Vacuna contra meningitis, cara y sin stock: pediatras piden incluirla en esquema de vacunación sin éxito

Solo un sector de la sociedad puede acceder a ellas: miles de padres han pagado cientos de dólares para vacunar a sus hijos, agotando todo el stock del principal laboratorio.

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Vacuna contra el meningococo.
Vacuna contra el meningococo.

Aunque la bacteria del meningococo es una amenaza que acecha cada año cuando empieza a retirarse el invierno, la confirmación de un nuevo caso siempre genera en la sociedad un temor punzante. Es que cuando pega el meningococo es como si el reloj se acelerara. El período de incubación tiene una media de dos a cuatro días. No hay margen para la detección mediante un test o un screening, lo que impide un diagnóstico precoz. Para el contagio basta un estornudo, una tos o un beso. Y la transmisión de la enfermedad recién se detiene entre 24 y 48 horas después de iniciado el tratamiento.

Mientras tanto, el tiempo para actuar se escurre sin compasión. En apenas 19 horas el estado de salud de la persona infectada da un vuelco. Las principales víctimas del meningococo suelen ser niños pequeños, entre los que ataca más duro a los menores de dos años. En medio de tanta presión, los médicos le dan batalla a una bacteria que puede causar meningitis o llegar a la sangre y provocar púrpura, y cuando el púrpura evoluciona puede ser fulminante.

Unas semanas atrás, se redobló la preocupación de la sociedad cuando el Ministerio de Salud Pública (MSP) señaló una circulación atípica y reabrió la discusión sobre la vacunación. Se registraron nueve casos, de variantes inusuales y sin nexo epidemiológico entre sí. Entre ellos, hubo cuatro muertes: todos eran niños.

Vacuna contra el meningococo.
Vacuna contra el meningococo.

Los padres, alarmados, recurrieron a inmunizar a sus hijos. Pero el sistema no estaba preparado para un incremento drástico de la demanda, que se cuadriplicó y en consecuencia agotó el stock de la principal vacuna indicada para los más pequeños.

Centrar la mirada en el promedio de casos anuales para argumentar que la frecuencia es baja y que eso no amerita que el Estado financie la vacunación, empaña el dramatismo de las “consecuencias extremadamente graves” que la bacteria deja en sus víctimas, opina un experto desde el anonimato, y lo enfatiza así: “Todos nos acordamos del paciente con la enfermedad meningocócica”.

El índice que mide el daño del meningococo es brutal. Muere una de cada 10 personas infectadas. Y una de cada cinco sobrevivientes pueden perder extremidades, quedar con incapacidades permanentes, cicatrices e incluso dificultades para el aprendizaje.

“La rapidez con la que se pasa de un estado de salud bueno a uno malo, hace muy difícil otras estrategias de prevención que no sean las primarias”, dice la catedrática en epidemiología y pediatría Mónica Pujadas. El meningococo no da tregua es cierto, pero hay tres vacunas que son un escudo contra la infección de los principales serotipos. Sin embargo, su acceso está restringido. Un determinado grupo de riesgo debería recibirlas de forma gratuita —aunque, ya veremos, no siempre se cumple con esta indicación del MSP—; el resto, si la quiere, debe pagarla.

Dependiendo de la edad del paciente y de la vacuna, varía la cantidad de dosis. La más popular es la Bexsero, que previene la infección de mayor circulación por el grupo B, la versión más común de la enfermedad. Esta vacuna puede darse a bebés a partir de los dos meses y la cantidad de dosis oscila entre dos y cuatro. La Menactra, en tanto, cubre la infección por los grupos A, C, W e Y y se indica a partir de los nueve meses de edad, alternando entre una dosis o dos, según el rango etario. Por último, está la vacuna Menveo —que protege de los mismos serogrupos— y que es la que se suministra sin costo a los que integran un grupo de riesgo.

Todas las vacunas son de producción extranjera y las fabrican dos laboratorios distintos: Sanofi y GSK. Son los centros de salud quienes compran las dosis y quienes determinan el valor de venta a sus usuarios, en algunos casos cargando un monto extra a la tarifa fijada por el laboratorio.

Según relevó El País, el valor promedio de cada dosis ronda los 120 dólares. Si un bebé recibe la dos vacunas más conocidas —lo que implica cinco dosis—, el costo total será de 600 dólares.

El precio luce alto, pero distintos médicos plantean que no son las más caras entre las vacunas que pueden indicarse a un paciente infantil. Todos los especialistas consultados reconocen que el precio constituye una barrera en el acceso al medicamento pero también a la información de su disponibilidad, profundizando una situación de iniquidad entre las familias que pueden pagar esta protección para sus hijos y las que no.

Manuela, la madre de un bebé de nueve meses, cuenta que tuvo consultas con tres pediatras diferentes pero solo una médica le mencionó que estaban disponibles estas vacunas. Al consultarle por qué no se le había comunicado con anticipación, la médica le confesó que debido al precio de las dosis, ella y otros colegas evalúan cuándo ofrecen esta información. Lo justificó de esta manera: “Si atendés en un hospital público, ¿qué sentido tiene decirle a unos padres que existe una vacuna contra una enfermedad terrible si no van a poder pagarla?”.

Distintos pediatras consultados reconocen que frente a algunos usuarios la indicación de estas vacunas genera una “incomodidad”. Joaquín Mauvezin lo explica así: “Para el pediatra claramente se genera un dilema ético entre recomendar algo que algunos pueden pagar y otros no. Hay un subsector de la población que está accediendo a la prevención con vacunas de una enfermedad que tiene baja prevalencia, pero alta mortalidad, y un subsector que no. Es difícil decirle a alguien que se la dé cuando no puede creer el precio”.

Álvaro Galiana.
Álvaro Galiana.
Foto: Leo Mainé.

La enfermedad puede afectar a cualquiera, pero es sabido que ciertas condiciones sociales favorecen las infecciones. “Cualquiera es susceptible de tenerlo, pero el hacinamiento, la pobreza y cómo se vive, genera que en la población más carenciada haya más casos”, señala Álvaro Galiana, director del Hospital Pediátrico Pereira Rossell.

Gratis sí o no.

El meningococo y las enfermedades que genera no son ninguna novedad en Uruguay. Se estima que se registran entre 20 y 30 casos por año: una cifra discreta que incluso se redujo como efecto colateral de la pandemia del covid-19. Pero, como suelen decir los expertos, la bacteria del meningococo es impredecible.

El 18 de marzo el MSP emitió un comunicado alertando sobre un “aumento inusual” de casos, lo que desató un debate entre pediatras y una alarma entre padres.

Después de emitir la alerta, el ministerio convocó a que la Comisión Nacional Asesora en Vacunaciones —la misma que se reunía en la pandemia para definir si dar dosis de refuerzo contra el covid-19 y hace poco rechazó una posible vacunación contra el dengue— analizara la incorporación de las vacunas en el esquema de vacunación de los niños.

Si bien las tres vacunas tienen el visto bueno de las autoridades y vienen siendo indicadas en Uruguay desde hace años, hasta el momento no forman parte del Certificado Esquema de Vacunación (CEV) porque “la situación epidemiológica actual de Uruguay no lo justifica”, según figura en la web del MSP.

Sin embargo, el comportamiento “inusual” de la bacteria combinado con la problemática del acceso a la costosa vacunación, parecían conformar el escenario ideal para que los expertos dieran el visto bueno y el Estado pasara a financiar las vacunas contra el meningococo para todos los niños. Ajustándose, de esta manera, a una tendencia internacional a la que se sumaron países como España y en la región Argentina, Brasil, Chile y Cuba.

Pero la discusión no logró un consenso, las vacunas no fueron incorporadas al esquema y en cambio se fijó una nueva reunión para setiembre. Este resultado no dejó conforme a todas las partes, en especial a los pediatras.

Según pudo recrear El País a través de distintas fuentes, por primera vez la Sociedad Uruguaya de Pediatría (SUP) había enfatizado su postura, solicitando que se efectivizara la inclusión de las vacunas. Para sustentar su posición, la sociedad reunió evidencia que presentó ante la CNAV. El objetivo de la SUP era defender la importancia de la vacuna como método preventivo, alinéandose a su vez con la estrategia que lleva la Organización Mundial de la Salud para intentar erradicar la meningitis en 2030.

Los síntomas del meningococo

Las infecciones provocadas por el meningococo habitualmente se presentan a través de síntomas como fiebre, dolor de cabeza, rigidez de nuca, náuseas o vómitos, manchas puntiformes en la piel, molestias frente a la luz, confusión o alteración de la conciencia y convulsiones, entre otras. Además, según la Sociedad Uruguaya de Pediatría, en los niños pequeños pueden no estar los síntomas clásicos, y la enfermedad “se manifiesta por llanto difícil de consolar, irritabilidad o tendencia al sueño, rechazo del alimento, abultamiento de la fontanela anterior”.

Mientras se aguarda a setiembre —época en que suele aparecer la bacteria con más fuerza— para retomar la discusión, queda un barullo que recrimina al MSP cierta incongruencia entre la alerta que emitió en marzo y la decisión de los expertos convocados por la propia cartera, de posponer una medida que podría terminar con un debate recurrente.

Esto se suma al silencio por parte de las autoridades de la salud, que no respondieron las consultas para este artículo acerca de cómo está comportándose actualmente la enfermedad, ni tampoco han publicado el acta de la reunión de expertos que podría aportar claridad.

En medio de este panorama, hay quienes insisten en que no hay que bajar la guardia contra el meningococo, porque si bien la alarma de algunas semanas atrás parece haber menguado —no hay niños internados actualmente en el Pereira Rossell, por ejemplo— vale repetir que esta es una enfermedad “impredecible”. Pujadas, la catedrática en epidemiología y pediatría, advierte: “Esto quiere decir que quizá un año no tenés casi casos y al siguiente entrás en epidemia”.

Y para combatir una epidemia no se puede improvisar.

Sin stock.

En un año promedio, el laboratorio GSK, fabricante e importador de la vacuna Bexsero, calcula que aplica unas 10.000 dosis en Uruguay. La tendencia ya era ascendente, pero desde la alarma de marzo la demanda de la vacuna se cuadruplicó. Hoy le falta stock y el nuevo cargamento de vacunas proveniente de Italia está demorado. Cruzan los dedos para que llegue en las próximas semanas.

Fuentes de distintas mutualistas consultadas para este informe reconocen que hay instituciones con desabastecimiento, una situación que genera rispideces con sus socios. Por estos días se repiten relatos como el de Martina, una madre que quiso vacunar a sus dos hijos con Menactra y tuvo que recorrer tres vacunatorios hasta hallar las dosis.

En general, las mutualistas respaldan la propuesta de los pediatras. Incluso, alguna plantea que el esquema de vacunación nacional está “atrasado” respecto al de la región, por ejemplo en el caso del meningococo.

Vacunatorio del Hospital Pereira Rossell.
Vacunatorio del Hospital Pereira Rossell.
Foto: Estefanía Leal.

En esta línea, desde la SUP aseguran que hay niños que integran los grupos de riesgo que no están accediendo a las dosis gratuitas que deberían brindarles sus prestadores de salud.

La vacuna Bexsero se adquiere a un precio de 3.500 más IVA, pero otro asunto es que cada prestador fija su propio precio de venta, en algún caso perjudicando al usuario y en otro bonificando hasta el 50% del costo.

Aunque el MSP respeta la decisión de la comisión asesora, Ignacio López, el gerente médico de GSK, confirma que han mantenido conversaciones informales con la cartera, ensayando una eventual negociación. Un mayor volumen de compra reduciría el precio actual de las dosis.

El factor económico es clave para entender por qué este es un debate que no se termina de resolver. Aunque no se trata de las vacunas más costosas del mercado pediátrico, el gerente explica que su valor está determinado por la “tecnología que se usa para su fabricación”. Eso, sumado al largo trayecto que las dosis recorren desde su lugar de origen, en Italia.

En 2020 la comisión había tenido una dilema similar al de este año. En ese momento se solicitó realizar un análisis de costo-efectividad de las vacunas, para ponderar los beneficios de su incorporación en el esquema. Pero este nunca se concretó.

Por un lado, informantes explican que este tipo de encargo suele ser una forma elegante de dilatar una decisión cara. Más allá de eso, la catedrática Pujadas plantea que de todas formas en un caso “especial” como el meningococo, como las vacunas son caras y los casos son pocos, “nunca va a cerrar la ecuación”. Tal como ella lo ve, habría que tomar el ejemplo de España, que incorporó la vacuna argumentando que con estas enfermedades “no hay que buscar la costo-efectividad porque hay una carga de las secuelas que no están medidas en esos estudios económicos”.

El foco en el brote.

Ninguno de los integrantes de la comisión desconoce las virtudes de la vacunación. Pero el factor parteaguas entre los que exigen su incorporación al esquema y los que no es el hecho de que Uruguay no atraviesa un brote de meningococo.

Los expertos coinciden en que no se puede hablar de un brote porque los nueve casos reportados en el último tiempo no tienen un nexo epidemiológico y, por lo tanto, no se vinculan entre sí. A su vez, todos califican dentro de la categoría de casos “esporádicos”.

Según la experta en infectología pediátrica Catalina Pírez, lo que ocurrió este año fue una “agrupación de muchos casos en poco tiempo”. Además, “fue raro que aparezcan al final del verano porque esta enfermedad es muy del final del invierno e inicio de la primavera”.

A esto se suma la detección de nuevas variantes de la infección. Dice Pujadas que, “lejos de tranquilizarnos” por el hecho de que los casos no estén vinculados entre sí, “nos tiene que alarmar la presencia de distintos serogrupos de la enfermedad” porque eso “habla de un comportamiento epidemiológico diferente”.

Detrás del debate por el meningococo se esconde una discusión médica, económica, pero también política. “Si queremos proteger a la primera infancia como ahora se está diciendo, esta es una enfermedad que tiene vacunas que son preventivas y seguras y deberíamos tener la obligación como país de poder aplicarlas para cuidar a esa población”, plantea Pujadas. Compara esta situación con el hecho de que se cuestiona poco al financiamiento de medicamentos de alto costo indicados para adultos: “Uruguay sigue teniendo una mirada muy adultocéntrica, pero si realmente creemos que es hora de fomentar la salud de la primera infancia, se debe enfatizar en las enfermedades que se pueden prevenir, como es esta, como una estrategia de salud pública”.

Tal vez así, aunque el meningococo siga acechando, Uruguay estará mejor preparado para ganarle la batalla.

¿Qué factores generan más vulnerabilidad al meningococo?

A pesar de que la bacteria del meningococo puede presentarse en adolescentes y adultos, los expertos consideran que el grupo de edad más vulnerable es el de niños menores de cinco años y, dentro de estos, hay más frecuencia entre los menores de dos. También hay algunas condiciones que favorecen la aparición de la condición como el hacinamiento, el humo de tabaco y la cohabitación. Según la última información divulgada por el Ministerio de Salud Pública, en marzo se produjeron unos nueve casos de meningococo.

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