Redacción El País
Nery Pinatto, director de la consultora MPC, volvió a la televisión con el nuevo programa Corran la Voz y brinda su análisis de cara a las elecciones del año próximo. Pronostica un escenario incierto, con ventaja hasta el momento para el Frente Amplio, pero también aventura un terreno fértil para partidos menores, que a su juicio llegarían al 10% del electorado.
—¿Cómo surgió "Corran la voz"?
—Fue una apuesta de nuestra consultora MPC y la productora Aldaz que tenía la infraestructura un poco ociosa. Junto con los productores empezamos a redondear la idea y estrenamos en noviembre, una fecha un poco atípica, pero estos dos meses fueron a modo de ensayo para volver con todo el año que viene. En el programa recibimos invitados políticos o funcionarios importantes del Estado y además le damos mucha importancia a las encuestas de MPC: somos la única consultora que están todos en todos los departamentos, con estudios periódicos en cada uno de ellos.
—El programa implica tu regreso a la televisión después de varios años...
—Sí. Aunque no es el medio en el que me siento más cómodo, me parece importante estar ahí. También estamos fortaleciendo la presencia de los contenidos del programa en redes sociales y CRTV está creciendo mucho: forma parte de la oferta de DirecTV y está en gran parte de los cables, incluidos los de Montevideo. Corran la voz es una especie de hermano televisivo de Estado de situación, el programa que hacemos desde 2020 en Radio Oriental. La radio me gusta más como medio, y también escribir. Tengo muchos artículos míos: el análisis político a partir de los datos que uno recolecta a través de MPC. Un aprendizaje que tuvimos con el programa es que dos horas en televisión es mucho tiempo. El año que viene, cuando volvamos, seguramente lo hagamos de una hora.
—Estado de situación, que va de 7:00 a 9:00 por Radio Oriental, se instaló en las mañanas radiales con un formato original...
—Sí, empezamos en 2020 con una idea y al poco tiempo tuvimos que cambiar completamente por “la peste china”, como llamo al covid-19. Empezamos con la idea de hacer mesas redondas de análisis y debate, pero el 13 de marzo de 2020 estalló el tema del virus en Uruguay, lo que hizo imposible transitar por la idea que teníamos. Así que convertimos Estado de situación en un programa de columnistas: cada uno tiene su espacio de 15 o 20 minutos para desarrollar temas. Contamos con 26 columnistas; no creo que en la historia de la radio uruguaya haya un programa con tantas voces y tan dispares. Tenemos a muchos excandidatos o actuales precandidatos de la Presidencia como Guido Manini Ríos, César Vega, Andrés Lima, Eduardo Lust, Jorge Gandini y Tabaré Viera. Es un orgullo para nosotros que formen parte del programa. Mi rol es solo el de pivot, para marcar el tiempo o trasladar algún comentario de la audiencia. Según mi propia filosofía que defino como anarco-batllista, todo el mundo tiene derecho a decir lo que quiera y lo que crea. Soy un convencido, además, de que la verdad es una construcción colectiva.
—Se viene un año electoral, ¿cuál es tu primer análisis?
—Hace cinco años yo decía que era muy probable que hubiera un cambio partidario, como finalmente hubo. En segunda vuelta, cinco partidos votaron juntos y le dieron el triunfo a Lacalle Pou, por escaso margen. En primera vuelta, sucedió algo que solo MPC había pronosticado que fue la baja votación del Frente Amplio, del 39 %. En la segunda vuelta tuvo una recuperación muy alta y llegó al 48 %, aunque no alcanzó. Ahora, el escenario no está tan claro. Sería muy difícil imaginar a un Frente Amplio votando 39 % o menos en octubre. Seguramente vote más; la gran pregunta es: ¿cuál es ese porcentaje que al Frente Amplio le asegura una victoria en segunda vuelta? Para mí, el número mágico ronda el 43 %. Si vota eso o más, diría que es casi imposible que pierda un balotaje porque ya demostró la izquierda que tiene una capacidad de crecimiento de por lo menos siete puntos entre primera y segunda vuelta.
—¿Llega a ese guarismo, a tu juicio?
—Según todas las “encuestadoras del sistema”, como yo les llamo, llega sí. Ya le están dando ese número o más. Equipos pronostica un 45 %. Así que si los tomamos a ellos como referencia, la elección está resuelta. Los estudios de MPC dan 32 % de intención de voto para el Frente Amplio, con 25 % de indecisos, por lo que captando 11 puntos de esos que aún no tienen claro el voto, ya llegarían.
—Si hay que apostar, ¿gana el Frente entonces?
—En este momento, es el que tiene la ventaja. La coalición viene del desgaste del gobierno y no tendrá a su mejor candidato, que es el presidente Lacalle Pou, impedido constitucionalmente. Con él encabezando las listas en 2019, el Partido Nacional llegó al 29 %. Ahora es probable que vote menos, quizás 25 o 26. El Partido Colorado, que tuvo para mí a su mejor candidato en mucho tiempo, Ernesto Talvi, llegó al 13 %. Ahora, que no ha emergido todavía un candidato claro, es probable que baje su votación. Cabildo Abierto está jugado al plebiscito contra la usura, aunque también hay chances de que baje su votación por el desgaste. La pregunta es cómo recupera la coalición esos tres, cuatro o cinco puntos que probablemente pierda respecto a 2019. Me parece que hay una oportunidad para los partidos chicos, como el PERI de César Vega, el movimiento que encabeza Gustavo Salle, el nuevo partido de Eduardo Lust, el Partido Independiente también puede aspirar a levantar su votación. Hay votantes que van a sentirse atraídos por esas alternativas. Y el rol que jueguen esos partidos menores, que para mí pueden sumar hasta un 10 %, va a ser importante en la segunda vuelta y en el Parlamento futuro. El tiempo, como dice la canción de Silvio Rodríguez, está a favor de los pequeños.
—La interna del Frente Amplio está, al parecer, polarizada entre Yamandú Orsi y Carolina Cosse. ¿Qué creés que puede pasar ahí?
—No hay que olvidar que hay un tercer hombre, que es el intendente salteño Andrés Lima, cuyo rol puede ser clave. Las “encuestas del sistema” lo dan lejos, pero entre Salto y otros simpatizantes en el país llega a un 12 % de los votos. Así que arranca con un piso interesante. No digo que vaya a ganar la interna, pero dependiendo de con quién se alíe, le puede dar el triunfo a Orsi o a Cosse. La gran pregunta es: ¿Lima llega hasta el final de la campaña interna y será precandidato el último domingo de junio, o antes resuelve apoyar a uno de los que van encabezando? Un movimiento así sería decisivo en la campaña, porque la diferencia entre Orsi y Cosse es menor a los votos de Lima. Si yo fuera asesor de Lima - que no lo soy, pero me une una amistad con él-, le diría que le conviene una alianza con Cosse para cerrar una fórmula: ella es de Montevideo y él del interior, ella es mujer y él hombre. Para un hombre de Salto, del interior profundo, sería histórico acceder a la vicepresidencia de la República.
—A nivel personal, diste respaldo en las elecciones a la coalición multicolor y en concreto a la candidatura de Luis Lacalle Pou. Ahora que está en el tramo final de mandato, ¿creés que fue tibio, como se le achaca?
—No tenía grandes expectativas en realidad. En cuanto a la línea económica, la ministra Azucena Arbeleche es de la escuela de Danilo Astori, un hombre que nos entregó a los organismos financieros internacionales y cuyas políticas fomentaron la desigualdad como nunca. En el plano de los derechos humanos, que yo llamo “izquierdos humanos”, nunca pusieron presos a más policías y militares de los años de plomo como durante este periodo de gobierno. La Justicia sigue funcionando según quién es el acusado. En los 15 años de gobierno del Frente Amplio hubo cuanta joda y corrupción en todos lados y ninguno pasó por el Juzgado. El “Estafa Arena”, como yo le digo, debió costar 30 millones y salió 120 millones de dólares. Hubo compras directas por hasta 10 o 20 millones de dólares, algo prohibido por la legislación. El precandidato colorado Gabriel Gurméndez mandó a hacer una auditoría que por lo menos tiene interesada a la Justicia, pero Carolina Cosse nunca fue llamada a responsabilidad. Da la sensación de que si sos político no vas a tener problema con la Justicia, y si sos de izquierda, mucho menos.
—¿Tenés definido el voto?
—Te diría que estoy entre dos futuros candidatos, pero en la interna seguramente no vote a ninguno de ellos. Le daría el voto a un amigo que merece en esa interna partidaria que lo voten, porque es un luchador, un hombre honesto y no tiene el poderío económico. Lamentablemente, en política, hoy vale más la campaña de marketing que la honestidad y sinceridad. El marketing es una de mis profesiones, pero me molesta cuando se usa para engañar a la gente. Hay que usarlo para que la gente sepa la verdad. Eso es lo que trato de hacer y me cuesta, el sistema no me perdona eso.
—¿En qué sentido?
—Por ejemplo, es notorio que yo estoy censurado en los canales 4, 10 y 12. Nunca difundieron una encuesta de la consultora MPC que por lejos es la que más pronostica correctamente a todo nivel. A nivel departamental, en 2010 pronosticamos a los 19 intendentes electos, en 2015 a 17 y en 2020 a 18. De 125 alcaldes, adelantamos a 123. A pesar de todos esos méritos, nunca nos citan. Mañana aparece la consultora “Calamuchita” y le difunden la encuesta. Hace poco apareció una que se llama Nómade, un nombre un poco raro para una consultora, pero difundieron su estudio en todos los canales.
—¿Te ha afectado esa situación?
—A esta altura pienso que no. Censurado y todo he trabajado para todos los partidos: cada vez más políticos confían en MPC, en especial en el interior. Te diría que la inmensa mayoría de los intendentes, alcaldes o dirigentes de los 18 departamentos fuera de Montevideo, saben quién trabaja seriamente. Yo estoy muy tranquilo.
—Hace cinco años, cuando gobernaba la izquierda, hablabas de la importancia de un cambio, en especial por el futuro de tus hijos. ¿Hoy qué dirías?
—Lo que más le digo a mis hijos es que se preparen para irse, lamentablemente. Yo veo con mucha preocupación el futuro del país. La brecha social y educativa se ha ahondado: hoy tenés un quintil superior de un 20 % que son los gurises que pueden ir a colegio privado y tener un tipo de educación diferencial, y tenés el resto que mira de afuera. Robert Silva hizo algunos cambios muy cosméticos o aplicó medidas directamente contraproducentes como eliminar la repetición de las escuelas. El mensaje es: pasás igual sin hacer nada. En la Universidad, solo uno de cada cuatro estudiantes da un examen al año. Estoy muy preocupado, no es este el país que soñaron nuestros padres y abuelos. El verdadero tesoro de igualdad en Uruguay eran la educación pública y la Justicia: eso nos igualaba a todos, y hoy ambas instituciones están seriamente heridas. Yo provengo de Tomás Gomensoro, un pueblo en Artigas, y cuando llegué a Montevideo, estudié en la Universidad. Al lado mío había estudiantes que se volvían a su casa en autos último modelo y yo me tomaba el 187 para ir a la casa de mi tío. Pero en cuanto al contenido educativo, en el aula, los dos habíamos recibido lo mismo. Hoy, lamentablemente, estamos creando una brecha inmoral. Este es un país con capacidad de producción para alimentar hasta 70 millones de personas, pero resulta que tenemos uno de cada seis uruguayos que tiene problemas de comida y uno de cada dos niños con alguna necesidad básica insatisfecha. Más allá de lo que nos pueda mentir antes el gobierno del Frente y ahora el actual gobierno sobre los índices de pobreza, claramente se están haciendo mal las cosas. El problema es que tampoco se puede hacer distribución de riqueza sin educación. A eso sumale la inseguridad, que es terrible.
—¿No hubo cambios en ese aspecto tampoco?
—¿Y dónde están? Yo no los veo. No me digan que no se puede. ¿Por qué Bukele pudo en El Salvador? Había 6.000 asesinatos por año y hoy no hay ninguno. Porque usó toda la fuerza del Estado para garantizar la seguridad. Hace 10 años que yo pido que saquen a los militares para ayudar a la policía en la pelea contra los criminales. Lo más extraño es que el pueblo, que padece este flagelo todos los días, no lo pida.
—La última vez que se experimentó con eso se terminó en dictadura.
— No, eso es un disparate. La dictadura del 73 se debió a una lógica de enfrentamiento binario que había en el mundo de la Guerra Fría y toda América Latina cayó en dictaduras. Hoy ese escenario ya no existe más. No hay ningún riesgo de que si el ejército sale a combatir la delincuencia se produzca una golpe de Estado o cosa similar. Además, ¿qué vivimos ahora con la inseguridad? ¿No es una dictadura de los delincuentes? Cuando salís a la calle y te matan por 100 pesos. Hoy ser comerciante, taxista, oficinista de atención al público es una profesión de riesgo. En el último año de gobierno de Batlle había un asesinato cada 45 horas; hoy disminuyó a la mitad; había un hurto o una rapiña cada 27 minutos; hoy eso bajó a cuatro minutos.
—¿Una participación militar podría ser la solución?
—En 1972, el Parlamento aprobó una ley que sacó a la calle a las Fuerzas Armadas a dar la pelea contra los criminales de aquel entonces que eran los tupamaros. Hasta aquel momento, el MLN había matado a 47 personas y habían hecho 71 robos en 10 años. Los tupamaros de hoy, los criminales de hoy, matan a 400 personas por año y cometen 150.000 robos, son 1.000 o 2.000 veces más violentos que los tupamaros. La pregunta es por qué los políticos de aquel entonces sí sacaron al ejército a dar pelea y los de hoy no lo hacen. ¿Sabés cuál es la respuesta? En aquel tiempo, los políticos creían que el sistema estaba en riesgo y los de hoy no creen eso. Lamentablemente, para nuestros políticos de gobierno, tanto de derecha como de izquierda, la vida de un compatriota es menos importante (mucho menos, diría yo) que el sistema en el cual se privilegian.