"En la calle no soy Luciana, me gritan 1122"

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Decidió jugársela por el arte después de los famosos comerciales de 1122

LUCIANA ACUÑA

Fue una de las Falladas, estrenó Bajo Terapia, y a mitad de año hará En la cama (Muscari). Además, le pondrá voz a dos personajes de la serie infantil Crónica animal, de Guillermo Kloetzer, que se verá por TNU y Tevé Ciudad a mediados de 2018. Divertida entrevista a la multifacética Luciana Acuña. 

—¿Desde cuándo tenés fascinación por los búhos y por qué?

—Hace diez años me enloquecí con los búhos, le dije a la gente y me regalaban ropa, collares, adornos, cosas para decorar: todo con búhos. Soy obsesiva: si algo me gusta, lleno con eso. Ahora se me pasó un poco pero me encantan. Me dijeron que significan protección e inteligencia. Incluso quise comprarme uno como mascota. También quise tener un pato y un loro para enseñarle a repetir palabras.

—Pero tenés un perro, Rocco, que pasa la mitad del tiempo en tu apartamento y la otra en la casa de tus padres…

—Lo amo. Sería como mi hijo. Mis padres lo cuidan más que yo, es como su nieto. Quería un perro hacía mucho tiempo y todo lo que leía sobre la raza pug me encantaba: son juguetones, obedientes, cariñosos. Yo le hablo y la gente piensa que estoy loca. Para mí él entiende. Es todo para mí.

—Y hace un año te obsesionaste con el gimnasio también, ¿no?

—Siempre fui de hacer ejercicio pero no duraba más de tres meses. Hice danza árabe, flamenco, salsa. Un año atrás empecé con entrenamiento porque me recomendó Paty Wolf y me copé. Me armé un grupito que somos "los doce" y ya nos hicimos amigos. Voy cuatro veces por semana y entreno dos horas. Estoy copada y si falto lo siento en el cuerpo.

—¿Es cierto que de niña eras sonámbula?

—Sí, a los 12 años me levanté, quise abrir la puerta de mi casa y salir de pijama a la calle. Mi madre me contó que escuchó la llave, bajó y me frenó "¿Adónde vas, Luciana?", me dijo. "A buscar a mamá y a papá al auto", le contesté. Como no te pueden despertar me llevó a mi cuarto con cuidado y me acostó. De esas tengo mil historias. Me levantaba y hablaba con la gente. Es rarísimo porque reaccionás a todo lo que te dicen, estás como poseída y das un poquito de miedo. Todos se asustaban.

—¿Te acordás si tenías amigos invisibles o era un pretexto que le ponías a tu hermana Gia para no jugar con ella?

—Estoy segura de que tenía pero no recuerdo nombres. Me pasaba horas y horas jugando sola, así que alguien me tenía que inventar en mi cabeza. Daba vueltas los sillones de mi casa y los transformaba en robots. Inventaba historias y seguramente me salvaban de algo.

—De chica siempre te pedían que imitaras a Mama Cora, ¿por qué empezaste con ese personaje?

—Desde que tengo memoria amo a Gasalla. Mi madre me contó que mientras estaba embarazada de mí fue a ver un espectáculo suyo y se río como nunca en la vida. Ella siente que me lo transmitió. Yo no lo sabía y cuando me lo contó me cerró. Era fanática y si venía a hacer un show acá me llevaban a verlo como regalo. Yo amaba a la Abuela y la imitaba, ahora no sé si me saldría, pero en ese entonces lo hacía igual. Tendría que verla dos o tres veces a ver si me sale.

—Pasabas todo el tiempo haciendo personajes y hay grabaciones de eso, ¿mostrabas todo o guardabas alguno para vos?

—Mostraba todo, era muy histriónica, lo necesitaba. Hacía funciones de teatro todas las noches para mis padres y les cobraba. Un negoción porque no podían decir que no. Escribía los guiones, le daba un personaje a mi hermana Gia y otro para mí. Inventábamos canciones con música y letra para pedir cosas.

—¿Seguís teniendo fascinación por los lentes y los perfumes como cuando eras niña?

—No, se ve que de chica era coqueta pero no sé qué pasó con esa faceta mía que desapareció. Perfumes no uso, me gustan más las lociones con aromas para el cuerpo. Lentes tiro con los que me regalan, sino no uso.

—Tu hermana dice que tenés un estilo "hippie vedette", ¿le pedís consejos sobre moda?

—Siempre, la llamo 200 veces. La combinación y la ropa no son lo mío. Le pido opinión para todo. Los textos primero los lee Gia, me tira ideas y después recién los mando. Tiene el don de saber qué funciona y qué no.

—¿Por qué te fuiste a vivir sola con 18 años?

—Porque se ve que soy una "vedette hippie", pero independiente. Necesito mi lugar. En la casa de mis viejos tenía mis espacios. En cuanto pude, empecé a trabajar y me fui a vivir sola a un apartamento en Pocitos que solo tenía una cama, una heladera, un calefón y un microondas, pero era un lugar mágico.

—¿Qué hacías para sobrevivir a los 18 años?

—Iba a la facultad y trabajaba en publicidad. Empecé como secretaria y hacía todo mal, es un don que no tengo, y después por suerte pasé al área creativa de redacción que es lo que más me gusta.

—Estudiaste Comunicación, te gusta mucho escribir y trabajaste en una imprenta donde redactaste cuentos para niños, ¿no?

—Escribí 40 libros para niños que salían con el diario de a tres relatos breves. Primero acomodaba unas fábulas de Esopo y en un momento dije, "si quieren empiezo a escribir". Y me pedían más colecciones. Escribí uno sobre búhos que tenían nombres parecidos al mío y el de mi hermana.

—¿Por qué tardaste tanto en tomar la decisión de dejar todo para actuar?

—No me animaba porque siempre te dicen, "no podés vivir del teatro". Me daba miedo porque me gusta mucho mi independencia y si no funcionaba la iba a perder. De hecho, pasó eso: a los 25 años volví a la casa de mis padres por un año y medio y me bancaron. Pero era algo mío: necesito la independencia. Estudié en el Teatro del Centro y con Carlitos Aguilera, que fue mi gran maestro, hicimos un grupo de teatro independiente y ahí me animé a dedicarme. Los primeros años fueron difíciles, por eso trabajé en la editorial, y cuando me llamaron para ser guionista de Sonríe (Teledoce) y después con el comercial del 1122 pude dedicarme a lo que me gusta. Recién ahí me sentí segura para dejar el trabajo en la editorial y jugármela.

—Las obras que hiciste en el arranque de tu carrera iban por el lado del drama y eran fuertes.

—Todas. Hicimos Telarañas, de Pavlovsky: eran 17 escenas de una familia disfuncional donde todos eran abusadores. Fue durísima. De hecho, el día del estreno le pregunté a mis padres qué les había parecido y mi padre me miró y me dijo, "¿por qué me hacés esto?" Se ve que el shock fue muy grande porque había golpes, abuso verbal, psicológico. Pero al otro día me dijo, "evolucionaste un montón, me encanta lo que hacés".

—¿Te sentís cómoda en el drama?

—Me encanta. Me parece que el drama me ayudó a hacer humor. Hice seis o siete años de drama seguido y te pega un poco en tu vida diaria: llorás con más facilidad porque estás dejando entrar un personaje que tiene una energía densa.

—¿Por qué decís que el drama te llevó al humor?, ¿fue voluntario?

—Siempre quise hacer humor. De chica me gustaba hacer reír a la gente y en la facultad era la que hacía los chistes y escribía historias. Siempre tuve esa faceta creativa vinculada al humor. Hice drama porque eran las obras que se presentaban y al principio hacés lo que hay. Estás aprendiendo, te dejás llevar. Cuando se me dio la oportunidad de hacer humor, la agarré en seguida. Fue un poco a raíz de los comerciales y algunos monólogos de Benedetti que habíamos hecho donde ya había humor.

—¿Cuánto te sirvió la publicidad del 1122 para consolidarte como comediante?

—Un mil por ciento. Esos comerciales me sirvieron por la visibilidad: el trabajo se volvió masivo. Hay un montón de grandes actores independientes que a veces no llegan al público masivo porque les falta tele o un golpe de suerte. Los comerciales me abrieron muchas puertas porque la gente los vio, a la mayoría le gustó e incluso hoy me siguen gritando por la calle, "qué problema más atroz". No soy Luciana, sino 1122. Y a mí me encanta.

—¿Temiste que te encasillaran por esa publicidad?

—No, porque la publicidad tenía doce personajes, creo que te sentís encasillado cuando es uno solo y muy fuerte. Por ejemplo, Pelusa sí me dio un poco de miedo porque no es esto solo lo que puedo hacer. El mayor temor puede ser que me encasillen solo en el humor. En muchas entrevistas me dicen, "vos hacés stand up", pero yo tengo un pasado como actriz independiente que no se sabe mucho porque me conocen a través de los comerciales. Así que tengo que hacer un drama ya.

—¿Te gustaría?

—Me gustaría, aunque no tengo ninguna obra en mente.

—También hiciste teatro callejero en Córdoba, ¿cómo recordás esa experiencia?

—Me fui con el grupo de teatro independiente Clap a hacer sainetes en las calles de Córdoba. Lo hacíamos en Montevideo también pero nos echaban de todas las plazas porque no teníamos permisos. El teatro callejero está increíble porque tenés que llamar la atención de la gente como sea. Eso me ayudó muchísimo para el stand up y el humor con el público porque en la calle te puede pasar cualquier cosa y la gente está en la suya: tenés que caer, gustar, y después pasar la gorra.

—¿Tu vida tiene más tono de comedia o de drama?

—Es una mezcla. Tiene mucha comedia porque soy muy despistada, me mando bloopers, aunque también soy muy intensa y dramática en el sentido de la angustia. Pero trato siempre de reírme de las cosas.

—¿Es cierto que creaste a Pelusa en unas vacaciones en Punta del Diablo y te inspiraste en unos amigos de tus padres que son paraguayos?

—El tono de Pelusa nació por esa familia de amigos paraguayos que a mí me divertía escuchar hablar. Me iban tirando frases y palabras, y yo los iba imitando. Así empezó a construirse. Llovió mucho ese verano en Punta del Diablo y con Gia nos colgábamos a hablar en tono paraguayo todo el día. Es más, le puse Pelusa en honor a la amiga de mi madre.

—En tu primer unipersonal Pelusa tenía un único objetivo: salir casada de la función, ¿es el tuyo también?, ¿sos enamoradiza?

—Soy muy enamoradiza, tengo esa cosa del amor eterno, y por otro lado, soy muy racional y digo, "no, esto no es así". Con Pelusa me aprovecho de eso para reírme de la situación y lo exagero. No es que estoy buscando marido porque no es un objetivo en mi vida casarme, pero sí me gustaría tener una pareja, que no aparece todavía. Veo que mucha gente está en pareja para no estar solo y para mí es un error. Prefiero esperar a enamorarme de alguien que me complete.

—Le pusiste al vehículo con el que se van de gira con Falladas la combi parrandera. Te gusta la cumbia y de adolescente salías mucho a bailar, ¿qué recordás de esa época?

—Soy fanática de la cumbia, me sé todas las letras. No tuve suerte con los permisos para salir: me escapaba de mi casa, llegaba tarde y siempre había una penitencia. Decía que me iba a lo de una amiga, me llevaba un bolso gigante para ir a bailar y siempre me descubrían. A mis 13 era una rebelde.

—Hace un año que estás en Las cosas en su sitio (Sarandí), ¿estás contenta con tu primera experiencia en radio?

—Me encanta la radio. Hago tres personajes (Pelusa, Mariana la diva cibernética, y Mabel) y me gustaría hacer más porque es un medio donde solo tenés que llevarte a vos, no precisás tiempo para vestirte o lookearte. Está genial, me gusta muchísimo.

—En Falladas te llevaste todos los elogios, ¿qué significa para vos la obra desde lo humano?

—Siento que la obra me dio muchísimo, amo hacer Falladas, no quiero que se termine. Las cinco le decimos a Diego (Sorondo), "sigamos". El grupo humano fue lo mejor porque no solo trabajo con actrices que admiro, sino que encontré amigas para toda la vida.

—Vos decís que todos los personajes tienen algo tuyo y de la gente que te rodea. Estrenaste Bajo terapia el miércoles pasado en la sala teatro Movie Center, ¿te llevaste bien con ese rol desde el principio?

—Mi personaje se llama Tamara, tiene 28 años y con su pareja están decidiendo si se van a vivir juntos o no. Me costó encontrarlo. Ahora siento que ya lo hice mío pero venia de la demencia del verano: Falladas, el trabajo con Agosto (Silveira) en Una de dos, la radio. Había muchos personajes en la vuelta y pasar a este me costó encontrarlo. Tamara es una chica normal, no tiene muchas características pero yo le sumé alguna cosa. Es muy gestual, habla medio rápido, y la bipolaridad fue lo más importante que le agregué: pasa de la risa al llanto en un segundo. Es medio despistada, algo de uno siempre se le pone.

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