El cupletero Claudio Rojo regresó al Carnaval luego de cinco años de ausencia. Está radicado en España, donde recientemente trabajaba en una pizzería, y aceptó la invitación de la murga La Nueva Milonga. La agrupación entró quinta en el concurso, lo que despertó críticas del humorista, que acumula más de 20 menciones en lo personal en el concurso.
“No sé si el jurado estuvo viendo el Carnaval de Río”, comenta antes de regresar a su vida en Europa. De todos modos, celebra la experiencia de haber vuelto a sus amores de febrero. "Sigo feliz por el Carnaval que hicimos", comenta.
-La Nueva Milonga entró quinta, según la evaluación del jurado. ¿Con qué sensación te quedás luego de este resultado?
-Un sabor amargo por estos fallos. Los jurados son humanos y se pueden equivocar, pero no creo que tanto. O estuvieron viendo el Carnaval de Río. Porque mandarnos a esa posición… es una cosa rara. Pero sigo feliz por el Carnaval que hicimos y que sigan tirando piedras. Van a hacer una muralla. Un castillo nunca.
-Volviste de España convocado por la Nueva Milonga. ¿Cómo fue la gestión para “repatriarte”, al menos para el Carnaval?
-Me tiraron una propuesta y yo estaba con ganas de venir. En este tiempo, no podia porque no me habían salido los papeles allá. Una vez que pude tramitar la residencia, se redoblaron las ganas. Llamé a otra persona, director de una murga y cuando le pregunté si existía la posibilidad, me dijo que lo mío ya había pasado de moda. Me dolió ese comentario pero por suerte surgió la propuesta de La Nueva Milonga, de Álvaro Santos y Rafa Antoniazza, a quien conozco hace 40 años. Salimos juntos varias veces en Carnaval. Me encantó tener esta oportunidad que no digo que sea la última, pero quién sabe. Yo estoy lejos y no sé si voy a volver el año que viene.
-En 2019 habías integrado La Margarita, la última murga antes de irte del país. ¿Cómo fue este tiempo? ¿Extrañabas en febrero?
-Bueno, yo me fui en 2020 y al año siguiente no hubo Carnaval por la pandemia. Cuando regresó, traté de no mirar.
-¿En qué ciudad estás radicado allá y qué hacés en España?
-Estuve en Lanzarote pero antes de venirme, estuve en La Coruña. Yo me fui a laburarla como tantos. Lo último que tuve fue un trabajo en una pizzería. Cuando regrese, terminaré los trámites de residencia y veré que oportunidades aparecen. Estamos allá con mi compañera.
-¿Te costó la adaptación allá?
-En un principio sí, pero hoy estamos adaptamos a la vida de allá. Hay muchas más posibilidades: el sueldo te da para llegar a fin de mes. Vas al supermercado y sentís que te da para llevar las cosas que necesitas en tu heladera. Claro que se extraña a la familia, pero estamos juntos allá con mi señora y la llevamos.
-Llegaste en noviembre para sumarte a los ensayos. ¿Cómo fueron aquellos primeros ensayos?
-Costó ponerse el chip de Carnaval de nuevo. También toda la murga vivió su proceso: empezamos con un libreto y fuimos cambiando. En broma decimos que tenemos letra para tres murgas. Le metimos mucho a la presentación y a la retirada, que es Eduardo Rigaud y realmente eriza la piel del pueblo y de la gente que está en el exterior. En lo personal, también me costó un poco acostumbrarme a cantar y a los códigos nuevos de las murgas. Porque son todos jóvenes: he visto a una juventud impresionantemente carnavalera. Se memorizan la letra en un día, son rápidos y a mí me cuesta más.
-Una vez en el concurso, ¿en qué aspectos sentís que creció el espectáculo?
-En los ensayos veníamos ahí, ensamblando y luego se dio la magia, todo confluyó. Ya en los tablados empezamos a cambiar cosas. La última rueda fue gloriosa. Nunca me pasó en 46 años de Carnaval que el Teatro de Verano se parara ocho minutos antes de terminar el espectáculo y aplaudiendo gritando de una forma que no nos escuchábamos entre nosotros, arriba del escenario. Cuando bajé a la platea se dio ese aplauso que fue como un homenaje. Salió sin haberlo preparado ni imaginado. Después no podíamos empezar a cantar de vuelta porque estaba todo el mundo emocionado. Me llevo un trofeo imaginario.
-La propuesta de ustedes es tradicional pero al mismo tiempo con recursos más modernos. ¿Cuál es tu definición?
-Nosotros hacemos un rescate de las tradiciones. En el mismo espectáculo con aquello de los “viejos meados” jugamos con esa tirantez entre la juventud y la vejez. Arriba del escenario tenemos la mayoría de los componentes son jóvenes, aunque están cantando y haciendo de viejos como nosotros. Después, la despedida y la presentación son para mí impresionantes.
-Te embroman con el tema de los remates picarescos…
-Sí, pero en realidad todo giro con que soy un “nuevo negro Claudio”. Estoy deconstruido y al final, de tanto insistir remato una sola vez. Antes, hacemos que el remate lo haga el público con aquello de “agachate y conócelo”. Es un momento mágico.
-¿Cuándo volvés?
-El lunes ya me tomo el avión. Me habían sacado pasaje para el 21 de abril pero no era una locura.
-¿Qué has hecho además de Carnaval?
-Visité familia, amigos. Estuve con los nietos. Hicimos muchas comidas y despedidas. Hubo cosas buenas y también malas. Me reencontré con gente de la que yo esperaba otro recibimiento. Nos conocimos mucho tiempo y ahora como que se les borró la memoria. En fin. Me quedo con lo bueno.
-Hace un tiempo trascendió la situación de uno de tus hijos, Martín Rojo, que estaba desaparecido. ¿Cuál es la situación?
-Seguimos sin novedades. Hace 8 años que nadie tiene noticias de él. Está en la lista de personas ausentes. Lo último que se dijo era que estaba de mochilero y fue visto en Florida. Estuve en Interpol estos días y no había novedades. El origen de todo esto es la maldita porquería de droga de la pasta base. Eso rompió a la familia. Yo lo que digo, si eventualmente está leyendo, es que quiero que vuelva y más allá de todo lo que pasó, quiero que esté bien y que hablemos.