archivo El Pais

Hoy Sánchez lo resume así: “El que nos embaló fue Pepe. Empezó a manejar nombres de acá para allá, como suele hacer, que además es una de sus virtudes, la de tener varias pelotitas en el aire. Le empezó a llegar gente de afuera diciendo que yo podía ser una buena opción. Me planteó el asunto y, con viento en la camiseta y quizá algo de ingenuidad, dijimos que podía ser. Después empiezan las negociaciones y se entrevera un poco el asunto”. A grandes rasgos, el Partido Comunista planteó que no apoyaría a Sánchez, y Mujica se perfiló para impulsar el nombre de Roberto Conde. Pero para entonces el Pacha y su barra ya habían apretado el acelerador para competir. “Ahí se da una discusión nuestra, en donde dijimos: bueno, morimos con las botas puestas”, recuerda Sánchez.

Ahora lo relatan con menos dramatismo, pero la cuerda con Mujica se tensó bastante, y los jóvenes se pusieron firmes. “Le dijimos: sin vos no podemos. Nos metiste en esto, nos comprometimos con gente. Ahora nos querés bajar y no nos vamos a bajar. Vos tenés que bajarme. Si querés vas al MPP, votás en la Dirección Nacional y la dirección va a votar contigo. Pero me bajaste, yo no me bajé”. El expresidente no tomó ese camino, pero durante los meses de campaña fue como si les hiciera el vacío. Mujica no fue a una sola mateada de la campaña de Sánchez y cada vez que le preguntaban, respondía de forma elíptica: “Yo voto al joven, pero me gusta Conde”.

Fue por ese entonces que Mujica acuñó otra de sus frases míticas: “ellos hacen lo que quieren, yo hago lo que quiero”.

Alejandro Sánchez, candidato a la presidencia del FA. Foto: Ariel Colmegna

Lo que se percibía era algo así como un ninguneo del líder del MPP hacia una de las figuras que intentaba proyectarse como renovación del sector; una señal de falta de sintonía entre las dos generaciones. Sánchez dice que, con el diario del lunes, fue un mojón del “crecimiento” de la barra joven y un paso hacia la consolidación de sus liderazgos.

—Hacia afuera, demostramos que íbamos para adelante, incluso teniendo que enfrentar a Pepe. Y con el viejo también nos afianzó, como diciendo: estos se la juegan también, no van diciendo ‘hacé lo que vos querés’. Mostrábamos ser del Pepe pero con cabeza propia.

—¿Dirías que para él, más que deslealtad, fue una virtud de ustedes?

—Creo que a partir de ahí nos valora más. Tanto es así que termina esa campaña que perdemos (con Javier Miranda), y había gente en el MPP que venía ya con el cuchillo a hacer la evaluación, y el que nos defiende es Mujica. En la primera reunión del Ejecutivo fue y dijo: “Acá tenemos un tipo que salió a recorrer el país, perdimos pero construimos esto y esto”. Ahí se guardaron los cuchillos.

Acto politico de MLN -T
El expresidente José Mujica en un acto del Movimiento de Liberacion Nacional Tupamaros, en 2017.
Fernando Ponzetto/Archivo El Pais

Por otro lado, la derrota con Miranda contribuía a la idea de que al MPP le era imposible ganar sin Mujica en primera fila; venían de sufrir las derrotas de Ernesto Agazzi en la interna frentista y de Topolansky en Montevideo, y se sumarían otras posteriores de figuras impulsadas por el MPP, como Carolina Cosse en 2019 y Álvaro Villar en 2020. Para cortar la racha habría que esperar a 2024, con Yamandú Orsi. Pero fue en esos tiempos, varios años antes, que empezó a gestarse esa victoria, y algo que ver tuvo el Pacha.

Orsista

Durante el último gobierno frenteamplista todavía había en el MPP ciertos sectarismos en torno a cuál debía ser el rumbo de la agrupación y el rol de cada uno en la continuidad del legado de Mujica. Orsi, intendente de Canelones e integrante de la Dirección Nacional, aparecía relativamente al margen de las disputas. La incógnita era si aquellos no tan alineados a los impulsos de la “barra joven” irían a buscarlo para entablar una competencia por el liderazgo posmujiquista.

Según relatan diversas fuentes del sector, fue por esos años que empezó a haber un mayor acercamiento entre Sánchez y Orsi para que se diera lo que terminó sucediendo: un entendimiento entre las dos principales figuras de renovación, cada una con un perfil distinto pero complementario. El planteo entre ambos, básicamente, fue que una puja de liderazgos no conducía a ningún otro escenario más que a la división, y que un trabajo conjunto derivaría en una consolidación de un liderazgo colectivo. En eso también influyó que Orsi ya tenía construido un perfil presidenciable que Sánchez por el momento no, y que también Mujica intercedió, como diciendo “ustedes dos se tienen que juntar”.

Alejandro "Pacha" Sánchez, José Mujica y Yamandú Orsi.
Alejandro "Pacha" Sánchez, José Mujica y Yamandú Orsi.
Foto: @MPP609

A partir de entonces, los dos empezaron a cultivar un liderazgo dual, con Orsi como figura superadora del MPP y Sánchez con un doble rol, como líder ineludible de la estructura —que implicaba dar algunos mensajes para “la barra”— y articulador político hacia afuera. “Es una lógica histórica. Hay una anécdota vieja de Marenales con Seregni. Cuando la discusión del ingreso del MLN, Seregni decía: ustedes tienen doble discurso. Marenales le respondió: ‘si tenemos dos discursos estamos equivocados, tenemos que tener más. Queremos tener un discurso frenteamplista, uno emepepista y uno MLN. Si no se tienen más discursos no se llega a la sociedad’. Vos tenías un liderazgo de Marenales, que era el carozo más duro, el Ñato que cumplía una función de mirada estratégica y articulador, y Pepe con un discurso mucho más abierto, más de masa. Esa ha sido la lógica nuestra, que nos ha permitido administrar nuestras tensiones. Tratamos de reproducir algo de eso, más moderno”, dice Sánchez.

Ese discurso ecléctico que caracterizó al MPP desde sus comienzos, Sánchez por momentos lo encarna por sí solo. En eso, dicen algunos, se parece a Mujica. Y ahí es cuando esos mismos adversarios que le reconocen su apertura, capacidad de diálogo y bonhomía —tanto que suele organizar reuniones de camaradería con figuras no frenteamplistas y es difícil encontrarle enemigos en el sistema político—, cargan las tintas contra el Pacha como la cara de una "barra radical” que, dicen, busca pasarse como “lobo con piel de cordero”.

Sánchez ríe cuando se le consulta acerca de esas etiquetas, pero luego avanza con algunos apuntes.

—El problema de los dos discursos según la tribuna camina por una cornisa que creo que nosotros nunca hemos cruzado, que es la demagogia. Vos no podés decir a cada uno lo que quiere escuchar. Pero sí tener una política de alianzas amplias para lo que querés hacer. Después tenés el principio ordenador que es la realidad. Que no la puedo negar, la quiero cambiar. Pero para cambiarla tengo que tratar de tener el mayor respaldo. Es la vieja discusión de la izquierda más tradicional y nosotros: si el tema son las grandes ideas o si, como dijo Raúl Sendic, no hay mejor revolución que las revoluciones hechas. Vos tenés un conjunto de ideas de largo plazo y avanzás por un camino sinuoso, despacito.

Gabriel Oddone y Yamandú Orsi.
Gabriel Oddone y Yamandú Orsi.
Foto: Estefanía Leal.

Algo de eso, razona, está detrás del debatido apoyo de Orsi y el MPP a Gabriel Oddone como ministro de Economía. Sánchez dice que procuraron darle “una pista de aterrizaje” a una persona “valiosa” que se quedó con “el bichito” de participar en política y puede dar una impronta renovada al nuevo “ciclo progresista”. “Empezamos a construir una relación hace unos tres o cuatro años y se dio un proceso de aprendizaje mutuo. Nos fuimos quitando prejuicios, porque él también podía venir de una visión de que los culpables de todo éramos nosotros. Generamos una serie de asados, reuniones, charlas, que fueron conformando una confianza”.

—¿Te va a tocar contener a la barra?

—Y bueno... siempre ha sido mi tarea.

—¿Lo que prima ahí es un sentido de que el margen es acotado?

—Volvemos al principio de realidad. Siempre hay tensiones, pero son las que hay que administrar en política.

Por estas horas de conformación del gabinete y coordinación de la transición, la agenda de Sánchez no da abasto. Es la agenda de un hombre que formará parte del centro de poder del próximo gobierno liderado por Orsi, con una decisión de dotar de “fortaleza política” a la Presidencia de la República. El exfiscal de Corte Jorge Díaz, futuro prosecretario y ajedrecista como el Pacha, dijo que serán “dos alfiles” del mandatario.

Sánchez dice que quiere reunirse con todos los que pasaron por el cargo que ocupará a partir de marzo, incluyendo a Álvaro Delgado. El actual presidente Luis Lacalle Pou recordó en estos días que a comienzos de su gobierno le regaló un termo al Pacha luego de que el frenteamplista elogiara el suyo en una reunión.

“Me quedo contento de que va a haber un termo mío en la Torre Ejecutiva”, le dijo al futuro secretario de Presidencia.

Así lo ven

"Referente", "articulador" y hasta con "ecos de Huidobro"

En un proceso que se consolidó en los últimos años, Alejandro Sánchez se convirtió en el "referente" del MPP, según coinciden los dirigentes del sector. En 2019, el "Pacha" fue primer suplente de Mujica en la lista al Senado y, entre la pandemia y la posterior renuncia del expresidente, fue ganando protagonismo hasta convertirse en líder principal de la agrupación.

"No tengo dudas de que es el referente político, es quien marca rumbos, elabora líneas de trabajo, da una mirada a largo plazo”, dice Sebastián Sabini.

Aníbal Pereyra, exintendente de Rocha y parte de una generación mayor a la de Sánchez, le reconoce entre otras cosas el haber aliviado las tensiones que en un momento parecían avanzar en la interna mujiquista. “Desde que milito, esta etapa creo que es en la que hay menos discusiones. Hemos madurado en la construcción, es parte de un proceso y el Pacha es un gran articulador para que no se debilite la construcción política”, dice a El País.

“Es un tipo que genera consenso, con el que todos hablan. No está en una posición de realeza ni de dirigente lejano, tiene una humildad que le permite escuchar y por lo tanto sigue pudiendo hacer síntesis política”, acota Pablo Caggiani.

Lucía Topolansky, exvicepresidenta, dice que lo que más le admira es "que es astuto", "rápido para captar la realidad y no pisar cáscaras de bananas". En algunas cosas, dice, es de los que más le hace acordar a Fernández Huidobro. "Aunque el Ñato ha sido irreproducible, tiene esa velocidad y esa brillantez". Camilo Cejas, que ha estado al lado del Pacha en todos estos años, también dice notar ciertos aires de Huidobro en la "capacidad de absorción de conocimiento y lecturas", así como el sentido estratégico. "Es un gran elogio, ¡no le llego ni a los talones!", responde Sánchez a los dos.

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