Redacción El País.
El de Gustavo Martínez Morales es un caso extraño de la política y del Carnaval. Oriundo de Tacuarembó y residente en San Gregorio de Polanco, Martínez integró varias murgas de su departamento durante las décadas de los ‘80 y ‘90, como La Bohemia y Sin Careta.
Como murguista, hizo crítica feroz y entregó desde el escenario fuertes mensajes en contra de la dictadura y luego contra de la Ley de Caducidad, por ejemplo. También en aquellos años mozos se unió a la militancia en el Partido Nacional, en especial en el Wilsonismo.
“Desde gurí me encantan las murgas”, asegura. Y ahí viene lo extraño, a la luz de lo que pasó después con el Carnaval y con la política. En el presente, Martínez sigue siendo amante del Carnaval pero también es blanco, candidato a diputado por su departamento por la lista 40 en los próximos comicios nacionales.
En diálogo con Sábado Show, Martínez recuerda su pasado de murga y cuestiona la asociación que se ha hecho entre el género y la izquierda.

“En aquella época, la murga cumplía la función de interpretar los reclamos de la gente y con acidez criticábamos al espectro político desde ese lugar. A todo el espectro político. Hoy y en Montevideo en particular se traiciona ese rol. Identificarse con un partido fracciona el pensamiento y se corrompe la belleza del canto popular: una lástima”, asegura.
Con todo, Martínez sigue las instancias de la fiesta popular cada febrero y viaja para participar de alguna de las etapas del Teatro de Verano. En sus tiempos de murguista, estuvo a punto de fichar para alguno de los títulos montevideanos pero finalmente no se dio.
“Me encantaría volver. Pero es mucho compromiso y no se ha dado. Quizás en el algún momento regrese”, asegura.
Martínez es un convencido de que más allá del pensamiento político imperante entre los directores de murga, los blancos o de otras agrupaciones “se tienen que entreverar” y devolver a la fiesta su carácter plural.
“El Carnaval puede ser un gran aliado para corregir las problemáticas sociales. Pero no con la cancha tan flechada... Pasamos 15 años de gobierno de la izquierda a nivel nacional con una cantidad de carencias con una cantidad de carencias y en la murga yo no escuché esas críticas”, dice.

Para Martínez, de 59 años, se debe fomentar también las agrupaciones de murga del Interior. El caso de San Carlos, que tiene gran tradición murguera, debería ser un caso a seguir.
En cuanto a su rol político, Gustavo Martínez milita desde los 16 años, fue secretario de Eber Da Rosa, exintendente y senador y trabajó en la Junta de San Gregorio de Polanco. Se recibió como abogado a los 43 años y ejerció también como legislador suplente.