Andrea Ghidone: "Si me hubiera motivado la plata, no hubiera hecho todo lo que hice"

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Andrea Ghidone en "Madame Tango". Foto: Difusión

ENTREVISTA

La bailarina uruguaya presenta "Madame Tango" en el Auditorio del Sodre, y de eso, su historia y sus años como vedette charló con Sábado Show

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Andrea Ghidone

dice que en sus espectáculos, el tango es el único protagonista y ella, una simple servidora. Dice también que no hay nada mejor que ser profeta en su tierra, en la previa a un regreso a Montevideo de la mano de Madame Tango, la obra que mostrará el 24, 25 y 26 de mayo en el Auditorio del Sodre, y para la que aún quedan entradas en Tickantel.

En esta vuelta, además, ofrecerá el 30 de mayo una master class en el Instituto Nacional de Artes Escénicas, abierta a todo público (con inscripción previa) y apoyada por el Ministerio de Educación y Cultura. “Que el tango nos una. Ese es mi slogan”, dice en charla con Sábado Show.

Ghidone, que llegó a Argentina hace 15 años, que se consagró como vedette, que protagonizó peleas mediáticas y que hasta tuvo malas experiencias con el hoy acusado de abuso sexual Fabián Gianola, mira para atrás y se reconoce apenas en esa chica impulsiva e inconsciente.

Lo que hay entre aquella historia y esta que la encuentra como madre de una adolescente, dueña desde 2017 de su propia compañía, responsable de los espectáculos tangueros más vistos en Buenos Aires y siempre con proyectos a futuro, es “un abismo”. Y de eso, esta conversación.

—¿Qué te genera presentarte ante tu gente, en Montevideo, con un espectáculo como Madame Tango?

—Creo que se va a sentir en el momento, porque uno no sabe hasta que llega, pero lo que me gustaría sentir en ese momento es la palabra “agradecimiento”. Son muchas emociones juntas; ser profeta en mi tierra es algo que me encanta, siempre estuvo esa posibilidad de hacer cosas ahí, solo que por los tiempos realmente no se podía. La pandemia nos cambió la forma de pensar, la movilidad, y eso me hizo armar mi productora en Uruguay también. Hay un montón de cosas que suceden en esas fechas que voy y me alegra mucho, porque es volcar todo lo que vengo aprendiendo y mejorando sobre el tango. Estoy preparada y lista para disfrutar.

—¿Cuándo fue la primera vez que el tango te unió a algo o a alguien en particular?

—En mi familia el tango se escuchaba todas las semanas, ya sea en el Rincón del Cerro donde vivía mi abuelo, mi tía e íbamos todos los domingos, hasta cuando había alguna fiesta en el barrio. Me acuerdo que miraba Cine Baby, los sábados a la mañana, y a las 12 mi padre salía afuera a hacer el asado, y el vecino estaba con sus tangos, y mis padres bailaban, y el vecino cantaba los tangos y yo me los aprendía, y observaba. Distinguía el abrazo, eso de estar abrazado al otro, dejarse llevar… Me parecía hermoso el cuadro, porque además eran los únicos momentos en los que veía a mis padres así de abrazados. Después mi viejo, de grande, ya me presentó a algunos tangueros que me trajeron historias, cuentos, algunos que cuento en Madame Tango. Es todo un mundo.

—¿Qué es Madame Tango para vos? ¿Qué representa?

—(Piensa) Es algo que consagra ocho años de trabajo, un proceso puntual que fue evolucionando hasta llegar a Calle Corrientes. Tal vez ese es el momento inicial de este proceso, pero hubo ocho años atrás hasta ese momento. Y eso significa gran constancia, ponerse un objetivo, como cuando quise trabajar en Argentina: me puse el objetivo, nena, valija y vamos a ver qué pasa. Y eso es algo que repito; me pongo desafíos y me motivan, disfruto, me hacen la vida más amena. Tiene que ver con lo que trabajo mucho en silencio.

Andrea Ghidone en "Madame Tango". Foto: Difusión
Andrea Ghidone en "Madame Tango". Foto: Difusión

—Esa Andrea que llegó a Argentina con la nena de un lado y la valija del otro, ¿es muy diferente a la que sos hoy?

—¡Uf! (Se ríe) Un abismo. En aquel momento lo hacía impulsivamente, y no medía cosas que hoy ni en pedo, ni me acerco, ni quiero a nadie cerca así, tampoco. Pero es parte de la vida, ¿qué voy a hacer? Hay cosas que elijo. Sí me quedo con esa energía que sigue estando hoy, y hay otra Andrea que nada que ver, que no se identifica en nada.

—¿En qué momento del recorrido de esa Andrea que llegó a Argentina supiste que ibas a construir un futuro que te iba a llevar a ser esta que habla conmigo hoy, que monta sus shows, que es su propia marca?

—No sé… Yo soy una soñadora de momentos de mi vida. Sueño viajar con mi hija por todas las partes del mundo que Dios me permita. Sueño, y eso me motiva a hacer lo que hago. No puedo identificar algo puntual; sí sé que me meto en algo tremendo, no es que no lo sé, pero soy inconsciente en muchos aspectos. Eso me ayuda, porque creo que si en ese momento supiera todo lo que implica lo que viene, no lo haría. Pero una vez que estás, hay que continuar; no se puede dar marcha atrás jamás.

—Decís que sos muy inconsciente, pero también sos muy consciente en otro sentido. Hace poquito contaste, por ejemplo, que te habían convocado para participar de El hotel de los famosos en Argentina, y planteabas la interrogante de qué te iba a dar ese programa a vos. Decías, más o menos: “De lo que yo quiero hoy, no voy a encontrar nada”. Ahí hay mucha consciencia.

—Ni me digas, porque en este último tiempo donde la pandemia ha sido difícil para los artistas, o revolucionaria, porque no me gusta la palabra “difícil”, he recibido propuestas que tenían que ver con esa Andrea que llegó a Buenos Aires. Y de verdad te digo, para mí es muy fácil cobrar ese sueldo a fin de mes, y no tener que generar todo esto. Pero cien por ciento, no tengo ganas de ponerme con determinada ropa en un escenario, de hacer determinadas cosas. No tengo ganas, porque tengo una hija de 15 años y sé qué cosas la enorgullecen de su mamá y qué cosas no, y yo como mamá las tengo que tener en cuenta, porque si no la estoy haciendo sufrir, y si hay algo que no me perdonaría ni me permito es, intencionalmente, sabiendo que mi hija es perfil bajo, exponerla más de lo que ya la expongo. No tiene sentido. Pero esa es una superfácil que sale siempre, y si no voy a eso es porque no lo quiero más. Quiero otras cosas que sé que puedo. Lo otro está buenísimo en momentos de la vida, sirve para potenciar, pero no para quedarse solo con eso. No sirve de nada: a mí no me sirve de nada, económicamente no sirve, personalmente no sirve porque eso trae muchas cosas que salpican a otras personas y lastiman, y en esta profesión el contexto hay que tenerlo en cuenta. Siempre, porque si no, le hacés daño a tus seres queridos que son los que más importan. Es interesante charlar de todo eso con mi hija, porque ya sabe que no soy una mamá común, que soy diferente, pero que la amo incondicionalmente. Y cada trabajo que me ofrecen, la primera persona con la que hablo es con ella. Es toda una movida mi laburo, y hay que vivir en paz.

Andrea Ghidone; cuarentena a la uruguaya. Foto: Darwin Borrelli
Andrea Ghidone. Foto: Darwin Borrelli

—¿Vos estás en paz con esa parte de tu historia? ¿Has estado peleada con tu período vedette, por ponerle un título?

—Es parte fundamental de lo que vino después, por lo que no se puede renegar de nada, porque no hay nada de lo que renegar. Al contrario, solo agradecer. Porque no te hacés una idea de los tacos que gasté, porque no paré en seis años consecutivos de hacer temporada durante todo el año. Irme de vacaciones era imposible, ¿entonces cómo te puedo decir que todo eso no me potenció a mejorar en todos los aspectos imaginables? Yo seguía aprendiendo, me fui metiendo en cosas nuevas, hasta que pasé a Señor Tango, una casa muy importante acá que fue un gran motor para todo esto. Ahí ya sabía que quería armar mi propia compañía; no sabía cómo, pero sabía que quería contar la historia a mi manera.

—Hoy que pasó tanto tiempo desde que te entregaste al tango, ¿cómo sentís que la mirada del otro acompañó ese camino, y la transformación de esa mujer que pasó de los programas mediáticos a encabezar su compañía?

—En esta carrera es el ego primero que nada, y nosotros nos basamos en el aplauso, eso nos da el motor. Si durante muchos años de mi vida me hubiera motivado la plata, no hubiera hecho todo lo que hice. Yo trabajaba en Uruguay como encargada de un departamento físico, y los fines de semana trabajaba casi gratis en el teatro… Y viste que el otro es el otro, y yo con eso no puedo hacer nada. Solamente tengo que ser coherente conmigo, y que el otro vea lo que quiera ver. He cambiado mucho: mi forma de hablar, de vestir, todo, pero porque yo quería cambiar. Fui cambiando porque me hacía bien a mí, porque lo necesitaba, y el otro puede entenderlo o no, pero ya no parte de mi posibilidad. Mi posibilidad es ser fiel a mí misma en lo que yo quiero, lo que yo siento, y ahí no puedo negociar qué es lo que el otro esperaría de mí, sino lo que yo espero de mi misma y lo que realmente puedo dar. Y después, en la cancha se ven los pingos. No hay otra.

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