Uruguayos que aportaron al bloque
Además de Vivian Trías, unos 20 uruguayos colaboraron con el servicio de inteligencia checoslovaco. Hubo de izquierda, pero también blancos y colorados. Un contador, un militar, funcionarios públicos, periodistas, un ministro, el hijo de un político importante. ¿Qué aportaron y por qué?
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El 8 de junio de 1964, a las 22 horas, en un restaurante que ya no existe, Vivian Trías tuvo la conversación que reescribe su historia. Llevaba tres años reuniéndose con Vlasák, un supuesto diplomático checoslovaco con el que conversaba de política. Tenían una especie de alianza tácita mediante la cual Trías, a través de sus amigos empleados en medios de prensa, lograba que se publicaran artículos inspirados en Praga y en contra de Estados Unidos; Vlasák, en tanto, le daba ayuda económica al socialista para publicar sus libros, muchos de ellos de contenido antiimperialista.
A juzgar por su reacción serena y comprensiva, Trías esperaba hacía tiempo la propuesta que oyó ese día, o al menos eso percibió Vlasák. El reclutamiento se dio “de manera estándar”. Le dijo que había sido autorizado a agradecerle por toda la ayuda y preguntarle si podía contar con él en el futuro. Trías respondió, de acuerdo al registro del funcionario checoslovaco, que era “absolutamente lógico”: “Tenemos la misma dirección ideológica, ya que se trata para nosotros de cómo luchar de la mejor manera posible contra los americanos”.
Vlasák le comunicó que a partir de entonces los encuentros serían en lugares alejados. Trías aceptó. Vlasák le explicó que su trabajo consistiría en llevar adelante acciones contra Estados Unidos, ya fuera en la prensa o en forma de manifestaciones o huelgas conducidas por miembros del Partido Socialista (PS). Trías aceptó. Vlasák dijo, también, que Praga necesitaba más información proveniente de organismos gubernamentales, y Trías “reaccionó positivamente”. En ese momento, Vlasák tomó coraje y le aclaró que su trabajo sería premiado económicamente. Trías “tomó conocimiento”. Vlasák pidió que su vínculo fuera un secreto. Trías así lo prometió.
Tan secreta fue su condición de agente del servicio de inteligencia checoslovaco (StB, por sus siglas en ese idioma), que cuando el año pasado, 53 años después de aquella conversación, se descubrió la verdad, la reacción de sus herederos socialistas fue primero negar, luego anunciar una investigación, pero siempre dudar. De hecho, hasta el día de hoy mantienen una posición escéptica sujeta a un análisis propio de los archivos de la StB, que aún no han concluido.
A raíz del hallazgo de Vladimír Petrilák (periodista checoslovaco) y Mauro Abranches Kraenski (periodista brasileño), que se propusieron relatar la actividad de la StB en Brasil y de casualidad se toparon con la carpeta de los documentos de Vivian Trías -su seudónimo, Ríos, les hizo creer que podría tratarse de un ciudadano brasileño-, el prestigio del histórico dirigente socialista quedó ensombrecido. El programa En la Mira fue el primer medio uruguayo en difundir la novedad, en octubre, y luego el debate académico-periodístico sobre la veracidad de los documentos se canalizó en diarios, semanarios y portales. En marzo de este año, el historiador Fernando López D’Alesandro saldó la discusión al comunicar que un peritaje caligráfico había demostrado la autoría de Trías de los informes guardados en el archivo checoslovaco.
Pero otra discusión siguió vigente: ¿Trías hizo algo contrario a su consciencia? ¿Fue sometido por los checoslovacos, o se aprovechó del dinero que le pagaban para cumplir sus auténticos objetivos ideológicos? Los historiadores Aldo Marchesi y Michal Zourek investigaron el asunto y llegaron a la conclusión de que Trías no fue un subordinado. Aquellos documentos del archivo que estaban en español, junto al análisis de estos dos historiadores, están disponibles desde marzo en el sitio web del Grupo de Estudios Interdisciplinarios sobre el Pasado Reciente (Geipar), de la Udelar.
Ahora, Petrilák y Kraenski vuelven a escena reconociendo que el revuelo desatado por el agente Ríos les despertó el interés por profundizar en su colaboración y en la actividad de la StB en Uruguay. En estos meses volvieron a bucear en el archivo checoslovaco, encontraron más de 20 nombres de uruguayos colaboradores del espionaje comunista y redactaron un libro al que titularon La StB: el brazo de la KGB en Uruguay. La publicación, editada por Planeta, tendrá su lanzamiento el próximo domingo con la compra del diario El País.
En el libro de 463 páginas, al que se tuvo acceso en adelanto para este informe, se reproducen traducidos los informes redactados por los funcionarios checoslovacos, así como los reportes de sus agentes uruguayos. Varias veces se revela a la StB como un satélite de la KGB rusa, ya que este otro servicio se apropiaba de la información reunida por los espías checoslovacos, pero rara vez el beneficio era recíproco.
Se explica, también, la decisión de este pequeño país de instalar una rezidentura en otra pequeña nación, como Uruguay, en 1961: “Uruguay es un país apropiado para realizar la lucha contra el enemigo principal” (Estados Unidos) y para la propagación de la Revolución cubana.
Hay un capítulo dedicado a Trías, en el cual los autores terminan por coincidir con la visión de que el socialista concebía su colaboración con cierta independencia. Dicen: “Debido a su fuerte personalidad, el agente influía sobre los oficiales (...), imponía su estilo y manera de trabajo”. También sostienen: “Todas estas operaciones (…) tenían un aspecto en común; en principio estaban de acuerdo con sus convicciones, y probablemente él habría hecho lo mismo sin la inspiración de su conocido checoslovaco, pero tal vez de una manera diferente, ya que la StB proporcionaba los materiales, tesis e informaciones sobre las que quería que fueran publicadas las notas”.
En varios capítulos se expone la colaboración de los otros uruguayos y aquí, si bien algunos nombres ya han trascendido, es donde reside la mayor novedad. Hay blancos, colorados, periodistas, funcionarios públicos, el hijo de un político importante y hasta un ministro.
Finalmente, el libro abre una ventana a un mundo protagonizado por estas vidas paralelas, en las que el espionaje muchas veces se vio afectado por las mismas penurias de la vida real: problemas económicos, conflictos con la ley, adicciones, enfermedades y amores clandestinos.
Trías & Cía.
En los 16 años que operó la StB en Uruguay hubo al menos una veintena de colaboradores; algunos notoriamente conscientes de lo que estaban haciendo y del carácter ilegal de su actividad, otros no (ver la lista en la página siguiente).
La lista de colaboradores y agentes en los 16 años de la StB en Uruguay
Los agentes (colaboradores activos y conscientes) fueron, según el libro: Ríos (Vivian Trías), Rajka (Guillermo Bernhard, contador y periodista), Rarach (Héctor Menoni, periodista, el que colaboró durante más tiempo) y Lesnacek (Marcos Brondi, primer embajador uruguayo en Checoslovaquia, y agente de la contrainteligencia). Por su parte, Trías reclutó a cuatro agentes “bajo falsa bandera”: no sabían que colaboraban con la StB, sino que creían que formaban parte de una organización de inteligencia del Partido Socialista de Uruguay. Estos fueron: Aport (Alfredo Abete, escribano), Rosiko (Enrique Balla), Falda (María Elisa Trías, esposa de Trías) y Medio (Carlos Machado, historiador y escritor). Los demás agentes, reclutados por oficiales de la StB, fueron: Rifle (Álvaro García de Zúñiga, general del Ejército), Rivas (José Trelles), Vadil (Héctor di Biase, hoy miembro del Centro Uruguayo de Relaciones Internacionales), Symbol (Nelson Mario Santos, periodista de Última Hora) y Borneluz (Lémez Barros). Los “DS” o contactos confidenciales fueron Grifo (Juan Hugo Gobbi), Ramo (Roberto González Casal, asesor de los ministerios de Economía y Relaciones Exteriores), Risk (Bernabé F. Moroy). Entre los DS también hubo dos “no agentables”: Raro (Alejandro Zorrilla de San Martín, nieto del poeta) y Veslar (Alejandro Rovira, ministro del Interior de Bordaberry).
La rezidentura funcionó dentro de la embajada de Checoslovaquia en Montevideo, con presupuesto y personal propio (diplomáticos ficticios) y tuvo, además de Vlasák, a unos cuantos oficiales residentes.
Ríos fue, según los documentos, el mejor agente de América Latina. Colaboró desde 1961 y hasta 1977. Participó de más de 40 operaciones activas, entregó una cantidad enorme de información y reclutó a cuatro correligionarios (entre ellos su esposa Alicia y el historiador Carlos Machado), que también colaboraron aunque creyendo que era para un órgano de inteligencia del PS. Primero cobraba 150 dólares por mes, luego 200. Además, la StB le pagaba el alquiler de un local, y le financió viajes y la publicación de libros de contenido acordado o dirigido por ellos. Los gastos relacionados con Ríos superaron los US$ 30 mil y dos millones de pesos. En junio de 1964, enseguida de su reclutamiento, logró que Praga le diera armamento al PS para usar en caso de un golpe militar.
Más allá de las publicaciones antiimperialistas, su aporte más valioso fueron exclusivos documentos del Consejo Nacional de Gobierno sobre las relaciones de Uruguay con Cuba, que obtuvo gracias al nacionalista Alberto Heber Usher, miembro del consejo. Dicen los autores que Heber le debía un favor porque Trías lo había salvado de un problema por “un escándalo relacionado con mujeres”.
A Praga le interesaba fortalecer el vínculo con Heber, y Trías así lo hizo. Heber recibió el seudónimo Rous. Y sin saberlo, protagonizó la operación activa “Hubert”, que consistió en presentar al consejo una tesis probando la política hostil del Departamento de Estado estadounidense contra Uruguay. Trías le hizo los discursos y hasta los contradiscursos para los posibles argumentos que surgieran de los otros consejeros. En marzo de 1965 Ríos reportó que la operación había sido realizada.
La colaboración de Trías como agente duró hasta 1977, cuando los checoslovacos dejaron Montevideo a raíz de un aumento de la vigilancia del Servicio de Información de Defensa (SID). Pero según los autores del libro, la estructura de contactos de Trías fue recibida por la KGB, aunque de esa etapa no hay información.
Todos los detalles bajo lupa
1 Vivian Trías, el mejor agente
Trías, importante dirigente socialista cuyo nombre lleva incluso una fundación de ese partido, comenzó a colaborar con la StB como agente en 1964. Su carpeta contiene más de 2.500 páginas, entre las cuales hay imágenes que registran los encuentros con un oficial checoslovaco.
2 Red de contactos valiosos
El socialista aprovechó sus vínculos para conseguir información confidencial. El más valioso fue Alberto Heber, miembro del Consejo Nacional de Gobierno, que le facilitó documentos sobre Cuba y replicó en sus discursos ideas redactadas por Trías. En la foto, Heber con Alejandro Zorrilla (padre).
3 Recibos de puño y letra
Aunque no los obligaban a firmar con sus nombres verdaderos, los oficiales checoslovacos sí exigían a sus agentes que estamparan un nombre falso con su puño y letra. Eso permitió, 50 años más tarde, corroborar que la información del archivo es fidedigna.
4 Encuentros alejados
En 1964, una vez culminado el proceso de reclutamiento que estipulaba una serie de acercamientos previos, Trías y Vlasák, su oficial de referencia, comenzaron a encontrarse en lugares alejados. Uno recurrente era el parque del Prado, indicado en el mapa.
5 Comida, café y whisky
Como regla general, los espías fingían con sus contactos uruguayos interés en ser amigos. En consecuencia, entre ellos corrió mucho café y whisky; hubo almuerzos y cenas. En etapas iniciales, los encuentros fueron en lugares céntricos.
6 Escondites secretos
Los checoslovacos seguían al pie de la letra las instrucciones que llegaban desde Praga. Por eso, el archivo hoy desclasificado contiene un nivel de detalle llamativo, que va desde el registro fotográfico de los sitios secretos donde se reunían, hasta el menú, la ropa y otras cotidianidades.
Duendes en imprentas.
En 1963 empezaron a aparecer en la prensa profundos análisis económicos e ingeniosas reflexiones, con un denominador común: pertenecían a un mismo autor, Guillermo Bernhard. Así que hacia él apuntó la StB.
Bernhard era contador en el Frigorífico Nacional, consejero del ministro de Economía, y publicaba artículos y libros. Aceptó reunirse con Vlasák, quien elogió su trabajo, y este se sintió halagado. Bernhard no simpatizaba con ningún partido pero sí con la Revolución cubana. El contador comenzó filtrando materiales del Banco Central y otros organismos gubernamentales, lo cual se le retribuyó con cigarrillos y whisky. Más tarde, Rajka -así se lo denominó- realizó la operación activa “Eko”, que consistió en promocionar la industria checoslovaca.
En 1964, luego de que Bernhard se convirtiera en director del semanario de izquierda Época, fue reclutado. Su colaboración como agente estuvo atravesada por los constantes pedidos de ayuda económica para el semanario, a los que Praga respondió casi siempre. La StB tuvo así la oportunidad de adueñarse de este medio, pero la desechó tras evaluar que eran mayores los riesgos que los beneficios. Además, el objetivo de usarlo para la difusión de sus contenidos ya se cumplía.
En 1967 Bernhard sorprendió con un cambio de vida: abandonó a su familia y se fue con su secretaria de 28 años. A partir de ese momento vendrían problemas económicos y psiquiátricos, que Rajka intentaría aliviar con el alcohol que la misma StB le facilitaba. En 1974, viendo el deterioro de su condición psíquica y la baja calidad de sus aportes, los checoslovacos pusieron punto final al vínculo.
Otro periodista reclutado fue Héctor Menoni, bautizado como Rarach, cuyo significado es duende de las imprentas. Menoni trabajaba en la agencia United Press International (UPI). Como la StB veía en UPI un instrumento de propaganda estadounidense, su captación tuvo una gran importancia.
Era “levemente progresista” y no quería retribución económica por sus aportes, aunque sí aceptaba cigarrillos. Su interés era ayudar a Checoslovaquia para así ayudar también a Cuba y entonces aportar “a la construcción de una sociedad más justa”. Entre otras cosas, Menoni facilitó una lista de periodistas “proamericanos”, filtró información policial y protagonizó operaciones activas de prensa para difamar a Estados Unidos y apoyar a Cuba.
Colaboró durante 21 años, entre 1963 y 1984; fue el agente más duradero. En ese lapso, interrumpió su tarea debido a un cáncer de garganta, y cuando en 1972 fue secuestrado durante 24 horas por el OPR 33 (ya que después de su liberación tuvo intensa custodia policial). Tras el cierre de la rezidentura en Montevideo continuó activo en Bogotá, Caracas y Buenos Aires.
Contactos de oro.
Hubo otros que, si bien no llegaron a nivel de reclutamiento, fueron calificados como “contactos operativos” muy útiles. Uno de ellos fue Alejandro Rovira, quien fuera viceministro y ministro del Interior (1972), ministro de Relaciones Exteriores (1976-1978) y embajador en Israel (1975-1976). Rovira no comulgaba precisamente con las ideas comunistas. Figura cercana a Juan María Bordaberry y a Jorge Pacheco Areco, comenzó facilitando visas a los checoslovacos a US$ 100 y terminó colaborando, muy probablemente en forma consciente, con la StB.
En 1976, Veslar, que así le llamaron, aportó datos muy importantes sobre la vigilancia de las embajadas soviética y checoslovaca por parte de los servicios de inteligencia uruguayos. También entregó información sobre los tupamaros y detalles sobre las estructuras del Ministerio del Interior y la policía. ¿Para qué? Ni la StB lo sabía. De hecho, el funcionario checoslovaco que lo trataba lo definió como “fascista” y hasta reveló sentirse incómodo por las opiniones de su contacto. A cambio de los aportes, Rovira recibió tres armas, 21 botellas de whisky y cigarrillos. También aprendió a decir “te amo” en checo, porque tenía una novia de ese origen. El contacto con él duró cinco años y no avanzó pues la StB prefirió mantenerlo como colaborador.
En la red de la StB también cayó Alejandro Zorrilla de San Martín, hijo del político nacionalista de mismo nombre (que llegó a ser canciller), y nieto del poeta. Como secretario de su padre, el joven Zorrilla (denominado Raro) accedió a mucha información confidencial que facilitó a los espías checoslovacos entre 1963 y 1974. De acuerdo a los autores, era consciente de a quiénes ayudaba, y lo hacía porque “le gustaba actuar como si fuera alguien importante”.
A su vez, Petrilák y Kraenski cuentan quiénes dijeron que no. El más tajante fue Felipe Paolillo, que más tarde se convertiría en un prestigioso abogado a nivel internacional. Paolillo respondió que no iba a ser “un espía a favor de ningún imperio extranjero, porque eso va contra los sentimientos patrióticos como ciudadano de Uruguay”.
Otro contacto “trabajado” para convertir en agente fue Amílcar Vasconcellos, importante político que llegó a ser miembro del Consejo Nacional de Gobierno. En 1963 hubo un encuentro entre él y Vlasák, que ilusionó mucho al espía ya que lo veía como “canal” hacia el Partido Colorado. Pero la StB no promovió que se avanzara, y el vínculo se truncó. También hubo acercamientos a Carlos Real de Azúa, con quien un espía llegó a reunirse más de una vez, e incluso aceptó que le regalara 400 cigarrillos. Pero la gestión tampoco prosperó, aparentemente porque Real de Azúa le formuló “preguntas sospechosas”.
Así, los tentáculos de la StB alcanzaron a decenas de uruguayos, pero no lograron extenderse todo lo que hubieran querido. Lo que es innegable es que esta trama de muchos sí y varios no es, también, un capítulo de nuestra historia.
El periodista Héctor Menoni batió el récord en cuanto a la duración de su espionaje para la StB: 21 años. Siempre en cargos jerárquicos de la agencia United Press International, que publicaba en el diario El Día, Menoni transmitió importante información y protagonizó operaciones activas de difamación de Estados Unidos. En 1977, cuando la rezidentura se fue de Uruguay, siguió colaborando en otros países.
Aunque no llegó al grado de agente, Alejandro Rovira sí fue uno de los más importantes colaboradores que tuvo el servicio de inteligencia checoslovaco en Uruguay. Rovira fue calificado por Praga como “fascista” y de “ultraderecha”. Sin embargo, este político que llegó a ser ministro del Interior de Juan María Bordaberry, canciller y embajador en Israel, brindó información policial muy sensible que fue determinante para el accionar de la StB.