ENTREVISTA
El exministro de Economía y director de OPP durante el último gobierno del Frente Amplio acaba de editar la novela ¡Escuchá la murga!, una historia policial ambientada en Carnaval durante los años 90.
-¿Cómo surgió la historia de ¡Escuchá la murga!?
-Es una novela policial ambientada en el Carnaval. Como dice el título, un thriller a marcha camión en el Uruguay de los años ’90. De hecho, la historia nació en esa época. Tengo la historia guardada hace muchos años. En unas vacaciones en 1997 en Florianópolis me había llevado libros de Juan Grompone y de Pérez Reverte, quienes me influenciaron directamente por ese estilo peculiar de mezclar realidad con ficción. Ahí empecé a delinear algunos personas y nació la historia.
-¿Cuáles fueron los pasos siguientes?
-En ese momento trabajaba como gerente administrativo financiero de una empresa y en las mañanas bien temprano me hacía tiempo para escribir. A los meses me fui a trabajar a Brasil y pude llegar a un final. Ese primer borrador lo fui compartiendo a lo largo de los años con amigos hasta hace algunos años, Gonzalo Cammarota publicó su novela En Carnaval todo se sabe que también es un policial en Carnaval. Cuando la vi me llamó la atención. Lo llamé y le dije que yo tenía una novela escrita hacía tiempo y con varios puntos de contacto. “Si la edito, no pienses que te copié. La tengo hecha hace varios años”, le dije. Se la mandé y al tiempo él me hizo una devolución bárbara y fue quien me dio manija para publicarla. Con la pandemia tuve más tiempo y pude hacerle correcciones y darle el broche final.
-¿Hay personajes reales?
-Está mezclado. Se hace mención, por ejemplo, a conjuntos reales de Carnaval pero también está la murga “La Serpentina” que es completamente ficción. No tuvo que hacer reconstrucción de época porque la escribí principalmente en los ’90. No aparecen los celulares ni las redes sociales. Es una manera de conocer una pintura del Uruguay de aquella época.
-¿Cómo comenzó tu vinculación con la escritura de Carnaval?
-Nunca estuvo en ninguno de mis planes de vida ser letrista de murga. Fue una de las cosas que la vida me trajo. De chico aprendí guitarra y a la salida de la dictadura, con la efervescencia política, cantaba por varios comités y actos. Tenía ese perfil artístico pero siempre vinculado a la actividad militante. No llegué a componer mucha cosa pero sí una canción que fue clave para lo que pasaría después. Le escribí una canción a Racing, equipo del que siempre fui muy hincha por tradición familiar. Nunca viví Sayago pero es mi barrio adoptivo. Le pedí a la murga del barrio, Contrafarsa, si no grababan la canción. Ellos la cantaron y si bien ya los conocía e iba a los ensayos, a partir de aquí quedé muy vinculado con la murga. En los preparativos del Carnaval de 1989 se fue el letrista y “me obligan a salir”. Esa es la realidad. Nunca había escrito para murga pero me entusiasmé y me mandé. Comencé ese año y no paré más: para Contrafarsa escribí todos los años, salvo en 2005. Salí también en 1991, 92 y 93.
-Básicamente tu especialidad son las retiradas?
-Al principio no. Pero después de que fui padre no tenía mucho tiempo y esencialmente me dedicaba a las retiradas. Pero hice muchas actuaciones completas también. La última de ellas fue para Contrafarsa en 1997. Y justamente parte de ese texto está en el libro “¡Escuchá la murga!” y de algún modo resume el argumento.
-Para el Carnaval 2022 en curso, ¿escribiste en alguna agrupación?
-No. Me dediqué al libro. Después de Contrafarsa escribí para La Cofradía y para Cayó la cabra en 2018, 2019 y 2020. Fue una experiencia preciosa.
-Últimamente da la sensación que el nivel de los espectáculos es alto. ¿Se nota esa evolución?
-Sí, hace mucho. Desde la salida de la dictadura se está dando ese fenómeno. En aquel momento había una dicotomía entre las murgas de la Unión, que eran las tradicionales que hacían un humor más verde y las de la Teja que eran muy politizadas y apostaban al mensaje. Contrafarsa, en los ’90, hizo como una síntesis. Ya desde aquellos momentos, con muchos aportes de otras murgas (Falta y resto, BCG), se empezó a incorporar mucha gente del teatro. Fue muy polémica pero a la larga se convirtió en un gran aporte técnico. Más recientemente vino la movida de Murga Joven, que dio un impulso increíble. Hoy me asombra la producción, el nivel de vestuario y puesta en escena que está en juego.
-¿Qué murgas te han gustado del presente Carnaval?
-Vi a algunas pero no puedo opinar. Nunca sería comentarista o jurado. Valoro mucho esas tareas pero no me siento cómodo. No sabría cómo hacerlo. Además, yo conozco algo de murga pero de los otros rubros no tengo mucha idea.
-Sobre la asociación entre las murgas y la militancia de izquierda, ¿cómo crees que empezó?
-Las murgas siempre fueron muy críticas y orejanas y está bien que así sea. Por definición, las murgas son duras (a veces duras de más) con el gobierno de turno y con el poder en general. Si uno repasa las letras de las murgas, reflejan eso a lo largo de la vida. Hubo un quiebre con una murga que se llamó “La soberana” a finales de los años ‘60 que era claramente de izquierda. A la salida de la dictadura, se produjo una renovación importante. Siempre esa relación va a ser compleja, pero la murga tiene que ser lo más libre posible.
-Se dice que cuando el Frente Amplio estuvo en el poder, hubo menos críticas. ¿Coincidís?
-No es así. El que dice eso no fue al tablado en los últimos 15 años. Porque hubo críticas muy, muy duras. En algún caso me tocó ver críticas muy duras a compañeros míos con los que compartimos el gobierno. La actitud frente a esto debe ser la que expresó Tabaré Vázquez y que circuló hace poco en redes sociales. Hay que bancarse las críticas y listo. A veces va mucho en la responsabilidad quien escribe. Eso también se autoregula. Si alguno se va de mambo, la gente lo rechaza.
-¿Te parece que pasó eso con Cayó la cabra y su cuarteto sobre la muerte de Larrañaga?
-En los ‘90, ¿el nivel de crítica era similar?
-Sí. En mi caso, cuando me tocaba escribir buscaba reflejar la opinión del grupo pero nunca partidizarla. Opinar desde el fondo de las cosas, pero no desde las insignias. Jamás una bandera partidaria, por ejemplo. Ese fue siempre nuestro criterio.-Hablabas de un “riesgo de grieta”. ¿Crees que se han agravado los enfrentamientos?
-Me parece que las redes sociales lo amplifican. Es un tema que me tiene muy preocupado. Hay reportes de intenciones menos confesadas de ciertas grandes compañías tecnológicas que han trabajado con la intención de segmentar al público. Aquello de “divide y reinarás” siempre existió en la política, pero era muy limitado y la gente se daba cuenta. Hoy los algoritmos te hacen ver algunas cosas y otras no y es un riesgo para la democracia. Creo que tenemos que tener la inteligencia de superar eso. Porque cuando se empieza con la manija, de un lado o de otro, se comienza a ver las cosas de manera muy sesgada. Pasa con el Carnaval: el que no va, puede pensar que es algo que no es. En mi caso, yo hago el ejercicio todos los días de escuchar a todo el mundo, sea del partido que sea, en especial a personas que respeto éticamente. No soy de las personas que se creen dueños de la verdad.
-En tu última visita a Polémica en el bar hubo un cruce con Connie Hughes y pediste al aire “un Connie del Frente Amplio” para el programa. Al poco tiempo se incorporó Lalo Fernández. ¿Te lo agradeció?
-Al contrario, se lo tendría que agradecer yo a él. En definitiva, lo encontraron. En ese momento yo no le quise responder a Connie Hughes porque la entreveró. Pero luego lo busqué y tenía razón yo. Cuando fue director de la OPP, tuvo la inflación más alta. No digo que fue culpa de él, pero el dato era ese.