ENTREVISTA
El comunicador dejó el panel del talk show de Teledoce tras ser desvinculado. Aquí da su versión y se define como un "liberal de izquierda". También habla del día a día con su esposa, Lorena Bomio.
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—La mañana en Camino, tu programa en Diamante FM (10:00 - 1200) va por la temporada 16 el año próximo. “Nos importan las ideas” es su leitmotiv. ¿Por qué?
—Porque considero que las ideas son (o deberían ser) lo más importante a la hora de establecer un vínculo de comunicación en los medios. Más que obsesionarme por la noticia o la información, me interesa mucho más enmarcar el desarrollo y la profundidad de las ideas. Porque en mi hipótesis, teniendo claras las ideas, uno como ciudadano, tiene más herramientas para decodificar esa noticia o información. Cuando pasa algo, es bueno saber desde qué lugar del espectro de las ideas están actuando los protagonistas. Desde esa perspectiva y con el mínimo lugar de incidencia que puedo tener, el programa busca contribuir a la generación de ciudadanía.
—¿Sentís que desde el poder político se habla poco de ideas y las discusiones pasan por banderas pasionales?
—Me parece que es una carencia. Nos gusta más hablar, por ejemplo, del paro de la refinería de Ancap y lo que provoca cuando en realidad sería más productivo debatir sobre el rol del Estado en general y de las empresas públicas en particular. Lo mismo con el Antel Arena: las discusiones sobre esto son pertinentes y ni hablar que la transparencia y el monto de lo que costó son temas importantes, pero para tener un debate realmente profundo deberíamos también preguntarnos sobre el rol de Antel o si nos parece mal o bien que tenga una Arena, considerando también que empresas competidoras de telecomunicación la tienen en otros sitios. Creo que son todos insumos que deben ponerse arriba de la mesa porque si no, siento que se habla de la punta del iceberg y no de lo que está debajo de la superficie. Creo que en los medios, al menos trato de hacerlo desde mi programa, debemos ayudar a tener ese radar para ver cosas que están subyacentes a la noticia o la polémica del día.
—Las redes sociales no ayudan, al parecer, a ese debate en profundidad...
—Yo tengo una visión favorable a la tecnología en cuanto la tecnología es una capacidad que tenemos solo los seres humanos; desde la rueda en adelante. Pero lo extraño es que el ser humano le tema a algo que ha creado en su condición de tal. Es como si la abeja tuviera problemas con la miel. Es una paradoja fascinante desde la perspectiva del estudio. Desde ese lugar, lo que digo es que no tuve, ni tengo un discurso anti-tecnología. Sobre las redes, creo que hay que ponerlas en su justo lugar. Es verdad que inciden bastante en la agenda, en lo que se habla o no se habla y en el estado de ánimo de la gente pero ojo, porque quienes usan y leen Twitter son una porción muy pequeña de la sociedad, sin contar que Twitter están inflado por personas que no son tales, entre ellos trolls y bots. De aquí que el rol de los medios y de los periodistas es fundamental para discriminar qué merece ser puesto a consideración de la gente como noticia o información relevante.
—¿Cuál es tu actividad en Twitter?
—Difundo contenidos vinculados al programa u otras actividades. Sigo personas que me parecen valiosas: me parece un instrumento para llegar a opiniones de actores de la academia, del mundo política o la cultura. Creo que es una pena que a veces se utilice para denostar, agredir, lastimar o incluso amenazar con absoluta impunidad.
—Con Esta boca es mía se cerró un ciclo luego de más de cinco años como panelista.
-Sí, este viernes fue mi último día. Según me informó la producción, he sido el panelista con mayor permanencia en el ciclo. Si bien no me toma por sorpresa porque la premisa inicial había sido la de un trabajo temporal, esta salida me genera un poco de tristeza. En tanto tiempo se ha generado un nivel de afecto por los compañeros del programa y de todo el canal. Además, en mi condición de trabajador, será un ingreso menos.
—¿Cuáles fueron los motivos?
-Los motivos tienen que ver, según se me dijo, con una renovación del panel. En este tiempo tuve la sensación de que mi rol y mi aporte podían ser útiles a los efectos de generar una difusión de las ideas y de los conceptos, pero, con todo derecho, se ha entendido que ese aporte ya no es tan necesario en este momento histórico-político del país.
—¿Crees que en el programa están importando otras cosas más allá del debate de ideas? ¿Que hay una mayor apuesta a la polémica más belicosa?
—Lo que creo es que en todos los ámbitos deberíamos encontrar la forma de intercambiar ideas sin que nos tiente el atajo de la agresividad o la violencia.
—Aunque la agresividad pueda dar más repercusión o más rating.
—Si así eso fuera, tenemos más para perder que para ganar.
—Hace unas semanas tuviste una discusión fuerte con Fernando Marguery que, según se supo, se desarrolló principalmente fuera del aire, una vez terminado el programa. ¿Qué fue lo que pasó?
—Estoy más interesado en que se conozca mi opinión sobre el tema que veníamos debatiendo que sobre lo que pasó después. Estábamos debatiendo sobre la renovación de la concesión de los aeropuertos y lo que yo dije y sostengo es que no le hace bien al sistema democrático y a la calidad democrática que empresas den dinero a los partidos políticos. Cuando logremos que eso no exista y que los partidos hagan campañas financiadas por el propio Estado, proporcionando los fondos a los partidos, sea grande o chico, de derecha o de izquierda, creo que vamos a estar más a salvo de suspicacias.
—Marguery no estaba de acuerdo...
—Yo estaba hablando de todos los partidos, del Nacional, del Frente Amplio, de todos... De la calidad de la democracia.
—¿Cómo siguió la discusión?
—Discutimos en tono fuerte pero luego lo desactivamos. Y seguimos compartiendo panel responsablemente.
—¿Crees que la desvinculación del programa tiene algo que ver con este episodio?
—Prefiero creer que no.
—A lo largo de tu trayectoria en Esta boca es mía has desarrollado ideas propias de la centro izquierda. ¿Alguna vez te ofrecieron integrarte a alguna agrupación partidaria?
—No., en absoluto. Soy un liberal de izquierda, todo el mundo lo sabe. Soy hijo de una generación marcada por la dictadura así que rechazo cualquier forma de autoritarismo, provenga de donde provenga. Del mismo modo que rechazo cualquier discuros negacionista o justificador de nuestra dictadura y el terrorismo de Estado. Abrazo aquel paradigma de 1789 de libertad, igualdad y fraternidad. En eso estoy y estaré, pero desde la comunicación. Nunca me planteé el ejercicio de la política.
—Estás al frente del ciclo “Escritores a mano” desde 2002. ¿Va a volver?
—Sí, hicimos una pausa por la pandemia pero en 2022, la idea es regresar. “Escritores a mano” es de las cosas que más alegría me ha generado. Se trata de conversar con escritores de los más diversos géneros y miradas, con un libro en el medio como pretexto. Nació en el frío invierno de 2002 y recuerdo que uno de mis primeros invitados fue Carlos “El Pibe” Maggi, un amigo que me regaló la vida y que siempre fue muy generoso conmigo. Me acuerdo que en aquellos tiempos él ya hablaba del concepto de crisis como oportunidad. “Escritores a mano” tuvo muchas sedes: una librería, una plaza de comidas, el atrio de la Intendencia, la cafeterías del Teatro del Notariado, distintos barrios de Montevideo y muchas ciudades del Interior. Me acuerdo que, en 2003, recibimos al exministro de Economía, Alberto Bensión. Las heridas de la crisis estaban abiertas todavía y algunas preguntas del público se hicieron desde el dolor y el enojo. Sin embargo, se generó un fructífero intercambio, respetuoso siempre.
—¿Crees que se ha perdido algo de eso?
—Creo que tenemos la obligación de no perderlo. Estamos en un momento en que se confunden algunos conceptos. El conflicto no solo no es malo, ¡es muy bueno! Es la expresión de que todos en un colectivo tenemos derecho a tener opiniones diferentes porque tenemos roles e intereses distintos. Y cuando todo eso se tira encima de la mesa, obvio que nace el conflicto. Se tiene que mediatizar de acuerdo a la herramienta colectiva que nos damos para convivir: el estado de derecho y el gobierno de la mayoría, el respeto de las minorías, es decir, la república. Pero el conflicto en sí no debería asustarnos. Lo que estamos es obligados a mejorar esa herramienta de convivencia para utilizar el desencuentro como una excusa para el encuentro.
—Pero a veces, en el calor del debate se recurre a agresiones de índole personal...
-Ahí es donde yo empiezo a reclamar a quienes tienen mayor responsabilidad, mejores acciones y conductas. Si alguien agrede, lastima o amenaza por redes sociales, tengo la obligación de mandar una señal para decir que esa no es la forma. Si me hago el “chancho rengo”, lo estoy fomentando. Ser gobernante, tanto en el ejercicio del gobierno como en la oposición, debe implicar más que responsabilidades que privilegios.
—Como actor, ¿has vuelto a escena luego de la reapertura de escenarios?
—Sí, con la novena temporada de “Toc-Toc” que pudimos desarrollar este año en la sala del Movie. Otra vez, esta obra nos volvió a sorprender llenando los aforos. Volver a conectar con el público genera entusiasmo que se renueva escena a escena. Para el año que viene está confirmada además mi participación en el musical de Jorge Chagas, “Merveille Noire”, sobre la vida de José Leandro Andrade.
—Te iniciaste en los medios con programas vinculados al entretenimiento con El club de Tom y Jerry (1993-1995) y Sote (1997-2000), en Canal 10. ¿Qué relación tenés con ese pasado?
—Formidable. En ningún aspecto reniego de nada. Me encantó hacer El club de Tom y Jerry. Por las características de esa serie animada, era un programa que abarcaba a un público intergeneracional y hasta hoy me lo recuerdan los muchachos, hoy madres y padres que en esa época lo seguían. Sote fue la versión uruguaya de Seis para triunfar y también lo disfruté mucho. En 2001, además, me tocó hacer la conducción de Bien de bien en sustitución de Berugo Carámbula que lo dejó por motivos de salud. Recuerdo que cuando el canal me lo ofreció, al primero que llamé fue a Berugo para preguntarle si a él le parecía bien. Me dijo: “Alejandro, te pido que por favor lo hagas”. Después vino la crisis y me llegaron otras propuestas vinculadas al entretenimiento pero en ese momento sentí que era momento de dejarlo un poco de lado. Comencé a desarrollar mi programa de radio con una impronta más periodística (Camino a la tarde, en Radio Carve) y lo siguiente que hice en televisión fue Díapositivo, en VTV. Lo hice varias temporadas desde 2002 hasta 2006. Por ese entonces, comenzó la propuesta de La mañana en camino de Diamante FM.
—En la actualidad el programa es también televisivo.
—Sí, vamos por el canal de You Tube. Es una plataforma muy interesante para conectarse con el público.
—Un video del programa fue muy comentado cuando el exfiscal Gustavo Zubía acudió a la entrevista armado y puso el arma sobre la mesa.¿Cómo viviste el episodio?
—Creo que es otro ejemplo de cuando la forma le gana al contenido. Por supuesto que me sorprendió que alguien pusiera un arma arriba de la mesa. Yo no tengo armas ni me gusta que la gente esté armada. Desde mi perspectiva, una sociedad armada es una sociedad más violenta e insegura. Esa es mi opinión. Pero también entiendo a los que opinan lo contrario: hay quienes consideran que es mejor estar armados porque eso nos vuelve más seguros y más aptos para defender a nuestra familia y nuestra propiedad. Entiendo eso pero a nadie corro a los ponchazos diciendo que es un tal por cual. Doy el debate conceptual de por qué considero que estar armado es un error. Sin embargo, al decir esto te tratan de ingenuo, de ser pro chorro, un blando o vivir en una burbuja. Entonces, pregunto: ¿quién de verdad defiende la libertad? Si me corrés a los ponchazos cuando doy mi idea. estás cortando mi libertad. Algo de eso pasó aquel día con Zubía y me ha pasado otras veces. Me molesta que me corran a los ponchazos, sea desde la derecha como desde la izquierda. Demos el debate de ideas.
—Desde hace 18 años sos el presentador del Carnaval en el Velódromo. ¿Volvés a ese rol también?
—Sí. Yo he estado vinculado al Carnaval desde hace muchos años. En los 90 salí en dos murgas muy importantes y diferentes: Diablos Verdes y Saltimbanquis. Allí compartí elenco con el gran Canario Luna. Hoy mi vínculo tiene que ver con ese rol de presentador en el escenario más grande del Carnaval.
—Se viene un Carnaval especial, luego de una pausa de un año y con nuevo gobierno. ¿Volverá renovado en materia de críticas?
—Sí, pero eso es lo mejor que le puede pasar al Carnaval. Estamos viviendo la zafra en la que voces no carnavaleras critican al carnaval. Se dice con cierto escándalo: “Las murgas son de izquierda”. Pero eso es como decir que el agua moja. Por lo menos desde la dictadura para acá, buena parte de las murgas tienen un perfil de izquierda.
—¿Cómo es la vida cotidiana con tu esposa, Lorena Bomio, que trabaja en Canal 10 (Arriba gente y Subrayado). ¿Hablan de los medios todo el día?
—Hablamos de nuestros trabajos pero no suele ser central de nuestras conversaciones. Lorena tiene una jornada muy larga así que en casa estamos más bien atentos a la dinámica diaria y a las actividades de Juan, nuestro hijo de 8 años. También nos abocamos a las tareas de la casa.
—¿Cuánto tiempo llevan juntos?
—Nos casamos en 2009 y veníamos de convivir dos años. Tenemos 14 años de relación. Nos conocimos en VTV y ahí surgió todo. Si bien los dos estábamos en sendas parejas, fuimos duques en ese sentido. Hasta que se despejó el panorama y me tiré al agua.
—¿Y había agua?
—Un charquito. La piscina se fue llenando con el tiempo.
—Son casi una excepción porque no muchos matrimonios se mantienen tanto tiempo...
—Sí, yo voy por mantener el proyecto. Porque creo que el que sale ganando soy yo. Ella es más joven, más linda y más inteligente.