Emprendedores
Emprendedurismo creció como respuesta a la crisis. El gobierno estimula esta salida para combatir el desempleo, pero expertos advierten que detrás de la ilusión de tener un negocio propio hay riesgos.
La idea la tuvo un argentino: abrir la primera cancha de pádel en Punta del Este; una novedad que pronto atrajo competencias, eventos que paralizaban el tránsito en el balneario y eran un dolor de cabeza para la Policía Caminera que tenía que organizar los coches que se amontonaban en la carretera. Después, estas canchas se instalaron en Montevideo.
El agente de fútbol Edgar Parnas fue uno de los gestores del primer club, que se ubicó en Pocitos. “Al principio, para incentivar la demanda inventamos una estrategia”, cuenta. “Vos nos llamabas para hacer una reserva y te decíamos que era imposible, estaba todo ocupado. Viste cómo es el uruguayo: cuando no lo puede tener lo quiere ya. La agenda estaba vacía, pero con esa táctica empezaron a reservar hora para todas las semanas y cuando quisimos acordar el pádel era furor”.
Era una forma “divertida” y “poco exigente” de ejercitarse. Entonces, aquellos que tenían un puñado de miles de dólares notaron que poner una cancha podía ser provechoso. Se convirtió en una especie de alternativa al negocio de las rentas: “Si tenías un terreno lo transformabas en cancha, no importaba las dimensiones. En la década de 1990 llegaron a haber cientos, en los lugares más increíbles a lo largo del todo el país; era hasta gracioso de ver”, recuerda Parnas. El éxito de la demanda era tal, que la gente hacía fila para comprar las paletas.
Uno se copió al otro. Hasta que el exceso de oferta fue perjudicial. “Había demasiadas y llegó la crisis del 2002. No había dinero para alquilar paletas, pelotas y canchas. Bajaron las reservas y se vino a pique”, resume Parnas. Y el pádel murió.
El boom del negocio del pádel no fue un fenómeno único. Si bien la mayoría de los economistas consultados consideran que el uruguayo se ve a sí mismo como un empleado y tiene una fuerte aspiración a convertirse en un funcionario público, están aquellos que siguen una inquietud emprendedurista y ponen los ojos —y el bolsillo— donde está la moda.
A la cancha de pádel le siguió (en algunos casos fueron casi al mismo tiempo) la inversión en canchas de fútbol 5, el video club, el cibercafé, las casas de sushi, los lavaderos. La gourmetización del consumo alimenticio trajo cervecerías artesanales, y más cerca en el tiempo una proliferación de cafeterías y verdulerías tipo boutique. Y, antes de todo eso, los expertos en comportamiento económico citan el caso de “El Galleguito”, el primer carro de chorizos que en la década de 1970 fue replicado hasta el hartazgo. Se saturó el mercado y el negocio empeoró para todos; muchos cerraron.
“Acá siempre tuvimos un dicho que dice que el uruguayo es un jugador de segunda movida. Quiere decir que cuando una persona sin condiciones particulares para emprender decide imitar un negocio que cree rentable, que fue iniciado por alguien que sí vio un diferencial, empieza a suceder que como el mercado es elástico se termina la demanda y a todos nos empieza a ir peor”, dice Pablo Villar, presidente de la Asociación Nacional de Micro y Pequeñas Empresas (Anmype). Y advierte: “Por eso, estar informado y atento a nuevas modas es bueno, pero no quiere decir que tengamos que correrlas a todas, porque entonces habrá muchos jugadores para un mercado finito”.
El gen del emprendedurismo tal vez no sea del todo nuevo en tierras charrúas. Habría llegado con los primeros inmigrantes: aquellos italianos y españoles que abrieron sus propios comercios en base a los oficios que sabían. “Ellos lo que hicieron fue sacarle el jugo a su propia capacidad de trabajo. Pero hablamos de cuatro generaciones atrás. Sus hijos y nietos pudieron estudiar, siguieron una profesión y terminaron con un trabajo estable de ocho horas. Sin embargo, por distintas razones, en los últimos años la ilusión del negocio propio ha tenido un reflote”, dice Rodrigo Álvarez, asesor de finanzas personales.
Esta ilusión, en tiempos de pandemia, se habría acelerado. Tras sufrir en 2020 la peor caída de las tasas de actividad y empleo desde 2002, y con 192.000 personas buscando trabajo, el gobierno acaba de aprobar una ley que brinda beneficios a las micro y pequeñas empresas y estimula a los nuevos monotributistas. Es bueno, pero como todas las ilusiones convertirse en su propio jefe conlleva riesgos que muchas veces los más apasionados no están dispuestos a ver. Las consecuencias pueden ser tan drásticas como la precarización laboral, o el perderlo todo.
¿Esta es la salida?
“Hoy los rockstars de los jóvenes son los emprendedores”, opina Álvarez. Esas figuras con influencia en redes sociales que transforman su estilo de vida en un comercio no venden únicamente productos y servicios sino el ideal de ser tu propio jefe, trabajar fuera de la oficina, lejos de las estructuras organizativas tradicionales. “Se dan renuncias a trabajos estables para emprender. Esos íconos muchas veces hacen que la idea de tener tu negocio te lleve a estar parado arriba de una imagen romántica que se distorsiona cuando te das cuenta de que es una inversión, que hay que sacar los permisos de habilitación; o irrumpe el COVID-19 y lidiás con cómo costear los impuestos, o el salario de tus empleados si los tenés”, plantea el experto.
Nueva ley para impulsar a las empresas chicas
El jueves se aprobó una ley que brinda una serie de beneficios y estímulos para apoyar a las micro y pequeñas empresas golpeadas por la pandemia (cuya facturación tuvo una merma de entre el 20% y el 80%, dependiendo del rubro) y para fomentar la creación de nuevos emprendimientos. A grandes rasgos, incorporó una exoneración del 50% en los aportes patronales para empresas de Industria y Comercio que hayan facturado menos de 10 millones de UI y durante 2020 hayan tenido menos de 19 empleados. Este beneficio irá de enero a junio de este año. El mismo apoyo se extiende a firmas de los rubros más golpeados por la crisis sanitaria que hayan quedado fuera del ítem anterior. Los nuevos monotributistas que hayan iniciado actividades en enero pasado tendrán un descuento gradual en sus aportes. BPS y DGI suman facilidades de financiación de deudas. Se exonera el pago del IRAE para empresas de Industria y Comercio con facturación menor a 915.000 UI.
El emprendedurismo desembarcó aquí unos 15 años atrás. Así empezó a gestarse lo que los especialistas llaman un “ecosistema emprendedor”; primero fomentado por el sector privado y luego por el público, derivando en una ley en 2018 que fortaleció mecanismos fiscales y distintas herramientas de estímulo.
¿Por qué al Estado le interesa impulsar este cambio en la cultura laboral? “Es un ‘me hago cargo de la situación y lucho por eso’, no espero a que vengan a solucionármelo. Un país más emprendedor va a tener mucha más posibilidad de crecimiento que uno dependiente de las políticas públicas y de los empleos públicos. La evidencia dice que las que crean más empleos son las empresas nuevas. Y cuanto más fuerte esté el sector privado mejor podrá afrontar las crisis”, explica Amalia Quirici, gerente de Emprendimientos de la Agencia Nacional de Desarrollo (ANDE).
Una investigación reciente de este organismo arrojó que las “ganas de emprender” aumentaron en Uruguay. Además, en tiempos de pandemia, el portal de ANDE —que reagrupa a las distintos instrumentos de formación y apoyo financiero— tuvo picos elevados de consultas que se han mantenido.
Para el economista Matías Brum, en términos generales el emprendedurismo no es una salida para situaciones de crisis porque “requiere un capital de giro para arrancar, y nadie le va a prestar dinero a alguien que no lo tiene para que pruebe”.
Por un lado, es cierto que las crisis brindan oportunidades. “Alquileres más económicos y ciertos beneficios fiscales”, plantea Álvarez. Pero, por otro lado, Villar, que trabaja con unas 10.000 empresas pequeñas, advierte que “la tentación de promover el emprendedurismo para descomprimir la desocupación no siempre es eficaz”. Dice: “No nos damos cuenta de que, cuando uno no tiene la capacidad para hacerlo, el camino debería ser mejorar sus condiciones de empleabilidad”.
Lo cierto es que aunque a veces estos casos sean presentados con la épica “del camino del héroe”, por un negocio que funciona hay 100 que fracasaron, por eso el economista Leandro Zipitría dice que debemos recordar que “solo vemos a los sobrevivientes”. Y, si bien emprender ahora no es una “aventura” tan solitaria como tiempo atrás —porque hay cursos, convocatorias, nuevos instrumentos fiscales e instituciones abocadas al asesoramiento—, estos pequeños empresarios muchas veces ignoran el ABC del negocio.
Que nadie me mande.
Carlos Suárez fue uno de los que se animó con la pandemia. A los 42 años, abandonó un trabajo que mantuvo durante casi dos décadas para dedicarse a la gestoría de habilitaciones comerciales en Bozza Studio. Desde allí es testigo del daño que puede hacer la “falta de educación financiera y comercial”. “Hay una dinámica muy grande de abrir y cerrar porque se cree que si al de enfrente le fue bien, a mí también me va a pasar. Vemos que muchas veces se trata de imitar un negocio pero quienes quieren dirigirlo no tienen las nociones básicas que se necesitan, desde a qué mercado quieren apuntar, qué producto o servicio los va a diferenciar, o qué valor agregado le van a poner. A este tipo de clientes les explicamos que ahora la competencia entre los negocios pequeños de los rubros más populares es tal, que no les alcanzará con confiar en la suerte. Deben tener una buena gestión de costos y de proveedores, y un camino trazado de hacia dónde quieren ir”, opina.
La estadística —ese balde de agua fría para las ilusiones— indica que a nivel nacional la mayoría de los emprendimientos que surgen en situación de crisis se dan por necesidad y no por vocación. Por eso, hay un alto porcentaje de cierres durante el primer año y se registran muchísimos más en el segundo. “Esto sucede cuando la persona no tiene la vocación ni tiene una capacidad para el emprendimiento, que requiere un manejo del riesgo, análisis de costo, fijación de un presupuesto, estudio de mercado, diseño de innovación para enfrentar la competencia; perseverancia y mucha responsabilidad para hacer que sea viable y no termine afectado tu patrimonio”, plantea Villar, de la asociación de pequeñas empresas. “Esto habría que enseñarlo desde la educación media”, insiste.
De todo esto sabe Richard Febles. Tras 20 años detrás de una verdulería y frutería no le asusta haber inaugurado una en plena pandemia, junto a su hijo, que además tiene un empleo fijo. Está ubicada en Avenida Brasil en Pocitos: dos manzanas a la redonda de “La Frutería” hay cinco verdulerías más y dos minimercados que también venden estos productos. “Por ahora la competencia no es un problema porque en esta zona hay muchos clientes. Ahora es moda comer sano y sentirse saludable”. Eso sí, advierte Febles: “Yo le expliqué a mi hijo que esto hay que tomarlo como un buen empleo y no como un negocio. Sacar 70.000 u 80.000 pesos por mes y que nadie te mande. Pero si tu ambición aumenta y querés crecer, ahí tenés que conseguir un lugar más grande y más caro, y tener empleados. Ahí empezás a romperte la cabeza”.
En la misma zona, la cantidad de lavaderos es aún mayor: hay siete en tres cuadras. Al parecer, desarrollaron entre sí un sistema de espionaje para averiguar con relativa discreción cuánto cobra cada uno y mantener una coherencia en el precio del servicio. Por ahora, la demanda estaría dando para conformar a todos los microempresarios. Lilián Trincade lleva dos años gestionando uno de los más antiguos. Cuando se le pregunta si le gusta ser su propia jefa, hace una mueca: “No tengo licencia, no tengo aguinaldo, ni salario vacacional. Digamos que el derecho del trabajador a uno no le llega”. Hace dos años que no tiene vacaciones.
Un plan b.
Entre emprendedores no hay verdades absolutas: cada caso es diferente. Sin embargo, quienes saben del tema hacen un corte grueso entre los que emprenden por necesidad o por oportunidad. En el primer grupo, están aquellos que necesitan “inventarse un trabajo” para combatir el desempleo, especialmente en tiempos de crisis.
“Yo sentí que necesitaba tener un plan b porque no sabía cuánto tiempo estaría en el seguro parcial o si sería despedida. Luego de 10 años de ser dependiente de una empresa tuve ese miedo de la inseguridad, y puedo decir que la pandemia me impulsó a dar un paso que hacía tiempo me daba vueltas en la cabeza”, confiesa Luciana Cristalli. Usó sus conocimientos de gastronomía y creó Convite, un emprendimiento digital de venta de tortas y masitas. “Lo más difícil fue calcular cuánto cobrar. ¿Sabés qué hice? Busqué en Google ‘cómo calcular ganancia de una torta para vender’”.
Dos historias sobre distintas dificultades a la hora de emprender
La venezolana Elibel Tovar tiene los ojos rojos, pero respira profundo y desde detrás del mostrador de la cafetería Elo’s, que abrió en diciembre pasado, cuenta que ella no sufrió ni la burocracia ni los impuestos de abrir un negocio. Sin embargo, lo que la tiene angustiada es que algunos vecinos le impiden mantener una única mesa fuera de su negocio, en el remanso del edificio. Ella había planteado esta necesidad antes de firmar el contrato con la inmobiliaria y ahora no sabe qué hacer. Otro desafío enfrenta el proyecto Celmo, una tienda online que funciona como vidriera de venta para distintos diseñadores que no pueden costear su propia web. María Tocco y sus socias esperaron meses para abrir en regla; y la principal traba fue la exigencia de que todas las marcas estuvieran registradas. Hoy sus costos fijos superan los ingresos, pero no pierden el optimismo de revertirlo.
De estas historias hay varias. María José Alfaro necesitaba crear un emprendimiento para no pensar en el futuro incierto, mientras estaba en el seguro. Usó sus ahorros para armar un mini vivero en su casa y vender plantas a través de Instagram (Theleafshopuy). “Hice mi propio estudio de mercado en redes buscando cuáles son las más populares y cuánto cobran las empresas que las comercializan. Luego recorrí viveros y empecé a reproducirlas”. Al poco tiempo volvió a las nueve horas de su empleo habitual, pero se resiste a abandonar este “plan b” que le está dando ganancias y le apasiona.
Santiago Coselino es contador y afirma que en los últimos meses varios clientes le han pedido instrucciones para lanzarse “a la aventura de emprender”. Muchos lo combinan con un trabajo fijo. Uno abrió una fábrica de pasta; otro encarga en una web china artículos para uñas de acrílico, los fracciona y los distribuye en peluquerías. “Mi consejo es que tienen que regularizarse desde el vamos, cosa que no todos hacen. Y deben ordenar las cuentas para evaluar si es rentable o no el negocio. Tenés que fijarte un sueldo, unas horas de trabajo, no mezclar las cuentas de tu casa con las de tu negocio, porque no sirve engañarse”, dice.
Siguiendo la moda.
Hay negocios que funcionan por moda (como las canchas de pádel), o por picos de demanda (los ciber, cuando la conexión a internet era un lujo) o por dinámicas de ingresos que hacen que los gustos se sofistiquen (las cafeterías de selección). “Cuando aparece una actividad nueva y la rentabilidad, en principio, puede ser mucho mayor, la teoría económica dice que todo el mundo va a ir para ahí. Eso explica lo del boom de ciertos rubros”, dice el economista Brum.
En este universo se inscriben los emprendedores que buscan una oportunidad. “Es cuando veo un nicho, o una demanda desatendida, o un cambio de comportamiento en el consumo y emprendo allí, no con el fin de subsistir sino de crear una empresa y hacerla crecer”, apunta Quirici, la experta de la ANDE.
Siempre hay uno que tiene la idea primero y ese “pega más fuerte”: el argentino que puso la primera cancha de pádel. Y luego está el resto, que lo siguen. El primero “tuvo olfato” para detectar que “podrá sobrevivir en el mercado durante un tiempo”, o que “podrá cambiar una necesidad de consumo”, explica el economista Zipitría. Es también el que más riesgos tomó y marcó las reglas del juego. Los que entran después en el mercado, tras sus pasos, “tienen menos riesgo pero también menos retorno económico porque se están quedando con un pedazo marginal”, continúa Zipitría.
Para enfrentar la saturación del mercado, las salidas son innovar o tener un diferencial. “Cuando ya hay demasiada oferta lo que empieza a pasar es que sobreviven los mejores o los que tienen más espalda financiera. La tasa de mortalidad de estos pequeños emprendimientos es muy alta; la única salida es crecer muy rápido. El peligro es que uno puede velarse con el éxito y no piensa en qué es lo peor que puede pasarle”, apunta Zipitría.
El consejo es no entrar a un mercado donde ya existe una sobreoferta. “Si se te ocurrió abrir una cafetería y ya viste 10 en tu barrio, no la abras, porque antes que vos hay otros 20 que ya están tramitando el permiso para poner la suya. Si el negocio de moda llegó a los diarios, no vayas para ahí. El momento era antes. Capaz que ganás algo, pero no mucho más”, apunta Brum.
Federico Roche tiene 35 años y luego de haber trabajado como empleado de una farmacia empezó a desarrollar sus propios negocios; ahora dirige la cafetería Sauco. “La moda empezó hace unos cinco años. Ha sido una locura la cantidad que abrieron y las que ya cerraron”, dice.
El café de especialidad es un gusto importado. Ahora se traen granos desde lugares como Kenia o Etiopía que se tuestan en Uruguay, agregándoles un valor agregado y ofreciéndole al público un sabor nuevo. “Llegará el momento en que el mercado se saturará y van a caer las que no tienen un buen producto o un diferencial. El mío es que soy como un shopping de café: vendo los productos de todas las tostadurías. Mucha gente no piensa en encontrar algo distintivo, cree que esto es mucho más fácil, no tiene idea de lo que significa ser empresario”, plantea.
Es que no es fácil hacer plata invirtiendo poca plata. En ese sentido, si alguien tiene unos pocos miles de dólares ahorrados y quiere invertirlos sin comprometer su tiempo y energía detrás del mostrador, los expertos recomiendan activos financieros que suelen tener una rentabilidad baja, pero pocos riesgos. “Otra alternativa hoy es comprar una cochera y rentarla”, lanza Brum. El asunto es que, en el imaginario, transformar un ahorro en un negocio físico da la sensación de “más control” y al final de cuentas, ¿quién no se imaginó alguna vez cómo sería tener un negocio propio?
Claves para no fallar al emprender
También en los negocios nos movemos por la pasión, por eso el asesor de finanzas personales Rodrigo Álvarez recomienda que la principal pregunta que debe hacerse un emprendedor al elegir el mercado en donde va a entrar es si el producto o servicio que va a ofrecer responde a una moda pasajera o una tendencia a largo plazo, que pueda modificar una tendencia de consumo. “Siempre es más redituable una idea que vaya contra la corriente, pero esto tampoco significa perder oportunidades”, aconseja. En ese sentido, es primordial una validación del producto previo a realizar la inversión. “Un estudio de mercado es costoso, pero las redes sociales te permiten hacerlo casi gratis. Antes de abrir una empresa, alquilar un local y contratar empleados, lo ideal es probar qué demanda tendría tu producto. Se puede pagar una publicación y evaluar qué interacción tengo con potenciales clientes, y ahí dar el paso”, plantea. En ese momento, hay otro factor inevitable: calcular a qué salario aspiro y cuántas horas de trabajo estoy dispuesto a disponer para ello. Para esto hay que calcular todos los costos, para así saber cuántos productos necesitaría vender para lograr mi objetivo. Aquellos que una vez que activan el emprendimiento lo hacen “en negro”, deben tener en cuenta que crecer exigirá una regularización y esto se traduce en costos: “No hay que hacerse trampa”, plantea el contador Santiago Coselino. Por otro lado, antes de “tirarse al agua”, hay que evaluar a mi competencia. Esencial: considerar el timing, ¿es buen momento para sumarme? Así lo explica Amalia Quirici, de la ANDE: “Si te interesa un negocio de moda hay dos riesgos, ser el primero o ser de los últimos. El primero porque se enfrenta a un mercado con más incertidumbre, el último por tema de competencia puede generar un mal al rubro”. Si quiero abrir un local, es recomendable hacer un relevamiento de la zona: ¿cuántos negocios parecidos al mío tengo cerca? “Debo preguntarme si me conviene estar ahí o busco una locación diferente, donde esa necesidad no está cubierta. También elegir un tamaño coherente al riesgo”, apunta Quirici. Elegir el rubro está asociado a mi conocimiento. Si me es un mercado desconocido mi capacidad de gestión no será fuerte frente a mi competencia. “¿Tengo formación en el rubro como para comprar a buen costo y trasladarlo a mejores precios? ¿Tengo una espalda financiera para soportar los primeros meses hasta que el negocio de señales certeras, o para solicitar un crédito si lo necesito?”, expone Quirici. La formación permanente es un plus importante para apuntar al crecimiento, que es el único salvavidas de las micro y pequeñas empresas. Para eso, debo visualizar un diferencial que me ayude a mantenerme cuando se sature el mercado y, eventualmente, buscar cómo innovar. Por último siempre recordar que “el que a otro le haya ido bien no me asegura que lo mismo me pase a mí.”