Hay muchas modalidades, tantas que la Policía uruguaya creó categorías, para nombrarlas y poder investigarlas. Las estafas son un delito del que “nadie está libre de ser víctima”, dice Danilo Alzamendi, comisario mayor a cargo de la Dirección General de Lucha contra el Crimen Organizado e Interpol. Han caído profesionales universitarios, políticos y hasta policías.
En Uruguay no existe aún el “delito informático”, lo que ocurre es que se utilizan medios informáticos para cometer estafas. Las investigaciones para dar con organizaciones criminales pueden llevar meses. Y la Dirección General de Lucha contra el Crimen Organizado se encarga de estudiar los delitos de montos elevados o que hayan afectado a muchas personas.
Reciben denuncias en forma constante. “Hoy está todo en Internet. Está el phishing, el cuento del tío, y las románticas”, dice el subcomisario Luis Eduardo Denis, jefe del Departamento de Investigación de Delitos Financieros.
La policía le puso “las románticas” a la situación en la que el estafador intenta (y muchas veces logra) “enamorar a la persona”. Lo común es que las afectadas sean mujeres. “Hubo una integrante de un medio de prensa importante de acá, de Montevideo, que llegó a mandar 90.000 dólares”, dice Denis. “Los bandidos” se hacen un perfil falso en redes sociales, y luego de unos días de charla, le piden a la persona dinero por un problema que tienen. “Muchas veces se hacen pasar por soldados de la marina de Estados Unidos, hay mucha manipulación, y juegan con el estado emocional de la persona”, cuenta el jefe del Departamento de Investigación de Delitos Financieros.
No todo es amor, hay extorsión. “Pasa que se empiezan a enviar fotos de contenido íntimo, y luego el bandido le dice que es menor y que si no le paga lo va a denunciar”, cuenta el subcomisario.
Hay otras un poco más sencillas. “Las personas que compran autos robados: si el vehículo lo ves a 5.000 dólares y, sabés que en plaza se vende a 12.000 dólares, tenés que dudar”, dice Denis. “Algo raro hay, o es robado, o tiene deuda. La gente no verifica y hace un negocio de palabra”.
También hay estafadores que se hacen pasar por policías, y amenazan diciendo que el otro cometió un delito y que si le giran dinero borran el antecedente. “¿Qué policía te va a mandar eso? Solo si es corrupto. Pero ningún policía te va a pedir dinero, y si lo hace lo tenés que denunciar”, explica el jefe del Departamento de Investigación de Delitos Financieros.
Entre 2019 y junio de 2023 hubo 1.547 personas imputadas por estafa en Uruguay y 1.449 que fueron condenadas por este mismo delito, según datos de Fiscalía. Se observa un salto en 2020 al inicio de la pandemia (se pasó de 281 imputados a 400) y luego la cifra se mantiene con cierta estabilidad por encima de los 300 casos al año. Los fiscales, mientras tanto, indican que hay sí un “aluvión” de denuncias por estafas y el aumento es sostenido, tal como publicó El País hace unos meses. En 2018 se registraron 6.400 denuncias, en 2019 fueron unas 8.000, en 2020 incrementaron a 10.800 y en 2021 hubo un total de 14.300.
Para conocer mejor cuáles son algunas de las principales estafas, aquí contaremos historias de uruguayos que fueron engañados con distintas modalidades.
La del tío.
Alberto y Cristina pasaron una madrugada que les gustaría borrar de su memoria. Hace unos meses, en febrero, recibieron una llamada a su teléfono fijo en medio de la noche, a eso de las tres. Era una persona que lloraba desconsoladamente, y gritaba pidiendo ayuda. No entendían nada, pero sin querer le dieron al estafador los pocos datos que necesitaba.
Con los nervios del momento y el susto de despertarse en esa hora, Alberto (92 años) le dijo a la persona que lo llamaba el nombre de su nieta: “¿Cintia sos vos?”. Y ahí comenzó todo, la supuesta nieta le dijo llorando que estaba secuestrada, que la habían lastimado y que no sabía dónde estaba, pero que si ellos dejaban una suma de dinero en dólares en una bolsa de basura negra en el jardín de su edificio en Pocitos, iba a ser liberada.
La pareja llamó a su nieta y también a sus hijos antes de entregar el dinero. Pero, claro, a las tres de la mañana de un miércoles, todos durmiendo, nadie atendió. Los ancianos terminaron por acatar las órdenes de los estafadores, que los llamaron en total tres veces. En la última llamada su supuesta nieta les dijo que tenían que ser rápidos, que dejaran el dinero y luego salieran rumbo a su casa, en el barrio Palermo, dónde iba a ser “liberada”.
Con el dinero en una bolsa, y puesto en el jardín de su edificio, pidieron un taxi y salieron. Una profesional de la salud mental, que luego atendió a estos abuelos, contó que “llegaron a la puerta de la casa de la muchacha, tocaron timbre y su nieta les contestó sin entender mucho, aún medio dormida, y bajó a abrirles”. No hubo secuestro ni nada, la joven siempre estuvo en su casa.
Presentaron denuncia ante la Policía y el caso avanza en la fiscalía.
Marketplace
Vender un rack que quedó grande para el tamaño de su living se convirtió en una tragedia para Paulina. Tiene 33 años, es licenciada en Ciencias de la Comunicación, estaba en aprontes para un casamiento y un grupo de estafadores la convenció de seguir varios pasos. Y a las pocas horas le vaciaron su cuenta de banco y además sacaron un préstamo a su nombre. Esto comenzó en Marketplace, la plataforma de venta de Facebook.
Su caso se hizo público en una nota en Telenoche. En diálogo con El País, Paulina contó su historia, todo sucedió el miércoles 4 de octubre entre las 11 y las 15 horas. Ella puso a la venta a 6.000 pesos en la plataforma Marketplace un mueble que compró y no le entró en su casa, nunca lo llegó a usar. Una mujer la contactó por mensaje privado y le dijo que le interesaba. Ahí Paulina le pasó su número de celular, y todo el diálogo siguió por WhatsApp.
La llamó un hombre, le dijo que era el esposo de la mujer con la que chateó por Facebook, le preguntó el estado del mueble, y a la vez le contó que eran de Argentina y que se iban a mudar a Montevideo, a Malvín. “Me agarraron con la guardia bajísima, estaba en un casamiento y muy contenta porque estaba por vender ese mueble que hace meses lo tenía de clavo”.
La historia sigue. “Arreglamos por llamada de WhatsApp que el viernes lo venían a retirar. Y me empezaron a insistir con que me querían hacer una seña de dinero para quedarse seguros. Yo les dije que no, que lo guardaba”.
Pero las razones de Paulina no le alcanzaron a los “nuevos uruguayos”, y le pidieron por favor un número de cuenta para hacer una transferencia que les asegurara el mueble.
-¿Te pareció normal lo de la seña?
-La verdad, no me llamó la atención eso tampoco. Les dije que el mismo viernes me lo pagaran, pero el tipo me decía que él y su señora se quedaban más tranquilos, y no me iba a poner a insistir, quería vender el mueble y listo. Ahí les mandé mi nombre completo y número de cuenta, a los pocos minutos me mandan por WhatsApp el comprobante de la transferencia, que ni miré, porque estaba ya en el casamiento.
Al rato de recibir el comprobante el mismo hombre la llamó llorando, desesperado. “Me decía que se equivocó, que puso un cero de más, yo me fijé y no tenía nada en mi cuenta. Pero él seguía, me decía que era mucha plata, todo llorando y muy nervioso”, recuerda Paulina. “Y ahí yo me empecé a preocupar y a estresar. Le dejé bien claro que no me iba a quedar con su plata”.
A todo esto, el estafador la llamó de nuevo, ahora un poco más “tranquilo”, porque se había comunicado supuestamente con su banco y como la transacción era internacional se podía “retener” el dinero, y además le dijo a Paulina que de su banco se iban a comunicar con ella.
Acá entró una tercera persona o rol en esta estafa. Sonó el celular de Paulina y salió un mensaje grabado, supuestamente de su banco. “Esta llamada será grabada con el fin de... Después me hablan en español neutro, estilo de call center y me dicen que si estoy de acuerdo podemos empezar con la destransferencia”.
Lo que no notó Paulina es que le estaban haciendo una llamada desde un número de WhatsApp. “Cayendo por completo en todo, les di acceso a mi cuenta. Después me pidieron el código, que obviamente era el token”. Al mismo tiempo le llegaron SMS de su banco diciendo que estaba haciendo movimientos.
El supuesto agente de “Itaú Reclamos Internacionales” le dijo a Paulina que iban a sacar de a montos pequeños para devolverle al hombre. En este proceso ella autorizó un préstamo a su nombre, sin saberlo, entonces sí comenzó a ver dinero en su cuenta y pensó que era el que tenía de más por la transferencia del “argentino”, pero en realidad era su propio dinero fruto del préstamo.
-¿Cómo lograron entrar a tu cuenta? ¿No solo sacaron tu dinero sino que pidieron un préstamo?
-Les di todos mis datos, porque en un momento me mandan un archivo en PDF y yo abrí el link y ahí me hicieron lo que llaman phishing. Es decir, ellos estaban dentro de mi cuenta. Además me pidieron que por una hora no entrara a mi cuenta, después me llamaron y me pidieron una hora más. Porque si entraba me la iban a bloquear. Yo hice todo como me dijeron, les di hasta tiempo para que roben tranquilos.
Paulina ya realizó la denuncia policial y también ante su banco para lograr recuperar el dinero, porque tiene un seguro. Porque, además de los 68 mil pesos del préstamo, le robaron 2.000 dólares que tenía en su cuenta de dólares.
Hay muchos casos similares por Marketplace y a veces las modalidades son más simples. Como le pasó a José, quien quiso comprar un calefactor a leña usado. Dialogó con la supuesta “vendedora”, y terminaron pautando un giro a una cuenta de Mi Dinero. “Me dijo que ella vivía en Artigas, que yo no podía ir a ver la estufa, pero me mandó más fotos por WhatsApp, y como me pasó su cédula y nombre completo, pensé que era todo legal”, cuenta a El País el hombre estafado.
¿Qué fue lo que pasó? José acordó girar la mitad del costo de la estufa, unos cuatro mil pesos, y luego de eso, la estafadora le dijo que recibió el dinero, y que le enviaba la estufa. El acuerdo era que cuando llegara, José le pagaría el total. Pero no solo que nunca llegó, sino que no se pudo comunicar más con las personas que lo estafaron, porque lo bloquearon en las redes sociales.
José realizó denuncia en la Policía y también siguió la instancia en Fiscalía. “Lo que sé hasta ahora es que a nombre de esa persona han hecho varias estafas. Que es un grupo grande de afectados que la Policía viene investigando”, cuenta el hombre a El País.
Vendía títulos universitarios de Panamá que eran “truchos”
La Policía detuvo a un hombre que se hacía pasar por docente de una facultad de Panamá y vendía títulos. Las personas caían en la estafa pensando que efectivamente el uruguayo era un profesor real, y “revalidaba títulos”. La facultad era real y, de hecho, había logrado copiar el formato: según se supo en la investigación, el hombre había estado en Panamá. “Hacía el lacre con la cera para usar el sello en el título que entregaba, igual que el que usaba esa universidad, nadie se daba cuenta”, explica Luis Eduardo Denis, el jefe del Departamento de Investigación de Delitos Financieros.
Y nadie había considerado el correo electrónico que usaba el hombre, que era de gmail, y no de la universidad. Además de ser condenado por estafa, lo fue por asistencia al lavado y autolavado, porque tenía que justificar el dinero que recibía por los títulos truchos que daba en Uruguay.
Propiedades.
Otro tipo de estafas: desde alquileres falsos a bandas que se dedican “a vender” terrenos en Ciudad de la Costa y Costa de Oro en Canelones.
La Policía desmanteló la actividad de un grupo de personas, entre los que había un escribano y una inmobiliaria involucrada, que se dedicaban a falsificar documentos y realizar operaciones de compraventa que eran apócrifas.
El País supo también de un caso en Montevideo, donde un grupo de estafadores alquilaron un apartamento sin que su dueña estuviera al tanto. Se hicieron pasar por propietarios y también por integrantes de una inmobiliaria y están cobrando un alquiler a una persona que vive en el apartamento en este momento. El caso está en la Justicia.
Por Whatsapp.
A Myriam le robaron la identidad, no sabe cómo, pero en el correr de unas horas desde un número que no era el suyo se hicieron pasar por ella, y le pidieron a sus contactos 650 dólares. Dos personas terminaron cayendo en la trampa de los estafadores, y le giraron dinero a los delincuentes pensando que Myriam estaba en una situación de urgencia y que a la brevedad ese dinero iba a ser devuelto.
Fue todo en enero pasado, pero ella no quiere hablar del tema, le cuesta. Dice que le incomoda, a la vez le da vergüenza, pero le hace caso a su nieta que es ingeniera en sistemas, que le dijo: “Abuela, vos tranquila, esto le puede pasar a cualquiera, hasta a mí”.
Myriam hizo la denuncia policial, pero decidió no seguir con el caso. “La verdad, yo ya no estoy para eso, tengo 80 años, di los datos, pero dije que no quería saber ni seguir con nada”.
-¿Cómo te enteraste que estaban usando tu identidad?
-Me mandó un mensaje un muchacho, y me avisó que le había llegado un mensaje de WhatsApp de alguien que se estaba haciendo pasar por mí y que pedía dinero. Porque tenían una foto de perfil que no es la que uso, pero se ve que la sacaron de mis estados de WhatsApp. Es una foto con mi nieta.
Los mensajes de los estafadores pedían “vender dólares”. La estafa se consolidaba cuando la persona giraba efectivamente el dinero. Una de sus mejores amigas no cayó, porque llamó y enseguida se dio cuenta que no era la voz de Myriam. “Mi amiga le empezó a hacer algunas preguntas personales, y ahí le quedó todo claro”, cuenta la señora.
¿Cómo era el mensaje? “Disculpa que te moleste, estoy en una urgencia. Preciso vender unos dólares para pagar unas facturas ¿será que puedes apoyarme?”. Cuando del otro lado contestaban, llegaban más mensajes: “Dios mío ayúdame a vender los míos por favor. Que yo los recibo por transferencia y doy los dólares por transferencia también”.
Una de las personas que cayó en la estafa, pensando que hablaba realmente con Myriam, le dijo primero a los estafadores que los vendieran en un cambio, pero luego terminó cediendo a los pedidos y les giró unos 500 dólares. “Es que los preciso por transferencia”, se justificaban los estafadores, y pasaron nombre completo, y también un número de cuenta de Mi Dinero, para hacer las transacciones. Con esos datos Myriam presentó la denuncia.
La valija.
A Marta le llegó un mensaje privado de Facebook, de una amiga con la que hacía un tiempo no tenía contacto, pero que habían sido muy cercanas. Ella desde Punta del Este leyó un mensaje que no entendió, pero luego recordó que su amiga está viviendo en Estados Unidos, que se fue a probar suerte después de la crisis de 2002.
-Marta, estoy en el aeropuerto de Miami, por embarcar para Uruguay. Voy de visita, mi madre está enferma.
Ahí se dió un intercambio corto, pero aún estábamos en pandemia, los vuelos eran excepcionales. Pero la madre de su amiga estaba enferma, ella era uruguaya, motivos para el viaje habían.
-El problema que tengo es que me falta un sello. Las valijas ya se fueron a Montevideo, pero yo voy a hacer escala en Bolivia en el aeropuerto de Viru Viru. Y necesito unos dólares para poder destrancar la maleta.
La “amiga” de Marta salió ya con el primer comentario extraño. Le escribió por Facebook: “En la maleta tengo tablets, celulares y unas computadoras. Cuando lleguen las maletas, te podés quedar con lo que quieras”. Además le mandó una foto de las valijas donde se ven varios de estos aparatos. ¿Las maletas? ¿Qué uruguayo dice maletas? ¿Marta iba a recibir el equipaje de su amiga y abrirlo como si nada para “quedarse” con algún artículo electrónico?
-Estoy en apuros, Marta. Necesito plata para poder destrabarlas. Pásame tu número, te van a contactar del aeropuerto.
Marta le envió su número, y a los pocos minutos recibió un WhatsApp de una persona que decía ser gerente del aeropuerto. Julio Bernardo Andrade Requena, “despachador de vuelos”: el hombre le envió una foto donde se ve un supuesto cartel de identificación.
Este funcionario trucho, que comenzó a escribir con errores de sintaxis y con textos que parecían hechos a las apuradas por el traductor de Google, le dijo que con el simple hecho de girar 300 dólares las valijas irían desde Bolivia a Montevideo.
Pero antes de hacer el giro, Marta dudó del relato. No se entendía dónde estaban las valijas, si desde Bolivia destrababan el equipaje para que viajara a Montevideo, o si en realidad las famosas maletas estaban ya en tierra uruguaya.
Con estas dudas y otras más (como: ¿por qué su amiga no le pedía esto a sus hijos? ¿O por qué ella misma no podía pagar ese dinero?), Marta le escribió a su hija, quien detuvo todo y entendió que se trataba de una estafa.
El Facebook de la amiga de Marta había sido hackeado, ella seguía viviendo en Estados Unidos. Y los estafadores le enviaron a varios contactos este mismo mensaje. Para la Policía esta es una más de la lista de estafas que investigan.
Los expertos recomiendan dudar, y tomarse siempre tiempo para responder. Bajar la pelota al piso. Denis, el jefe del Departamento de Investigación de Delitos Financieros, dice: “Hay que hacer un uso responsable de nuestras redes sociales, muchas personas comparten todo lo que hacen, y esas son herramientas para los delincuentes”.
Pero este policía que estuvo más de 11 años trabajando como investigador y ahora volvió como jefe de área, insiste: “A todos nos puede pasar, nadie está libre, acá tenemos casos de profesionales estafados y de funcionarios del Ministerio del Interior”.
Un hombre lleva más de 20 años estafando a “amigos”
Amigos en las buenas y en las malas. “Eso era lo contradictorio, y lo que me hizo caer más. Este hijo de la gran, se hacía pasar por tu amigo, y realmente estaba en los momentos duros. En mi caso me acompañó cuando estaba con mi padre enfermo, en todo momento se ofrecía a llevarme, y estaba a la orden”, cuenta María. Ella y un grupo de personas fueron estafados por una misma persona, que llevaba una vida doble o triple. Con el tiempo exparejas y examigos supieron que el hombre tenía “problemas con el juego”, es ludópata.
Al principio devolvía el dinero que pedía, hasta con intereses. María cuenta que no saben si esto era dinero de la propia gente que le prestaba o por lo que “ganaba” en el casino.
La excusa era un negocio, que su familia sí tiene y existe. A las personas que estafó les decía que él tenía una nueva área en esa empresa y estaba importando material profesional para impresión, que “vendía” en Uruguay. Con historias de que tenía que hacer una compra grande era que fundamentaba el pedido. Llevaba una plantilla organizada del dinero con cada persona, y les daba a todos comprobantes y remitos de los pagos. El caso está en la justicia civil, solo a María le robo unos 80.000 dólares.