Venezuela se prepara para otra jornada histórica. El mundo mirará hacia allí este domingo 28 de julio, cuando el régimen de Nicolás Maduro se someta a una elección cargada una vez más de suspicacias, incertidumbre y fervor.
Entre los más de 21 millones convocados a votar hay también un puñado de algunos miles de uruguayos, vestigios de una colectividad reducida a la mitad de lo que fue a principios de siglo.
Un acérrimo chavista cercano a Maduro que defiende el camino de la revolución y critica a la distancia al Frente Amplio; un padre y una hija en las calurosas aguas de la Isla Margarita; un expublicista que siente que por fin ha llegado la hora del cambio; los uruguayos que siguen en Venezuela —algo menos de 8.000, según las cifras de Cancillería— cuentan cómo se vive la nueva instancia electoral y lo que creen que vendrá.
Confiado
Raúl Pascal, de 61 años, vive en Venezuela desde los 14 y dice que nunca cayó en los encantos del chavismo. “Jamás me engañaron. Ya cuando empezaron las reformas constitucionales dije: esto no está bien”. Con su mamá muy mayor, decidieron quedarse. Ahora se ilusiona con ver finalmente el cambio que tanto anhela.
“Estoy confiado, no siento miedo ni incertidumbre”, dice a El País. “La gente en la calle lo dice: estamos cansados y perdimos el miedo. No es solo la televisión. En la calle escuchas que te dicen: ‘No, ¡que a mí no me vengan a ofrecer una bolsita de comida o un hospital que no me han dado en 25 años!’”.
“En todas las anteriores oportunidades nos tocaba siempre la duda. El régimen nos ha mantenido amedrentados, no nos dejaban hacer marchas. En este caso no hay dudas. La gente está dispuesta a todo”, añade Pascal.
La situación económica, concede, ha mejorado —o algo así— si la comparación es con los terribles años de escasez, hiperinflación y desabastecimiento. Pero más de la mitad de la población vive en la pobreza extrema y la dependencia de las bonificaciones estatales, dice Pascal, es muy grande.
En la estabilización relativa de la economía venezolana influyó entre otros factores la dolarización “de hecho”.
“Se dio de manera transaccional. En algún momento empezamos a exigir y aceptar el dólar como moneda corriente. Hicieron muchos intentos para mantener a flote el bolívar, pero la ola fue muy grande”, cuenta.
Con un bolívar cuya devaluación fue tan alta que debieron sacarle seis ceros —ya se le habían eliminado ocho previamente—, hoy las referencias de los precios, no importa con qué moneda se pague, están en dólares. Para evitar el símbolo de la moneda estadounidense, los comerciantes ponen la palabra “REF” en su lugar.
“Si ves REF 1 es que cuesta un dólar. La moneda la usan desde el que te cuida el auto hasta la tienda Zara”.
Como integrante de un grupo de corredores de negocio, Pascal dice que en estos últimos días se ha visto un aumento de las compraventas, con especulaciones sobre lo que ocurrirá a partir del domingo. “Este país está totalmente a la venta. Todo a la venta. Ves mucha gente con plata en mano buscando inmuebles. En estos días se cerraron muchas negociaciones. Varias se nos esfumaron de las manos. El que tenía pensado comprar, apretó el acelerador y compró”.
El madurista
Gorgias Brignone tiene una mirada distinta. El domingo 28 de julio, este hombre de 73 años —uno de los uruguayos más fieles al proceso bolivariano— saldrá de su casa en Caracas para votar nuevamente por su querido Nicolás Maduro.
Criado en Villa Dolores, Brignone se fue del país en 1978 escapándole a la dictadura —“me mataban, nene”, dice al otro lado de la línea— y encontró en el chavismo, unas décadas después, la materialización de sus ideas socialistas que hoy, según su visión, el Frente Amplio y sus líderes están “traicionando”.
Durante muchos años no estuvo solo en esa trinchera. Pero a esta altura, pasados 25 años, son menos los que defienden tan a viva voz como él, casi sin matices, al régimen chavista.
Brignone no es un actor ajeno. Fue durante años referente del Centro Uruguayo Venezolano y testigo privilegiado de los vínculos estrechos entre el chavismo y los gobiernos del Frente Amplio. Cuenta con orgullo la vez que Hugo Chávez le dijo “yo te conozco a vos”, o cuando el comandante disfrutó un espectáculo de la “Murga de Caracas” durante una visita de José Mujica a Venezuela en 2012, o de su cercanía con el actual presidente Nicolás Maduro.
“Sí, yo tenía muy buena relación con Maduro. Le preguntás mi nombre y te va a decir que sí. Ahora, tampoco me voy a poner a tocarle la puerta y decir: hola Maduro”, cuenta a El País.
Brignone dice que el presidente “está haciendo un muy buen gobierno” y que incluso es “mucho más capaz políticamente que Chávez”.
Por eso está confiado en que, “pese a lo que muestran los medios de comunicación”, el oficialismo volverá a imponerse en las urnas. “Nunca hubo una manifestación como la de ayer (jueves), el cierre de campaña de Maduro. La de la oposición fue una cosa chiquitica: gente de clase media, media alta, vestidos como si fueran a una fiesta, como si fuera Pocitos. Con eso no se gana”.
Con él es así: la conversación oscila de Caracas a Montevideo. Lo que pasa en el Caribe, según su visión, no puede “no tener en cuenta las sanciones” y que a Venezuela “le sacaron todos los depósitos internacionales”. Afirma que nadie cuenta las “generaciones enteras” formadas por la “educación de calidad” bajo el chavismo o los servicios a los que accede parte de la población por “dos pesos”.
Del devenir de la política en el Río de la Plata, dice que “nunca hubo un gobierno tan corrupto como la actual coalición de gobierno pero volverá a ganar”, que el Frente Amplio es un “movimiento neoliberal”, que “(Danilo) Astori no se diferenció de (Alejandro) Végh Villegas”, que Tabaré Vázquez “no era de izquierda”, que “(José) Mujica es un traidor” —“venía a pedirle plata a Chávez para la campaña y después se puso a hablar mal de él, de Maduro, de Cuba y Nicaragua”— y que no soporta ver a sus viejos compañeros de izquierda plantear que los movimientos guerrilleros de los 60 y los 70 fueron en “defensa de la democracia” y no en pos de un “cambio al socialismo”. Uno de sus últimos interlocutores en la “verdadera” izquierda uruguaya, explica, era Jorge Zabalza.
Los isleños
Además de Caracas, el otro sitio con importante presencia de uruguayos es Isla Margarita. Desde allí atienden el teléfono Carlos Sosa (83 años) y su hija Alba Sosa (58 años).
En ella, que pisó Venezuela cuando tenía 12, se perciben rápidamente los modismos del habla caribeña, pero con su padre solo cinco palabras bastan para delatar su origen uruguayo.
—Esto es un desastre, bo.
Alba aclara desde un principio que no tiene demasiado para opinar de política.
—¿Es un instinto de supervivencia?
—Básicamente sí. Hay dos tipos de problemas: los que puedes resolver y los que no. Lo que puedes, resuélvelo. Lo que no puedes, olvídalo, porque si no te vuelves loco.
Eso sí: entiende que “votar” es una de esas cosas que sí están en sus manos, y por eso nunca falta a la instancia.
—Es lo único que tenemos en nuestras manos. Entonces cada vez que hay elecciones nosotros vamos y votamos. Hay gente que dice: no vayan a votar ahorita porque es apoyar al gobierno en su disfraz de democracia. Pero vamos igual porque... ¿qué más puedes hacer? La única esperanza es que alguna vez las elecciones sirvan de algo.
Cuando llegaron en 1978, Venezuela “era una gran nación”, dice Carlos. “Haber llegado en ese año era un lujo”. Como tantos otros, escapó de la dictadura —“yo fui marxista, fui tupamaro, hice cualquier cagada”, dice con la distancia del tiempo— y desembarcó en el país en el que ya tenía dos hermanos y una prima.
Pasó mucho desde aquel entonces. Ahora critica a la “cuerda de ladrones” que ha hundido al país en un combo de “miseria” e “ignorancia”. “Yo viví muy bien, no me puedo quejar. La plata que gané la invertí... acá en Margarita conseguís un apartamento bien, con vista al mar, a una cuadra de la playa, por 15.000 dólares”, dice Carlos.
El domingo irá a votar pero ya vivió demasiadas frustraciones como para ilusionarse. “El problema electoral... creo que la oposición no tiene un segundo de televisión. Todos los canales son del gobierno. Y no solo lo usan para hacer propaganda a favor de ellos, sino en contra de la oposición”.
—¿Qué expectativas tenés? ¿Creés que puede haber un cambio?
—No, en absoluto. Para nada. Va a ganar el gobierno por la propaganda que tiene.
De tal palo tal astilla, cuando se les pregunta si en algún momento pensaron dejar el país, ambos Sosa aluden al clima caribeño como un factor irrenunciable.
“Tenés que ver el Caribe para entenderlo”, dice Carlos. Algo entre risas, su hija lo describe así: “Lo primero es que somos muy sensibles al frío. No hay muchos países con este clima”.
Pero también están las raíces sembradas durante tantos años. “Mi papá hizo su casa con cuatro apartamentos para alquilar; tengo ahí mismo mi consultorio más arriba que tampoco pago alquiler; tengo mi casa aquí muy bonita con un jardín precioso que hice yo solita con mis hombros y codos”, agrega Alba. “Tenemos agua y gas, hasta los apagones son un poco más benévolos que en tierra firme. Así que bueno, en eso estamos como privilegiados”.
Un antecedente que no se repetirá
El fin de semana de las elecciones uruguayas de octubre de 2014, Gorgias Brignone aterrizó en Montevideo en un vuelo de la aerolínea estatal venezolana Conviasa, en el cual llegaron varios uruguayos para votar por la fórmula Tabaré Vázquez-Raúl Sendic, según consigna el libro Petrodiplomacia. Valijas, negocios y otras historias del chavismo y Uruguay (2024), del periodista Martín Natalevich.
Días después, conocidos los resultados favorables al Frente Amplio —que obtuvo la mayoría parlamentaria, contra los pronósticos previos—, Brignone escribió que, como otras veces, "el aporte de La Patria Peregrina" había sido "factor determinante para obtener los triunfos mas importantes del pueblo uruguayo". "Regresamos a La Patria de Bolívar, con la alegría y el honor de haber cumplido y agradecidos por todos lo que hicieron posible este viaje", añadió en ese entonces.
Diez años más tarde, Brignone dice que no concurrirá a votar en las elecciones uruguayas, porque "la política económica es la misma sea el Frente Amplio o los blancos y colorados".
Volver
A casi todos los uruguayos que permanecen en Venezuela los une menos la añoranza del país que dejaron hace tiempo que la esperanza de ver volver a quienes se fueron de su hogar adoptivo.
“Apenas ocurra un cambio, muchos de nuestros familiares van a regresar”, dice Pascal. De su familia se fueron 19 primos y quedaron cuatro.
Alba Sosa tiene a uno de sus dos hijos en Chile. “Le fue muy bien desde el principio. Él dice con mucho gusto que se volvería, pero yo siempre le digo: mira, no es el momento todavía”.
Es un patrón que se repite: los que más se han quedado son las primeras o segundas generaciones, mientras que las más jóvenes —casi todos ellos nacidos en Venezuela— han buscado oportunidades afuera.
Y eso, coinciden todos, se ve también en una pérdida gradual de la tradición uruguaya. Los hijos y nietos de los que vinieron de Uruguay mantienen menos la conexión, afirman.
“Hubo clubes uruguayos que nunca han funcionado mucho. Se hacían esfuerzos supremos para hacer una reunión. Acá trataron de hacer como un comité uruguayo, y hubo varias reuniones. La primera reunión unos cuantos, la segunda reunión unos cuantos menos y así en poquito tiempo desaparecimos todos”, dice Alba Costa. “Unos cuantos se han vuelto para Uruguay, otros se fueron, se ha ido demasiada gente; la isla creo que perdió la mitad de la gente”.
Por esa y otras razones, uno de los que lo sufre también es el Centro Uruguayo Venezolano, aquel que recibió sus apoyos del gobierno bolivariano —y en el que Chávez supo disfrutar algún asado, y ahora ha “decaído bastante”, a pesar de un leve repunte tras la pandemia. “No sé cuánto va a durar el centro. Los directivos son todos mayores, no hay juventud. Tenías tango, bailes, murga. Ahora no queda nadie”, dice Brignone.
Recuerdos de Caracas y una muy prudente esperanza
Escribe Juan Pablo Correa
Viví en Caracas en los años 2007 y 2008. En 2021 escribí en este diario: “Creo que la tiranía chavista está definitivamente consolidada. En la sufriente y convulsa América Latina, asolada por la pandemia, cada gobierno tiene ya mucho de que ocuparse fronteras adentro. Y eso juega para Maduro. Sin embargo, cómo me gustaría equivocarme y que algo, un milagro, hiciera caer a Maduro y sus cómplices y que la lucha abnegada del cada vez más acosado diario El Nacional y de tantos miles de sufrientes venezolanos se viese coronada por la victoria”.
Pasaron años y ahora parece que quizás (solamente quizás) el régimen chavista (no madurista, porque no hay que exculpar al coronel del desastre) podría caer.
Cuando yo estaba allá, la situación económica se estaba deteriorando pero no había llegado a los extremos dramáticos a los que llegó luego. Vivía en el este de Caracas, en el municipio Chacao, una zona relativamente segura. El desabastecimiento era incipiente y yo tenía que caminar al rayo del sol cuadras y más cuadras para buscar leche para mi hija. En las panaderías me decían que no había hasta que le facilitaba una “propina” al empleado que me daba entonces disimuladamente una cajita de 250 mililitros, un “cuartico”. Cuando llegaba leche a los supermercados se corría la voz y debía ir rápido a buscarla. En los años posteriores todo se agravó.
Chacao era y es un baluarte antichavista y, como dije, bastante seguro. Pero desde mi apartamento se veía Petare, otro municipio, donde cada fin de semana había muchísimos homicidios. Los cadáveres a veces quedaban días en las escaleras, que son las “calles” en las faldas de la montaña, sin que nadie los recogiera.
El tránsito era caótico. Como el combustible tenía un precio regalado, como consecuencia de los subsidios, circulaban enormes autos que consumían muchísimo. Tres de los cinco municipios caraqueños eran opositores y dos chavistas. Había municipios que para descongestionar prohibían circular los autos con placa que terminase en determinada cifra ciertos días y otros que sí lo permitían. Era como que se pudiese circular en Pocitos sí y en el Parque Rodó no. La prohibición era totalmente inefectiva.
Ahora se dice que la pesadilla de la dictadura podría estar llegando a su fin. Esto me ha llevado a preguntarme qué puede haber pasado para que la continuidad del chavismo parezca ahora estar realmente amenazada. Me dicen que ha sido muy importante la unidad opositora y el carisma de María Corina Machado, una mujer valerosa de clase alta pero que ha sabido comunicarse con los sectores populares y que parece que lograría lo que no pudieron los igualmente valerosos Juan Guaidó, Leopoldo López, Henrique Capriles, y Julio Borges, entre otros. Parece que se ha logrado revertir la lógica desmoralización opositora de los últimos años.
También supongo que la situación social debe estar cerca de ser insostenible luego de que ocho millones (¡ocho!) de venezolanos emigrasen desesperados. Y el contexto internacional parece haber cambiado. Lula, un veterano astuto, ya no habla de que la denuncia de Venezuela como una dictadura pura y dura es una “narrativa”. Enviará al también veterano astuto Celso Amorim (sí, el mismo que le bajaba el pulgar a los intentos uruguayos de buscar acuerdos comerciales bilaterales) a verificar si las elecciones del domingo merecen el nombre de tales. Quizás Lula tema otra ola de emigrantes que resulte desestabilizadora si Maduro no acepta su derrota.
Parecen lejanos los años en los que Lula, Cristina Fernández y el gobierno uruguayo del momento apuntalaban al chavismo.
Parece que la oposición, hábilmente, ha insinuado la posibilidad de una amnistía. No sería agradable ver impunes a los Maduro, Diosdado Cabello, Jorge Rodríguez y otros pero quizás sea un sapo a tragar en aras de asegurar una salida.
En un escenario post Maduro debería tenerse claro que unas elecciones limpias asegurarían la legitimidad de origen del nuevo gobierno pero no su eficiencia para reconstruir un país devastado. Se me ocurre que se debería evitar volver a algo semejante a lo que fue la Cuarta República (como se conoce al período desde la caída de Marcos Pérez Jiménez en 1958 hasta el advenimiento de Hugo Chávez en 1999). En la última etapa de ese lapso los gobiernos de los partidos Acción Democrática y Copei ingresaron en una espiral de despilfarro y corrupción a cuenta de los enormes ingresos petroleros que constituyó el caldo de cultivo para el populismo demagógico, autoritario y también derrochador de Chávez al que su temprana muerte evitó estar aún más asociado al descalabro. Venezuela deberá intentar diversificar su economía hoy monoproductora.
También pienso que para el Pit-Cnt y el Frente Amplio sería algo bueno que cayese el régimen. Algunos sectores de la coalición y de la central sindical estuvieron demasiado tiempo íntimamente asociados con el régimen y su caída les ahorraría la incomodidad de tener que seguir definiéndose respecto a si creen que en Venezuela hay o no una dictadura. No olvidemos que quien preside el Pit-Cnt fue alguna vez a Venezuela a decir que llevaba el apoyo del pueblo uruguayo, aunque luego tuvo que relativizar. Y que Chávez anduvo por aquí y fue recibido como prócer. Y que el expresidente José Mujica fue filmado luciendo una campera del Ejército venezolano. Un telón rápido para el chavismo le vendría bien a muchos.
Por último, si cae el infame régimen, se me plantea una pregunta de cuatro letras.
¿Cuba?