Si hay que pensar en una cara emblemática de Showmatch, Jorge “Carna” Crivelli es seguramente de las primeras que vengan a la mente. El actor fue uno de los más leales a Marcelo Tinelli y lo acompañó al aire durante 26 años, incluso cuando el programa relegó los sketches para dedicarse casi exclusivamente a los certámenes de famosos. “Yo le debo mucho, ha tenido gestos maravillosos con mi familia”, destaca en diálogo con El País durante su paso por Montevideo. Hoy, alejado de los productos del empresario, el comediante protagoniza la hilarante comedia teatral La Clase junto al “simulador” Alejandro Fiore, que trae el próximo fin de semana a Uruguay.
-¿Cómo surgió el mítico personaje de “Decime Carna… clin!”, que te catapultó a la popularidad en los años 90?
-Yo jugué al rugby hasta primera división. Cuando era chico había una necesidad de poner un sobrenombre y cuanto más malo fuera para meter miedo al otro era mejor. En el medio del partido me piden la pelota como “carnaza”, y después se cortó a “carna”. Y en cuanto al personaje, yo hacía uno en Canal 7, y cuando pasé a Telefé para estar en Videomatch, Claudio Villarruel me dijo de buscarle una vuelta. Le agregaron una sonrisa exagerada y el sonidito cada vez que se mencionaba mi nombre. Explotó enseguida. Sin embargo la nota duró solo tres meses. La demanda en Videomatch era tremenda, se hacían muchas notas diarias y todos los días había que hacer algo nuevo. Cuando pasaron tres meses dije “hay que hacer otra cosa”.
-¿Fue decisión tuya, entonces?
-Sí, pero en la vorágine del programa nadie preguntó si la iba a cortar. Hice otra nota nueva y tapó lo anterior. Yo trabajé mucho con Pablo y Pachu, y hacíamos muchas parodias.
-¿Cómo recordás aquel ritmo de trabajo?
-Empezábamos a las 8 de la mañana y terminábamos a las 2 de la madrugada. Era mucho trabajo, pero lo disfrutábamos. La mayoría no teníamos familia y lo podíamos hacer. Presentábamos 18 notas por día y terminaban saliendo siete. A la noche Tinelli nos decía que no había habido tiempo o “no me gustó”, o “le faltó esto” o “hacela para mañana con tal cosa”.
-¿Pudieron hacer mucho dinero en aquella época?
-Si hubiéramos sido inteligentes nos hubiera ido mucho mejor. Algunos tuvieron propuestas muy fuertes de publicidades, pero eran cosas que aparecían sin que nosotros las buscáramos. En los shows se ganaba bien, pero dentro de lo normal.
-¿Cómo era la relación con Tinelli?
-Marcelo fue muy inteligente en mantener el grupo: nos invitaba a comer, a jugar al fútbol a su campo. Teníamos una relación de amigos. Yo por ejemplo le decía “antes del programa vamos a ir a comer a tal lugar”, y él enseguida decía “claro, llamo a la flaca y le aviso”, y se sumaba. Él era uno más. Y como jefe siempre nos agasajó. Fuimos a Brasil para hacer una especie de “retiro creativo” y alquiló un velero enorme. Nuestra vida artística fue una bendición. Videomatch era un viaje de egresados constante, hasta que empezó el Bailando.
-¿Y qué pasó con la relación de amistad cuando el programa tuvo que dar ese giro?
-Nosotros fuimos al Mundial de Alemania y el rating no acompañó. A la vuelta nos dijo que había un cambio de rumbo. Nos hicieron una propuesta económica que era un 50% menos de lo que ganábamos. Yo sentía que le debía un montón de cosas a Tinelli, entonces le dije que aguantaba hasta fin de año. Él me lo agradeció. Tinelli es una estrella, pero ha tenido gestos maravillosos con mi familia. Yo he pasado por la pérdida de un embarazo y he tenido un tumor encapsulado, y cada dos segundos llamaba por teléfono para ver cómo estaba y qué necesitaba. Yo le debo mucho y sé la calidad de persona que es.
-¿Qué opinás de las duras críticas que viene recibiendo en los últimos años?
-Lo critican por el tema político, pero él nunca tuvo un cargo. Lo cuestionan por haber participado en el proyecto de La Mesa del Hambre, pero nadie le dio un sueldo ni un cargo. Fue para ver cómo hacer para ayudar y tirar ideas como empresario, así como tiene una fundación con la que hace un millón de acciones. Cuando tuvo una relación cercana a Néstor Kirchner fue para conseguir cosas para el pueblo de Bolívar. Los de San Lorenzo dicen “nos robó”, pero no solo no les robó sino que con él salieron campeones de la Copa Libertadores, algo que nunca habían conseguido. Y en básquet tuvo uno de los mejores equipos de Sudamérica y modernizó la cancha. Él está expuesto y se puede mandar alguna cagada, pero nunca para sacar una ventaja para sí mismo. Lo que pasa es que lo quieren voltear. Los argentinos somos un poco así. Cuando Argentina atravesó un período de varios presidentes en pocos días, muchos antes de asumir lo llamaban por teléfono a él para pedirle apoyo. Y hasta hoy sigue siendo un peso pesado que muchos quieren bajar.
-¿Cómo sentís que él procesa las críticas?
-Siempre fue impermeable en el sentido de que si le decían algo, no respondía. Pero cuando abrió Twitter le dijimos “mirá que acá hay sangre, te van a decir barbaridades que nunca vas a querer habido leer”. Fue así. Había días que estaba desencajado porque no podía creer las cosas que le decían. Le afectan esas cosas. Una vez fue a la cancha de San Lorenzo con el hijo, le gritaron “ladrón”, se dio media vuelta y se fue.
-¿Cómo marcó en tu carrera la composición que hiciste de Javier Portales en el espectáculo de Martín Bossi, que fue tan elogiada?
-Mariano, el hijo de Olmedo, nos había llamado a Bossi y a mí para hacer la película sobre el padre que quedó medio trunca. El día que nos convocaron nos dijeron “¿se acuerdan de cómo era el sketch?”, entonces lo empezamos a hacer y en un momento vimos que estaban todos emocionados. Martín me dijo que había que llevarlo al teatro y así fue. Fueron cuatro años únicos.
-¿Recordás alguna repercusión en particular?
-Nosotros hacíamos humor hasta que en un momento interpretábamos a Olmedo y Portales en el cielo, y la gente se ponía a llorar y yo los escuchaba. Un día vino (Juan José) Campanella a vernos y nos contó que la hermana había visto el espectáculo y le había dicho “no sabía que Portales vivía”. Le tuvieron que googlear para mostrar que había muerto, y la hermana terminó diciendo “entonces no sé quién era el de la obra”. Un día el acomodador del teatro también me contó que escuchaba gente del público que decía “mirá qué bien que está este hombre”, pensando que yo era el verdadero Portales. Es algo que nunca hubiera esperado en mi carrera.
-¿Cómo has visto la evolución en los códigos para hacer humor desde la época de Videomatch hasta ahora?
-Siempre hemos tenido faltas de respeto hacia las mujeres y a las distintas colectividades o cosas que padece la gente. Está bueno sacar eso de que la mujer es una estúpida que no sabe hacer nada; hay chistes machistas que no se pueden seguir haciendo. Eso es algo positivo para las nuevas generaciones. Lo que está bueno es que uno se ría de uno mismo, y que yo pueda hacer un chiste de gordos, o que (Roberto) Moldavsky pueda hacer chistes de judíos.
-Hay humoristas que se quejan de que la corrección política hace que no se pueda hacer chistes sobre nada.
-Hay que buscar el equilibrio. Yo sé que lo que cuento no hiere a nadie y si a alguien no le gusta se puede ir. Hay algunos que se van para el otro lado. Hace poco le dije a José María (Listorti) que hiciera un video que tenía un chiste con una licuadora. Era uno que había visto de unos brasileros, que mientras la mujer hablaba, el hombre prendía la licuadora para no escucharla. Cuando lo hizo Listorti, hubo muchas críticas y una mujer llegó a decir que si hacía eso podía ser un asesino en potencia. ¿Cómo alguien puede pensar que por el chiste de una licuadora uno puede llegar a matar a la mujer? Era una boludez. Algunos se van al carajo con ese tema.
-Trascendió que hace poco tiempo descubriste que vos tenías dislexia a partir de que se la detectaron a tu hijo Mateo, ¿cómo fue recibir esa noticia?
-Cuando descubrimos que Mateo era disléxico y que es algo hereditario, me hice una evaluación y dio que yo también lo era. Cuando me enteré me cayó la ficha de todo lo que me había pasado en la vida. En el colegio me costaba. No me gustaba leer, sufría. Uno siente que las letras se mueven y pasan de un renglón al otro. Y cuando uno se concentra en poder seguir la lectura, no se puede concentrar en comprender el texto. El disléxico hace un trabajo mental cuatro veces mayor para comprender. Un año me llevé casi todas las materias, las di en marzo y salvé todas.
-¿Y cómo descubrieron que tu hijo lo era?
-Mi mujer empezó a descubrir que tenía alguna dificultad. Tuvimos la suerte de que la pediatra de mi hijo es del equipo de un médico que fue el primer abanderado con el tema de la dislexia en Argentina. Planteamos lo que pasaba, y el doctor evaluó y concluyó que era disléxico. Cuando me lo dijo era la primera vez que yo escuchaba esa palabra en mi vida. Le pregunté: “¿Hay que operar?, ¿qué hay que hacer?”. Me explicaron que muchas figuras importantes eran disléxicas, como Steve Jobs o Tom Cruise. A partir de ese momento nos guiaron con tratamientos con psicopedagoga, y sobre cómo había llevarlo en la vida. Yo me involucré mucho y hoy soy embajador de Disfam, que es la fundación. Él ahora anda bárbaro. Va a un colegio de un solo turno y con menos exigencias. Tuvimos suerte de descubrir eso y que él pueda atravesar sus estudios sin angustias.