Estar detrás de cámaras en Showmatch es distinto a presenciar cualquier otro programa de televisión. Se parece más a estar tras bambalinas de un mega recital o un festival artístico. Detrás del plató, hay decenas de productores con funciones específicas corriendo de una punta a la otra, bailarines que terminan de ajustar sus atuendos para entrar a escena, un puñado de periodistas en ubicaciones privilegiadas para interceptar a las celebridades. Pero todo gira en función de la verdadera estrella del show: Marcelo Tinelli.
Amado por unos y odiado por otros, Tinelli ha sido el epicentro de la televisión argentina por tres décadas. Después de dos años atípicos en Canal 13 con resultados de audiencia por debajo de lo esperado, el conductor pateó el tablero y se reinventó como gerente artístico del canal América. Desde esa pantalla se puso a trabajar sobre la vuelta de Bailando por un Sueño, el formato al que le sacó más jugo a lo largo de su carrera. Y contra los pronósticos de quienes vaticinaban que había pasado de moda, volvió a colocarse la corona del rey de la televisión argentina con el rating de su lado.
Todavía faltan cuatro horas para que Tinelli irrumpa en el estudio al grito de “Buenas noches América” pero el programa ya está en funcionamiento. Las instalaciones de Cuyo, el lugar donde se realiza el programa este año y que está ubicado a media hora de la Ciudad de Buenos Aires, reciben trabajadores desde la mañana. Productores, personal de seguridad, maquilladores, sonidistas, peinadores dan cita para que ningún detalle quede sin resolver con tiempo suficiente antes del inicio del show.
Maxi de la Cruz, la gran novedad uruguaya para este año, cruza la puerta de entrada acompañado por su manager Diego Sorondo. Al rato se sumarían su coiffeur Álvaro Román, su hermana Daniela, su sobrina Belén y su novia Bárbara, quien quiso sorprenderlo llevando a su hijo Santino sin avisarle previamente. El comediante sube las escaleras hacia un largo pasillo que parece de un hotel, con una seguidilla de puertas a los dos lados que dan a los camarines. En cada una está colocado el nombre del participante o jurado al que le corresponde la habitación. La de Maxi, por ejemplo, es compartida con Yeyo de Gregorio, un joven actor que ha ganado espacio en programas de streaming. “¿Quién es?”, se pregunta uno de los colaboradores del comediante. Es que lo variopinto entre los perfiles de los participantes es una de las claves que caracteriza al show.
Yeyo se encuentra tomando un café en la amplia cantina ubicada a la izquierda de la entrada principal. Ve pasar al polémico Tomás Holder y lo detiene para elogiarlo: “Yo te banqué, me hiciste cagar de risa con tu vieja”, le dice a propósito de su participación en la que la madre hizo un juego de seducción al aire con Tinelli. Holder le agradece y enseguida le contesta a otra chica que le insiste para que le grabe un video con un saludo. En la fila para el café aguarda el joven streamer Sebastián Manzoni, conocido en redes como “La tía Sebi”. No es casualidad: Tinelli reclutó este año varios influencers para hacer un streaming, es decir un programa en vivo en paralelo sobre el Bailando para redes, y así aprovechar esta nueva forma de comunicación.
Maxi atraviesa otro angosto pasillo que da hacia el estudio. En el camino se cruza a Carna, el histórico humorista del programa que acompaña cada emisión con sus comentarios junto a Marcela Feudale, Larry De Clay y el Chino D’Angelo. Le comenta que estuvo hace poco tiempo por Uruguay y que le sorprende lo caro que está, incluso para los propios uruguayos. Alrededor ya circulan más participantes, más bailarines. Los jurados Ángel De Brito y Marcelo Polino también se dejan ver en la sala principal de la locación. Interactúan con varios presentes y obtienen la información fresca antes de salir a la pista. También están Pablo "Chato" Prada y Federico Hoppe, los principales responsables de la producción, resolviendo los detalles de último momento. En el ambiente se nota que la hora del inicio del programa está más cerca. “Se puede romper un vestuario, quemar un farol, tildar una pantalla”, comenta Prada como ejemplos de los inconvenientes que pueden surgir antes de cada emisión.
El estudio es inmenso. Solo la parte utilizada para Showmatch tiene una extensión de 800 metros cuadrados y ocho de altura. Gran parte del perímetro está cubierto por las pantallas gigantes que ya están encendidas. Detrás de ellas hay otro pasadizo por el que circulan las figuras, una barra de tragos que funciona de forma permanente, la “cabina del descargo” donde los participantes hacen catarsis tras la devolución del jurado y otro enorme espacio donde se arma el decorado para el programa de Mirtha Legrand, que se graba en el mismo estudio.
Dentro de la escenografía el clima ya es de fiesta. El personal de seguridad ayuda a terminar de ubicar en la tribuna a más de 500 extras e invitados que no disimulan la euforia que les produce estar por presenciar el show más importante de la televisión. La energía es fomentada por los musicalizadores que hacen sonar a todo volumen los temas del momento.
Maxi ingresa a la escenografía junto a su partenaire Camila Lonigro y su coach Barby Majule y hacen lo que llaman “la pasada de piso”, el último ensayo previo a la salida al aire. Es la única oportunidad en la que los concursantes practican la escenografía en el estudio, con el vestuario, las cámaras, el director y todos los elementos tal cual se va a ver durante el programa. “¿Alguien vio unos auriculares blancos?, ¡se precisan para una coreografía!”, insiste una productora sobre un elemento que se utilizaría en la puesta del uruguayo. Finalmente dan con el objeto antes de la salida al aire.
Los integrantes del jurado empiezan a aparecer de a uno, y cada irrupción provoca el grito desaforado de la tribuna. Moria Casán y Polino se ubican en el estrado y se suman a la fiesta improvisando una coreografía entre ellos para divertir a los presentes. Pampita y De Brito, más discretos, se hablan al oído. Como antes de cada show importante, hay un telonero. En esta oportunidad es el popular músico El Tecla, que canta y toca el órgano en vivo para animar al público antes de que empiece el programa. Se le suma el ex Gran Hermano Maxi, que suele asistir al programa para apoyar a sus excompañeros. Por la pista deambula el núcleo familiar de los participantes, productores, técnicos y el cuerpo de baile, pero cuando se escucha la voz del director anunciando que solo faltan dos minutos, el personal de seguridad despeja la pista.
Prada se dirige rumbo al control. Durante el día estuvo en comunicación con Hoppe y con el propio Tinelli para avanzar sobre la rutina del programa de la fecha y seguir de cerca las novedades de la vida personal de cada participante. Con el estudio hecho una fiesta, o como le gusta decir a Prada “una cancha de fútbol antes de que salgan a los equipos”, el programa empieza con el pie derecho. “La buena energía que se transmite al aire es la que hay adentro, sino sería imposible. Se genera porque hacemos un programa que amamos y tenemos a un productor general como Marcelo Tinelli”, elogia el productor.
“¿Vos sos el novio de alguien?”, me pregunta una productora apurada. Es que al costado de la pista se amontona una fauna de lo más heterogénea. El espacio es una muestra de que el gran show mezcla la Biblia con el calefón: hoy se ubican allí Lucca Bardelli (exnovio de Juli Poggio que fue invitado por la producción), las activistas trans Sol 1 y Sol 2, la mamá de Tomás Holder y un imitador de este personaje, las amigas de Eva Bargeiela con carteles que dicen “Team Eva”, el Mago sin Dientes y hasta el RR.PP uruguayo Fernando Cristino que se encuentra representando al participante Brian Sarmiento. Los productores eventualmente alentarán a alguno de ellos a pararse al frente de acuerdo al ingreso de cada participante en la pista. Y Tinelli revisará de reojo si alguna de estas presencias le es funcional a su show.
Las míticas pantallas gigantes y el conductor ingresa al estudio bajo la música de Los Beatles. El programa empieza a rodar hasta la tanda comercial. En ese preciso instante, Tinelli se dirige hacia Hoppe para hablarle y no se despega de él hasta la vuelta al aire. “¡Te queremos, Marce!”, le grita un grupo desde la tribuna. Allí están también los fanáticos del futbolista Brian Sarmiento, que entienden que no alcanzará el tiempo para que su candidato baile ese día por lo que le gritan al conductor: “¡Que baile Brian, la p… que lo parió!”.
Detrás de la pantalla ya está pronto para salir a la pista Maxi De la Cruz, pero un productor se acerca y le avisa que ya no hay tiempo. Su turno será al día siguiente, cuando el estudio se vuelva a encender para repetir la rutina que moviliza a cientos de personas con el fin de entretener a miles y miles del otro lado de la pantalla. “Es un programa grande y cada día es un estreno”, resume Prada.