Audiovisual
El país se posicionó como un set seguro sanitariamente y se triplicarán los rodajes para streaming. El gobierno duplicó la inversión y confía en que el sector ayudará a salvar la economía.
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En el mundo audiovisual hay un dicho que sostiene que los productores viven del optimismo. Esa confianza casi ciega en el futuro llevó a que en plena pandemia un grupo de productores de series, películas y publicidad desarrollaran un plan estratégico y se lo presentaran al nuevo gobierno, argumentando con cifras por qué apostar por el crecimiento del sector podría favorecer a la economía en su conjunto.
Este ímpetu, sumado a la necesidad de las 460 empresas vinculadas al rubro de retomar el trabajo, con los 1.500 empleos que genera de forma directa y otros 1.500 que surgen de la cadena de servicios que conllevan los rodajes, motivaron a una veloz redacción de protocolos que el gobierno aprobó en junio pasado y posicionaron a Uruguay como el primer país de la región en volver a prender las cámaras.
Por ese entonces, los referentes del medio se arriesgaban a proyectar que el COVID-19 podría llegar a ser un golpe de suerte: quizás allanaría el terreno para sobresalir como un set ideal para filmar las obras que alimentarán los catálogos del streaming que nos devoramos en estos meses de semi confinamiento. Era una oportunidad única.
Entonces, el privilegio sanitario que había colocado a Uruguay en los medios como una especie de milagro en la era del coronavirus, sumado a otras ventajas de la plaza —exoneración de IVA y devolución de parte del gasto a ciertos inversores, la calidad de los técnicos, la variedad racial a la hora de conformar un elenco, la disponibilidad de locaciones, la “tranquilidad legal” y la “claridad económica”—, propiciaron que súbitamente nuestro país pasara a ser la solución para filmar los rodajes que estaban frenados en Argentina, Brasil, Chile, Colombia, México.
Los servicios de producción para empresas extranjeras empezaron a llegar a un ritmo imprevisto y se alcanzó el pleno empleo. En cuanto a la publicidad, el registro de producciones del mes de julio marcó un récord histórico y se mantuvo imparable hasta noviembre. “Estuvimos absolutamente desbordados, con la capacidad a full”, dice Ernesto Musitelli, director de la proveedora de equipos más grande del país y de los estudios Reducto, que funcionan como el centro de operación de varias producciones.
Se realizaban dos, tres, cuatro castings por día, incluidos los fines de semana. Era tanto el volumen de trabajo, que los encargados de buscar las locaciones hacían acuerdos entre sí y compartían el espacio para filmar publicidades distintas para empresas diferentes: un rato cada uno. Vinieron varios directores desde Argentina a instalarse en el país, y para los que dirigían de forma remota se desarrolló un sistema de streaming de alta tecnología. Empresas proveedoras de equipos llegaron a importar (de forma temporaria) todo tipo de equipamiento para abastecer la demanda del mercado.
Hasta ahí, el 2020 había pasado de ser un año trágico para este negocio a una agradable sorpresa. Pero en setiembre empezó otro capítulo que terminó de posicionar a Uruguay como centro regional para producciones internacionales. Así, “el año maldito” se consagró como una bisagra para el desarrollo del sector. Durante el último trimestre se filmaron en simultáneo cuatro series y una película para dos plataformas de streaming.
Los contratos de confidencialidad les impiden a las productoras elegidas para estos proyectos —Cimarrón, Salado y La Productora— presumir de sus clientes. Sin adjudicárselas a ninguna en particular, trascendió en distintas notas que se trató de Amazon y de Disney, y que en 2021 se sumarán —si todo sale bien— proyectos para HBO, Sony y Netflix.
Los directores de estas tres productoras estiman que, este año, la cantidad de rodajes para contenidos de streaming por lo menos se duplicará; los más confiados hablan de triplicar el volumen de trabajo. Esto motivó a que más empresas del sector empiecen a interesarse por el nicho de los contenidos.
Por estos días, los equipos de técnicos aprovechan para descansar y juntar fuerzas ya que al menos dos series y una película arrancarán a filmarse en febrero. No importa el incremento de los contagios, la suerte ya está echada y los proyectos confirmados.
Para estimular la industrialización acelerada de nuestro pequeño mundo audiovisual, el nuevo gobierno consolidó y amplió un programa piloto lanzado durante la última presidencia de Tabaré Vázquez que devuelve parte del gasto hecho en el país a las inversiones de gran porte. A este plan se le atribuye buena parte del éxito actual. Es que en esta fábrica de ilusiones hay una que trasciende la pantalla y confía en que la producción de series y películas extranjeras podrían ser un trampolín para la recuperación de la economía celeste.
Un gran dinamizador.
¿Qué historia hay detrás del furor de rodar en Uruguay algunas de las series que pronto veremos en streaming? “No fue mágico, ni fue casual. Hubo un conjunto de elementos imprevisibles y más bien negativos que paradójicamente beneficiaron un proceso que había empezado antes, que es la maduración del audiovisual local”, plantea Roberto Blatt, que interrumpió su rol de director de contenidos en televisión y productor de documentales en España para tomar la posta del Instituto del Cine y Audiovisual (ICAU) en plena pandemia.
Lo explica así: el sector venía creciendo apuntalado por una serie de ventajas —como la exoneración del IVA a las producciones internacionales— a la que se sumó el Programa Uruguay Audiovisual (PUA). El PUA se había lanzado en 2019 como un plan piloto que cambió el paradigma de la forma de producir en el país y lo posicionó en la región como el único además de Colombia y alguna localidad brasileña en ofrecer este mecanismo, en el que el Estado devuelve parte de los gastos hechos por los inversores.
De acuerdo a su primera versión, aquellos proyectos con un presupuesto mínimo de 600.000 dólares recibirían el reembolso de hasta el 25% del total gastado. La inyección de capital inicial del Estado fue de 4 millones de dólares, que se agotaron rápidamente y atrajeron una veintena de producciones incluyendo a Conquest, de Netflix, que dejó 1.5 millones de dólares.
Por otro lado —continúa Blatt— la pandemia provocó un salto tecnológico, “convirtiendo a los productos tecnológicos virtuales, es decir los intangibles, en los productos más demandados”. Hasta ahora el software era el intangible más popular en la industria nacional, pero el audiovisual “está peleando el podio codo a codo”, señala el director del ICAU y cita un estudio publicado en Inglaterra que pronostica que el audiovisual a nivel mundial será uno de los elementos de recuperación económica. Uruguay lo sabe y quiere su parte.
“Estamos por primera vez liderando un sector tecnológico creativo de absoluta modernidad, que al mismo tiempo tiene un efecto multiplicador que refuerza otros factores de producción del país”, añade Blatt. Se refiere, por ejemplo, a la promoción turística que arrastra el convertirnos en un set de fama mundial, pero también en el derrame económico que genera hasta en los rubros más impensados.
Los cálculos de Cimarrón —que rodó tres series en 2020 y en el primer semestre de 2021 producirá dos series extranjeras, una propia y dos películas— indican que se compraron 6.500 noches de hotel para el equipo que vino desde el exterior; se utilizaron los servicios de 20 transportistas y lo generadores de energía consumieron unos 6.000 de gasoil por mes. En tanto, filmaron cerca de 900 extras, 80 actores y se contrataron 290 técnicos. Para cumplir con el protocolo sanitario que diseñó la productora, se mandó a hacer una aplicación y se pagaron 10.400 hisopados. Esto, sin contar el impacto en el rubro del catering.
“El rol del audiovisual durante la pandemia fue clave porque es un dinamizador. El 40% del presupuesto de cualquier rodaje se gasta en hotelería, catering y transporte, que fueron tres rubros inmensamente golpeados por el COVID-19, así que el hecho de poder rodar significó dar un respiro económico a esas empresas”, plantea Jaime Miller, director ejecutivo de Uruguay XXI.
Desde Salado, la productora Mariana Secco contó que el contexto de pandemia generó que si antes un servicio para un contenido se filmaba en el país durante una o dos semanas, ahora “se empiezan y terminan en Uruguay”. Para el 2021 tiene cuatro series y una película confirmadas. “Tenemos una importancia tal, que hay hoteles de gran porte que están abriendo para nuestras producciones”, añade.
Una dosis de estabilidad.
Uruguay XXI identificó en el audiovisual el potencial para duplicar sus exportaciones en 2021, una virtud poco común. Si el promedio anual de exportaciones es de 20 millones de dólares, referentes del medio y el gobierno creen que este año podría ser de 50 millones, o tal vez más. Por eso es uno de tres sectores productores de servicios —junto al software, los servicios globales y los servicios de arquitectura, ingeniería y construcción— a los que este organismo les dará “un abordaje proactivo”.
En noviembre pasado el gobierno comunicó que el PUA pasaría a ser un programa estable y que duplicaría la inversión. “Lo que teníamos ya nos estaba quedando chico y estamos prontos para jugar en las grandes ligas”, dice Secco, productora de Conquest y presidenta de la Asociación de Productores y Realizadores Audiovisuales del Uruguay (Asoprod).
Las franjas se rediseñaron, se creó una novedosa línea para fomentar el desarrollo de la publicidad y se fijó en 7 millones de dólares el monto a ejecutar en 2021 y en los siguientes años del quinquenio. “Esta herramienta fortalecida les permitirá a los productores competir mejor para traer los proyectos a nuestra plaza”, confía Miller, de Uruguay XXI.
Santiago López, director de Cimarrón y secretario de Asoprod, reconoce que “sin la continuidad del PUA no existirían las posibilidades de generar más contenidos. El PUA genera previsibilidad”, dice. Esta es la primera vez que las empresas que se dedican a la producción de contenidos ya saben cómo será el calendario de 2021 e, incluso, parte del 2022.
Novedades en el rediseño del Programa Uruguay Audiovisual
El programa uruguayo no es el único en la región en emplear el mecanismo de “cash rebate”, que devuelve en efectivo hasta el 25% de los gastos para ciertas producciones de gran porte. Colombia lo ofrece y alguna localidad de Brasil también, incluso con porcentajes más elevados, pero los productores locales reconocen que el nuestro es un instrumento “más amigable”, que deja “muy conformes” a los clientes. ¿El incremento a 7 millones de dólares es suficiente? Desde Asoprod, el secretario Santiago López dice que el sector había pedido más y pronostica que el monto quedará “corto”. Confía en que los números serán otra vez aliados para que, en un tiempo, vuelvan a golpear la puerta de las autoridades para plantearles un eventual aumento de la inversión vertida en el despegado sector.
La principal novedad que trajo el rediseño es la inclusión de la publicidad, un rubro que hasta ahora se consideraba autosustentable, pero cuyo negocio está cambiando. Juan Lamboglia, presidente de la cámara que reagrupa a las productoras publicitarias, explica que el objetivo es atraer a aquellos comerciales con un presupuesto mayor a 300.000 dólares. Se trata de producciones de tres o cuatro días de rodaje que se fueron moviendo a países más competitivos para los servicios de producción, como Argentina, cuyo valor del dólar anuncia una competencia feroz. El PUA es administrado por la Agencia Nacional de Desarrollo y está destinado a largos, cortos, videoclips, animaciones, documentales, producciones televisivas y series internacionales. El porcentaje de devolución varía según el tamaño de la producción. Está organizado en tres franjas. La primera está dirigida a proyectos cuyo gasto ejecutado en Uruguay fluctúe entre 300.000 y 4 millones de dólares; ofrece 25% de reembolso, con un tope máximo a devolver de 700 mil dólares. La segunda franja es para producciones de entre 4 y 8 millones de dólares; el porcentaje de reembolso previsto es de 17,5%, cuyo tope es de 850 mil dólares. La tercera franja beneficia a producciones mayores a 8 millones de dólares. Éstas recibirán un reembolso de hasta 10,6%, lo que representa un tope de 1 millón de dólares.
Es algo nuevo para un sector que creció en una escuela hecha en la publicidad, acostumbrada a resolver en cuestión de días sus producciones y cuya estabilidad está atada a competir con los precios del mercado internacional. Es también una buena noticia para la larga cola de proveedores que por primera vez en 30 años se animan a agrandarse y hacer inversiones. Sienten que caminan sobre un terreno seguro.
“Con la publicidad, entre que se aprueba un proyecto y se filma pasan dos semanas y se terminó. Con las series y las películas se necesitan varias semanas de preproducción y unas nueve, 10, 12 semanas para rodar. Se les asegura el trabajo a los actores, a los técnicos y a los proveedores que vemos por primera vez la posibilidad de anticiparnos para responder a lo que se viene”, dice Musitelli, que se prepara para los próximos meses invirtiendo 500 mil dólares en insonorizar un estudio para filmar con sonido directo y otros 500 mil en nuevos equipamientos.
Se buscan técnicos.
La demanda del mercado parecería indicar que las series y las películas se convertirán en el nuevo motor del sector, aminorando así la fuerza que solía tener la publicidad. “La demanda de contenidos crece y la publicidad baja, o cambia. Se hacen producciones mucho más chicas y más efímeras, comerciales que soportan un solo click en redes sociales y no como antes, que vendías derechos por un año para todo el mundo”, plantea Juan Lamboglia, presidente de la Cámara Empresarial de Productoras Publicitarias del Uruguay y director de La Productora. Él ya sabe que filmará dos películas en 2021 y espera la confirmación de otro par.
A la caza de más clientes, Uruguay XXI en coordinación con el Ministerio de Cultura, el de Industria y las agrupaciones que nuclean a los productores incrementó la participación de uruguayos en las ferias de la industria; realizó un llamativo video promocional para posicionar al audiovisual como una marca país; creó una página web que reúne en un solo sitio toda la información necesaria para que un productor sepa qué ofrece la tierra charrúa como set y estudia la conveniencia de relanzar la film commission con un plan promocional fuera de fronteras.
Según anuncia Blatt, el director del ICAU, el plan ya hizo eco en firmas multinacionales que estarían interesadas en traer acá sus servicios de producción pero también querrían coproducir proyectos nacionales. Esto es importante, porque la contracara del éxito de los servicios es que el cachet de los técnicos sube y “es imposible conseguir gente para filmar las películas uruguayas”, plantea Secco.
Para López, director de Cimarrón, es importante que las productoras locales también desarrollen sus contenidos de producción originales. “Una puerta abre a la otra. Cuando los clientes llegan únicamente como un servicio de producción vienen a resolver un problema y el asunto es que es una competencia feroz porque son tomadores de precio. En ese sentido nos están ayudando el PUA a competir, por eso es importante que el país desarrolle ese otro valor para atraer a las cadenas multinacionales como socios”.
Pero antes de ir por más, hay que resolver las necesidades que el pleno empleo dejó en evidencia. Si bien el sector inició una profesionalización acelerada para estar a altura de sus clientes y entre otras cosas logró hitos como una solución creada junto a Antel para lograr una conexión súper potente que permita que a diario, al terminar la jornada, el material filmado se enviara a la productora en Brasil, ahorrándole así el viaje de un empleado con los discos duros, hay otras deficiencias que atender para “no morir de éxito”.
Como ya sucedió con el software, el audiovisual envió una alerta de falta de técnicos. “Ese es nuestro principal cuello de botella porque si queremos triplicar el volumen de proyectos necesitamos que los recursos humanos nos acompañen”, plantea Lamboglia.
Los entrevistados mencionan la necesidad de acercar los programas de las carreras al sector y de generar un plan para que los 3.000 estudiantes que egresan cada año conformen una bolsa de trabajo. También se afina con el Instituto Nacional de Empleo y Formación Profesional (Inefop) un plan para otorgarles una “certificación de competencias” a aquellos técnicos experimentados y por el otro lado apuntar a este rubro para la reconversión e inserción laboral. Este diálogo recién empieza. “Primero vamos a desarrollar la construcción de perfiles que el sector priorice de acuerdo a su demanda, luego evaluarlo y darle forma a una currícula. Nos interesa muchísimo”, anticipa Guillermo Dutra, desde Inefop.
El compromiso va tomando forma. Después de todo, ¿a quién no le seduce la idea de que Uruguay gane protagonismo en la industria más popular del mundo?
Gremio de técnicos reclama acceso a la seguridad social
Antes de que la suerte del audiovisual cambiara, la pandemia había dejado en evidencia la debilidad del sector en cuanto a sus relaciones laborales con los técnicos (unos 550), que trabajan en el 80% de los casos facturando por sus servicios y pagando los aportes mínimos. Según explica Daniel Fernández, presidente de Gremio Cine, esto presenta un doble problema: por un lado la ausencia de seguridad social y por el otro la imposibilidad de una jubilación digna. Si bien saldar este tema era urgente, ante el pleno empleo y la avalancha de rodajes los empresarios lo pospusieron, “por eso creo que debe ser el Estado el convocante”, dice. Gremio Cine prevé un reajuste de las tarifas (de 2011) apenas se retomen los Consejos de Salarios. También retomará la ayuda a sus asociados más perjudicados a través de un fondo solidario y creará una bolsa de trabajo para priorizar a los técnicos añosos.