ENTREVISTA
La actriz y comunicadora habla de la obra "Taitantos", los desafíos para ser aceptada como actriz, el ya no trabajar en las mañanas y los haters
la actriz y comunicadora nos recibe en la sala Undermovie después de un ensayo de Taitantos, la obra que estrena hoy con localidades agotadas. Tendrá otra función, el sábado 23 de octubre también en la Undermovie.
Para Catalina Ferrand, hacer esta comedia que dirige Adriana da Silva es regresar al teatro después de mucho tiempo. Lo último que había hecho fue Carnaval en 2019, con La Compañía, y Teatro breve en el mercado Williman acompañada por Ale Martínez. Ahora, Ferrand se toma un doble desafío, estar en una sala chica, y estar sola sobre el escenario. Acerca de esta obra, su faceta como actriz y los prejuicios que tuvo que derribar, el humor, sus compañeras Colonas y hasta los haters, habló Catalina Ferrand con Sábado Show.
—¿Cómo te sumás a Taitantos?
—Me sedujo que haya venido de la mano de Adriana da Silva, quien me recontra visualizó en este unipersonal, yo la admiro, la quiero y confío en ella, entonces me embarqué en algo que me daba miedo mucho tiempo antes: hacer algo sola. Es mucha responsabilidad, nervios y hay que tener seguridad. Me lo replantee un montón de veces y aunque he tenido muchas posibilidades de hacer algo sola, nunca me había animado.
—Pero sos una actriz con varios años de trayectoria.
—Sí, pero de estar arriba, sola, nunca. La gente piensa que como aparecía en la tele y después empecé a hacer teatro, les parece que el teatro vino segundo, pero a los 13 años iba al colegio y ya estaba en la academia de Jorge Triador. Entonces, en realidad lo que estudié, más allá de lo curricular de cualquier adolescente, fue teatro. Es verdad que la televisión me dio una visibilidad que cuando Omar Varela me citó para hacer una obra en el Anglo, la gente se pensó que fue por estar en la tele. De igual manera, estar en un unipersonal es una responsabilidad muy grande, porque todo recae solo en vos, por más que tengo un equipo de producción con quien me siento muy protegida. Y la conducción de Adriana fue lo que me permitió arriesgarme.
—Taitantos ya se ha hecho en otras partes, pero la que vas a hacer es distinta a todas.
—Sí, es distinta y traté de no ver ninguna para no estar influenciada. Así que la estoy haciendo muy a mi manera, y el personaje tiene toda una carga que no tengo en mi vida, pero que me permite jugar con esta chica, Susana Duarte que está en un momento particular de su vida. Las mujeres y hombres que vengan, van a ver una realidad muy cotidiana. Es ese juego entre la exposición de un blog que lee mucha gente y tu vida personal, y es mucho la realidad de una madre con una hija adolescente que pasan vicisitudes propias de esa edad, una mujer divorciada que está buscando una pareja donde sentirse segura y todavía no se dio cuenta que la seguridad tendría que empezar en ella para después encontrar la pareja ideal. La obra es simple y entendible para todo el mundo, también es liviana pero con contenido. Es una obra de humor pero tampoco son chistes o una cuestión libre de stand up. Estudié stand up, pero nunca lo hice como para reunir a la gente en la sala porque creo que la gente que hace este género de humor tiene una facilidad gestual y corporal, tiene ángel para hacerlo.
—Tus compañeras de La culpa es de Colón, lo hacen parecer fácil.
—Sí, hay compañeras que manejan los personajes, otras el trabajo corporal, y las cuatro hacen géneros diferentes pero porque se prepararon para eso. Yo soy una actriz de texto y me siento acompañada con un libreto y defendiendo un personaje que lo leo y lo encuentro para hacer.
—¿Es un desafío hacer humor y que no se te asocie al personaje?
—Es un desafío porque no soy esa mujer. Pero estoy acompañada por Adriana que tiene un olfato muy bueno para dirigir. Además, al ser actriz sabe transmitir lo que quiere que haga. Así que estoy contenta
—¿Cómo te sentís con la cercanía que te da el Undermovie?
—Es una sala que me queda cómoda, es una sala chica y cercana, lo que es un desafío porque no hago cosas con el público tan cerca. Entonces es un desafío para mí tener a la gente con esa capacidad de hacer contacto visual. A veces ese contacto inhibe mucho, pero ahora voy a hacer dos cosas que para mí son nuevas, como lo fue el carnaval. Voy a estar en una sala chica donde me voy a cruzar con la mirada de muchos espectadores, y voy a estar sola, que por más que haya recursos con imágenes, estoy sola. Ambos desafíos van enriqueciendo la carrera y me pareció un buen momento para hacer esta obra.
—¿Hubo que derribar barreras para que la gente te tome como actriz?
—Pasa que actuación y televisión son dos mundos paralelos. Si me das para elegir, decidí la actuación por vocación y llegué a la tele por el destino. No busqué trabajar en la tele, pero se dio. Entonces me parece que a medida que pasa el tiempo, la gente se acostumbra a ver actores de teatro en el Carnaval y a carnavaleros en la televisión, nos favorece a todos. Uno tiene una vida con una ductilidad enorme, y ponerle trabas a la gente que quiere hacer su arte en otros escenarios, es muy mezquino. Y está más que demostrado en La Culpa es de Colón, donde Leticia, Lucía y Jimena, es la primera vez que hacen televisión, y la rompieron, y la gente las adoptó, las ama y las sigue por lo que ellas son. Ahora no son de nicho, son masivas. Creo que todos nos beneficiamos cuando logramos derribar tabúes y barreras, y cuanto más te animes a hacer cosas distintas, más rica va a ser tu vida y la vida de quienes te rodean. Mirá si Nelson Burgos no se hubiese animado a estar en la televisión, mirá lo que nos estábamos perdiendo, y él es enfermero que trabaja de eso desde hace años.
—Estás en La culpa es de Colón. ¿Extrañás estar todos los días en la televisión?
—No, al revés. Ahora se me vienen fechas de cubrir gente en la mañana por las licencias, es parte de mi trabajo también, y lo hago con todo gusto porque me gusta la llegada que tenés con programas diarios, pero es muy cansador. En este momento en mi vida con las chicas, y después de haberlo hecho por muchos años, disfruto mucho el tener momentos para dar las clases que amo, para poder ir a buscar a mis niñas y llevarlas a todas las actividades extracurriculares que tienen y no depender de otros para que lo hagan. Es lo que quiero hacer. Hoy tengo el presente que necesito para ser feliz y estar con mis hijas. En otros momentos necesitaba un equipo más grande para poder hacer todo eso. Y lo que tiene nuestro trabajo, es que más allá de generar el contenido diario, lo más tedioso del mundo es el arreglo, el pelo, el maquillaje. Eso es lo más cansador, esa previa de qué me pongo y si me maquillo.
—Son exigencias para la mujer, pero no para los hombres.
—Bastante más a las mujeres. Los trabajos públicos es lo que tienen. Si una se siente exigida ya de por sí en el trabajo, hay que sumarle las exigencias por cómo nos vestimos y lucimos. Hay una impunidad tan grande para decirle al otro, sin ningún prurito sobre cómo tendría que ser, vestirme, peinarme, sentarme o hacer. Señora, yo soy como usted, ¿quiere que vaya a evaluar cómo lavó los platos o cambió al nene? Eso no lo entiendo. Capaz porque lo veo desde este lado del mostrador, pero no entiendo porqué una persona que tiene otro tipo de trabajo no puede humanizar el trabajo que tenemos. Soy como cualquiera, pero a veces salgo en la tele, y lucho por tener mi mejor cara, por estar lookeada lo mejor que puedo y estar lo mejor que puedo en el momento que vivo. Sacame un poco la exigencia que me va a dar un síncope si sigo así.
—¿Cómo hacés con los haters?
—A veces contesto, pero porque necesito entablar un diálogo porque lo necesito yo para entender la cabeza de esa persona para decir tal o cual cosa. A veces directamente encuentro que es como estar discutiendo con gorilas, y yo no tengo por qué estar explicándole nada a nadie. A veces trato de averiguar qué lleva a esa persona a decirme tal o cual cosa. Otras veces entiendo que no estamos en el mismo escalón humano como para responder ordinarieces.