La semilla de este gobierno de coalición que se acerca a su fin (y que, contra muchos pronósticos y a pesar de varias tormentas, duró los cinco años) la plantó el expresidente colorado Julio María Sanguinetti un lunes 28 de mayo de 2018 cuando citó a una reunión a los entonces precandidatos nacionalistas Luis Lacalle Pou y Jorge Larrañaga. Se juntaron en el despacho del Palacio Legislativo de quien luego sería presidente, se sacaron las fotos de rigor y allí Sanguinetti puso sobre la mesa la necesidad de construir una “alternativa de cambio” a 15 años de gobiernos frenteamplistas; habló de empezar a charlar sobre conformar una coalición de al menos los dos partidos tradicionales, de unirse para hacerse fuertes y volver a gobernar el país.
Lacalle terminaría ganando el balotaje de 2019 y, con ciertas dificultades, la coalición se armó.
Seis años y medio más tarde de aquella reunión inicial, Sanguinetti está preocupado. Pase lo que pase el domingo 24, el expresidente se ha convencido de que es momento de dar un salto en la consolidación de eso que los dirigentes denominan coalición republicana. El propio presidente Lacalle la ha llamado así estos cinco años y ese es, de hecho, el nombre que llevará el partido que se presentará en mayo en Montevideo, Canelones y Salto, con el objetivo de intentar ganarle al Frente Amplio esas intendencias, y que puede ser algo así como una experiencia piloto para las elecciones nacionales de 2029. En otros departamentos, como Rocha, se proyecta competir unidos bajo el lema Partido Nacional.
¿De qué se trata el nuevo planteo? Nada más y nada menos que crear un lema único donde se integrarían el Partido Nacional, el Partido Colorado, el Partido Independiente y, quién sabe, quizás Cabildo Abierto y el Partido Constitucional Ambientalista de Eduardo Lust. Lo dice Sanguinetti, rodeado de libros y cuadros, en medio del despacho de su casa en la apacible calle puntacarretense José Luis Zorrilla de San Martín.
En un rincón, la banda presidencial.
—La pandemia puso una suerte de general en combate detrás del cual nos alineamos todos. Por eso el gobierno tuvo una característica más presidencialista de lo que imaginábamos. Tampoco Lacalle imaginaba esto —dice Sanguinetti, se ríe y va para atrás en el tiempo, hasta 1995—. Después de todo, la segunda presidencia nuestra fue un gobierno de coalición los cinco años. Una coalición estable con el Partido Nacional, cuyo directorio presidía (Alberto) Volonté. Aquello fue un ensayo de la viabilidad de una real coalición. Un antecedente.
Pero para Sanguinetti las cuentas son claras y es momento de actuar. Dice que no puede volver a suceder lo que pasó el 27 de octubre: producto de un sistema de representación proporcional que premia al lema que obtiene más votos, el Frente reunió el 43,9% pero se quedó con 16 senadores. En cambio, los partidos de la coalición sumados obtuvieron 47,6% pero terminaron con 14 senadores.
Así, gane o no el balotaje, la izquierda tendrá la mayoría del Senado.
Para cambiar eso a futuro hay dos caminos, según plantea Sanguinetti: una reforma electoral (“una corrección para que la representación proporcional sea más realista y no injusta como esta vez”, algo que él no descarta porque dice que es “una idea que flota” pero sabe que es improbable a corto plazo) o que los partidos que integran la coalición se unan en un solo lema sin perder las identidades. Algo similar a lo que hizo el Frente Amplio con éxito en 1971 uniendo bajo un paraguas común al Partido Comunista, Partido Socialista y Partido Demócrata Cristiano, además de dirigentes colorados, blancos e independientes.
Esta última decisión implica consolidar el sistema de dos bloques y posiblemente sea el fin de una época. Se adelanta a las elecciones nacionales lo que hoy sucede a las apuradas en las cortas cuatro semanas que dura la campaña hacia el balotaje. Se transparenta lo que ya es una realidad: hay varios partidos que actúan como socios en el gobierno (y que incluso pueden serlo en la oposición).
—Muy probablemente se siga ese camino del lema único —anuncia el expresidente, aunque también admite que en el proceso habrá “rispideces, recelos, ciertas suspicacias”, sobre todo con algunos caudillos blancos del interior.
Pero Sanguinetti no está solo. Muy lejos de eso.
Este es un tema central de conversaciones en las recorridas y actos de cara al balotaje. Cada vez más dirigentes coalicionistas piensan que en los próximos años se debe avanzar en un partido en común. Dicen que no hay otro camino si no se quiere volver a tropezar con la misma piedra. Y que, además, tiene sentido que quienes comparten un proyecto en común comparezcan juntos en las elecciones nacionales.
En este artículo, consultados por El País, se expresan a favor y sin matices varios dirigentes, además de Sanguinetti: los blancos Sebastián da Silva, Sergio Botana, Alejo Umpiérrez y Omar Lafluf, el colorado Tabaré Viera y el independiente Pablo Mieres, entre otros. Algunos apoyan la idea pero piden no ser identificados porque creen que no es el momento para hablar del tema en público. El colorado Pedro Bordaberry es el más firme en evitar referirse al asunto ahora, para no “distraerse” de lo relevante: el balotaje.
Pros y contras de la Coalición Republicana como lema común
Un análisis realizado por Óscar Bottinelli, profesor titular retirado de sistema electoral y régimen electoral nacional de la Universidad de la República, indica que si los partidos que integran la coalición hubieran ido en un solo lema (y hubieran obtenido la misma cantidad de votos, claro) en marzo tendrían 16 bancas en el Senado y el Frente solo 14. Y en Diputados se hubieran quedado con 50 bancas en lugar de 49.
Hay pros y contras de que la Coalición Republicana se presente como un lema en las elecciones de 2029, al menos para los intereses de sus socios.
La adjudicación de bancas es un punto claramente a favor. Otro tema, nada menor y que muchos dirigentes ven como clave, es que creen que probablemente el actual presidente Lacalle sería precandidato en una supuesta elección interna de la coalición en junio. Y, lógico, sería el favorito para ganar esa interna hoy imaginaria donde competirían al menos un candidato por cada partido, según especulan diferentes dirigentes consultados por El País.
En ese escenario Lacalle iría como candidato único en octubre en 2029 y podría ser llevado sin demasiados problemas por blancos pero también colorados y demás socios. Su compañero o compañera de fórmula podría ser alguien de otro partido de la coalición, algo que hoy no se puede hacer.
“Luis va a tener el liderazgo suficiente para persuadir”, dice un referente blanco, “será él que lo haga”. Otro dirigente coalicionista, que pide no ser identificado, confirma: “Que Lacalle sea el candidato seguro va a ayudar, aunque también otros van a querer pelearle”.
Ahora bien, también hay debilidades en esta estrategia. Un punto en contra es que en octubre la coalición iría con un solo candidato y no varios, lo cual restringe el menú electoral y quizás la cantidad de votos. Bordaberry lo dijo a El País hace unas semanas: “Si tenés un solo partido y un solo candidato, de repente pasa que el elector tiene una sola opción, ¿y si esa opción no le gusta?”.
Bottinelli apunta en su informe, al que accedió El País: “La desventaja, como lo muestran ejemplos históricos en el mundo, es la gran dificultad de conservar la misma magnitud del electorado, máxime en un contexto de candidatura única por lema: personas dispuestas a votar al Partido Colorado, Cabildo Abierto o Partido Independiente, no necesariamente votarían a un lema único y a una candidatura del Partido Nacional. Es decir, la ventaja sistémica (adjudicación de bancas) puede quedar contrarrestada por la desventaja sociológica (captación de votos)”.
El desafío de largo plazo, dice Bottinelli, director de Factum, es que una alianza de partidos deviene en partido “cuando construye una identidad, una pertenencia”. Y hoy “es difícil la construcción de una pertenencia sustitutiva de la pertenencia blanca, que cubre la identidad de la gran mayoría de los votantes de la coalición; se ha renovado y fortalecido”.
Para Ignacio Zuasnabar, director de Equipos Consultores, es claro que “se están dando todos los pasos” y que la construcción de un partido de coalición “es probable que avance en los próximos años”, aunque muchos actores políticos locales, sobre todo del Partido Nacional, “se verían perjudicados” con un lema único por “intereses de construir perfiles hacia las diputaciones e intendencias”.
Voces a favor de que la coalición sea un partido
Volvemos a la casa de Sanguinetti en Punta Carretas. Dice, con entusiasmo:
—Es un tema de ingeniería electoral. Nosotros no vamos a dejar de ser el Partido Colorado, no vamos a dejar de seguir sintiéndonos parte de una colectividad con una historia, una definición ideológica y unos principios... Los límites con el Partido Nacional van a seguir existiendo. Solo que, a la hora de la computadora, vamos a sumar votos que hoy aparecen dispersos.
Más allá de lo formal, Sanguinetti opina que la coalición debe seguir siendo “una estructura democrática, liberal, contemporánea, adaptada a las exigencias de la nueva civilización digital”, a diferencia de “una coalición presuntamente progresista que no se alinea con las características de este mundo, que detrás de un vago sentimiento de justicia social termina subordinada a la fuerza de un movimiento sindical inspirado por el Partido Comunista”.
El senador Botana hace un parate en una recorrida por el interior de Cerro Largo y dice a El País que “hay un mandato ciudadano para que trabajemos en un lema único” para las próximas elecciones. Igual que Sanguinetti, opina que es un acuerdo realizable y al que se puede aspirar “sin demasiadas dificultades”.
De hecho, sobre este tema viene insistiendo desde hace tiempo:
—Yo se lo dije 18 veces a (Pablo) Iturralde. Le advertí que iba a pasar lo que pasó: que el Frente con menos votos iba a sacar más bancas.
—¿Entonces hay quorum para la Coalición Republicana?
—Yo quiero llamarle Partido de la Libertad. Es el más grande de los valores universales, la libertad.
Botana trabajará en los detalles para concretar este lema y planea iniciar en diciembre una serie de reuniones con “gente que sabe de arquitectura electoral” para analizar “cuestiones menores, que hoy pueden trancar un acuerdo”.
Hace unos días el exintendente rochense Alejo Umpiérrez dijo en un acto en Melo que no puede volver a suceder que el Frente alcance la mayoría en el Senado con menos del 44% de los votos:
—Lo dije en el corazón de la patria blanca, había ciento y pico de personas y tuvimos un aplauso cerrado —cuenta Umpiérrez mientras viaja en ruta rumbo a Treinta y Tres junto a otros senadores de la coalición—. El ambiente para formalizar electoralmente a la coalición ya está maduro. Hoy podríamos tener mayorías en ambas cámaras pero no las tenemos (por el sistema), eso hizo el clic definitivo para entender que hay que tener una formulación electoral común.
—O sea el clima es que esto se va a formalizar en un partido...
—Claro, claro. En 2029 tenemos que estar compareciendo en un lema común. La Coalición Republicana es un sentimiento popular y los dirigentes hemos ido atrás.
—¿Y cómo hacen para no perder las identidades?
—De la misma forma que los comunistas, los socialistas o el MPP participan en distintos grupos bajo el lema común Frente Amplio. Cada cual mantiene sus tradiciones, su liturgia. Pero incluso puede haber cruzamientos de alianzas de sectores de distintos partidos que sientan afinidad. Será muy fluido.
A punto de subirse a un avión para cruzar a Buenos Aires, antes de participar en una actividad de la coalición en la vecina orilla, el senador Da Silva dice que “el cociente decreciente hoy se ha transformado en una estafa electoral” a la voluntad popular.
—Nosotros vamos a ganar la elección. Yo espero que el Frente entienda por qué perdió, pero si eso no pasa y trancan, trancan, trancan y trancan en el Senado, será otro argumento a favor de juntarse en un lema único. Tienen una mayoría absoluta legítima pero no legitimada en las urnas. Eso rompe los ojos: es una mayoría trucha.
—Pero el sistema es así.
—Claro, marche preso. En el truco con el dos de la muestra ganás siempre.
El nacionalista Martín Silveira charla con El País mientras hace ruta por la zona de Masoller:
—Acá en Artigas la gente ya está convencida de que en la elección que viene será el partido Coalición Republicana contra el Frente Amplio. Y habrá sublemas, Partido Nacional, Partido Colorado y todo así... Eso ya está muy avanzado en todos los departamentos. Algún intendente podrá decir “yo no quiero” pero si bajan la línea y se acuerda a nivel nacional, no pueden influir.
—¿Sabe de alguien que esté en contra en Artigas?
—No escuché a nadie en contra. Estamos haciendo reuniones para el balotaje en clubes de barrio, con integrantes de la coalición. Todo el mundo está convencido de que hay que hacerlo, la gente está motivada con eso: ya perdimos la mayoría por no tener el lema común.
El interior y la Coalición Republicana
"Vos tendrías que ser el coordinador general o secretario general de la coalición republicana”, le dijo tiempo atrás Bordaberry a Mieres. Mientras viaja rumbo a San José a un encuentro de ediles y alcaldes coalicionistas, el exministro de Trabajo también dice a El País que “es clarísimo” que han dado “una ventaja electoral” al no ir en un solo partido.
—Es una enseñanza.
—¿Cómo se imagina el proceso?
—Hugo Batalla planteaba allá por 1993 crear una figura que era “lema de coalición”; implicaba la acumulación entre lemas distintos. Pero no anduvo eso. Parece más razonable construir un lema nuevo. El tema es que cada partido, sobre todo los grandes, deberá asumir que tendrá que dejar su lema y comparecer con otro. Esto tiene sus complejidades, hay que discutirlo tranquilo.
Para Mieres será decisivo ver cómo se conjugan las lógicas nacionales y departamentales. En eso coincide el senador colorado Viera, quien destaca el “sentimiento coalicionista” y el necesario “pragmatismo”.
El nacionalista Lafluf, intendente de Río Negro hasta hace unos meses, es otra voz “propartido” porque piensa que ir divididos en octubre “es muy endeble” pero también advierte que se viene un trabajo previo “enorme y fino” en cada departamento que no será simple y llevará mucho tiempo.
Y anuncia:
—Estamos jugados a que esta es una elección bisagra. Aspiramos a ganarla. En 2029 estamos seguros que vuelve Luis. Esa va a ser una carrera muy buena.
¿Qué piensa hacer Guido Manini Ríos?
El más cauto de todos los dirigentes entrevistados por El País para este informe es el colorado Andrés Ojeda, a pesar de que hizo campaña reivindicándose como “nativo coalicionista”. Ante la pregunta de si el lema único está cerca, Ojeda dice que es algo de lo que hoy no puede ni quiere hablar: “Es real que la coalición maduró muy rápido. Pero eso es para después... estamos a una semana y poco de votar”.
Cabildo Abierto, en tanto, es el socio que ve el futuro con mayores reparos. Tanto que a inicios de noviembre el senador Guido Manini Ríos dijo que la coalición ya no tendría “sentido” si Álvaro Delgado pierde las elecciones.
Menos tajante, el senador Guillermo Domenech dice a El País que si gana el Frente Amplio será “importante ver la actitud del propio Frente y del resto de los partidos de la coalición” para definir el camino a adoptar: “Cabildo Abierto nació para tratar de hacer las cosas de acuerdo a nuestro real saber y entender en beneficio de la gente, no se trata simplemente de mantener cargos en la administración pública”.
Respecto a la posibilidad de formar un partido nuevo de cara al próximo período, Domenech dice que dependerá de las condiciones pero que hay chances “si se mantiene la identidad de Cabildo” y que ya van a comparecer en varios departamentos en mayo próximo. “Imagino que van a ser muchos departamentos más de los que inicialmente se había pensado, tras ver el resultado del 27 de octubre; la conveniencia es evidente”, indica. Por ahora la Coalición Republicana está confirmada en Montevideo, Salto y Canelones pero en otros departamentos podrían ir unidos como Partido Nacional.
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