Por: Ximena Aleman
Round 1.
-Vos no tenés cara de boxeadora.
La chica entró al gimnasio por segunda vez. La primera, el día anterior, seguro de que no iba a verla de nuevo, él había dicho que sí, que se animaba a entrenarla. Ahora, ella estaba allí: con la mochila y el dinero para un mes de entrenamiento.
-Yo hice karate y taekwondo- contestó con el tupé de sus 16 años.
Alberto Canedo era el único que había aceptado. Chris Namús había recorrido cuatro clubes hasta llegar a ese en la Aduana, cerca de la jefatura donde trabajaba su padre. Y estaba decidida.
-Eso no tiene nada que ver.
-Pero competí internacionalmente.
-No sabés en qué te estás metiendo.
- Tome el dinero.
-¿Para qué? Para que entrenes una semana y yo me quede con la plata del mes. ¡Te estoy robando!
-¡Usted no me roba nada! ¡Yo estoy insistiendo!
Como todas las conversaciones entre desconocidos en Uruguay, el diálogo desembocó en conocidos comunes. Él trabajaba en La Teja. La abuela de ella vivía en ese barrio. Una semana más tarde, se llevaban de maravilla. Dos exhibiciones y una pelea amateur después, Chris Namús se hacía profesional.
La tenacidad para conseguir entrenador es una receta que Namús aplica al deporte y a su vida. Pasaron siete años y sigue en el ring. Este 15 de enero en la Rambla Kibón y con entrada libre Chris enfrentará a la colombiana Darys Esther Pardo.
-¿Por qué empezaste a entrenar?
-Empecé por una película. Estaba haciendo zapping, enganché Golpe de mujer con Michelle Rodríguez y me llamó la atención, me encanta esa actriz. Yo antes no miraba las peleas de boxeo de hombres, las pasaba porque veía un poco de sangre y me impresionaba. Era de las que decía: "eso no es un deporte". Cuando vi la película me pareció que el boxeo femenino era totalmente diferente, que no era tan fuerte ni que se mataban tanto. Terminó la película y llamé a un número de informes para pedir los teléfonos de clubes de boxeo. Todos me decían que con mujeres no trabajaban. Antes era así, cuando quería algo era como un capricho, lo quería ya. Además estaba gordita y quería bajar de peso. Había probado varias cosas: danza, gimnasia, y nada me motivaba. Le dije a mi padre y él, que andaba siempre por al Aduana, me dijo que había un gimnasio por ahí que estaba siempre abierto. Al otro día, después del liceo, fui a averiguar.
Round 2. Gordita y coqueta. Estos no son los adjetivos que se aplican usualmente al "Bombón Asesino" Namús. Sin embargo, no por infrecuentes son menos ciertos. La boxeadora entrena de uñas largas y rojas. El largo es el que el deporte le impone, porque con los golpes, las uñas no resisten y se quiebran. Para evitarlo ella a veces las refuerza con una lámina de acrílico, que es más duro. El amor por la comida también está subyugado al deporte y a la disciplina de una dieta estricta. Por eso, el cuerpo esculpido en las horas de ejercicio no delata el gusto por los dulces. Jugo de naranja, café con leche descremada y queso magro con pan light de desayuno. Ensalada y pollo o pescado a la plancha de almuerzo y en la tarde un plato de ensalada de frutas: no es una dieta de hospital, es el menú de competencia de la deportista. La disciplina incluye hasta la ingesta de agua, porque "el agua no engorda pero pesa".
-¿No te da miedo que el boxeo afecte tu belleza?
-En ese sentido soy bastante inconsciente. Todos sentimos nervios cuando vamos a subir al ring porque alguien te va a pegar, pero en este deporte te tiene que gustar que te peguen, porque pegarte te van a pegar seguro. O por lo menos no te tiene que preocupar que te lastimen. Eso es lo que me pasa a mí. A veces me subo al ring con un boxeador que es fuerte y digo "este me va a matar" y quedo como un poco atada. Entonces de repente pienso que más de un ojo morado no va a ser y empiezo a ir para adelante. Pienso que me pueden quebrar el caballete o romper un pómulo, pero si pasa lo del caballete, que sería lo peor porque una nariz quebrada se nota de acá a Pando, me operaría después de que termine la carrera. No me importa estar con la nariz quebrada un par de años.
-¿No te da vergüenza un ojo morado?
-No, al revés, me da orgullo. Es una chotada, porque si tenés el ojo morado es porque no te fue bien en la pelea, pero igual es un orgullo.
Round 3. Es el primer video que aparece cuando se busca su nombre en Youtube. "Comienza a meter la histórica presión el viejo Palacio Peñarol", relata la voz grave del comentarista. El Palacio está lleno. Las luces iluminan el ring y en él, a Chris Namús y a Lely Luz Fernández. Una muchacha rubia y de poca ropa anuncia que la pelea empieza. Y entonces: recto de izquierda, gancho de derecha, gancho de derecha, gancho de izquierda, gancho de derecha, gancho de izquierda, gancho de derecha. Chris Namús se tambalea. En dos minutos y medio se termina la pelea. La colombiana se la dedica a Dios, porque él es el dueño del triunfo y la derrota. Esa noche, por primera vez, Dios no estuvo con Namús
-¿Cómo pesa una derrota a nivel psicológico?
-La verdad estuvo difícil. Pero mi carrera, mi vida, ha tenido varias piedras en el camino y es lo que me hace ser cada vez más fuerte e ir superando las cosas. En el momento uno piensa que es una cagada, pero después te das cuenta de que aprendés y eso que me pasa con mi vida en general es lo que me pasó con la pelea. Para mi carrera fue importantísima y siempre digo que fue lo mejor que me podría haber pasado. Aprendí mucho. Yo nunca me la creí, pero sentía que era difícil que perdiera. Y no. No era difícil. Creo que fue una de las cosas más fáciles que le pasó a la colombiana. Me tocó con la mano, me agarró con la boca abierta y me movió todo adentro, me tiró a la lona y no me levanté. Entonces tomé conciencia de lo que estoy haciendo. Estaba allá arriba y de la noche a la mañana pasé a estar allá abajo. Ese día llené el Palacio. Pero a la siguiente pelea, en octubre, ya no había nadie. Y de a poquito fui haciendo el camino de vuelta. En febrero batí record de entradas en el hotel Conrad. Me acuerdo que la primer semana me pasé encerrada en casa llorando y cada vez que veía la caída, que aparte apareció en todos lados, lloraba. Y cada vez que entraba en Internet lloraba. Y se me fue pasando. La fui viendo más fría, hasta que la empecé a analizar. Y aprendí del error: tenía la boca abierta, subí re desconcentrada. Ya te digo, son cosas que se van aprendiendo. Hoy me subo al ring y es una cosa diferente.
Round 4. Intenta sentir el tacto de la mano sobre la pierna izquierda. Pero no. Apenas percibe un cosquilleo, una sensación vaga y difusa, como el recuerdo del tacto que se mezcla con las dosis de morfina. Postrada en la cama por el dolor, solo se levanta para caminar torcida hacia el baño. No volverá a pelear. La hernia de disco ocupa el 90 % del canal raquídeo y aprieta los nervios. Hay que operar.
-¿Cómo salió todo?- preguntó dos días después, todavía bajo los efectos de la anestesia.
- Y... no sé cómo salió todo -dijo el cirujano- lo que si sé es que quiero ringside para la próxima pelea.
Después le dijo que ya podía ir al baño caminando. Pero del miedo, ella esperó toda la noche. Y cuando se animó fue increíble. No sentía el dolor. Era como magia.
-¿Cómo te preparás par esta pelea?
-Es una pelea bastante especial, hace mucho tiempo, desde mayo que no entreno. Tenía pactada una pelea en agosto, pero tuve que suspender por la lesión en la espalda. Hoy en día estoy haciendo el doble horario: en la mañana la parte física con mi preparador Germán Toskian, y en la tarde, la parte técnica de boxeo con Julio García, que es uruguayo pero que está radicado en Argentina desde hace 40 años y viene para entrenarme y con Gabriel Belele que es mi técnico desde hace bastante tiempo.
Entrenamos dos horas en la mañana y dos horas en la tarde. Día por medio hacemos guantes porque se acerca la pelea. Vamos rotando bastante de compañero, a veces hago con hombres y a veces con mujeres, siempre pensando en la pelea del 15 de enero y en lo que va a ser mi rival que es buena, es fuerte. Viene con 22 peleas ganadas, 17 por KO. Pero estamos contentos y seguros de lo que estamos haciendo.
De playa ni hablamos. Pero siempre digo lo mismo: cuando una deja cosas de lado y se sacrifica por algo, vale la pena y le va bien. Lo mismo pasó con las fiestas, no podía comer nada y me tenía que acostar temprano porque entrené 24 y 25 y 31 y 1°. Pero después sé que el 15, cuando me va bien, me siento orgullosa de mi misma por haberme portado como una profesional y haber hecho las cosas bien. Aparte hoy en día disfruto de los entrenamientos mucho más aunque la parte física no me gusta. Salir a correr, levantar pesas, lo hago porque es un 50 % del boxeo, pero me implica mucho esfuerzo y sacrificio. Con el tema de la operación, que no sabía si iba a volver a pelear, estaba deseando entrenar. Ahora valoro mucho el entrenamiento, lo hago contenta y cada vez que digo "estoy muerta" me acuerdo que hace unos meses pensaba que no iba nunca más a boxear.