El truco para ver series en Cuba

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La empresa de comunicación estatal anunció que durante 2018 comenzará a comercializar el servicio de Internet en celulares a través de tecnología 3G. Foto: Reuters

PEQUEÑO GRAN NEGOCIO

Para ponerse al día con las series y películas, los cubanos crearon redes comunitarias de conexión a internet y venden un paquete de programación de puerta en puerta. Su distribución mueve cuatro millones de dólares por mes. Pero, ¿cómo hacen para evadir a las autoridades?

Una plaza de provincia cubana sigue siendo el lugar predilecto para compartir sueños y frustraciones, en donde recalan aquellos sin dinero para entrar a una discoteca y, desde hace tres años, el sitio donde la mayoría de los que tienen seres queridos dispersos por el mundo acuden con la esperanza de ver la cara pixelada de un hijo, la voz entrecortada de un hermano, o las imágenes de la nueva vida del que partió.

Gladys sale de su casa cuando el sol aún no desplegó su inclemente dureza y el calor no asfixia tanto. Detrás de su casa hay una pequeña plaza que es uno de los 500 espacios habilitados en el país con conexión inalámbrica, a la que se accede a través de los diferentes tipos de cuenta Nauta que la estatal Etecsa ha dispuesto para la navegación. Gladys pasa por la casa de un vecino que se dedica a vender tarjetas para recargar la cuenta Nauta. Desde el pasado 30 de octubre las tarjetas de una hora cuestan un CUC (US$ 1) —antes costaban dos— una cifra notable si se considera que el salario promedio de los cubanos es de 29 CUC. Como Gladys trabaja en un hotel, con las propinas que hace sus ganancias mensuales no suelen ser tan magras. Por eso se puede permitir, una, dos y hasta tres veces por semana, comprar una tarjeta y hablar con su única hija, que vive en España.

La velocidad de conexión en las provincias puede llegar a ser más rápida que la de la capital. Es un tema de demanda. En La Habana hay unos 40 puntos de red Wifi, pero como allí viven más de dos millones de personas suelen estar saturados.

Sin embargo, los habaneros encontraron alternativas para no quedarse atrás con la revolución digital. Desde mediados de los 2000 y los inicios de la segunda década del siglo, algunas personas empezaron a entrar al país, o a crear por sus propios medios los componentes que se precisaban para formar una red local que les permitiera, en una primera instancia, jugar desde su casa con otros usuarios distantes. Primero, a algunas cuadras, luego desde otros barrios.

Así surgió SNET, una comunidad inalámbrica que se expandió bajo la vista gorda del gobierno. "La gente suele usar la red para jugar Warcraft, Call of Duty, cualquier juego", dice un productor audiovisual independiente. Este entramado cuenta con servidores de gran capacidad y alberga además de juegos, chats, música y videos. El año pasado se contabilizaban 20.000 usuarios conectados a esa red.

Internet al estilo China.

Sin acceso a Instagram ni Facebook, los integrantes de la red han creado sus propios clones de estos sitios. También han incluido el contenido de El Paquete, una alternativa que han encontrado los cubanos para estar actualizados con series y películas. "Es todo interno, cosas que se hacen en los mismos barrios, páginas, foros. Es un internet cubano, como en China", explica Iván, que tiene un puesto de reparación de celulares y elementos electrónicos en el populoso barrio Vedado.

Con la instalación de puntos de conexión inalámbrica en espacios públicos, quienes utilizan la red encontraron la manera de conectarse sin tener que ir a esos lugares. "Hay mucha gente que vive en las inmediaciones de las zonas Wifi que han puesto antenas. Captan la señal de la zona que les queda cerca y desde su casa disparan la señal del Nauta para la casa de un amigo por la misma red. Y de ahí a otro lugar. Ya no tienen que ir al parque a conectarse", comenta Iván, uno de sus usuarios. Pero, ¿es legal? Según él, "no hay una ley que me impida tener una red y transmitir la señal del Nauta. Lo que es ilegal es que cobres por eso. Si yo comienzo a vender el tiempo de conexión y me agarran, me parten las patas".

Sin embargo, Mario, un ingeniero informático, advierte que tener una red de estas sin una autorización es ya de por sí ilegal. "Lo que pasa es que se desarrolló rápido y, en verdad, todo esto está en una zona gris, como otras tantas que existen en Cuba", opina.

Lo cierto es que las leyes cubanas no permiten la creación de redes inalámbricas, sin importar los contenidos que circulen en ellas. Una normativa de 1992 establece multas para aquellas personas que transmitan señales o cualquier tipo de información sin una autorización debida a través de las ondas electromagnéticas, a la vez que establece el decomiso para quienes instalen o importen equipos de radiocomunicación sin el visto bueno de las autoridades pertinentes. Defensores de SNET consideran que esas leyes no pueden impedir algo que no existía cuando fueron dictadas.

Una de las razones por la que SNET ha sobrevivido todo este tiempo radica en que desde sus inicios sus usuarios evitaron difundir contenidos políticos, religiosos o pornográficos. Los administradores de la red conformaron sus propias reglas y establecieron sanciones para quienes las violen. Los usuarios no pueden ofrecer servicios dentro de la red como internet, TV, radios extranjeras, u otros de carácter lucrativo. Tampoco vender o promocionar drogas, algo perseguido y penado con severidad por el sistema judicial cubano. De tal forma, SNET se aseguró la tolerancia de las autoridades y, a la vez, se acercó al debate sobre políticas de uso aceptable de internet que rige en el mundo.

De mano en mano.

Viernes tras viernes al apartamento de Caridad, una ama de casa, llega un joven con un disco duro de un terabyte de capacidad. Dentro, trae la última edición de El Paquete Semanal, una salida que desde hace unos años encontraron los cubanos para sobreponerse a la falta de internet y poder disfrutar de series, programas de televisión y películas que los limitados canales oficiales no ofrecen. A Caridad el surtido de telenovelas brasileñas y series norteamericanas le sale poco más de 1 CUC. Sus hijos también aprovechan para proveerse de los capítulos recientes de Stranger Things y de aplicaciones para celulares y PC.

Antes de llegar hasta el apartamento de Caridad, ubicado en Ciego de Ávila, una ciudad a poco más de 400 kilómetros de La Habana, ese terabyte de información ha pasado ya por varios intermediarios. En la capital los proveedores se encargan de descargar los contenidos de internet y vendérselos a las matrices, pequeños equipos de personas que organizan toda la información en carpetas temáticas. Las matrices las venden, a su vez, a distribuidores de primera mano en todas las provincias y, finalmente, estos lo despachan a pequeños distribuidores, como el joven que cada viernes provee a Caridad de sus telenovelas y shows.

Unos cinco o seis días pasan los proveedores descargando los materiales, y menos de 24 horas tarda en llegar el terabyte al resto del país, gracias a los ómnibus interprovinciales que circulan a diario por la isla.

Si en sus inicios El Paquete Semanal incluía fundamentalmente contenidos audiovisuales, ahora se ha convertido en un abanico de propuestas muy disímiles y la fuente principal de entretenimiento para los cubanos. En él es posible encontrar en PDF revistas como Vogue en su edición latinoamericana o Caras chilena, diarios como El País de Madrid o El Mundo, software, música e, incluso, publicidad, un terreno aún poco explotado, pero floreciente a la sombra de los miles de negocios privados que han emergido con las flexibilizaciones de los últimos años.

El Paquete Semanal se ha convertido también en una fuente importante de trabajo y en un negocio que, según estimaciones, genera entre 2 y 4 millones de dólares al mes. Los distribuidores de primera mano cobran unos dos CUC por cada edición. Luego, los pequeños distribuidores lo venden entre uno y cinco CUC.

No obstante, la mayoría de los que terminan viendo los contenidos de El Paquete lo hacen gratuitamente. Esa costumbre que tienen los cubanos de compartir todo también aplica aquí. Los hijos de Caridad confiesan que luego les copian las películas y novelas a vecinos y amigos.

Intentar rastrear el origen del entramado de este mecanismo es imposible. Los artífices de el Paquete Semanal rehúyen de toda promoción o entrevista. Al igual que SNET, se mantiene ajeno a contenidos políticos, religiosos o considerados subversivos. Eso probablemente explicaría que se haya expandido sin que las autoridades se hayan esforzado en eliminarlo. Muchos coinciden en asegurar que esta original forma de proveer entretenimiento e información "se le fue de las manos al gobierno". Sus creadores, al igual que los usuarios de la red de la calle, consideran que su negocio es "alegal".

Respuesta sin gracia.

Para competir con el Paquete Semanal el gobierno creó una alternativa: La Mochila, otro compendio digital de similares características y de acceso gratuito. Pero con contenidos menos atractivos para los cubanos. La Mochila peca del didactismo y la pacatería de los medios oficiales. Una versión de fines de enero de esta oferta distribuida a través de los Joven Club de Computación (especie de cybers estatales), incluye programas de canales nacionales y provinciales, películas también nacionales, artículos de la prensa local, entre otros materiales seleccionados.

Los impulsores de La Mochila aseguran que su contenido no está "politizado" y busca ser un "producto cultural para la familia cubana" que contrarreste los "estereotipos" foráneos y contribuya a preservar los "valores" de la sociedad socialista. Sin embargo, a más de un año de su aparición no ha logrado menguar la popularidad de El Paquete Semanal ni igualar su alcance.

Aunque llegaron tarde a los entresijos de internet, los cubanos han sabido encontrar formas creativas para sobreponerse a su aislamiento y asomar al universo de las redes. Es de esperar que la inevitable expansión de la conexión a hogares y la navegación con tecnología 3G, prevista para un futuro inmediato por el gobierno, lleve a los habitantes de la mayor de la Antillas a crear nuevas inventivas para acceder y compartir la información.

Mientras esa realidad llega, los usuarios de la SNET seguirán expandiéndose por La Habana, Caridad y sus hijos pagarán por su surtido semanal de películas, series y aplicaciones, y Gladys continuará yendo cada semana a la pequeña plaza que hay detrás de su casa para ver el rostro o escuchar la voz de su hija.

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