Tienen la energía de la juventud, el férreo entusiasmo de los que viven ligados a una causa y no pierden la utopía de que escuchando las necesidades de los otros pueden ayudar a cambiar la realidad. Son los raros entre sus amigos —los que prefieren pasar una noche en el comité discutiendo “un tema relevante para la sociedad” que ir a un bar— y nadie más en sus familias siente la política con tanto compromiso, pero defienden la militancia como una forma de vida que no pasa de moda, aunque se hayan llevado más de una decepción.
Representando a cuatro partidos distintos, seis militantes de una misma generación —tres nacidos en Montevideo y tres en el interior del país— aceptaron reunirse para conversar en conjunto sobre sus desafíos e ilusiones. Los frenteamplistas Gonzalo Perrou (Seregnistas) y Julieta Sierra (MPP), los nacionalistas Federico Ramos (lista 22) y Micaela Fromaget (Alianza Nacional), el colorado Diego Riveiro (Unir) y la cabildante Jacqueline Rodríguez (Espacio de los Pueblos Libres) desafían la grieta demostrando que, a pesar de las diferencias ideológicas, el motor que los mueve es el mismo.
El lamento no sirve: así es la militancia
“El esfuerzo tiene su recompensa”, se repite por estos días Federico, militante por la precandidatura de Álvaro Delgado, que ve escurrirse las horas previas a las elecciones internas mientras recibe las listas, las prepara, distribuye y sale a entregarlas militando “puerta a puerta”, en jornadas que arrancan a eso de las nueve de la mañana y a veces se extienden por 13 o 14 horas.
—Te desenfocás del trabajo, de las amistades, de tus vínculos, pero esto después pasa y el lamento no sirve, te quedás pensando qué hubiera pasado si te quedabas un rato más, si le hubieses hablado a alguien más.
Federico tiene 26 años y es escribano, milita desde 2017 en el Partido Nacional, afición que heredó de una tía abuela, según cuenta.
—Mi madre vio la parte negativa de lo que militar significó para su tía y me dijo “¿estás seguro de que querés ir por acá?, mirá que si decís que sos blanco podés no llevarte bien con gente que vota al Frente Amplio o a los colorados”. Me dijo, “te quiero mucho, pero no voy a ir a la inauguración de la sede, porque no quiero que me vean ahí mis clientes”.
—¿Y tenía razón?
—No, podemos militar por nuestras ideas y estar en paz —dice Federico.
Toma la posta Julieta, 29 años, oriunda de Fray Bentos, nieta de un tupamaro, criada en una familia politizada pero sin militancia, militante ella del MPP desde la oscilante campaña de 2014, en la que Tabaré Vázquez llegó por segunda vez a la presidencia. Hoy es parte del equipo de comunicación de Yamandú Orsi.
—Necesitás gente que esté destinando tiempo que va más allá de uno y que va más allá de las elecciones, que son coyunturales. Porque esta noche algunos van a ganar y otros a perder, pero ninguno de nosotros va a dejar de militar porque entendemos que es una causa mayor. Vemos a la política como una herramienta para cambiar la vida de alguien.
—¿Algo así como cambiar el mundo?
—Se cambia en pequeñas cosas, en cotidianidades como dice Juli —interviene el colorado Diego, 27 años, casi abogado, exvotante del Frente Amplio hasta que se sumó al partido que adoraba su abuelo, militó por Ernesto Talvi y ahora por Andrés Ojeda—. Empecé a militar en el partido al mismo tiempo que en la universidad, donde no tenés un dirigente arriba que te diga qué hacer ni qué decir, y vivís más de cerca la toma de decisiones y la incidencia que se puede tener no en cambiarle el mundo a los estudiantes pero sí en cambiarles el día. Tendríamos que dejar de hablar de participación para hablar de incidencia, porque trabajamos para eso, para incidir en la toma de decisiones para que eso se traslade en mejorar la vida de la gente.
Top 5: ¿dónde está la política?
Si hace una lista de las cosas más importantes de su vida, Jacqueline, militante de Cabildo Abierto, abogada penalista, dice que después de la familia están los amigos, después de los amigos el fútbol y después del fútbol está la política, a la que sigue de cerca tras una rapiña traumática en el comercio de su padre, en la que lo hirieron y se salvó de milagro. Era 2019. Un año después, se aferró a defender la Ley de Urgente Consideración “especialmente por el aumento de las penas”, e invitada por una amiga desembarcó en el partido de Guido Manini Ríos.
—Fútbol, ¿pero qué cuadro? —le pregunta Julieta.
Responde Jacqueline:
—¡Peñarol!
—Excelente —aprueba la joven.
—¡Es que sos Cabildo Abierto, tenés que ser Peñarol! —lanza Gonzalo.
Gonzalo es de Colonia del Sacramento y hace ya una década que se arrimó a un comité. Tenía 14 años. En su familia, por parte de madre son blancos y por parte de padre frenteamplistas. “Mi abuelo conoció a Líber Seregni y por él a Danilo Astori, que estaba muy bien visto en el interior”, dice. Empezó a militar “para agarrar banderas”, y le tocó atravesar algún período crítico: “Milité en contra de la esencialidad en la educación y también me enojé con Tabaré Vázquez cuando vetó el aborto”, recuerda. Pero nunca se alejó del comité. Ahora, además, trabaja en la comunicación de la 95.
—Hay una cuestión de preconcepto con el militante, del “a vos no te invito porque sos un fanático que va a hablar de política todo el tiempo” —dice Gonzalo.
—Y mirá que es todo lo contrario, lo que quiero es no hablar de política por un rato… —agrega Julieta.
—El otro día con unos amigos decíamos que preferíamos tener una pareja militante del Partido Nacional que salir con una persona que se defina como apolítica, porque nos entenderíamos mucho más en los problemas del día a día, en cómo se calienta con la orgánica de su partido, cómo puede no verse representado por un liderazgo pero, al final de cuentas, lo cierto es que muchos de nuestros pares nos ven como jóvenes plomazos.
El descreimiento en la política
“La gente quiere ser escuchada”, dice Jacqueline, la cabildante. Su táctica es presentarse primero como abogada y después como militante de Cabildo Abierto.
—Hay quienes se van corriendo y quienes empiezan a preguntar por seguridad y por economía, sobre todo.
El descreimiento en la política está latente, “es válido que no se sientan representados por su partido y luego aparezcan fenómenos, o personas que les interesen más”, opina Julieta.
—Creo que cuando empecé era más chica y tenía el balde mucho más puesto, me era muy difícil vincularme con gente diferente —dice.
Retoma Diego, el colorado:
—Eso pasa porque cuando empezás a militar estás en una trinchera y ahí sí querés cambiar el mundo y los otros son los malos.
—La vida misma te va cambiando la cabeza, ahí ves que tu posición no tiene que ser la verdad absoluta ni que el otro tiene que estar siempre equivocado, y que se puede llegar a un punto medio. Eso cambia tu relacionamiento con la gente, en no ir como una sabelotodo diciéndole a los otros qué tienen que votar.
—¿Qué comentarios reciben?
La que responde es Micaela, 22 años, coloniense. De la mano de su madre se acercó al Partido Nacional. Es estudiante en la Facultad de Humanidades, trabaja en el Ministerio de Educación y acompaña la precandidatura de Laura Raffo.
—Depende de dónde milites. Hay una discusión interna en el partido de dónde poner el foco, porque tenemos a muchos gurises en Avenida Brasil y la rambla, y tenemos que salir de ahí.
—Uruguay no es solo Pocitos. Tampoco se trata de ir un grupo de 40 personas al barrio 40 Semanas como si fuera una expedición religiosa, porque la gente se siente invadida. Es ir de a poco, conociendo otras realidades de Avenida Italia hacia el sur, viendo cómo contribuimos a solucionar sus problemas —aporta Federico.
—Hay que salir de la zona de confort —dice Micaela—. En el abordaje, a mí me funciona ir por un “sabés que yo tenía la misma inquietud que vos, y me inicié en el partido”. O sea, unir los obstáculos que tiene tanto el militante como la persona a la que le das la lista en una feria.
—¿Han recibido insultos?
—Me han gritado sí, pero poco —confiesa Jacqueline. Yacota Fernando:
—Pero no de otro militante, entre militantes eso no pasa.
—Está el dicho, “si ves a otro militante, abrazalo” —dice Diego entre risas.
Se suma Julieta:
—O el que dice “¡Qué brillo te da la política! Brillo: ¡ojeras!”.
Escape a la militancia política
Amores, rutinas, trabajo y estudio se entreveran en tiempos de militancia, cuando la campaña electoral lo acapara todo, o casi. Julieta, la militante del MPP, tiene como meta recibirse de licenciada en Comunicación a fines de año.
—¡Justo a fin de año! —le dice Diego.
—Es que necesito un escape obligatorio, de noche dejo el teléfono al lado y pienso que hago algo productivo —se justifica ella y entonces explica que solo le queda el trabajo final de la carrera.
—¿Sobre qué es?
—Comunicación política, la hice muy simple —se ríe y todos acompañan.
Federico es escribano y en estos días le dice a sus clientes que “todo queda para después del 30”. Alguno lo presiona y hay trabajos que salen a la fuerza, desde la sede de la lista 22: “Yo me tengo que bancar, no puedo dejar de trabajar. En los ratos libres mecho cosas de mi laburo”.
Jacqueline trabaja defendiendo a una víctima en la Operación Océano, entre otros casos y celebra:
—Se suspendieron todas las audiencias hasta el 31 de mayo y después hasta el 28 de junio, ¡tiré cuetes! —dice y cuenta que delega tareas del trabajo para hacer política—. Y lo bueno que me pasó es que me separé antes del año electoral.
Los otros militantes se ríen con ella y Micaela tira una receta infalible:
—Lo mejor que nos puede pasar a todos acá es que cada uno tenga una pareja militante, cada uno en lo suyo, los mismos tiempos y ya está.
—Yo en casa no tengo problemas pero mi madre siempre reclama —admite Diego, el colorado.
A las piñas en Twitter y otras redes sociales
Pasa en todos los partidos: a veces los problemas suceden en la interna, ya sea por cruces de generaciones, rispideces o, incluso, temas vinculados al género.
Micaela toma la palabra en este tema:
—El tema género sigue siendo muy rígido. La sociedad toda no se anima a ponerse los pantalones. Yo siempre le digo a mis compañeros: no es un tema que quede lindo o feo, sino un tema cuantitativo. No todas las gurisas aguantan, somos pocas. En la comisión nacional de jóvenes somos 15 titulares y cinco serán gurisas.
—¿Por qué tan pocas?
—No todas aguantan situaciones de presión, de acoso. Pero no pasa solo en la interna del partido, sino en la sociedad en general. Van cayendo, abandonan la militancia y luego vemos los números del Parlamento y decimos: ¿por qué tan pocas?
Micaela vivió una situación dura cuando grabó un espacio titulado “Deconstruyendo” en un podcast juvenil del Partido Nacional, donde entrevistaba a mujeres y organizaba debates en temas de paridad:
—A mí no me sale taparme los ojos ante casos de acoso o gurisas que le pisaron la cabeza. Lanzamos en redes una placa que comentaba de qué trataba el espacio, que era para interpelar al oyente. Resultó un escándalo. Me preguntaban: “¿Esta es la nueva militancia del Partido Nacional?”. Decían, “esto no es blanco”. Una de las cosas más fuertes que me dijeron fue “vaciate así no tenés hijos”.
—¿Y cómo manejan la frustración cuando pasan cosas así?
—Es peor cuando te pasa con tus pares —acota Julieta, del MPP—. A mí me sucede más en redes que en la interna.
—Twitter es como una cloaca, uno ya sabe que vendrán insultos.
Julieta se ríe:
—Yo ya estoy curtidísima con Twitter. Pero siempre duele más cuando viene de tu mismo partido. Del resto uno tiende a esperar la discusión. Igual las redes sociales son las redes sociales, uno diferencia críticas constructivas y otras que no. En esto de no tener el balde puesto yo discuto mucho con frenteamplistas.
Más allá de las redes, Gonzalo dice que en ámbitos como congresos, plenarios y comités le ha tocado debatir con figuras relevantes de otras generaciones y no hubo drama. “Capaz discutís sobre el sistema nacional integrado de salud con quien lo creó”, ejemplifica
—Sí —dice Julieta—. Yo a los 22 años ingresé a la dirección nacional del MPP y compartía espacios con tipos como el “Bicho” (Eduardo) Bonomi. Y pensaba “me intimida mucho tu presencia para hablar”, pero él te trataba a la par. Te escuchaba como si estuviera escuchando a una Lucía Topolansky o a un “Pepe” Mujica. Eso también implicaba que si te discutía, también tenías que estar a la altura.
—Ser el gurí que siempre está insistiendo con los temas te hace tener un contacto más cercano con los dirigentes —cuenta Micaela—. Te hacés escuchar.
Jacqueline relata que en las reuniones Manini Ríos “va y escucha”. Federico también ha tenido instancias directas con Delgado, “súper dispuesto, pese a toda la exposición que tiene”.
En el caso del Partido Colorado, hay dos jóvenes que integran la mesa de 15 miembros del comité ejecutivo nacional “con diputados, senadores, el expresidente Sanguinetti; su voto y su voz vale igual que cualquiera de ellos todos los lunes y esa es una escuela tremenda”, dice Diego. En su caso, con Ojeda tiene un vínculo cercano:
—Lo conozco desde la militancia universitaria. Pero además en esta campaña estoy en un rol muy de adentro en la toma de decisiones de la estrategia de la campaña. Es un vínculo casi diario, muy horizontal. No solo conmigo, con todo el grupo.
—Yo creo que Uruguay es un poco así, muy cercano, es fácil el contacto mano a mano con cualquier dirigente —opina Julieta—. Incluso con gente de otros partidos. Yo me puedo arrimar a una actividad de Delgado, pedirle un intercambio y por ahí dice que sí.
Las fantasías o sueños políticos
¿Cómo se ven en cinco o diez años? ¿Sueñan con llegar al Parlamento o a un cargo ejecutivo? Ante la pregunta, llega el pudor. Son cuidadosos. Micaela no lo ve como un problema “de hoy”, argumenta.
—¿Pero no tienen sueños o fantasías?
—Uno se ve militando —se mete Julieta—. El lugar es donde la organización te coloque y donde uno quiera. Lo importante es tener alternativas. Yo en este momento proyecto recibirme a fin de año y, si tengo que dejar de depender económicamente porque es algo coyuntural (la política), poder hacerlo sin problemas. Lo importante es no quedar atado a algo ni tener aspiraciones meramente individuales.
—En las elecciones internas compito por un lugar en octubre en la Cámara de Diputados —admite Diego— y veremos en qué termina.
Federico no sabe si “senador o diputado” está en su futuro pero no lo descarta:
—Es como dice Juli, el partido te va llevando; la vida misma también. Yo hago política porque quiero ayudar.
Toma la palabra Gonzalo y empieza a hablar con un tono profundo:
—Somos un mero instrumento.
Todos se ríen fuerte otra vez.
—Esto dice Mario (Bergara) cuando le pedimos hacer un videito. Capaz más joven me divertía pensar en otra cosa. La militancia te va sumando perfiles: a mí me gusta ir a los debates, a programas de radio y televisión, en eso construyo una cierta confianza. Me gusta colaborar con legisladores con ideas, formas, metodologías, herramientas que uno ya tiene.
Jacqueline no duda: le gustaría aportar en el programa de seguridad, en especial sobre la problemática de cárceles.
—Como abogada penal es mi gran proyección, seguridad y rehabilitación.
—¿Esta es la campaña más aburrida?
Algunos no coinciden y dicen que, en cambio, desde adentro la vieron como una campaña “divertidísima”.
—Pero es verdad que costó encender el ambiente electoral —admite Micaela.
—Pasó lo mismo con la Copa América —se suma Federico—, recién enganchamos con el primer partido.
—Pasa que las campañas son cada vez más cortas, a la gente ya no le importa mucho —dice Diego.
Gonzalo, por su parte, ve una campaña eterna, casi desde que terminó la elección anterior:
—Ah, para mí las campañas son cada vez más largas y cansadoras. Estos cinco años fueron complejos: hubo pandemia, se postergó la elección departamental, estuvo el referéndum por la LUC...
—Es como una maratón —resume Federico—. Ahora vamos a tener un mes y medio en el que baja la intensidad. Pero después a mediados de agosto arrancás otra vez y terminás a fines de noviembre.
—Y esa es la carrera de verdad.
—Ese es el sprint final. Nadie puede mantener la intensidad tanto tiempo. No llegás.
¿Qué "locuras" hicieron por militar?
Si tiene que elegir entre varias anécdotas, Federico cuenta que no aceptó una cita la noche de las elecciones departamentales pasadas. “Lo curioso es que esa cita que rechacé es con quien hoy es mi novia”, dice.
Julieta está poniendo su cara para que el MPP “haga videos sobre cosas que pasan en el país”, dice sorprendida de haber aceptado. “Me agarraron de buen humor y dije que sí. Pero vino la respuesta en redes: haters y demás”.
Jacqueline faltó al cumple de su sobrino, porque era el cierre de la lista: “Le tuve que decir ‘la tía te adora, va más tarde’, le regalé la camiseta original de Uruguay y con eso compensé”. Parecido, Gonzalo dice: “La caravana de Yamandú estuvo preciosa pero me perdí un hermoso guiso familiar. Hay renuncias de lo individual por lo colectivo”.
“Plata puse mucha”, asegura Diego. “Al estar frente a un grupo es mayor la inversión que uno hace. No hay nadie de arriba que financie, hay que buscarle la vuelta con bonos y rifas. La mayoría sale de uno, eso no me parece loco, sí lógico”.
¿Se cobra o se gasta por militar?
Muchas veces pusieron dinero de su bolsillo, ¿pero cuántos son rentados o cobran un sueldo del partido hoy en día? Gonzalo levanta la mano: además de militar trabaja en la comunicación de la lista 95, del sector Seregnistas. Julieta, también: “En este momento sí” por estar en el equipo de comunicación del MPP. Federico, blanco, “un poco” de dinero recibe pero “por la lista, no del partido”, aclara. Micaela, también del Partido Nacional, tiene un cargo en el Ministerio de Cultura al que ingresó por política. Jacqueline, por su parte, no recibe un pago por las tareas que realiza militando para Cabildo.