El capitán Martín Fablet: "No me gustó que (Ignacio Álvarez) se bajara del barco"

Martín Fablet. Foto: Leo Mainé

NOTA DE TAPA

Fablet recibió a Sábado Show en su embarcación que tiene amarrada en la Marina Santa Lucía para un diálogo sobre historias de río pero también de los medios.

Martín Fablet. Foto: Leo Mainé
A los 58 años y capitán de su barco el Bay Explorer II (compacto y a motor), navega dos veces por semana las aguas del Río Santa Lucía. Foto: Leo Mainé

-¿Desde cuándo tenés a la náutica como hobbie?

-Desde muy chico. A mi viejo le gustaba y me llevaba a navegar, sobre todo en embarcaciones a vela. A mí me gusta más el motor porque es más cómodo. Para la navegación en río, por ejemplo, cuando hay viento en contra con la vela hay que ir mucho por los bordes. Con el motor vas para dónde querés y más en mi caso que tengo piloto automático conectado con el GPS y al radar. Va solo el barquito.

-¿Con qué frecuencia navegás?

-Dos veces por semana. Los miércoles después de la radio vengo y me paso la tarde y después los fines de semana. Permite un contacto muy cercano con la naturaleza y con la naturaleza humana de la gente que vive a orillas del Río. El Santa Lucía todos los días es distinto. Varía el nivel del agua y te va a dando acceso a diferentes recovecos. Se ven carpinchos, garzas, zorros... Y estamos a 20 minutos de Montevideo. En verano se forman playitas muy lindas en las islas. Me gusta la pesca del dorado con señuelo, que es sumamente divertida. Trato de venir con alguien porque es muy lindo y pintoresco pero en soledad te embolás un poco. A mis hijas les gusta el plan, pero tampoco vienen siempre. Todos los amigos que vienen se entusiasman muchísimo y se van maravillados, pero no vuelven. A todos los que tienen barco les pasa lo mismo. Es un programa que no seduce la segunda vez. No sé por qué.

-¿Qué fue lo más impactante que te sucedió en el Río?

-Muchas cosas. Una noche de verano yo estaba leyendo. Había un silencio absoluto. Eran como las dos de la mañana y ¡pum!, siento un golpe contra el barco. Era un junquero, una de esas personas que viven a la orilla del Río y que se dedican a recolectar y vender juncos para esterillas u otros usos. Estaba con su hijo chico en un barquito. Se acercó para conversar. Tuvimos una charla que me pareció surreal. Me contó que prácticamente vivía del trueque y que su hijo no iba a la escuela, sino que la madre le daba clases. Después la charla se puso más profunda. Yo conté algo de esto en la radio y una escritora de Durazno, Brenda Alzamendi, hizo un cuento basado en esa conversación. El Río ambienta esas cosas que parecen sacada de los sueños. De noche, el eco parece joda. Retumba en todo el espacio si hablás fuerte.

Martín Fablet y su hija Francisca.
Martín Fablet y su hija Francisca. Foto: Leo Mainé

-Hace diez años tuviste que ser rescatado por la Armada....

-En el Río de la Plata a la altura del Kiyú casi me ahogo. Naufragué. Todo se debió a mi inconsciencia. Me había comprado un barco en Tigre (Buenos Aires) que me encantaba. Lo traje hasta Colonia y de ahí salimos con un marinero amigo para traerlo a Montevideo. Pero yo no revisé si el barco estaba como para ese viaje. En Delta del Tigre no usan calafate que es el algodón que se usa para cubrir las tablas y que no entre agua. Usan masilla plástica porque en esos canales suele estar planchado, como en el lago del Parque Rodó. Pero en el Río de la Plata me agarró un poco de sudestada y empezó a salirse la masilla plástica. Quedó como un canasto abierto el barco. Empezó a entrar agua y se hundía. El marinero que venía conmigo logró contactarse con un barco balizador de la Armada. A pesar de que estábamos cerca de la costa, se la jugaron, se acercaron y nos sacaron. Me rescataron a mí y al barco. Hasta hoy agradezco a la Armada y aprendí que no se puede navegar con un día jodido y menos con un barco que no conocés mucho.

-En cuanto a los medios estás en Buen día (Canal 4) que cumplió un año en marzo.

-El programa anda bien. Si no es el uno, es el dos en las mediciones y en la repercusión en la gente. Claudia García es una gran conductora. Yo pensé que era una persona mucho más estructurada y sin embargo, me encontré con una mujer con una cancha increíble y un gran ser humano. Pasamos muy bien en el equipo.

-En radio seguís en Las cosas en su sitio (Radio Sarandí). Se está por cumplir un año de la salida de Ignacio Álvarez. ¿Qué balance hacés de este tiempo?

-Es muy distinto el programa sin Nacho. Para un viejo como yo es mucho mejor. Son bárbaros los gurises que están ahora (por Iliana Da Silva y Juan Miguel Carzolio). Se pasa muy bien. Es un disfrute. No está aquella tensión con la que se trabajaba con Nacho. Quizás sea necesaria esa tensión.... no lo sé. Habrá que ver los números de audiencia porque no hay mediciones desde hace dos años.

-¿Has escuchado el nuevo programa con Ignacio Álvarez, La pecera, en Azul FM?

-Sí, me parece que me está muy bien. He hablado con él y creo que está en un buen momento personal.

-¿Cómo quedó la relación entre ustedes?


-Quedó bien. Lo que pasa es que no me gustó la forma de su salida de Sarandí, pero ta, cada uno hace las cosas como le parece. Yendo a una comparación náutica, el capitán es el capitán y los subordinados lo seguimos. En este caso, el capitán se bajó del barco y se subió a otro. Nosotros nos quedamos preguntándonos qué había pasado. Fue un problema laboral el que tuvimos pero en lo personal está todo bien.

-Fueron cuñados mucho tiempo y además, él es el padrino de tu hija menor, Francisca.

-Sí, sí. Lo que perdimos ahora fue el vínculo diario. Fue como los matrimonios que pasan por períodos de desgaste. Nunca tuvimos una pelea.

-¿Tuviste una comunicación con él últimamente?

-Sí. Lo saludé cuando cumplió 50 años hace pocos días. También cuando estuvo con COVID-19 lo llamé y me ofrecí para hacerle los mandados. Porque vivimos en edificios pegados, aunque prácticamente no nos cruzamos.

-¿Lo has traído a navegar en el Río Santa Lucía?

-Sí, ha venido con sus hijos. Le encanta enganchar la moto de agua, en verano, y salir a chivear. Él es más de la moto de agua que de la navegación tranquila. Prefiere la acción. Yo disfruto más de parar, hacer un asadito y tomar algo. Para mí, con buena compañía es perfecto. No hay otro programa mejor.

-Vivís en un apartamento en Pocitos. ¿Pensaste en mudarte al Santa Lucía?

-Sí. La Marina (Santa Lucía, donde tiene la embarcación) me encanta. Es un country ideal, muy seguro y con la posibilidad de tener el barquito en la puerta. Pero tengo problemas de logística. No por la distancia porque de acá llego más rápido al canal o a la radio que de Pocitos. Mi hija menor tiene 8 años y la veo todos los días. A ella le encanta pero tiene su vida y su colegio en Pocitos. Si la traigo para acá después del colegio, llegamos y al rato tenemos que volver para dejarla en la casa de la madre. A dormir no se podría quedar porque yo me levanto a las 5:30 de la mañana para arrancar la jornada. Entonces no es viable. Capaz que en 10 años cuando ella sea más independiente y/o no tenga tantas ganas de ver al padre, me compro acá la casita. Pero ahí voy a tener casi 70 años. Voy a estar más cerca del arpa que de la guitarra. Es el dilema de mi vida. Capaz lo que me falta es una socia que me diga: “Sí, dale, vamos a probar seis meses”. No la he encontrado todavía.

-Radio, TV y después navegación, ¿en qué momento te dedicás a tus empresas de electrónica y tecnología?

-Una hora por día. Voy y pregunto en qué andan. Trabajo con ingenieros que ya me superaron en conocimientos. Se dedican a la fibra óptica y yo me quedé en el cable RCA. Ellos hablan y no entiendo. Los dejo hacer. Me dedico mucho a las relaciones públicas, porque conozco mucha gente y a la vez, la gente me conoce de los medios.

-¿Dirías que va bien el negocio?

-Sí, a los que trabajan conmigo les va bien. Siempre les digo: ustedes están cómodos, cobran sus sueldos y aguinaldo, ahora, ¿a mí cuándo me van a dar un mango? No está generando dividendos. Son momentos medio chatos y en tecnología también hay un problema de escala. Ahora pensamos en traer medidores de CO2 para los ambientes, algo muy útil en tiempos de pandemia porque a mayor CO2, mayor propagación del virus. Averiguamos en China pero el proveedor te exige una compra mínima de 20.000, un disparate para Uruguay. Terminás comprando 2.000 a un revendedor en Estados Unidos y a un precio más alto. Además, cuando querés acordar, otros 50 importadores trajeron lo mismo. Al final, nadie gana nada.

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