Por Nicolás Lauber
*
Tiene una carrera conocida en radio y televisión, además de una faceta poco conocida en la producción de importantes artistas, y otra altruísta de la que no suele hablar. Mónica de León, la conductora del recordado El juego de la cédula, actualmente trabaja en Canal 5 y cuenta algunas anécdotas de estos años entre giras, micrófonos y ayuda a los demás.
—Tu segundo apellido es Astesiano. Imagino que las bromas y referencias no han faltado en los últimos meses.
—Mirá, te cuento una anécdota. Mi marido es camarógrafo y director de cámaras en Subrayado y se fue a trabajar a Qatar por el mundial. Se fue y se olvidó de dejarme la tarjeta del banco. Cuando nos damos cuenta le digo que voy a llamar al banco para que me den una extensión, sino no podía cobrar su sueldo. Llamo, me presento, digo la situación y me pide nombre completo: Mónica de León Astesiano. “Ah, espere un momento por favor” me responde. Al final no pude sacar la extensión, pero nunca me había pasado algo así con mi apellido. Después, Gandini me dice prima porque también es Astesiano. Mis primos que viven en Buenos Aires son Astesiano de primer apellido y en un grupo que tenemos entre todos dicen que ahora sí se sabe cómo se escribe el apellido.
—¿Y sos pariente de Alejandro?
—No. Contaba mi abuelo que los Astesiano eran dos hermanos que venían escapando de la guerra y que uno quedó en Argentina y el otro vino a Uruguay. Mi abuelo murió cuando tenía 12 años y nunca supimos más que eso. Sí sabemos que somos de Génova, pero poco más. También hay un periodista Astesiano que trabajó mucho tiempo en Canal 4, pero nunca lo conocí. Yo llevo el apellido con orgullo, esto es coyuntural.
—Has conducido informativos en Canal 5 y también El juego de la Cédula. ¿Cuándo empezaste en los medios?
—Mi mentor es Alfonso Carbone. Empecé jugando haciendo Ruta 66 con él en Emisora del Palacio. Yo estudiaba Medicina y mi primo, Pablo de León trabajaba con Alfonso y nos pasábamos sábados y domingos en la radio. A partir de eso empecé a trabajar en la producción de espectáculos, y con 20 años era la encargada de hacer los camarines de Iron Maiden, The B-52’s, Joe Cocker, Brian May, Mecano, Fito Paez y más. Trabajé en la producción de espectáculos enormes y en paralelo estudiaba Medicina. Un día me acuerdo que a las 16.00 un profesor de Anatomía dice que me tocaba dar la clase, y dijo que no podía porque tenía que estar a las 16.15 en AFE porque Iron Maiden llegaba y tenía que revisar que todo estuviera pronto. Entonces le digo: “No puedo porque me espera Iron Maiden en AFE”, a lo que el profesor me responde: “Y a mí el Papa en la Catedral”. Es que yo no contaba nada, para que no se mezclaran las cosas.
—¿Y la carrera?
—Perdí un examen en facultad, perdí la generación y ese año me aferré a trabajar en eso otro que me encantaba. Hice un curso en el Instituto de Periodismo porque me quería capacitar, pero siempre pensando que mi carrera y oficio iba a ser la medicina. Antes de terminar el curso me llamaron para trabajar en Canal 5 y Neber Araújo para trabajar en la radio Nuevotiempo, el proyecto que tenía con Jorge Traverso. Entré por la puerta grande. Cuando vino la crisis se terminó Nuevotiempo y yo aproveché para retomar la carrera. Te confieso que hasta hoy me pongo una túnica y me muero de la emoción. Hacía Montevideo Rock y cuando terminaba me ponía la bata para hacer guardia en el Hospital de Clínicas porque considero que los estudiantes de Medicina tienen derecho a hacer guardia desde el primer día que pisan facultad, y así me lo hicieron sentir mis compañeros. Ahí aprendí mucho más que en la carrera. Llegué a aprender mucho y a estar en las guardias de manera muy activa.
—¿En esa época te sumaste además a El juego de la cédula?
—Sí, y como eran solo los sábados aprovechaba para seguir la facultad. Avancé un poco más y llegué a cursar hasta sexto sin dar los exámenes. Ahí se mezcló con la intención de tener una hija que me costó muchos años de tratamiento, y prioricé eso. A su vez me llamaron para entrar a trabajar en Radio Uruguay, y todo eso hizo que la carrera siempre quedara postergada. Hoy es un anhelo, pero lejos, no creo que vaya a concretar porque la vida me llevó para otro lado.
—Actualmente estás trabajando en Canal 5.
—Sí, entré en 2006 a Radio Uruguay y formamos parte de un proyecto de reconversión de las radios. Había que ponerle mucho corazón y logramos ser citados por otros medios porque metíamos noticias todo el tiempo. Cuando cambió el gobierno decidieron unificar los medios públicos y algunos periodistas pasamos a Canal 5 en el entendido que había que optimizar los recursos y que los periodistas trabajaran más unificadamente.
—No es la primera vez que estás en esa pantalla.
—No, estuve en dos ocasiones anteriores, de 1995 a 1999 hice el informativo de las siete de la mañana; y estuve un año haciendo Café versátil. Esta es la tercera que vez que estoy en Canal 5, aunque esta vez en prensa. Hasta hace poco tiempo cubría Parlamento pero cambié el horario cuando mi hija empezó el liceo, hay que estar más en casa porque estaba llegando a las 21.30. Pasé a la mañana, salí del Palacio Legislativo y me estoy volviendo a reencontrar con todo lo que hacía antes.
—De esa época en la que trabajabas en los shows enormes, ¿tenés alguna anécdota?
—Sí. De haber trabajado tanto con Alfonso, a quien le digo que le debo el desvío de mi vida a él, me acuerdo que en 1998 se celebraba el 50 aniversario de la Declaración de los Derechos Humanos en Uruguay con un concierto de Maná. Alfonso me dice que la banda está muy preocupada por interiorizarse de la realidad uruguaya porque viene a hacer este concierto que tiene una connotación importante, y me piden que les de una mano. Llega Maná y me pongo a trabajar con ellos, fundamentalmente con Fer. Llegan, me presento y desde el inicio enganchamos con Fernando, de quien soy amiga íntima hasta hoy. Esa vez fue a Omar Gutierrez, se hizo una conferencia en la Intendencia con familiares de detenidos y gente vinculada a los Derechos Humanos, y yo le iba diciendo quién era quién. Logramos una confianza de días de trabajo que hizo que él se sintiera seguro de lo que podía decir. Fuimos a la casa de Mario Benedetti porque Fer quería conocerlo porque había escrito una canción, “Me voy a convertir en un ave” que está inspirada en el cuento “Pedro y el Capitán”, un diálogo entre un torturador y un torturado. Esa noche incluso la cantó a capella en el Estadio. Me erizo de recordarlo. Cuando termina todo esto, el manager de la banda me pregunta cuánto cuesta mi trabajo, y le dije que nada, que no iba a cobrarles por contar la historia de mi país. Entonces me dijo que se iban a poner en contacto conmigo.
—¿Y lo hicieron?
—Un día me llega un mail del manager diciendo que habían pensado con Fernando que la mejor manera de agradecer por todo lo que había hecho, era invitarme a un concierto. En ese momento estaban haciendo una gira por Estados Unidos con Carlos Santana porque habían sacado “Corazón espinado”. Entonces le digo: entonces dejame cubrirlo. “Si querés cubrirlo, venite a hacer la gira con nosotros”, me dijo. Quería llevar un camarógrafo para registrar la gira, pero no se pudo, ningún canal me dio pelota. Igual logré hacer dos salidas diarias en Concierto FM, contando la gira. Conseguí con sponsors los pasajes a Estados Unidos y mi plan era dormir en el tren que iba de ciudad en ciudad, y la poca plata que llevaba, era para comer. Así me fui, con 28 años. Además, Postdata aceptó que escribiera una crónica para la revista.
—Imagino que de esa gira no te olvidás más.
—No. Imaginate, estaba dentro del staff de la banda y cuando llego a la habitación del hotel me esperaba una botella de tequila con un mensaje de bienvenida. Bajo al lobby y me encuentro con Fer, le cuento mi plan de dormir en los trenes y me dijo que no, que me hacían un lugar en las casas rodantes, enormes, con ellos. Organizó en dos minutos y terminamos durmiendo en una misma zona la jefa de prensa, la manager y yo. En la otra casa rodante iba Santana con su equipo. Y de esa gira surgió una amistad que perdura hasta hoy con todos en general, pero con Fernando en particular. El otro día, están de gira por Estados Unidos y me llamó para decirme que había uruguayos en el concierto, porque siente un cariño muy especial por Uruguay.
—¿Y te lo volviste a encontrar?
—Sí. Mirá, hice una nota para conocer Sala 12 del Hospital Vilardebó, que es para pacientes que son judicializados, que cometen delitos por un brote de locura, y ninguno de nosotros está libre de eso. Cuando hice la nota, uno de los pacientes estaba escuchando una radio y le pregunto si le gustaba la música y me dijo que sí, pero que nunca había visto a un cantante en vivo. Eso me impactó. Salí con eso en mente y me acordé que León Gieco dijo que no quería hacer conciertos multitudinarios, sino llevar la música donde la gente quisiera escucharla. Entonces hablé con él, le cuento esto y me dijo: arreglá todo que tal día voy y canto. Como hice la locura de Estados Unidos, arranqué. A todo eso Fer venía un fin de semana por un festejo que tenía con varios amigos e íbamos a ir juntos a un concierto de Jorge Drexler. Cuando estaba acá le digo: el fin de semana tengo una actividad y me tenés que acompañar. Aceptó sin problemas. Los muchachos de Sala 12 habían hecho un escenario y yo llevé a León Gieco y a Fer y sin que nadie se enterara ni lo cubriera, lo hicimos. Como algunos pacientes no podían salir de sus salas, logré que se cableara todo y se pasó por circuito cerrado el concierto. Siempre me voy a acordar de ese concierto y de cuando me dieron una bolsa de bizcochos a las siete de la mañana en el Clínicas después de haberle salvado el ojo a un obrero de la construcción. Yo era el último orejón del tarro en la guardia, era una estudiante de cuarto año, y después de haber estado horas y horas poniéndole suero para salvarle el ojo, la señora del obrero me dijo: “no puedo más que esto, pero quería agradecerle”. Era una bolsa de bizcochos calientes. Eso, y ver a los usuarios del hospital, son de los regalos más lindos que recibí en la vida. Y Fernando quedó tan impactado con la realidad de la salud mental que habló con la banda y cuando volvieron donaron dinero que lo usamos en el Vilardebó para que los muchachos del taller pusieran un lavadero. Hasta el día de hoy busco lo que se pueda necesitar. Y me acuerdo que una vez querían conocer al maestro Tabárez, y lo logramos. Si bien no logré mi sueño de ser médica, el oficio de periodista me ha dado satisfacciones que son lindas.
—En tus redes sociales hablaste de lo que te afectó llegar a los 50 años. ¿Qué pasó?
—Ya tengo 53, pero los 50 me pegaron horrible. No el número, entrar en la década. Empecé a investigar qué es la menopausia, qué se siente, porque me empecé a sentir mal, que mi cuerpo no era como antes, que mi cara no era como antes, que mis canas habían empezado a crecer. Una de las cosas que tengo pendiente es hacer una página web con todo tipo de información para mujeres de 50 años. Porque lo primero que quise hacer fue entrar en internet para saber qué sentís y qué te pasa, a quién podés acudir, qué hacer con el calor, el dormir dos horas, y no hay información. Todo eso me estaba afectando anímicamente. Vencer eso fue publicar todas esas fotos, porque fue como una manera de decir: aceptá que de ahora en más las fotos van a ser estas.