José Redondo no encuentra una explicación para su presente. Es parte de La pecera, Abran cancha y La Voz. “Todo se fue dando sin planificarlo”, asegura el comunicador. Ecléctico es una palabra que lo puede definir. Estudió piano de chico, frecuentó bares con su abuelo, trabajó como pianista con Pablo Aguirrezabal y Carla Lorenzo. Estudió stand up, fue tecladista varios años en la comparsa Mi morena y además operador de radio. De todos esos universos José Redondo ha tomado para hacer humor en radio y destacarse en La voz.
—¿Qué ocurrió para que un pianista con varios años de carrera termine haciendo humor e imitando a Alfredo Etchandy en La pecera?
—“Qué dato curioso” como diría el doctor (dice imitando a Etchandy, le sale igualito). Es raro porque no fue planeado. Empecé en Azul como operador. Mi tarea era retransmitir informativos, nada que ver. Pasó que La pecera se pegaba a esos informativos, y ahí conocí a toda la barra menos a Christian Font a quien conocía de antes. Yo transmitía y Nacho (Álvarez) me miraba como diciendo “¿y este quién es?”, y al poco Christian le dijo que toco el piano y hago humor. Mi llegada comenzó con los “Martes de refuerzos” que se hace en La pecera donde se le hacen canciones a los refuerzos. Es algo muy simple que empezó a funcionar. Christian cantaba y yo tocaba, estaba en ese momento Daro Kneubuhler, y entre los tres lo hacíamos. Ahí empecé a participar del programa. Eran solo los martes durante unos minutos con canciones y odas a los refuerzos. Ese fue mi comienzo, pero se empezó a divulgar y cayó un auspiciante para el espacio. Estoy gratamente sorprendido por lo que viene pasando. Nacho tiene muy buen ojo, puede ser polémico o meterse en camisa de once varas pero tiene claro lo que funciona.
—¿Y cómo surgió Etchandy?
—Un oyente dijo: “tienen al doctor Etchandy ahí“. Fue así. Habrá pasado hace un par de años. Alguien preguntó cómo era que teníamos al doctor Etchandy, a Nacho se le prendió la luz y dijo: fijate en la frase que dice “Qué dato curioso”, y así empezó. No fue nada muy planeado. No se buscó nada. Yo tampoco estaba buscando entrar en el programa, se dio naturalmente. Empecé a hacer a Etchandy, en eso se vino el mundial, y se hizo toda una columna mundialista. Christian Font hacía de un tal Calerga que era otro periodista deportivo pero más facho que yo, y hacíamos un contraste con mi personaje que era más progre. Salimos y se llenó de mensajes. No pensé que iba a tener esa llegada. Yo lo hacía, Christian me arengó: “vamos a hacerlo que está bueno”, y Nacho dijo que me encargaba de guionar el espacio. Se llamaba “A Qatar la copa”. Relatábamos los partidos y decíamos cosas históricas. Con el tiempo le empezamos a agregar cosas al personaje, empecé a hablar de mi novia que se le había roto el auto y decía que era el “Pablamovil” y todavía hoy los oyentes preguntan cómo está el auto.
—Este año sumaste un nuevo personaje, el Gordo motoneta.
—Sí, lo de este año también fue curioso. Mucho tiene que ver el operador del programa, Nico Rodríguez, que puso la canción “Gordo motoneta” porque me había comprado una moto nueva. Puso el tema de la Bersuit y me dice: “esta canción te puede andar”. Entonces empecé a contar relatos en los lugares a los que iba. Fue porque un día dije que le estaba haciendo ablande a la moto y cuento todo lo que pasa en los lugares donde voy. Cuento las cosas que pasan, y ese espacio también se empezó a esparcir. Nacho vio que empezó a funcionar y dijo que lo tenía que hacer todos los primeros bloques del programa, porque después me tengo que ir para las grabaciones de La Voz.
—¿Qué tanto de cierto hay en esas historias que contás?
—Son ciertas, no es como El gran pez. Uso esa analogía porque en la película el tipo cuenta historias de personajes que parecían imposibles y el hijo no le cree, y en el funeral se da cuenta que los personajes existían. Yo hago un poco lo mismo. Las situaciones que me suceden son ciertas aunque me tomo alguna licencia poética. El otro día conté que estaba comiendo en un lugar y se cayó un plafón, y pasó. Estaba el sábado comiendo con un amigo y a la mesa de al lado, donde había una familia comiendo, y se les cayó un plafón encima de la mesa. Entonces después empecé a jugar con que había un atentado. Son cosas que se me ocurren en el momento. Y como Nacho, Christian y el equipo te tiran centros y devuelven, hay un ida y vuelta. Tienen un tremendo ejercicio para el humor, y aprendo pila con ellos.
—Hablás de locales reales, ¿qué te han dicho los dueños?
—El dueño de un bar me pidió que no lo promocionara más durante un tiempo. Me invitó a comer y me dijo: “hablaste un viernes del bar y tuve que cerrar a las 22.00 porque no me quedaban más pizas”. Recién ahí me di cuenta del alcance que tenía lo que estamos haciendo.
—¿Y cómo llegás a la radio?
—Por el Tano (Horacio) Abadie. Dijo que me veía condiciones para hacer radio. Me ofreció hacer algo de humor en Del Sol que al final no salió, y me dijo: tengo Abran cancha, ¿te interesaría hacer una columna de música cada 15 días que tenga algo de humor?”. Sería fines de 2017 y así empecé a hacer “El lado R”, ese fue mi primer encuentro con el micrófono en la radio. Me acuerdo que antes de empezar ese día el Tano me dijo “acá tenés que tener tres cosas para salir al aire: autenticidad, espontaneidad y credibilidad, lo otro lo vas a aprender”.
—¿Y cómo recordás esas experiencias con el micrófono?
—Las primeras veces era un desastre. Lo escucho hoy y quiero que borren esos programas. Está buena la historia, pero no la forma de comunicar. Uno va aprendiendo con el tiempo, y yo miraba mucho al Tano y también a Leo Sanguinetti, y trataba de copiarles las cosas buenas. Así que todo se fue dando como si fuera una bola de nieve, se fue agrandando. Desde que empecé a operar en El Espectador cada vez que me daban un espacio para hablar de música o humor aceptaba porque mis dos pasiones son la radio y la música.
—Además de operador, imitador y humorista, sos el pianista de La Voz de Canal 10. ¿Cómo llegás a ser estudiante de piano?
—Cuando iba a la escuela me mandaron a una maestra que te ayudaba a hacer los deberes porque era muy disperso, tenía hiperactividad. Con ella, creo que se llamaba Cecilia, iba a hacer los deberes y tenía un piano vertical. Yo me sentaba allí sin saber nada y empezaba a tocar. La maestra le dijo a mis abuelos, quienes me criaron, que tenía condiciones para la música. Fui con una profesora, después estudié en un conservatorio, a inicios de los noventa, y fui a piano clásico donde tocabas sinfonías, de todo. Era un perfil de música clásica, y cuando fui adolescente me di cuenta que me faltaba toda la pata popular. Cuando me ponían a tocar “Twist and shout” de los Beatles, no tenía idea. De adolescente aprendí a tocar guitarra y me gustaron Metallica, los Guns n' Roses, empecé a escuchar Beatles y los Rolling Stones, y me empezó a copar más la música popular, sobre todo el rock. Mis abuelos escuchaban Camilo Sesto, Perales, Serrat, también zarzuela, ópera, Gardel y folklore. Era lo que se escuchaba en la radio, porque nunca se apagaba y sonaba todo el tiempo. Tengo una cultura musical bastante ecléctica. Me acuerdo que mi abuela me regaló un cd de Black Sabbath, Paranoid, para mi cumpleaños de 12 años. No entendían nada cuando puse “Iron Man” a todo volumen.
—¿Cómo llegás a ser parte de la banda del programa?
—Me llamó Max Capote a quien conozco hace mucho y hemos grabado y producido discos juntos. Cuando me llamó le dije que no. Me dijo que quería que estuviera yo, hablé en Magnolio, me dieron el ok y acepté. Lo empecé a hacer y no cazaba una, porque te decían: son 15 temas para grabar hoy. Entonces había que escucharlo, sacar la partitura de una y tocar. Es toda una gimnasia que se va agarrando. Ahora escuchamos los temas y ya en la cabeza los vamos procesando en la cabeza, pero fue un ejercicio para todos. La primera etapa tenía 105 temas y los grabamos en un mes. Fue increíble con jornadas de a 25 temas. Y después pasaron cosas gracias al programa, como tocar para los jurados, y para Abel Pintos cuando fue como jurado. También para Alex Ubago cuando cantó con Natalia Oreiro. Igualmente, lo más pintoresco fue tocar “Mi país” en la final de la primera temporada. La cantaron todos los jurados y Natalia. Era una canción que escuchaba mucho siendo chico, y poder tocar ese tema, lo atesoro como un momento destacado.
—¿Cuántas canciones han interpretado para el programa?
—En la primera temporada hicimos 200 canciones, y en la versión Kids grabamos 140 audiciones. Ahora en la nueva temporada de adultos ya grabamos unas 200 canciones. Todavía me sorprendo, en dos años grabé 500 canciones. No lo puedo creer.