Sosteniendo carteles y banderas mientras también leían de una hoja blanca la letra de una canción que prepararon especialmente para la ocasión, unas 30 personas se manifestaron en la puerta de la embajada de Italia este lunes. Mientras todos aplaudían y algunos hasta bailaban, el grupo de uruguayos con ascendencia italiana que luchan desde hace años por obtener la ciudadanía cantaba: “Lasciatemi cantare con la chitara in mano, lasciatemi cantare, sono l'italiano”, lo que se traduce como: “Déjenme cantar con la guitarra en mano, déjenme cantar, soy un italiano”. Es la canción L’italiano, casi un himno de ese país, de Toto Cotugno.
La manifestación fue a las nueve de la mañana en la puerta de atrás de la embajada, por la calle Cardona, una entrada que todos conocen a pesar de que la mayoría ni siquiera ha tenido la posibilidad de atravesarla. Esa es la entrada por la que se ingresa a cualquier entrevista consular para presentar la documentación que justifica el vínculo con un antepasado que vino de Italia. Todos los manifestantes del lunes, vestidos de rojo y verde, dicen que lograr una entrevista en el consulado no solamente es complejo, sino que es prácticamente imposible. Lo cierto es que la mayoría de las personas que participaron de la manifestación tenían su carpeta con todos los papeles prontos: partidas de nacimiento, certificados de matrimonio y certificados de defunción, entre otros. Pero todavía no son oficialmente italianos.
A pesar de contar con la documentación para justificar el vínculo sanguíneo, los manifestantes que han logrado entrar al consulado lo hicieron únicamente para pedir que les desbloqueen el usuario de la plataforma que ofrece la embajada para agendar una entrevista consular; es que entran tantas veces en el día con la esperanza de que se libere un hueco en la agenda, que el sistema los bloquea porque los considera bots, pero la insistencia tiene que ver con el nivel de frustración que todos comparten.
Mientras posan para una foto grupal unos días después, una mujer que tiene una bandera de Italia le dice a la otra: “Tomá, agarrá esta remera que traje de Dante Alighieri”.
Maira Bottari empezó a moverse para conseguir la ciudadanía hace cinco años. Durante los primeros dos recopiló toda la documentación de la familia de su padre y en los últimos tres se dedicó a entrar a la página de la embajada en búsqueda de un turno para poder presentar su carpeta. “Desde que empecé a buscar he pasado por millones de cosas. Todo tipo de estado. Al principio lo hacía tranquila, pero después pasé por la indignación y la bronca. Llegó un punto en el que me harté y el tema me superó, pero ahora lo estoy retomando devuelta”, dice Maira y cuenta que hace una semana consiguió que le desbloqueen la cuenta para seguir entrando, después de haberse presentado en la embajada con su cédula, para demostrar que ella no es un bot.
Durante esos “altibajos” alrededor del tema, Maira también realizó una consulta a un gestor que le pedía 300 dólares a cambio de conseguirle hora para la entrevista consular. Como no lo podía pagar, Maira no accedió, pero ¿cómo iba a lograr ese gestor una cita si el sistema es el mismo para todos los interesados? Las respuestas no son claras ni para los que contratan el servicio ni para la propia embajada. Es que las redes sociales están inundadas de gestores para ayudar a obtener la ciudadanía italiana “en tiempo récord” y, según los manifestantes del lunes, parece que la forma de lograrlo es a través del dinero. Al ser consultados, los gestores sostienen que su capacidad para conseguir fecha tiene que ver con la velocidad de sus equipos electrónicos para entrar a la página de la embajada, pero cuesta no sospechar que tienen otras vías tecnológicas para quedarse con casi todos los números. Además, los ciudadanos italo-uruguayos aseguran que hay gestores que cobran entre 500 y 1.000 dólares por conseguir agenda.
Para la jefa de la cancillería consular italiana, Alessandra Crugnola, hay dos motivos fundamentales para entender el porqué detrás de los problemas administrativos para obtener la ciudadanía. Por un lado, sostiene: “Se calcula que el 40% de la población uruguaya tiene algún tipo de ascendencia italiana. Con una población de 3,5 millones, eso equivale más o menos a 1,5 millones. Dentro de esos, no todos están interesados en hacer el trámite, pero por lo menos hay 500.000 que están activamente intentándolo. El problema grande en realidad no es el sistema de reservas de turno. El problema es la demanda contra la oferta. La demanda son 500.000 personas que quieren la ciudadanía y la oferta somos 20 personas trabajando en el consulado”. Por el otro, Crugnola dice a El País que “la ley italiana es muy amplia” porque prácticamente no hay un límite generacional con el pariente italiano, como sí sucede con otras ciudadanías europeas como la española.
En los hechos, hoy son miles los uruguayos que buscan ser reconocidos como italianos y no logran hacerlo por problemas administrativos, a pesar de que la ley de ese país sí los ampara.
En primera persona.
Pedro Acosta comenzó la búsqueda de documentos hace 20 años. Como parte de su familia había emigrado a Brasil, también tuvo que solicitar papeles en el país vecino y eso le dificultó el armado de la carpeta. Durante esa búsqueda dice haber tenido “experiencias surreales” que lo conectaron con sus raíces italianas.
La más clara ocurrió el año pasado cuando estaba caminando hasta el Registro Civil para buscar unas partidas de defunción de su tatarabuelo y bisabuelo. “Mientras caminaba me tropecé y casi me caigo. Me apoyé en el escalón de un edificio para atarme los cordones del zapato. Después levanté las partidas en el registro y me puse a ver en qué parte de Montevideo vivían mis antepasados. El número de puerta del que había venido de Italia era exactamente el mismo del edificio en donde me había tropezado unos minutos antes. Es creer o reventar, pero me parece impresionante”, cuenta Pedro emocionado.
El vínculo con Italia también lo siente Malva Bengua, que además de ser profesora de literatura en la Scuola Italiana es poeta y buena parte de las obras que escribe están escritas en italiano. Malva busca una fecha en el consulado hace dos años. Al principio se dividió los horarios con su hija y su esposo y cada uno estaba encargado de entrar a la página en cierto momento del día. “Hemos puesto el despertador a las tres de la mañana para entrar más de una vez. Al final dejamos de intentar tanto porque nos ganó la frustración”, sostiene la mujer.
Entre las traducciones y el valor de los timbres, Malva asegura haber gastado unos 20.000 pesos. A pesar de que todavía no la consiguió, a eso le deberá sumar unos 12.000 pesos que cobra la embajada por el análisis de los documentos una vez que se agenda la entrevista consular. Malva tiene una “sensación fea” de que “todo esto se trata de una viveza” porque “es claro que hay un negocio atrás”.
Buena parte de los que buscan documentos los consiguen gracias al trabajo de los patronatos. Se trata de instituciones italianas radicadas en Montevideo -al igual que en el resto de las ciudades en donde hubo una fuerte migración italiana- que dan asesoramiento a quienes buscan hacer el trámite. Según Filomena Narducci, del Patronato INAS (Instituto Nacional de Asistencia Social), “el sistema es perverso” sumado a que “no hay suficientes recursos humanos para absorber la demanda”. Los tres patronatos que funcionan en Uruguay están juntando firmas para presentar al canciller en Italia y “alertarlo sobre la situación”, según comenta Elena Bravín, a cargo del Patronato ACLI (Asociaciones Cristianas de Trabajadores Italianos).
En el caso de Mónica Vliche Claps -que llevó remeras de Dante Alighieri y carteles a la manifestación- ella quiere los papeles para irse a vivir a Italia cuando se jubile. La mujer asegura que, si no logra conseguir la ciudadanía acá, se va a ir a hacer el trámite desde ahí. “No conozco a nadie que haya conseguido fecha para una entrevista consular por sus propios medios. Solo pagando a un gestor”, dice irritada.
A pesar de que las personas que buscan agendarse dicen que es imposible lograrlo sin darle dinero a un gestor, desde la embajada afirman que están prohibidos los gestores y sostienen que las dificultades del sistema están pensadas justamente para evitar la aparición de estos.
La empresa llamada Quiero ser italiano es una de las que ofrece servicios de gestoría para obtener la ciudadanía brindando “soporte profesional” en el proceso, según sus redes sociales. La fundadora de la firma, Florencia Cash, aseguró tiempo atrás a El País que “a cada negocio le llega su Uber” y explicó que el servicio de gestoría y asesoramiento permite que las personas adquieran la ciudadanía italiana “sin tener que moverse de su casa, de forma rápida, eficiente, sencilla y con el respaldo de que las cosas van a salir bien”. La empresa cobra 400 dólares por conseguir un turno en la embajada y, de estos, 300 se pagan de forma adelantada sin la posibilidad de reembolso.
Con respecto al turno en la embajada, Cash dice que ahora está todo atrasado “ya que de la forma regular no hay cupos”. “De todas formas seguimos intentando todos los días a toda hora y si hay que pagarle otro sueldo al gestor de Italia lo hacemos sin costo para el cliente. La embajada acá es la que pone los calendarios y si no los abre no podemos divisar cuándo habrá cupos de forma regular. Es por esta razón que lo que ofrecemos es hacer un juicio por falta de turno para la ciudadanía en Italia”, cuenta la fundadora de la empresa en referencia a las personas que tienen trabajando en el país europeo.
Otra de las páginas más consultadas se llama Turno Italia. En este caso el pago ocurre después de la confirmación de la entrevista, que es gestionada por la empresa a través de sus servicios en la página de la embajada. “Trabajamos de forma legal y ética. No tenemos ningún esquema arreglado, acuerdos ni amigos en los consulados, realizamos los intentos exactamente como lo haría usted, pero contamos con equipos e internet ultraveloces, además de profesionales experimentados en el segmento de asesoría consular”, asegura la página web de Turno Italia.
Las quejas.
En la manifestación de este lunes los integrantes del grupo de uruguayos que no consiguen turno en la embajada presentaron una carta al embajador italiano Giovanni Iannuzzi manifestando su preocupación “ante la escasez de asignación de turnos”. La carta propone cuatro puntos para que la embajada cambie el sistema de reserva: primero, que cualquier integrante del núcleo familiar pueda obtener un turno en representación del resto de los interesados, segundo que se forme una lista de espera en la que se asigne una fecha concreta, tercero que los mayores de 65 años puedan acceder a una agenda de forma presencial y cuarto, que se aumente la cantidad de funcionarios en el consulado.
La carta al embajador sostiene: “Queremos honrar a nuestros antepasados, porque ellos siempre llevaron en su corazón las tradiciones y costumbres que nos han transmitido de generación en generación y que, hoy en día, también son parte de nosotros, de nuestra identidad”. Según supo El País, el colectivo recibió una respuesta del diplomático, quien los invitó a una reunión el próximo martes en la embajada.
En una oficina pequeña, que todavía tiene la pintura fresca porque el edificio se inauguró hace poco, la jefa de la cancillería consular italiana asegura en un español cantado a lo italiano que hay un “trabajo muy grande” para evitar que los gestores se queden con los cupos que se liberan aunque asegura que “sí es posible que algunos accedan a ellos”. “Se han detectado algunos y se están haciendo las modificaciones para intentar bloquearlos. Sé que en Roma colaboran empresas high tech para esto”, subraya.
Crugnola dice que los turnos se van liberando a partir de la disponibilidad de los funcionarios del consulado, que son solamente 20 y por eso “se hace difícil”. A pesar de que no revela cuántos se liberan por semana ni por mes, la jefa de la oficina consular asegura que por año se dan unas 2.000 ciudadanías italianas a uruguayos que presentan la documentación correspondiente. Cuando Crugnola llegó a la embajada hace dos años eran 133.000 los uruguayos con ciudadanía italiana, pero ahora dice que son más de 137.000.
La ley italiana pone como única condición para acceder a la ciudadanía que el antepasado nacido en territorio italiano haya muerto después de 1861, año de la unificación de Italia. Y, a diferencia de otros países europeos que ponen el límite en los nietos, buena parte de los uruguayos tienen un antepasado que vino de Italia y murió después de ese año. A pesar de que Crugnola no se anima a decir que la ley debe ser modificada para aliviar su trabajo, sí sostiene que “es muy amplia con respecto a los recursos para manejarnos en esta región del mundo”, en referencia a la cantidad de italianos que emigraron a Uruguay, Argentina y Brasil durante el siglo XX. “Si seguimos con una ley tan amplia es difícil que alcancen los recursos y, de hecho ya lo estamos viendo, porque son pocos en comparación a la amplitud de la ley. Además, es en esta parte del mundo donde más se siente”, sostiene la cónsul.
Hace algunas semanas se evaluó en el parlamento italiano la propuesta de un senador para agregar algunos requisitos al proceso de obtención de la ciudadanía. El proyecto indica que los descendientes de italianos que quieran tramitarla deberán contar con un diploma de lengua constatando que hablan el idioma, también deberán residir en Italia durante un año como mínimo y tramitar el documento en la comuna en donde haya residido su antepasado.
Claramente la intención es dificultar la ciudadanía para los descendientes de italianos, a sabiendas de la flexibilidad que hoy brinda la norma. Sin embargo, es difícil que se apruebe porque debe contar con mayoría absoluta.
Con un sistema que libera pocos cupos en teoría para evitar la aparición de gestores engañosos, la embajada italiana parece estar generando un círculo vicioso por el cual quienes buscan un hueco en la agenda terminan pagando a una de las empresas que ofrece estos servicios, a causa del hartazgo. La embajada estima que son 500.000 en total y algunos llevan demasiados años en el tema. Por sentir la conexión con Italia y también por las ganas de emigrar, buscan ser reconocidos y que la ley los ampare. Pero no lo logran.
El cierre del consulado como otra de las causas
El sistema de agenda para las entrevistas consulares con el gobierno italiano se instauró en 2010 como única forma de realizar trámites desde Uruguay. Pero, según los interesados, la situación se agravó desde que en 2014 el gobierno italiano resolvió cerrar el consulado de Montevideo y formar una cancillería consular, lo que significa que sus servicios pasaron a depender 100% de la embajada, ubicada en Pocitos, en las calles Lamas y Ellauri.
Para quienes ahora están interesados en obtener la ciudadanía, el cambio en el 2010 fue “una de las causas” del enlentecimiento del proceso y lo consideran “poco inteligente” teniendo en cuenta que Uruguay es uno de los países con mayor porcentaje de población con ascendencia italiana.
El embajador anterior, Gianni Picatto, dijo en su momento a El País que el cierre del consulado fue “parte de un proceso muy amplio de reorganización de toda la red de embajadas y los consulados en el mundo”. “Se refiere a la racionalización de los servicios consulares, tratando de optimizar los recursos. En este caso, la duplicación de las estructuras aquí no se justificaba por algunas relaciones presupuestarias y se decidió hace algunos años incluir la estructura consular en el marco de la embajada, manteniendo los mismos funcionarios y estructura del consulado, simplemente unificando algunas áreas totalmente administrativas e internas”, aseguró Picatto.
Mientras el consulado era una estructura autónoma con un cónsul nombrado por el ministro de relaciones exteriores de Italia, la cancillería consular tiene un jefe nombrado por el embajador y este cumple sus órdenes.