Aún más de temer que el Gracioso, personaje del cual ya hemos escrito en el pretérito, viene a ser el Confianzudo.
Numéricamente no podría precisar si hay más Confianzudos que Graciosos, francamente, pero en todo caso los Confianzudos son bastante más letales.
A diferencia de los Graciosos, que se dividen entre los Graciosos Auténticos o Propiamente Dichos, y Los Que Se Creen Graciosos, los Confianzudos son todos impostores.
Hace uno años, creo que en la conferencia de prensa de UB-40 en el Victoria Plaza, alguien tuvo la ocurrencia de presentarme a un tsico sha no tan joven que laburaba o hacía que laburaba en una FM. A la siguiente conferencia de prensa, no me acuerdo si era David Byrne o Serrat, el pinta se aparece y me saluda de la siguiente forma, presten atención:
- Hola, Bari.
"Hola Bari", me dijo el tipo. En mi perra vida nadie me ha dicho Bari. En el liceo y en el IPA, era Elbio, a secas. El Rodríguez nunca prendió. En la época de los milicos usé Tito como alias para proteger mi integridad física y la libertad de mi persona para aquellas actividades que a los galonados pudieran no haber agradado. Y tampoco prendió. Desde que empecé en Radio Sarandí y después en El País, la gente me dijo Barilari. En el ambiente musical me bautizaron como Takirari, apodo que nunca me ha molestado y más bien me divierte, con sus sonoridades altiplánicas. Creo que me lo impusieron los del grupo Rumbo, no recuerdo si Moreira o Ripa. Debe haber sido Moreira, que siempre fue medio Graciosillo. De paso, les recomiendo el CD "Antología de Rumbo" que acaba de sacar el sello Ayuí/Tacuabé, viejo y peludo.
Sr. Rodríguez es como encabezan sus cartas a SABADO SHOW aquellos lectores que me quieren tirar a matar, poner en la picota, cortar el rostro e incluso defenestrarme porque me reí de la Shenifer López, o porque dije que Schwarzenegger o Charly García son un papelón, y cositas así, por el estilo.
Con decirles que el otro día un lector me escribió sacando la cara por Tinelli, diciéndome que yo no entiendo el fenómeno, que la influencia de Marcelo es muy positiva, y que me iba a mandar unos videos para que viera. Le prohibí absolutamente que me mandara los videos, claro. Seré lo que seré, pero masoquista never.
Pero bueno, a mí nadie nunca me dijo Bari. Con decirles que una vuelta andaba buscando nombre para mi banda grande, y Antonio "Manino" Mercader me sugirió que le pusiera Baribanda, y no quise, por las dudas. Era como dar permiso para que todo el mundo me dijera Bari. Ahí fue que a Mercader se le ocurrió lo de La Banda Oriental, nobleza obliga. Y el tsico este va, viene, y me dice "Hola Bari".
Tras cartón me zampa, sin anestesia:
-¿Y cómo anda Virginia?
Virginia, por supuesto, era mi pareja, a quien el plomazo no conocía ni de lejos.
-Bien, bien -dije yo, que iba a decir.
Virginia podría haber estado padeciendo hepatitis C, o extraviada en la selva de Borneo, y uno en esos casos siempre dice que la otra está bien, qué va a decir.
-¿Bari, le vas a hacer una entrevista a Joan (o David)?-inquirió el azote.
Así, Joan, o David, de una, como si fuéramos como chanchos, los tres.
Joan o David, el Confianzudo y el Bari.
-Bueno, si pinta, vos sabés como es ¿no?- dije yo, por si las moscas.
-No, decía, porque se la podríamos hacer juntos, Bari.
El azote no solamente quería colarse en mi entrevista, también insistía con el Bari. No se que me exasperaba más.
Al final pude zafar con cualquier subterfugio o estratagema. A los pocos días llega Virginia de la calle, con la naricita toda colorada del frío, y me dice:
-Estuve tomando café con un amigo tuyo, Fulanito, que trabaja en la FM Tal y Cual.
El incalificable sujeto la había abordado en una esquina céntrica y la había hecho ir a tomar café al hoy extinto Sorocabana, con el cuento de que era tan amigo mío.
-¿Es uno que me dice Bari?
-Sí, qué gracioso ¿no? Con lo que a vos te hincha que te digan Bari.
El Confianzudo es una plaga muy salada de erradicar, mucho mas salada que la cotorra, el gorgojo o el jabalí.
Al Confianzudo no le importa quedar pegado. Es más, ni siquiera se da cuenta. Uno trata de ser amable y civilizado, pero incluso cuando uno no puede más y se pone seco, luego duro, y finalmente bestia, el Confianzudo sigue tan campante, adelante con sus confianzas. Reconocer que lo ofendiste o tan siquiera que le paraste el carro, sería como aceptar que no es tan íntimo contigo. O con quien sea. Antes, muerto. Están los que se especializan en ser Confianzudos con las mujeres. Ignoro si eso les permite ganar con el bello sexo, o no. Pero estorban como una heladera o refrigerador depositado en el medio del comedor. Tienen una cosita entradora, y aparentan ser inofensivos. Se especializan en el cuchicheo y ponen cara de YO TE ENTIENDO, JIMENA. Hay que reconocer que la imposibilidad de muchos hombres para escuchar a las mujeres le hace el campo orégano a estos depredadores de la confianza ajena.
La culpa no es del porcino sino de quien lo nutre. Había un Confianzudo tan Confianzudo que el mismo día que conoció a mi padre ya lo estaba llamando por su apodo, Pocho, y metiendo mano entre las artesanías de mi madre. Ni siquiera era amigo MIO, pero trataba a MIS viejos con mas familiaridad que si fuera un sobrino. Mi abuelo, certero como Cisco Kid y escéptico como la Gran Siete, sentenció:
-A este es mejor perderlo que encontrarlo.
Hace como tres meses conocí a un rioplatense en una fiesta de latinos, acá en Chicago. Lo tipifiqué de inmediato como un Confianzudo con las Mujeres, total y agudo. En total no habremos cambiado más de tres frases.
La semana pasada festejábamos el 33 aniversario del periódico La Raza (acá decimos así, periódico, como en Superman y el Hombre Araña) con un ágape cordial y superlativo en una coqueta discoteca chicaguense, y el quía aparece con su confianza a cuestas. Entre mil ochocientos invitados, justo el y justo a mí. Para que negarlo, yo andaba muy interesado en cierta Martita, colombiana ella. Y fumadora.
El Confianzudo me aplicó un tratamiento como si fuéramos Larbanois y Carrero, lo menos, Simon y Garfunkel, Barrán y Nahum, como si hubiéramos jugado al fútbol juntos en el glorioso Playa Verde y trillado juntos en los drinks del Náutico.
Con lo cual Martita, que nunca lo había visto, pasó a darle un trato acorde a ese grado de GRAN amistad conmigo. Muy buena hente, la beia Martita, es lo que tiene. Periodista eia, y buenííííííísima en radio, como para Discodromo, si la oía Ruben Castillo la contrataba de una.
A cierta altura a eia le entró el desespero tabaquístico.
- Ay, ió tengo unas ganas de fumar. Me muero por un cigarriio . Ay, mira, esa hente está fumando, ió les pediría, pero qué pena me da.
Pena, en colombiano, quiere decir vergüenza
Así que ahí marchó el Barilari, que no fuma desde que se compró el primer saxo, a mangar un faso para la beia. Muy amable, la víctima me proporcionó uno de esos objetos cilíndricos y cancerígenos, que presta y caballerosamente le ofrendé a Martita, tras encendérselo y todo.
-Ay, gracias, tú siempre tan chévere -dijo eia, encantadora y cauta.
Demasiado cauta.
-Ay, a que a mí no me conseguís un cigarrillo y me lo traés con esa galantería dijo el Confianzudo, en tonito confianzudo y con una sonrisa confianzudita.
No le tiré con la mesa porque estaban amuradas al piso.
Que si no.
Por Elbio Rodríguez Barilari
barilari@laraza.com