¿Quién quiere ser profesor?:

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La fachada del IPA está cubierta por reclamos de estudiantes.
Insituto de Profesores Artigas (Ipa) ocupado por los estudiantes afiliados a Ceipa, en protesta por falta de presupuesto para la educacion publica, ocupacion de centros de enseñanza publica en Mvdeo., ND 20150901, foto Ariel Colmegna
Archivo El Pais

A diferencia de otros institutos de educación terciaria, en la formación docente seis de cada 10 alumnos son mayores de 25 años; tres de cada 10 tiene hijos a cargo y más de la mitad está trabajando al mismo tiempo que estudia. Los números explican parte de la deserción. Pero a otros les gana la vocación.

Cada vez que Anaclara Sánchez cuenta que está estudiando para ser profesora de Filosofía recibe más o menos la misma respuesta-pregunta-sentencia: "¿Con lo que ganan?". Ella tiene una contestación debajo de la manga. Lo que le importa es proveer una herramienta para cambiar la sociedad, no llenarse los bolsillos. A pesar de que en su familia no hay docentes, lo que la mueve es la vocación. Recién está en primer año y ya vio abandonar la carrera a más de la mitad de su clase, que había comenzado con 80 personas. Porque aunque muchos, a diferencia de Anaclara, llegan al Instituto de Profesores Artigas (IPA) solo con la idea de formarse en una profesión que los ayude a sustentarse, la deserción es altísima y muchas veces se origina justamente por incompatibilidades entre el trabajo y la vida académica del estudiante. Pero a sus 18 años Anaclara se distingue de ellos en varios aspectos: su entusiasmo es por dar clase y no porque le apasione una asignatura concreta, su edad está muy por debajo del promedio de los estudiantes de profesorado, no trabaja ni tiene familia a cargo.

Seis de cada 10 estudiantes de formación docente tienen más de 25 años. Tres de cada 10 tienen hijos. Y casi la mitad consigue sus recursos económicos gracias a un trabajo propio. Dicho así, puede que estos datos preliminares del primer censo de estudiantes que realiza el Centro de Formación en Educación (CFE) no digan mucho. Sin embargo, dan cuenta de una población que, al menos en números, se diferencia de la mayoría de los institutos de educación terciaria del país.

Las cifras explican, además, uno de los reclamos por los que el gremio de estudiantes del IPA mantiene ocupado el instituto hace más de dos semanas: hay 6.500 alumnos matriculados y solo 55 becas de ayuda para todos aquellos que no tienen a papá y mamá que los mantenga. "La gran mayoría de los alumnos viene de niveles socioeconómicos más bajos que en otras carreras", dice el vocero de prensa de los estudiantes Diego Almada. "Quienes logran obtener una ayuda reciben solo $4.500 al mes y cobran la primera partida recién en setiembre". De ahí que el alumnado agremiado exige el cobro desde marzo, un aumento a $15.000 y la cobertura del 10% del padrón estudiantil. La situación que deja al descubierto este reclamo se suma a un contexto agitado. Hoy un profesor de primer ciclo de liceo, recién recibido y por 20 horas semanales, percibe un salario nominal de $20.852 (el doble que hace 10 años, sin contar los ajustes de la inflación). Para los docentes se trata de una remuneración poco acorde a la responsabilidad del cargo y la relación con el gobierno no es la mejor. Para peor, cada día los docentes enfrentan en las aulas parte de los problemas sociales que aquejan a los adolescentes y cargan con la mochila de ser, para muchos, los causantes de todos los males de la crisis educativa y, para otros, el Mesías que logrará el gran cambio. Ante tanta presión y pálidas, ¿por qué estudiar para ser profesor?

"Antes veíamos que los estudiantes tenían una clara vocación, ahora vemos muchos chiquilines que van a clase para probar", cuenta Mónica Isquierdo, profesora de Pedagogía del IPA desde hace 13 años. Ella nota que "cada vez la carrera está más desprestigiada" y que, aun así, "muchos buscan una oportunidad luego de que les fue mal en otra universidad".

Joaquín Batista (27) juraba que iba a ser periodista deportivo. Al tercer año de cursar comunicación, abandonó. Fue a estudiar administración de empresas, lo suyo siempre fueron los números, y solo le quedan dos materias para recibirse. Pero por esas vueltas que causan los amores, al romper con su pareja regresó a su Florida natal. Pensando qué podía hacer, optó por ingresar al CERP (Centro Regional de Profesores) con el objetivo de dictar Matemáticas en un futuro. Su madre es también profesora por lo que no fue muy difícil convencerla.

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Él era el veterano de la clase. La mayoría de los 25 estudiantes no superaban los 20 años. Pero su realidad cambió. Lo llamaron del BPS para ingresar como administrativo y aceptó. Otra vez la mudanza hacia Montevideo y cambiar de instituto. Hoy está en segundo año del IPA, estudiando para ser profesor de Matemáticas. "Estoy en el promedio de edad y los compañeros son de lo más heterogéneos", cuenta este floridense cuyo grupo de estudio lo integra el gerente de un banco que tiene 56 años, un compañero de un barrio medio de Montevideo que lo mantienen sus padres, y joven que vive solo con la madre jubilada y debe costear buena parte de los gastos del hogar.

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Las diferencias socioeconómicas y si los estudiantes provienen de un liceo público o privado no son, según la profesora Isquierdo, determinantes en su rendimiento académico. Pero los números sí indican que hay más chances de quedar en el camino cuando hay otras prioridades que atender. Y, sobre todo, a mayor edad de ingreso. Un tercio de quienes abandonaron la formación docente ingresaron a la carrera cuando tenían 18 ó 19 años. La cifra aumenta al 50% del total de quienes ingresaron con más de 22 años.

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Para la suerte de Joaquín y de sus pares que quieran ejercer la docencia en Matemáticas, siempre hay trabajo. "Yo no terminé segundo y, si quiero, podría hacer suplencias o interinatos", admite. Esta realidad es compartida con profesores de otras asignaturas como Física, Química e Inglés. A la inversa, quienes estudian Filosofía —como Anaclara—, Literatura o Historia pueden pasar un buen tiempo sin ejercer aunque ya tuviesen su título en mano.

Uruguay es el segundo país de América Latina, después de Nicaragua, que tiene menos profesores titulados. Solo el 59% de la plantilla de docentes de secundaria culminó sus estudios, según datos de Unesco. "Hay que apostar y exigir más el título", afirma la profesora Mónica Isquierdo. "No es sinónimo de ser mejor o peor docente, pero es una garantía de que esa persona pasó por clases de pedagogía, tuvo investigación y fue evaluado".

Al no haber una exigencia (en los hechos y a nivel cultural de los estudiantes) por obtener el título, en el IPA hay rezago, pero no abandono, explica un docente en el informe que publicó la consultora Cifra en 2012. "Acá hay estudiantes que están hace más de 15 años...".

Isquierdo, como profesora, observa que tras el primer parcial la cantidad de alumnos baja considerablemente, pero en términos similares a lo que ocurre en otros centros educativos. La diferencia, dice, es que "empezamos con 80 en una clase y, a esta altura del año, una compañera tiene solo dos alumnos".

Por el papel.

La dificultad para acceder a un centro de formación docente no aparenta ser la causa de la baja titulación. Hay 36 instituciones formativas (94 mil habitantes por centro de formación) lo que coloca al país en la media de la región. Ni siquiera la exigencia hace pensar que allí esté el motivo de rezago.

Uruguay y Argentina fueron los únicos dos países en América Latina que en los últimos 15 años no incrementaron los requisitos para el ingreso a la carrera docente, explica un estudio del sociólogo argentino Áxel Rivas. Al contrario, una reciente resolución permite al estudiante deber un examen del liceo incluso hasta setiembre.

"No hay pruebas de ingreso, salvo en Música, Inglés y Danza", señala Anaclara, "pero eso no significa que el estudio sea sencillo". Ella ha sido buena alumna, al menos lo que el sistema considera buena alumna —nunca se fue a examen y era la primera en levantar la mano cuando el docente preguntaba—. Y en el IPA nota que hay exigencia. "Hay clase cinco horas por día, lo mismo o más que en otras carreras, la exoneración es con una calificación mayor a nueve en una escala que llega hasta el 12, hay materias generales y específicas".

Joaquín cuenta con el bagaje de otras carreras y coincide en que el IPA tiene su exigencia. "Las materias específicas de Matemáticas son complicadas, incluso más que en administración de empresas, pero en las asignaturas más generales depende del profesor de turno".

Mónica Isquierdo es docente de una de esas asignaturas generales y en sus clases ve muchas diferencias entre los alumnos. "Los que estudian Física o Química, por ejemplo, en general solo tuvieron clase de Historia hasta cuarto de liceo y eso se nota. También pasa que puede haber un estudiante recién salido del liceo junto a un abogado o escribano ya graduado que no consigue trabajo y quiere ser profesor de Derecho".

Este escenario, reconoce Isquierdo, "corre para el IPA como para cualquier instituto de educación terciaria". Las faltas de ortografía y el bajo capital cultural en relación a generaciones anteriores, suele ser tema de discusión entre docentes del profesorado; aunque también reconocen que los alumnos de hoy tienen nuevos saberes. Lo cierto es que el sistema siente los bajos resultados de las pruebas PISA de años anteriores (esos estudiantes que hoy cursan la universidad), lo que se suma a que "siendo Uruguay uno de los países más escolarizados de la región, es, paradójicamente, el que tiene menos cantidad de graduados de secundaria", afirma el sociólogo Rivas.

De los graduados que llegan a la educación terciaria, unos cuantos prefieren un título universitario. "Debemos caminar hacia la Universidad de la Educación", dice Isquierdo, porque hoy la carrera docente no tiene ese carácter. El año pasado no hubo acuerdo en el Parlamento. A Joaquín y Anaclara les parece importante, aunque no les quita el sueño.

Camino al andar.

Hay quienes trabajan solos frente a una computadora o encerrados en un laboratorio. Los docentes, en cambio, deben lidiar el día a día con alumnos, padres y funcionarios de la educación. De ahí que la práctica es una de las aristas más relevantes a la hora de evaluar su calidad. Sin embargo, mientras que en Cuba se destina 72% de las horas de enseñanza docente a la práctica, "en Uruguay, durante toda la formación, son solo entre 40 o 50 horas", dice el informe de Rivas.

En las pocas horas prácticas que hay en relación a la isla caribeña, no siempre se contempla las diferencias de población con las que trabajará el docente, admiten los alumnos. En concreto, Anaclara reconoce que, una vez recibida de profesora de Filosofía, "con seguridad deba tener que trabajar lejos de casa y multiempleada" si es que quiere llegar a fin de mes. "La salida más fácil, por lo general, es ir a un centro del interior donde haya escasez de docentes". Lo dice, lo sabe, pero aún no se ha puesto a pensar en el sacrificio que ello implica. La otra salida es recaer en las horas libres que dejan los docentes más experimentados y que, por consiguiente, eligen primero.

Las plazas docentes se seleccionan en base a méritos que no es otra cosa que cursos y evaluaciones que da la antigüedad. "Esto tiende a generar mayor discontinuidad en las escuelas más desfavorecidas", reconoce el sociólogo Rivas.

Joaquín se imagina trabajando en la Costa de Oro. ¿Por qué? No lo sabe, pero le gusta ese contexto y, de última, nunca le ha costado mudarse: es de Florida, tuvo dos mudanzas a Montevideo, fue mozo en Maldonado y, quién dice, enseñará ecuaciones y fracciones por Canelones.

A Anaclara no le preocupa tanto el lugar, sino concretar su sueño de ser docente. "Hay profesores que a uno lo van marcando y en mi caso priorizo el ser docente sobre la asignatura". Tanto es así que a pocos días de inscribirse en el IPA estuvo dudando entre estudiar para profesora de Historia o Filosofía. Optó por esta última ya que "hay un espacio de debate, reflexión y cuestionamiento". En eso hace notar su espíritu militante y que, a diferencia de Joaquín, está cercana a las actividades del gremio.

Eso sí, toda ilusión que ambos futuros profesores tienen, parece desdibujarse cuando intercambian opiniones con docentes de la vieja guardia. "En alguna práctica, hablando en la sala de profesores, noté que para algunos profes los adolescentes son una molestia", dice Joaquín. Y Anaclara complementa: "En el IPA hay docentes que todo el día te están recalcando lo malo de la docencia en lugar de ser más positivos".

La profesora Isquierdo sabe que algunos estudiantes tienen esa visión y alienta a sus colegas a mostrar una imagen donde se valore más la profesión: "el compromiso social, la ética y ser conscientes de que esos alumnos son quienes van a ayudar a construir una mejor sociedad". Y agrega: "No es fácil, hay muchas contras, pero eso no significa que no fuera posible. Tenemos muchas recompensas, los logros, el futuro y la cara de un gurí dándote las gracias".

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La fachada del IPA está cubierta por reclamos de estudiantes.

cuando la vocación le gana a la crisisTOMER URWICZ

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