Primero fue por una suplencia, luego lo empezaron a llamar más seguido y desde hace tres meses Diego Olivera es panelista fijo, los días lunes, del programa Esta boca es mía de Canal 12.
“Desde fines del año pasado empecé con esas apariciones esporádicas que después se fueron intensificando. A mí me parecía un lindo espacio para debatir y comunicar cosas y se fue dando”, comenta el también parlamentario, senador suplente de Liliam Kechichián del Frente Amplio.
“La televisión sigue siendo un medio muy potente en Uruguay”, comenta Olivera en esta charla con Sábado Show.
—Más gente te ha de tener como el panelista de Esta boca es mía que como el Senador suplente.
—Ah, sin dudas. Da mucha más visibilidad eso que el trabajo parlamentario, más en mi caso que mis actuaciones parlamentarias son bastante esporádicas como suplente de Liliam Kechichián. Mi trabajo ahí es más de asesoramiento y trabajo en equipo que aparición directa en la cámara.
—Los días en los que hay discusiones acaloradas en el programa, ¿en la pausa queda todo resuelto?
—Sí, hay superbuen clima. Además, por mi manera de ser, yo no me tomo como cosa personal las discusiones que son políticas o de debate sobre temas. Me puedo apasionar en el debate, pero sé separar el buen trato personal que corresponde para gente que está compartiendo un ámbito, es la mejor manera. Con las personas que podría tener mayor discrepancia como Pablo (Casas) o Valeria (Ripoll), la mejor de las ondas tanto al llegar como al irse y en las pausas. Está todo bien. No he tenido ningún problema.
—Hay veces que no parece eso.
—Sí, qué se yo. Quizás en algún momento me pude haber sentido un poco más enojado porque en el debate se utilizan chicanas o datos que no son ciertos y eso te puede llevar a enojarte un poco, pero en ningún caso le atribuyo mala fe. La verdad es que no ha habido drama.
—Se ha analizado lo que ha pasado con los temas coyunturales pero, ¿cuál es tu mirada del gobierno?
—Lo que veo es que se ha quedado muy corto en lo que son logros. Cuando uno pasa raya de cómo va a ser recordado este gobierno, qué es lo que este gobierno le deja al país, creo que hay poca cosa. Sobre todo pensando que la coalición venía de muchos años fuera del gobierno. Uno podría decir: tenían mucha cosa pendiente para hacer, por ejemplo en seguridad pública, uno de los grandes temas que como oposición criticaban. La verdad que no ha pasado nada significativo en seguridad pública. Quizás lo más innovador es, ahora el programa integral preventivo que lideró Sanjurjo, pero no se sabe si se va a implementar o no. Las cifras de delito tuvieron alguna oscilación pero siguen muy altas. Por otro lado la transformación educativa que exhiben como logro no está claro qué resultados va a tener. Va a haber que esperar un poco. Lo más relevante son los cambios curriculares que recién se empiezan a implementar. Después está la seguridad social. Comparto que el país lo necesitaba, era algo que alguien lo tenía que hacer, pero desde mi perspectiva se hizo desde una manera muy sesgada, reformulando los aportes de los trabajadores sin tocar aportes que otros sectores de la sociedad hacen. Eso como administración de gobierno.
—¿No hay nada para elogiar?
—Sí reconozco que el concepto de libertad responsable y que el manejo de la pandemia fue exitoso, en términos políticos, comunicacionales y de aceptación de la población. La gestión de la pandemia, para muchos gobiernos fue una piedra en el zapato. Pensar en Alberto Fernández como tantos otros que se vieron perjudicados por la pandemia o por recurrir a un encierro excesivo. Eso acá se gestionó bien. No tengo claro que haya tenido mejores resultados en términos de mortalidad que en otros lugares, pero sí que la población se sintió más cómoda. La libertad responsable que es un concepto fuerte y puso al presidente Lacalle con un nivel de aceptación y liderazgo muy importante con la creación del GACH. Eso sí se lo destaco como un logro. Pero después están los casos de Astesiano y Marset que también son temas del gobierno. Astesiano estaba puesto por el presidente, más allá de si era o no jefe de seguridad presidencial. Y lo de Marset lo tengo muy estudiado y sería más larga la respuesta, pero a todas luces, inclusive los analistas de opinión pública lo reconocen como una de las situaciones donde la población más cuestionó al gobierno. Esto se ha discutido en Esta boca es mía: hubiera sido más fácil desde el minuto uno reconocer que ese pasaporte no debió haberse dado, más allá que burocráticamente se podía expedir. Había alternativas, y una vez que se entregó se podría haber reconocido en el Parlamento que fue un error darlo.
—Como Sendic con el título.
—Sí. Si se hubiera dicho de primera que el título de licenciado en genética no lo tenía, quizás parte de lo que vino después no se hubiera generado. Acá pasó lo mismo.
—¿Qué opinión tenés de Carolina Cosse dando sus motivos para votar la reforma?
—El otro día fue tema del programa. Eso es lo lindo que tiene, porque al salir e lunes a viernes tiene mucho de la agenda de cada día.
—¿Cuándo te dicen los temas que van a ser abordados?
—Mis amigos me hacen esa pregunta, y básicamente te lo dicen en la mañana, porque como es un programa diario, tiene eso. A veces en la tarde se hablan cosas que pasaron en la mañana. Es bastante exigente en ese sentido. Y sobre Carolina Cosse, creo que envió un mensaje poco claro. Por un lado descomprimió la situación, porque se esperaba un pronunciamiento, pero no dice lo que me parece lo más importante: si la reforma le parece adecuada o no. Eso sigue como un tema abierto. Me parece que ella, teniendo la trayectoria en gestión pública, en administración de recursos y con su formación profesional, algún ruido le tiene que hacer el tipo de reforma que se está proponiendo. Entonces encontró esta solución que es firmo para que se reflexione sobre el tema, básicamente. Creo que queda pendiente, así como otros líderes de izquierda han hecho, que diga qué le parece el contenido. En el sector que integro creemos esta reforma como inconveniente para la sostenibilidad de la seguridad social. Es inconveniente incluir en el texto constitucional aspectos que deberían ser tratados por otros mecanismos, como las leyes. Lo de Carolina Cosse me pareció una decisión para descomprimir pero que sigue pendiente su pronunciamiento sobre el fondo.
—Si bien faltan seis meses para las internas, ¿te parece que ya están definidos los candidatos de cada partido?
—Las encuestas indican eso, que hay una cierta estabilidad en el panorama y los liderazgos, pero no creo que esté definido al 100 por ciento. La campaña está empezando ahora, ni siquiera los que ocupan cargos en el gobierno como Delgado, Orsi o Cosse, los han dejado. Creo que pueden haber modificaciones. Es cierto que hay dos consolidados, Orsi y Delgado, pero hay margen para que haya modificaciones en la correlación dentro de los partidos. Parece difícil que Delgado y Orsi no queden en ese primer lugar, pero creo que hay margen para que crezcan otras figuras, como Mario (Bergara) que tiene una visión del mundo, la sociedad y la política uruguaya, quizás no las que ve el núcleo más militante en el Frente Amplio, pero sí es el que le gusta a esa parte importante de la sociedad que se identificó con la figura de Astori y Seregni. Son personas que se van a interesar en la elección más sobre la fecha. Tendría el panorama abierto.
—Es una elección que ya no va a tener a los viejos referentes, porque tanto Orsi, Delgado, Cosse o Raffo, son, relativamente nuevos en política.
—Eso, pensándolo como sistema político es interesante porque ninguna de las grandes figuras de los últimos 30 años de la política uruguaya: Sanguinetti, Mujica, Lacalle, van a participar. Es una buena oportunidad, más allá de quién gane la interna y la nacional, es una linda oportunidad para que crezcan y se posicionen nuevos liderazgos en un rango de edad que para la política uruguaya es relativamente bajo. Ese recambio generacional es algo que el Uruguay necesita.