Desde el inicio del ciclo, el chef Nacho Lacava se encarga de la cocina en el magazine Karina con vos, que regresará en febrero con su nueva temporada. Además, es el encargado de la sección gastronómica en el magazine Día a día, también de VTV. Las cámaras no son algo nuevo para este cocinero que ya fue parte de Buen día Uruguay y Vamo’ arriba, ambos en Canal 4.
Responsable del restaurante Umami en Punta Carretas, Lacava llegó a Uruguay hace ocho años, y en poco tiempo encontró un lugar para desarrollar sus pasiones: la cocina y la actuación. También se volvió un nombre conocido para los foodies de Montevideo, y en un empresario exitoso. “Amo lo que hago, así que no me quejo. Me quejaría si no tengo nada para hacer”, comenta Lacava.
—¿Cómo se conjuga tu presente con la vida personal y tu restaurante?
—Estoy preparado para estar al día del vivo. Los jueves y viernes grabamos. Con Karina (en Karina con vos) grabo los jueves, después sigo con Día a día, y el viernes solamente es el segmento en Día a día. Vamos a ver cómo le va al espacio. Ganas tengo y me sobra energía, así que lo puedo hacer, y agarro todo lo que me sale porque me encanta laburar.
—¿Y cómo te llevas con esto de cocinar y explicar a la vez? Seguro que es la parte más complicada.
—¿Viste cuando algo te sale de manera nata? Bueno, eso. Me sale natural. Vengo de hace muchos años trabajando como cocinero. Desde hace 20 años soy cocinero y siempre tuve ese acercamiento con la gente y facilidad para explicar un plato. También fui profesor de varios institutos en Argentina, donde nací. Estuve en el instituto IGA, un par de años como docente. También tuve mi tallercito de cocina y cuando llegué a Uruguay, en 2015, también me metí a trabajar como docente de cocina asiática.
—¿Y de dónde viene esa facilidad para estar frente a la cámara?
—La cámara me encantaba. De chico soñaba con trabajar en televisión y ser el (Karlos) Arguiñano en la cocina. Era un sueño que quise cumplir y la actuación también siempre fue algo que me inspiró. Estoy ligado a la actuación porque en un momento tuve que decidir si quería ser actor o cocinero.
—¿Cuándo fue eso?
—Cuando estuve viviendo en Buenos Aires, entre 2005 y 2011. Ahí como que dije: ¿Me dedico a la actuación o a la cocina? Porque son incompatibles. Vivir de ser actor es más difícil porque todos sabemos que no es fácil esa vida, donde hoy estás mañana no. En la cocina tenía un norte mucho más cierto, era mucho más estable la gastronomía y más allá de que yo era un empleado tenía un sueldo, y del 1 al 5 cobraba. En la actuación si no tenés una publicidad, una tira o una peli, te comen los piojos. Ahí me decidí y me dediqué al 100% a la cocina. Igual siempre estuvo ese sueño de decir: un día, cuando esté estable, tranquilo y bien económicamente, volver a la actuación.
—¿Y lo hiciste?
—Estoy volviendo a poquito con las cámaras. Estuve grabando para Cris Morena cuando vino a filmar su serie, Margarita, a Uruguay. Estuve metido en la tira que se grabó para la plataforma HBO max, así que un poquito en ese ruido viene resurgiendo. Estoy contento con lo que se dio durante el 2023.
—Tuviste un gran 2023 entre el restaurante, la televisión y esta tira.
—Igual fue difícil, no te voy a decir que no, porque veníamos de una pandemia. Yo tengo una estructura enorme en el restaurante, que es lo que hoy me da de comer. Tuve que vender otro restaurante que tenía, hace 6 meses, y me quedé solo con uno. Como todos hago malabares para salir adelante.
—Decías que hasta el 2015 estuviste viviendo en Buenos Aires, ¿por qué llegas a Uruguay?
—Llego a Uruguay básicamente por una amistad que tengo con quienes actualmente son mis socios. Somos amigos desde chicos, desde los 15 años. Yo venía a Uruguay a navegar, a correr el circuito Atlántico Sur y los conocí en la plaza. Eso fue gracioso. Después año a año venía a competir y como estaba haciendo cocina, me quedaba a cocinar la casa de ellos con sus padres. Es que cuando arrancás a estudiar cocina, quieres cocinar todo. Era el cocinero del grupo y así fue surgiendo la amistad, mientras iba creciendo como cocinero. En un momento había empezado a hacer sushi en Buenos Aires con un amigo y cuando vine a Uruguay por una temporada, una noche un gerente del grupo Disco dijo que le gustaba lo que había hecho. Cuando me llamaron pregunté si estaba todo bien y me dijeron que buenísimo, que le gustría que empezara a trabajar con ellos. Ahí empezó todo, con un juego de amigos. Y desde hace ocho años mi vida está en Uruguay. Ahora soy proveedor del grupo Disco y Devoto, les proveo sushi.
—El 2020 fue un año complicado. ¿Cómo lo viviste estando lejos de tu familia y con poco trabajo?
—Estuve solo porque no podía ir a la casa de mis padres en Entre Ríos. Estuve solo, yendo a laburar mínimamente, pero había que mantener la estructura. Yo nunca cerré, mantuve con suerte casi la mitad del equipo y cuando empezó a levantar, volví a contratar a todos. Llegó un momento que estaba en plena pandemia y yo estaba laburando el palo con todo el equipo de vuelta. Estuvo duro, pero sobrevivimos y aprendí un montonazo en el medio. Ahora que venga la bomba atómica que la paro de frente.
—¿Cómo fue trabajabar así?
—Hacíamos cenas a puertas cerradas. Llamaba al chef de un restaurante que estaba cerrado: ¿querés venir a hacer un evento conmigo? Y el loco hacía unos mangos porque estaba parado. Empaticé con eso y empecé a llamar cocineros, y me pude arrimar un poco al círculo del cocinero porque al estar laburando todos en el mismo horario, no tenías posibilidades de vincularte con los colegas del rubro. Mucha gente no me conocía o solo por el nombre pero nunca habían tenido un momento de compartir una cocina conmigo. Eso también me permitió hacer amigos.
—Te especializás en cocina asiática. Imagino que no tiene que ser fácil imponerse en un mercado tan chico como el uruguayo.
—Sí, y que viene con un paladar cerrado. Igual ha cambiado un poco. En los últimos ocho años, los uruguayos abrieron la cabeza. Además, desde que estoy acá la economía cambió un montonazo, para bien. Antes me costaba sacar un plato de autor y me costaba un huevo venderlo; pero sabía que tenía que ganarme un espacio, un nombre y una credibilidad. No podía ponerme a vender algo sin tener la confianza de la gente para que diga: ¿qué hace Nacho? Vamos a comer porque está buenísimo. Entonces aprendí a ir despacito, bajar un cambio y entender al uruguayo. Yo venía de Argentina, que es un país también que está, a nivel gastronómico, más elevado, con otra cabeza.
—Tuviste que aprender que los uruguayos comemos carne, y de postre algo con dulce de leche. Como que nos salimos de eso, ¿no?
—Si, es verdad (se ríe). La verdad que hoy me siento un uruguayo más y estoy feliz del momento que tomé la decisión de venir para acá.
—¿Y a todo esto de familia y demás está todo en Entre Ríos?
—Mi hermano se vino al año y medio a trabajar conmigo. Lo traje para acá y hace dos añitos fue papá, armó su familia acá, y se abrió su delivery de sushi. No somos competencia porque no estamos en el mismo barrio, y porque siempre digo que el suelo se abre para todos. Hay laburo para todos, y si yo puedo potenciar a otro, ese otro me va a potenciar a mí. Soy un poco de ese palo.
—Claro, si pensás: me quedo con este dato, no haces ni una milanesa en televisión porque mañana el espectador la va a hacer y me dejar de comprar.
—Exactamente. Hay que abrir esa idea errada. Yo soy de los chefs que no se quedan con nada, porque a mí también me ayuda. Porque si te empezás a quedar, llega un momento que tienes tanto adentro que no decís nada. Entonces para mí el regalarte toda mi información, automáticamente me pone en el compromiso de seguir buscando porque ya te lo di y ahora vas a querer más. Entonces yo tengo que seguir creando y buscando información para compartirlo. Esa es mi filosofía, no quedarme con ningún secreto de cocina.