Carolina Domínguez: "Amo mi país, pero no está en mis planes volver"

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Carolina Domínguez. Foto: Eva Rojas

ENTREVISTA

La periodista está radicada en España. De vacaciones en su tierra, habló de los tiempos difíciles de pandemia en Europa y sobre cómo encontró el país.

—¿Cómo fue viajar a Uruguay desde España en un contexto tan complejo para desplazarse de un país a otro?

—Fue complicado. La semana previa a viajar, todos los días amanecía con muchos mensajes que me decían que había conferencias anunciando cierre de fronteras y nuevas restricciones. Todo el mundo me preguntaba si ya había comprado el pasaje, y por suerte no tuve problemas porque lo tenía desde agosto. Pero siempre aparecía algún impedimento nuevo, así que estaba bastante asustada. Y cuando todo parecía ir bien y me hice el hisopado para viajar, me enteré que había estado en contacto con una persona que había dado positivo. Me asusté y la pasé muy mal. Cuando llegó mi resultado negativo, me puse a llorar de felicidad frente a la computadora.

—¿Sentías la necesidad de reencontrarte con tu familia más que otros años, por todo lo que ocurrió con la pandemia?

—Sí. Hablábamos mucho por videollamada, pero precisaba estar unos días con ellos. En España todos los días era “una muerte, otra muerte, la muerte del abuelo de un amigo”. Estábamos viviendo una realidad muy dura y necesitaba venir a Uruguay y conectarme con el amor de mi familia.

—¿Cómo fue ese reencuentro?

—Cuando llegué hice la cuarentena en la casa de mis padres pero en una parte separada. Cuando vi en la computadora que mi resultado era negativo, bajé corriendo las escaleras para darme un abrazo con ellos. Nos pusimos a llorar. Poder abrazarlos me revolvió todo.

—¿Cómo manejaste emocionalmente el día a día en Madrid, entre la pandemia y el confinamiento?

—Fue un año muy duro. Pasé por emociones fuertes. Me puse a llorar un montón de veces, sentía mucho agobio y pensaba “ojalá que esto se termine de una vez”. Yo vivo con una amiga que es médica, y todos los días llegaba con cuentos con los que yo decía “esto no puede estar pasando”. Me contaba que muchas veces tuvo que entrar al cuarto donde estaba un paciente porque veía que se estaba sacando el tubo respiratorio. Me explicaba que si iba a buscar el traje correspondiente para pasar, dejaba que la persona se muriera, entonces entraba sin el traje para salvar la vida de esa persona.

—¿Sentiste en algún momento que llegaste a obsesionarte con los cuidados sanitarios a raíz de la realidad que estabas viviendo?

—Uno se persigue un poco. Llegó un momento en el que me traían un paquete y le decía al delivery “déjelo ahí y yo después lo agarro”. Entonces me ponía guantes o lo agarraba con una bolsa, lo dejaba en la puerta para que se airee y lo abría a los tres o cuatro días. Y lo de la lavada de manos es brutal. Se me van a caer las manos por la cantidad de veces que me las lavo y enseguida me pongo alcohol en gel. En España todos se cuidan como yo.

—¿En Uruguay estás manteniendo este nivel de cuidados?

—Al estar viviendo estos días con mis padres, no puedo asumir ciertos riesgos. En casa con mis padres estoy con mascarilla y a distancia. Me dicen “comé en la mesa” y les digo que no. Además, preferí evitar a ir a los canales de televisión que me invitaron y no vi a más de la mitad de mis amigos. Siento que en este viaje tengo que minimizar la cantidad de contactos. No es obsesión, quiero cuidar a los que me rodean.

—¿Cómo encontraste a Uruguay a nivel de prevención?

—Veo gente caminando por calles angostas sin la mascarilla y no lo puedo creer. El otro día estaba en la playa y alguien dijo “no vayas a ese parador porque te piden tapabocas”. No es que te lo piden, hay que usarlo por vos y por los tuyos. En este momento mientras hacemos la nota estoy viendo a tres personas adelante mío caminando sin mascarillas, y una de ellas es un señor mayor...

Carolina Domínguez. Foto: Eva Rojas
Carolina Domínguez. Foto: Eva Rojas

—¿Este contraste entre tus cuidados y los de algunos uruguayos te generó alguna situación incómoda?

—Sí. He vivido situaciones de amigos que me presentan otra gente, y yo sinceramente prefiero mantener la distancia. Hay gente que viene a abrazarme y yo no puedo, me cuesta un montón. Doy el puño o tiro el pie, que es más de lejos. Y digo “es al principio y después me relajo”, y la verdad es que nunca me relajo. Puede resultar antipático, pero si alguien me mira mal es problema de esa persona. Mis amigos les dicen “ella viene de España, entonces tiene otra realidad”.

—Uruguay fue elogiado en el mundo el año pasado por la forma de la que enfrentó la pandemia, ¿en España se habló de este tema?

—Sí, incluso me tocó hacer reportajes sobre el coronavirus en el mundo y hablé varias de Uruguay. Lo hacía con orgullo.

—¿Cómo ves la situación actual de Uruguay ante el avance de casos?

—Lo que está pasando ahora es una ola que era inevitable. Creo que Uruguay no va a tocar fondo como otros países porque ganó muchísimos meses.

—¿Te cuesta volver a España en unos días?

—Amo mi país y me duele un montón cada vez que me voy, siempre me quedo con ganas de estar más días. Me pongo a llorar en el avión y me parte el alma saber que dejo a mucha gente que quiero. Este año va a ser más difícil todavía: hubo muchos amigos que no vi, y a los que vi no los pude abrazar. Igualmente después llego a España y me adapto enseguida. Extraño pero sé que estoy bien allá. Si estoy en España es porque realmente lo elijo. Ahí tengo mi trabajo, mis amigos, mi mundo. El hecho de tener un trabajo que me genera desafíos todo el tiempo hace que yo esté ahí. No hay techo.

—¿En Uruguay hay techo?

—En Uruguay sí siento que hay determinados techos. Hay menos posibilidades. En España sé que hoy o mañana puedo cambiar de rol y hacer otra cosa.

—¿Qué tendría que pasar para que resuelvas volver a vivir en Uruguay?

—Es la pregunta que me hacen mis padres. A esta altura va más allá de Madrid, hay una vida que estoy forjando hace tres años ahí. Volver no está en los planes.

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