Salud mental en el deporte
Incluir un psicólogo en los clubes es un requisito de la AUF para disputar los torneos, pero la mitad incumplen. Aquí, un diagnóstico de la salud mental en el fútbol con testimonios de jugadores.
El presidente de la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF), Ignacio Alonso, no duda al remarcar una de las condiciones que deben cumplir los clubes profesionales para disputar torneos locales: es obligatorio que un psicólogo trabaje en la institución. Sin embargo, un relevamiento realizado para este informe revela que 15 de los 28 equipos de primera y segunda división que disputan los campeonatos están en falta. No cumplen a pesar del impacto que generaron los recientes suicidios de los futbolistas Santiago “Morro” García, Williams Martínez, Emiliano Cabrera y Maximiliano Castro.
Estas muertes pusieron el foco en la necesidad de un acompañamiento en salud mental en el deporte profesional, pero lo cierto es que la incorporación de especialistas en los clubes de fútbol está rodeada de confusión y contradicciones. Por ejemplo, si bien Alonso dice que incluir a un psicólogo es un requerimiento obligatorio, dos fuentes consultadas de la Secretaría Nacional de Deportes aseguran que la AUF no lo exige.
Por otro lado, desde la Sociedad Uruguaya de Psicólogos Deportivos sostienen que varios clubes recurren a un psicólogo para que ponga la firma en la solicitud de la licencia profesional (el documento que habilita a un equipo a participar de las competencias). Esto hace parecer que el psicólogo trabajara en el club, cuando en realidad no lo hace.
“La salud psíquica es algo que nos preocupa mucho”, asegura Fernando Sosa, abogado de la AUF, pero al ser consultado sobre la mencionada obligatoriedad de tener un psicólogo en cada club duda, y dice: “Dejame ver si es necesario o no”. Abre su laptop, busca un documento y lee. Es el reglamento de la AUF. “Sí, sí, acá veo que deben tener”, confirma.
El artículo 45 del reglamento de licencias establece que “para obtener la licencia, el club solicitante deberá designar al menos un nutricionista y un psicólogo (…). Tanto el nutricionista como el psicólogo deberán contar con título universitario, el cual deberá ser presentado ante AUF, así como el contrato que lo vincula a la institución”. Pero en la última parte de ese mismo documento (actualizado en 2020), un detalle aporta más desorden: en una tabla se detallan los requerimientos para obtener las licencias y no figura como requisito el psicólogo.
De todas formas, lo que está claro es que los clubes que hoy juegan en primera o segunda y no tienen psicólogo sí presentaron un contrato a la AUF que vincula a un profesional a la institución. Distintas fuentes de cada club contribuyeron a un análisis que arroja que las instituciones en falta son Sudamérica, Boston River, Villa Teresa, Cerrito, Cerro Largo, Fénix, Montevideo City Torque, Villa Española, Central Español, Cerro, Juventud, Racing, Rampla, Rocha y Uruguay Montevideo. En tanto, entre las que sí tienen psicólogo en el equipo, solo Nacional, Atenas, Defensor Sporting y Rentistas disponen de un psicólogo en primera división y en formativas.
Según Alonso, “la salud mental es un tema fundamental” para la asociación, y aclara que “todos los clubes firmaron que cuentan con un psicólogo y por eso fueron habilitados”. Pero, ¿la asociación controla que efectivamente estén integrados a la plantilla? Alonso responde que no.
“No es lo mismo tener un psicólogo contratado en la institución que tener alguien que sea un amigo o alguien que te firma el papel y no tiene nada que ver. Ahí, en realidad, no hay un convenio, pago, nada. Te llena la ficha digamos y no trabaja. La idea de Conmebol y de FIFA es que sí trabaje un psicólogo para prevenir problemas vinculados a la salud mental de los jugadores”, explica María Noel Givorgre, presidenta de la Sociedad Uruguaya de Psicólogos Deportivos.
Al consultar a dirigentes, técnicos y jugadores de diferentes equipos se repite el énfasis en que incluir a un psicólogo deportivo “es un gasto económico significativo”. Sin embargo, diferentes especialistas plantean que su salario oscila entre 20.000 y 40.000 pesos mensuales, según la carga horaria requerida.
Ante este escenario, Diego Scotti, presidente de la Mutual Uruguaya de Futbolistas Profesionales, lamenta que no haya un requerimiento formal desde la AUF hacia los clubes, y plantea que la Mutual, tras realizar su propio diagnóstico y constatar que pocos clubes brindan atención psicológica a sus jugadores, creó un departamento de salud mental. Está enmarcado en el proyecto Más Mutual y lo integran seis psicólogos que se encuentran disponibles para el plantel y también para los jugadores afiliados que tengan contrato profesional, tanto en la A como en la B. Seis meses después de su lanzamiento, 50 futbolistas pidieron asistencia y están recibiendo atención.
“Quisimos generar una red de contención, de intervención, que tiene talleres y, a su vez, si algún jugador solicita ayuda de un profesional, se la podemos brindar”, explica Mitchell Duarte, secretario de la Mutual.
También comenzaron a recorrer los clubes con un taller de prevención del suicidio. En 2021 intervinieron en los planteles de Albion y Central Español y este año visitarán al resto de los equipos profesionales. “Al empezar a hablar, los futbolistas se predisponen de otra manera, quieren arrimarse, conectar con esta experiencia o pedir ayuda”, dice, y agrega: “Con esto plantamos la semilla. Y el número de consultas aumenta día a día.”
Los suicidios generan repercusión “porque hay miedo, mucho miedo”, plantea el psicólogo deportivo Jesús Chalela. “En esos momentos aparecen pedidos puntuales de charlas, pero el trabajo tiene que ser sostenido en el tiempo y con procesos. Cuando el psicólogo especializado convive con el equipo técnico y los jugadores, va a poder observar determinadas situaciones porque los conoce”. Así se pueden detectar más rápido las alertas.
En esta línea, los psicólogos de la Mutual tienen un protocolo para ponerse en contacto ante la noticia de un futbolista que tuvo una lesión grave, la pérdida de un hijo, un divorcio, violencia intrafamiliar o cualquier evento que pueda causar inestabilidad.
Antes del debut.
La expectativa por la firma del primer contrato; la búsqueda de estabilidad laboral; el ingreso económico como una motivación personal y familiar; el estilo de vida asociado a su carrera y las presiones que enfrenta le exigen al jugador de formativas una preparación mental y emocional sólida.
De acuerdo a la visión de Mónica Viñoles, psicóloga especializada en deporte, existen características que comparten todos los futbolistas que incrementan la necesidad de trabajar en salud mental. Esto se evidencia en los inicios de los futbolistas porque se “adultizan” temprano. Explica: “Adoptan un estilo de vida desde muy jóvenes, dedicándose solo al fútbol y quemando etapas. Algo que, en muchos casos, sin una red de contención acorde, termina haciendo mella en la psiquis”.
La historia de Agustín Amado, de 20 años, permite acercarse a lo que viven algunos de los que persiguen el sueño de convertirse en profesionales. Él tomó una decisión y no culpa a nadie por ello: se dedicó al fútbol y dejó de estudiar. Comenzó en Santa Lucía, de donde es oriundo, en el club local Wanderers. Allí pasó desde baby hasta la sub-20, y fue citado para la selección de Canelones en las categorías sub-15 y sub-18. “Pensaba solo en jugar, jugar y jugar. Además, veía que podía dedicarme a eso, entonces dejé la UTU en segundo”, dice. En aquel entonces dio “uno de los grandes pasos” en su carrera: comenzó a entrenar en las formativas de Peñarol.
Cuando Viñoles se refiere a la “adultización temprana” y habla de “quemar etapas” se refiere a que el futbolista adopta los hábitos de entrenar, alimentarse correctamente y descansar, pero como contrapartida descuida otros aspectos como el estudio y a su vez no visualiza el fracaso como un escenario posible. “Los juveniles solo en algunos casos pasan a primera división, la mayoría quedan en el camino. Llega el 1%. Entonces ¿qué pasa con todos esos jugadores que no lo logran?”, cuestiona la psicóloga.
Amado siempre quiso dedicarse al deporte, pero fue recién tras un fuerte revés en su carrera que se re arrepintió de haber dejado los estudios. A los 16 años, el volante central viajaba todos los días para entrenar en las juveniles de Peñarol. En ese tiempo, dice haber recibido falsas promesas relacionadas a la firma de su contrato, y empezó a sufrir ataques de pánico y crisis de ansiedad.
Las crisis de ansiedad estaban asociadas a los entrenamientos. “Pensaba todo el tiempo cosas malas. Me tocaba el pecho para controlarme los latidos y sentía que me iba a pasar algo. Llegaba un momento que me desconcentraba de la práctica, estaba en otra”, recuerda.
El psicólogo Santiago Coitiño plantea que es importante diferenciar el miedo de la ansiedad, porque esta no siempre es algo negativo. La crisis de ansiedad está asociada a una “bola de nieve disfuncional” —compuesta por temor acumulado y pensamientos negativos continuos— que no permite al individuo adaptarse a la situación. Así, comienzan temblores, sudoración fría e hiperventilación, que pueden relacionarse con factores específicos o con muchas vulnerabilidades que generan la ansiedad.
Los ataques de pánico eran otro tema: los episodios irrumpían por la noche y él sentía que se moría. “La primera vez fue en mi casa. Noté que el corazón me latía muy rápido, empecé a marearme y me temblaba todo el cuerpo. Me levanté de la silla y fui al cuarto de mi abuela. Ella logró calmarme y me llevó al hospital, por precaución”, recuerda.
La permanencia en Peñarol pendía de un hilo. Su representante había recibido varias veces el interés del coordinador de formativas de que permaneciera en el club, pero el contrato no llegaba. En este contexto, comenzó a trabajar con el psicólogo de los juveniles. Quería encontrar explicaciones a los episodios. Con el paso de los meses, la situación en el club se desgastó totalmente. Fénix le abrió las puertas. Los episodios se redujeron. “En aquel momento no encontraba razones para lo que me pasaba, pero hoy puedo asociarlas a una gran frustración. Sentir que todo el esfuerzo no valía de nada y que ahí me iba a quedar”.
Carina Posse, psicóloga de juveniles en Wanderers, afirma que saber asimilar el fracaso es una variable central que debe enseñarse. Los futbolistas saben que la chance de triunfar es mínima, por eso la clave está en la forma de abordar el tema. “En formativas, hay que acercarlo desde un lugar en que ellos no lo reciban como una agresión. Que no sientan que les están diciendo que no van a poder, mientras hacen un gran esfuerzo para estar ahí”, explica.
En Fénix, sin psicólogo en el equipo, Amado temía lo peor. Hasta que ocurrió. Volvieron el pánico y la ansiedad. Describe ese momento como uno de los más duros que atravesó. Cambió el técnico con el que había logrado grandes avances y fue otra vez empezar de cero. “Estuve una semana sin ir a entrenar porque no quería salir de mi casa”.
En ese tiempo, encontró el apoyo de los referentes del club, como Fabián Estoyanoff, quien había tomado la iniciativa de compartir su experiencia con todo el plantel. “Me llamó para decirme que estaba a la orden, que lo mejor era que volviera a entrenar. Él había pasado por momentos parecidos y encerrarme no me iba a ayudar”, cuenta el jugador.
La mayor vergüenza para Amado era que sus compañeros se enteraran de lo que le pasaba, pero el reencuentro con el equipo le cambió la perspectiva. “Sentí el apoyo, porque volver a entrenar era no estar tan solo al final”.
Finalmente, logró renovar contrato con el primer equipo de Fénix, en el que sigue peleando para alcanzar el debut en primera. Desde hace un año trabaja con una psicóloga para mejorar su confianza en la cancha, pero también para buscar más profundo: “Logré encontrar cosas que arrastro desde que soy chico. Secuelas que me han quedado que también explican lo que me pasa hoy”.
La espera más larga.
Es solo un portón, pero los jugadores observan la entrada del complejo de entrenamiento de la Mutual con resistencia y tristeza. Dentro, las condiciones están a la par de la mayoría de los clubes de primera: hay cancha sintética para jugar aunque llueva, atención de kinesiólogos, entrenamientos todos los días y fruta para después de practicar. El asunto es que la cabeza corre en otras canchas: el problema es ser un jugador libre.
“Es brava la incertidumbre, es una profesión muy incierta. Cuando llega el cierre del año y no tenés contrato, no sabés si conseguís club o no”, dice Luciano “Cafú” Barbosa, exfutbolista y actual entrenador del equipo de la Mutual. Para los que cruzan ese portón, el desafío es manejar las situaciones que la mente puede desencadenar cuando no queda más que entrenar y esperar: ansiedad, depresión, consumo de sustancias, apatía y un montón de enfermedades que pueden configurarse como más o menos graves dependiendo de la inteligencia emocional del jugador, de cómo esté rodeado o de si tiene un entorno que pueda detectarlo.
Casi solos
“No estamos laburando el tema como hay que laburarlo. Pensando en frío, si mañana se nos pega un ‘corchazo’ un compañero nos vamos a lamentar”, dice Santiago "Bigote" López, delantero de Villa Española, club que en 2021 recibía cada 20 días la visita de un psicólogo que brindaba charlas grupales para el plantel. Les “daba una mano” de forma honoraria: no fue incorporado al equipo. López entiende que “un taller cada 20 días no es la solución”. El club descendió a la “B” y el profesional que los ayudaba de vez en cuando ya no sabe si podrá hacerlo por superposición de horarios.
“Yo tenía muchos prejuicios sobre terminar jugando en la Mutual —confiesa Bruno Montelongo, quien pasó por el Milan y jugó con Luis Suárez y Edinson Cavani un Mundial en la selección sub-20—. No quería porque con la carrera que hice se ve mal terminar acá. Quiero seguir jugando al fútbol. Llegué y Cafú me recibió de la mejor manera, y ahí se me pasó eso. Dan un servicio completo, mejor que el de algunos clubes de primera”, dice.
La pretemporada de 2022 en la Mutual comenzó con 35 jugadores, aunque suelen llegar a unos 50. Hacia diciembre, quienes no consiguen equipo se van a jugar a la primera división amateur, otros continúan hasta el comienzo del año y se embarcan en una pretemporada más con la Mutual. También están los que se rinden y abandonan.
“Tenemos la idea de que el futbolista gana millones de dólares, pero en Uruguay esa no es la realidad: la gran mayoría vive situaciones complicadas”, plantea Nicolás Bava, coordinador del Departamento de Psicología de la Mutual. Y continúa: “Hay una gran inestabilidad laboral: firman contrato por un año, pero no les renuevan y se quedan sin trabajo, pasando de golpe a formar parte del equipo de libres. A lo largo de los meses se agudiza y se complica su situación. Hay una necesidad económica de encontrar un sustento. A su vez, ellos no cuentan con un fondo de retiro. La jubilación que generan no la cobran cuando se retiran, les toca recién a los 60 años. Ahí se da otra complicación”.
Además, está el estigma de la falta de formación educativa de los jugadores. “Hay familias que les dicen o jugás o estudiás. Ellos dejan de estudiar y después, cuando quedan libres, no tienen capacidad para trabajar prácticamente en ningún lado. Esta serie de situaciones configuran un estado crítico cuando un futbolista queda libre. En algunas ocasiones está toda la familia pendiente de que se le dé el momento de volver”, dice Bava.
Mathías Riccino sabe lo que es atravesar ese pantano emocional. Ingresó en 2020 a la Mutual. “Tenía muchos amigos que iban conmigo a los entrenamientos, me acompañaban en el auto, hablábamos, pero en la cabecita estaba solo. Cuando pasa el tiempo y no te llaman de algún equipo, si no tenés contactos en el ambiente para buscar contrato, te sentís solo, solo de verdad”.
Un año después le pidió ayuda a una psicóloga. “No solo por la ansiedad con el fútbol, también por algunos aspectos de mi vida personal, pero me ayudó mucho con mi carrera. También empecé a meditar, me ayudó a controlar la mente, fue un cambio bastante grande”, asegura.
Hacia la mitad del campeonato 2021, consiguió un pase. Entrenó dos meses con un equipo de la B, pero de un día para el otro le dijeron que no iban a contar con él. Otra vez volvió a cruzar el portón de la Mutual. La diferencia es que esta vez se sintió con más confianza y pudo afrontarlo con más seguridad en sí mismo. “Me agarraba en otro momento, con otra cabeza, y por ahí me tiraba para abajo y no me levantaba más”, reconoce.
El último contrato profesional de Riccino terminó hace tres años. La normativa indica que luego de dos años entrenando con la Mutual, si el jugador no consigue equipo, tampoco tiene lugar en el plantel del sindicato. Se queda sin entrenamientos de alta competencia, sin compartir rutina con compañeros y sin apoyo psicológico.
Después del retiro.
El 23% de los futbolistas activos sufren trastornos del sueño, el 9% expresó que padece depresión y otro 7% ansiedad, según datos recabados por la FIFA. Estas cifras aumentan entre los retirados: 28% tiene problemas para dormir y la depresión y la ansiedad afectan, respectivamente, al 13% y 11%.
Damián Benchoam, psicólogo en Nacional, afirma que es fundamental hablar del “tema del retiro” para ir preparándolos, mostrándoles qué otras posibilidades existen. Un informe de la Federación Internacional de Futbolistas Profesionales asegura que el 67% de los jugadores no sabe qué pasará con su vida cuando se retiren. En este sentido, el estudio destaca una pérdida de identidad, una sensación de vacío por poner fin a la carrera.
Para un futbolista retirarse implica un desapego que puede darse de forma involuntaria —por una lesión—, repentina y a una edad mucho más temprana que para el común de las carreras. Deja de ir a entrenar, cambia su rutina, abandona el desafío que representa la competencia fin de semana tras fin de semana. Además, se difuminan los objetivos grupales, la preparación física y pierde la convivencia con los compañeros.
En definitiva, el deportista pasa de enfocarse en sí mismo a tener otro rol, plantea Benchoam: entiende que su vida ya no gira en torno a su trabajo y esto le permite ocuparse de la familia o de las tareas del hogar, por ejemplo. Se descubre en un papel que nunca le había tocado vivir.
La buena noticia es que acompañados por políticas sociales y programas institucionales los clubes cada vez fomentan más la formación entre sus profesionales. Se resalta el programa Gol al Futuro, creado en 2009, que busca que la práctica del deporte no limite la continuación de los estudios. Datos publicados en diciembre de 2020 indican que el programa atiende a 3.907 varones de entre 13 y 19 años, de los cuales más del 90% estudian. En el año en que se creó, menos del 50% formaba parte del sistema educativo.
“Es una mentira que si estudiás te va mal en el fútbol”, dice Benchoam. El psicólogo cuenta que años atrás existía la idea de que solo se podía jugar al fútbol y no hacer nada más. Con el paso del tiempo, esta percepción cambió y se entiende que el dedicarse a otra cosa le permite al futbolista concentrarse, enfocarse mejor en los objetivos deportivos e, incluso, pensar de manera ordenada al momento de entrenar y estar en la cancha.
(*) Este informe se realizó a partir de un proyecto final de carrera de la Licenciatura en Comunicación de la Universidad de Montevideo.
Prioridad: ¿la asistencia urge en formativas o en primera división?
En el fútbol uruguayo hay cuatro clubes que cuentan con un psicólogo en formativas y en primera división; uno solo trabaja en salud mental en la máxima categoría y ocho en juveniles. Estas cifras introducen la discusión acerca de cuán importante es la presencia de un psicólogo en el proceso formativo y en la primera división, un debate que no está resuelto. María Noel Givogre, presidenta de la Sociedad Uruguaya de Psicología del Deporte, explica que “existe la idea de que los jugadores que tienen experiencia no necesitan tener psicólogo en el equipo, que es más para juveniles. Pero, en realidad, las presiones y todo el trabajo nuestro en los planteles principales son mucho mayores que lo que podés hacer en formativas”. Givogre entiende que es importante la preparación que se le brinda a los jóvenes, pero que las dificultades reales en cuanto a salud mental se visualizan en los planteles principales. Por su parte, el psicólogo Pablo Ferreira considera que el especialista “antes de ser un trabajador del entrenamiento mental debe ser un promotor de salud y, por ende, es mucho más importante estar en divisiones formativas”. De todas formas, Ferreira detecta un inconveniente, y es que “en primera división están los mejores profesionales”, porque es donde se paga mejor. Según Givogre, en condiciones ideales, cada equipo y cuerpo técnico de cada categoría contarían con un profesional de la salud mental. “¿Cómo hacés para estar con cuatro categorías si entrenan a la misma hora? Es imposible trabajar bien así”, plantea.