Patricia Llano (46 años) puede escribir una historia diferente de Punta del Este. Nacida, criada y habitante del balneario, Llano se formó en Bellas Artes y es una defensora casi mosquetera del patrimonio de la ciudad esteña al punto de que consiguió demorar la demolición del Hotel San Rafael porque entró y fotografió los murales de Norberto Berdia, que inevitablemente tenían destino de escombro. Las imágenes salieron en El País y retrasó en dos días el derrumbe ante el cuestionamiento público por la pérdida del acervo pictórico de Maldonado.
Pero hoy su inquietud más potente pasa por una causa humana en defensa de los olvidados, marginados de la glamorosa socialité puntaesteña. “Tenemos una deuda asquerosa en Punta del Este con los pobres”, asegura Llano.
Muy activa en redes sociales, Patricia Llano cambió recientemente su definición en Instagram: de “la cheta de Punta del Este” pasó a autonominarse “la cheta indignada con Punta del Este”. Comparte videos y fotos de sus recorridas por barrios y asentamientos de Maldonado y reconstruyó la odisea que tuvo semanas atrás para internar a una “compañero y amigo en las tareas comunitarias (Osla) que estaba en una situación crítica de consumo. Y no logró encontrar una cama gratuita disponible.
La vida personal la llevó a vivir un tortuoso año 2022. Separada, Patricia Llano emitió un audio que se convirtió en viral por su verborragia catedrática para insultar “personas que no vale la pena mencionar”. No sabe quién le dio publicidad a ese audio pero de ese “éxito” viral nació el apodo de “la cheta de Punta del Este” que le puso Carlos Tanco como Darwin Desbocatti en su espacio de humor radial.
“Me gusta “la cheta de Punta del Este” porque lo soy. Pero también soy la plancha. A mí también me sacaron la foto de procesada con la plancha con números”, cuenta.
En el marco de su enfrentamiento con esas personas que elige olvidar, del que el audio fue solo una punta de iceberg, recibió denuncias penales. Llegó a un acuerdo con Fiscalía para un juicio abreviado y cambió una eventual pena carcelaria con jornada de trabajo voluntario de cinco meses en la Policlínica El Vigia, de Maldonado.
"Agradezco a los que me denunciaron porque me cambió la vida”, revela Llano.
—¿Por qué te cambió?
—Conocí por dentro una realidad que muchas veces ignoramos. Punta del Este es tierra de una gran hipocresía. Se hace “la noche de las luces”, por ejemplo, que es el show de fuegos artificiales que organiza la Intendencia de Maldonado para quemar plata en el aire. Genera embotellamientos. En un verano de una sequía inusual e incendios en varios lugares me pareció muy desatinado para la realidad de Maldonado haberlo hecho. Tirar la plata así, cuando a pocas cuadras hay barrios pobres o asentamientos que les falta de todo y donde por ejemplo un adicto no puede acceder gratuitamente a una rehabilitación. Tenemos una deuda asquerosa con esa gente. No podemos sostener estas diferencias socioeconómicas tan enormes y tan cercanas. Son personas locales o de otros lugares que llegan en búsqueda de oportunidades, pero terminan viviendo en la calle, el paso siguiente es acceder al refugio de Av. Artigas, con suerte pasan a una pensión... el asentamiento para ellos es un lujo. Allí no hay lugar. Muchas veces está presente el consumo y si es de drogas como la pasta base o la cocinada, el delito es una consecuencia natural. Cuando alguien está en “carrera” como se le dice en la calle, (en consumo) necesita consumir más y eso los lleva directo a hacer alguna macana, llamale rapiña, hurto, pelea callejera... hacen cualquier cosa por consumir y por lo general terminan en la cárcel de Las Rosas. Nadie les da una mano en el camino. Es un círculo vicioso e hipócrita.
—¿De qué forma se les puede “dar una mano”?
—No ignorarlos es lo fundamental. No sabés cómo valoran que los mires, que les hables de igual a igual o que lo subas a tu auto para llevarlos a algún lado. Yo tengo un Mercedes Benz y con las reglas claras (”a mí no me robes, respetame”), no pueden creer cuando suben. Ellos tienen mi número de celular y se comunican directo si necesitan algo o solo para conversar. En mi caso, al haber sido procesada, yo también soy técnicamente una “plancha”: plancha sos cuando te ponen la plancha con números de expediente en el pecho, en la comisaría y te sacan la foto. De ahí viene el término. Cuando entablo una conversación con gente de la calle me preguntan: “¿Sos asistente social?“ Y contesto: “No, soy procesada, re plancha. Y ahí el diálogo llega a otro nivel rapidísimo.
—Hace unos días compartiste tu “odisea” en busca de un cama de rehabilitación gratuita para un adicto. ¿Lo conseguiste?
—No. En Maldonado hay unas 20 camas gratuitas y son totalmente insuficientes. El intendente Enrique Antía tiene un plan piloto para al menos duplicar esa cantidad. Apoyo ese plan, que lo está llevando Darío Pérez. Es una necesidad urgente. Hay un manantial de gente drogada en Maldonado.
—¿Qué pasó con aquel “compañero”?
—Después de recibir negativas en la clínica del Jaguel (por escasez de plazas, por falta de estar 15 días limpio de consumo y por ser mayor de 29 años) lo llevé al Hospital de San Carlos, donde no había personal en la ventanilla. Terminé dejándolo en la casa de una amiga que aloja personas que no tienen lugar en el refugio de Av. Artigas, por falta de camas. Tuve que soltarlo, sabiendo que podía lastimar o lastimarse. A los dos días ya estaba preso. Era evitable, pero por faltas en el sistema, no pude.
—¿Cuánto te cambió a vos como persona esta causa?
—Totalmente me cambió. Al punto de que ya no me interesa relacionarme socialmente con personas que ignoren esta realidad.
—Fuiste imputada en proceso abreviado en el marco de una denuncia formulada por personas que preferís no nombrar. ¿Qué pasó?
—Me hicieron una denuncia penal de 22 páginas, involucrándome en varios delitos, varios falsos e incomprobables... se lo dejo al universo. No quise entrar en guerra judicial, preferí ir al abreviado.
—¿El delito estaba vinculado a la difamación por aquel audio que fue viral?
—Prefiero no ser específica sobre eso.
—¿Te sorprendieron las repercusiones de aquel audio? Se hizo eco en varios medios y también en Argentina. Darwin Desbocatti te llamó “la cheta de Punta del Este”...
—Llegó más lejos: me escribieron de Brasil, Estados Unidos, España, ufff me dijeron que lo escucho hasta Adrián Suar. No pregunté qué fue lo que comentó, porque se me hizo normal que me hablaran del tema. Fue un audio personal sobre una situación que pasa todos los días en cualquier lado. La gente se mete los cuernos. Quizás llamó la atención la forma narrativa de lo expresado, más que el contenido. Yo soy así, espontánea, natural y frontal, incluso para putear. Estaba enojada y eso lo hizo más contundente. Pero los personajes somos unos cuatro de copas todos, incluyéndome. Me sorprendió que se viralizara porque para los demás no tiene ninguna trascendencia lo que pasó.
—¿Te respondieron a ese audio?
—No. Lo que sí estoy segura es que yo no lo reenvíe a nadie. No se viralizó por mí.
—Como puntaesteña, ¿cuál es tu visión de la cantidad de gente que viene a radicarse, en especial de Argentina?
—Esto lo vi muchas veces: los vi venir y también los vi irse. Porque se aburren. Vienen de una cultura que aquí no existe. Tienen pretensiones de escolaridad y de colegios que por ahora aquí no hay, o de una oferta de entretenimiento que está a otro nivel. Lo bancan quienes tienen mucha plata y cortan el año yéndose a Europa u otros lugares en los meses de invierno que en Punta del Este son y seguirán siendo muy quietos.
—Sos una defensora también del patrimonio de Punta del Este en materia de construcciones...
—Sí. Desde la óptica del montevideano, Punta del Este es un balneario lujoso y frívolo. Pero yo en realidad nací en un pueblo del interior con costa y donde se desarrolló el turismo y también una identidad. No se puede avasallar a la población preexistente, ni su geografía. La demolición de Hotel San Rafael aceleró la venta de casas de la Rambla Brava, y perdimos casas emblemáticas como “Loma verde” “Malu” “Xangri_La”... y perdí la cuenta. Alguna de ellas del arquitecto Arturo Dubourg, que es quien hizo la torre de “L’auberge” y 100 casas más en el Barrio de San Rafael. Eso no puede seguir pasando, eso es Punta del Este. No estoy en contra del desarrollo en la medida que se tenga en cuenta Maldonado por entero. Y que el crecimiento sea conciente, sin desestabilizar la ecología, escala y emociones de su población, acá tenemos arraigo por nuestra historia patrimonial.
—Como lugareña, ¿te gusta la temporada?
—No, yo trato de encerrarme en enero. No me interesa hacer cola en el supermercado o embotellarme en el tránsito. En los '90 era divertido, en los 2000 me parecía gracioso. Ahora es una peste. No sé si interesa al país que venga toda esta gente. Muchos argentinos vienen a dejar guita pero otros a hacerla. En los comercios de La Barra, la mayoría de los dueños son argentinos y sus empleados también. Habría que hacer el cálculo más fino sobre qué dejan y qué se llevan. Corremos el riesgo de transformar un lugar de veraneo de élite que nos posicionó a nivel mundial y convertirlo en un balneario espantoso, como ya vi publicado que empresarios extranjeros intentan transformarlo en “el nuevo Miami” e invitan a más personas a vivir todo el año. Es pan para hoy y hambre para mañana. “No venderemos el rico patrimonio de los orientales al bajo precio de la necesidad”.
—Sos muy activa en redes sociales, en especial en Instagram. ¿Qué tipo de contenido te gusta compartir?
—Creo que me estoy por ir de Instagram. La uso como una descarga personal pero no sé quién me lee, no sé qué alcance tiene. Tengo mis seguidores que me comentan y me bancan la cabeza. También hay gente a la que molesto. Pero en el fondo no sé qué sentido tienen las redes sociales. Me parece ridículo mostrar vanidades. Soy confrontativa, me gusta generar debate, esto me ha costado penas y alegrías. Así soy.