Redacción El País
El sábado pasado, 30 de setiembre, el reconocido periodista Barrett Puig hubiera cumplido 90 años. Pionero de los medios y en especial de la televisión, fue figura fundamental de Canal 10 y Subrayado por tres décadas. Fue de las figuras que inauguró, junto a Cristina Morán, la era de la TV color en ese canal con una transmisión desde el Puerto del Buceo.
Falleció en 2007, a la edad de 73 años. En 2002 se había jubilado de Canal 10, donde en la última etapa era referente para compañeros y directores y estaba a cargo de la información internacional. En ocasión de su aniversario, Placas TV Uruguay compartió un video de Puig de 1993, cuando hizo un agudo análisis del suicidio del primer ministro francés.
Nacido en el barrio Cordón de Montevideo, se inició en los medios en su juventud. Trabajó en varios medios y fue en el diario El Día donde proyectó su pluma. Fue autor por décadas de la página editorial de ese medio.
Le decían “Pucho”. Se casó con Rita Semino y tuvo tres hijos: Claudia, Diego y Gabriel. La hija mayor es fonoaudióloga mientras los otros dos se dedican al rubro informático.
Una especie de “leyenda negra” alcanzó a Barrett Puig y al periodista Danilo Arbilla, con quien trabajó en varios ámbitos. Se los señala como “funcionarios de la dictadura”. En efecto, en 1972 fueron contratados por Presidencia para hacer un trabajo técnico de vínculo con los periodistas, pero luego del Golpe de Estado esa contratación terminó.
“Yo era chica pero me acuerdo que lo echaron”, asegura Claudia Puig. La “leyenda negra” fue fogoneada principalmente por Federico Fasano y Manuel Flores Silva en los tiempos de duro enfrentamiento mediático contra Arbilla, entonces director del semanario Búsqueda.
Barrett era fanático de la ópera, una pasión que heredó a su hija Claudia.
Además de periodista, fue un docente destacado. Trabajó en la Universidad Católica hasta sus últimos días. Allí, una plaqueta lo recuerda, además de la memoria de varios de sus exalumnos, entre ellos Juan Miguel Carzolio o Gastón Solé, entre otros.
“Era muy meticuloso. Cuando escribía algo, siempre se lo daba para que me hiciera correcciones y sugerencia. Fue un gran docente y un hombre incapaz de una maldad”, lo recuerda Danilo Arbilla.