Sabía que su vocación estaba en el arte y desde chico quería ser actor, cantante y hasta escultor. Fue parte de producciones teatrales en el colegio, alguna publicidad, y desde que pudo dedicarse de lleno a la actuación, en plena pandemia, Franco Piffaretti no ha parado de dar pasos agigantados. Ya ha trabajado en proyectos para plataformas como Disney+, en Chueco y Entrelazados, y El secreto de la familia Greco de Netflix, y tiene varios títulos en carpeta. Espartanos, la serie sobre el proyecto del argentino Eduardo “Coco” Oderigo para los privados de libertad, está en Disney+ y es su último estreno.
Sobre su carrera, el filmar Espartanos en una prisión, la salud mental y el buscar proyectos que lo interpelan, es esta charla con Franco Piffaretti.
—Ya siendo estudiante, ¿te imaginabas un perfil internacional?
—Siempre lo busqué, siempre estuve muy orientado en buscar eso. De chico me quería ir a Estados Unidos, y fui a estudiar un tiempito, pero me volví porque no me hallé mucho ahí. Pero mis ojos están puestos en conocer lo máximo posible el mundo, y si a medida que vaya trabajando, puedo ir conociendo otros lugares, mejor, porque eso es lo que más me interesa.
—¿Cómo fue el proceso de casting para entrar a Entrelazados?
—Entrelazados fue justito en el año de la pandemia. Estuve haciendo el casting durante seis meses de la pandemia. Después seguimos online toda la pandemia hasta que me dijeron que necesitaban verme en persona. Como en agosto me tomé el barco, con todo lo que eso implicaba, hacía cuarentena por 15 días, hacía el casting, y otros 15 días para volver. No había terminado la cuarentena cuando me pidieron volver y les dije que no había chance, y al final quedé.

—¿Fue complicada la filmación?
—Sí por todas las restricciones y lo que implicaba filmar en plena pandemia. Fue horrible porque fue muy estresante, todo era muy protocolar. No te podías juntar, te pasaban hisopando, tenías que filmar con máscaras y tapaboca, te los sacabas para actuar y te volvían a poner todo. Por eso también fue un rodaje largo, como de cuatro meses y medio, porque la gente caía con covid, y no se podía filmar. Los rodajes en pandemia fueron feos por eso, pero fueron experiencias hermosas. O sea, nos matamos de risa, pero lo complicado fue el tema del protocolo en todos los ámbitos.
—¿Es verdad que conseguiste ser tenido en cuenta para la serie Espartanos porque te cortaste el pelo?
—Sí, lo que pasa es que venía con un perfil como me veo ahora, y quería también ser considerado para otros perfiles que capaz no estaba teniendo tanto acceso. Porque cuando te mandan castings, es para el perfil que das, y mi perfil no daba para un ambiente carcelario, y tampoco para ciertos roles que quería. Entonces dije “tengo que cambiar algo” y ahí fue cuando me corté el pelo, me rapeé, también empecé a entrenar muchísimo, y en ese momento estaban pidiendo muchísimos rugbiers y deportistas. Me sacaron una foto jugando al rugby, con una pelota dando perfil rugbier para ver qué pasaba, mandé la foto y me consideraron para el casting. Así que con eso mi objetivo ya estaba cumplido, y cuando me citaron para los castings, empecé a pasar las fases y quedé en Espartanos, fue objetivo cumplido. Me salió bien.
—¿Cómo es eso de no dar con el perfil?
—Por lo general, para representar ficción, se buscan ciertos estereotipos. Lo particular de lo que está pasando hoy es que la representación es cada vez mayor y más real. Entonces, capaz que hace unos años decías mi perfil no daba para El marginal, pero hoy sí porque se busca la realidad, porque yo también puedo caer en cana. Entonces, creo que yo rompí mi imagen para poder pertenecer a todo este universo que requiere otro tipo de energía.

—¿Tenés más proyectos en desarrollo?
—Ahora en mayo me voy a Perú porque se estrena la película Locos de amor, y en algún momento de este año, o el próximo, llega la serie Timbiriche que se filmó acá, como la película de Perú. La serie es totalmente mexicana y en algún momento va a salir. Después voy a protagonizar la serie Cero miligramos, que está basada en el libro de Santiago Talledo y Diego Vago sobre salud mental y trastornos alimenticios. También se aborda el tema de la depresión y el suicidio, temas que me interpelan mucho.
—Tenés una carrera donde el teléfono puede sonar en cualquier momento, por cualquier proyecto. ¿Cómo se vive con esa intensidad?
—Por momentos genera más ansiedad, y por momentos es menos. Cuando uno está con más actividad, con la cabeza ocupada, como que te olvidas. Pero cuando estás en un momento de más tranquilidad, uno le pone un poco más de presión y expectativa a los proyectos, y ahí pesa un poco más. Pero no lo vivo como algo de vida o muerte. Entiendo que la actuación, para mí, es una arista más en mi vida. No solo soy Franco el actor, también soy amigo, hijo, y un montón de otras cosas que también me ocupan el tiempo. Entonces no le intento poner toda mi presión, aunque sí me ocupo un montón y estoy muy pendiente, pero hay otras cosas que no quiero descuidar. Y con respecto a la presión, intento vivirlo así. Lo que me enloquece un poquito en este momento, y estoy aprendiendo a surfear, es no poder permanecer mucho tiempo en un mismo lado. El encontrar tu casita y tu hogar, eso se me está haciendo un poco caótico. Porque tengo cosas mías en México, otras en Argentina y otras acá, y no puedo mantener tres hogares, ni puedo pagarme pasajes para ir a buscar mis ropas. Se puede ver como algo glamoroso, pero me saca mucha energía.
—¿Qué podés decir de Timbiriche?
—No puedo decir nada.
—¿Y cómo te interpela esta serie Cero miligramos con tu historia de vida?
—El libro trata sobre suicidio, depresión trastornos alimenticios, bullying, es muy, muy amplia la representación de lo que es la salud mental. Mi hermano falleció cuando yo tenía 8 años, en un accidente de auto, y eso trajo repercusiones en mi familia, en todo sentido. La muerte de mi hermano trajo mucho malestar, y a mí me repercutió muchísimo. Mi mamá siempre me dio la herramienta de ir a terapia para ver cómo me sentía cuando me cambié de colegio. También entré en una depresión muy grande, siendo muy chiquitito por temas de bullying en el colegio. Y eso me repercute en lo que es Cero miligramos. Lo otro que me marcó muchísimo fue durante la pandemia. En la mitad del rodaje de la serie, se suicidó mi papá. Por eso estos temas de salud mental me interpelan muchísimo, porque es algo con lo que me tocó lidiar, como a muchos más. Y el poder contar mi historia, ser un vocero de la salud mental, es como mi gran misión. Y que en mi trabajo pueda contar una historia tan trascendente, con una historia que me interpela al 100 por ciento, y donde están alineados con lo que uno es, es genial. Son esas cosas que uno como actor quiere contar.
—Comentaste que querías ser artista desde chico. ¿Siempre estuvo el apoyo de tus padres?
—Mi mamá siempre me impulsó muchísimo e intentó darme todas las herramientas que podía. Y el arte fue algo que a lo que siempre me incliné. Deseaba terminar la secundaria para poder dedicarme full time a esto, porque sabía que era la actuación, era la música, pero había que terminar la secundaria. Mi mamá siempre me apoyó muchísimo, mi papá no tanto. Me llevaba muchísimo a diferencia de edad, unos 50 años, y el hacía otra cosa, y no entendía cómo iba a vivir. Era algo intangible para él, y yo a mi carrera siempre la viví como algo natural. Por eso no he sentido esa frustración, ni me puse a llorar o a lamentar porque no había quedado en un casting. Me han llegado castings de cosas muy espectaculares a las que no he tenido chance de participar, porque te dicen que no, y está bien.
—¿Como ejemplo de esas cosas espectaculares, se puede decir La sociedad de la nieve?
—Sí, obvio. Por La sociedad de la nieve se le hizo casting a prácticamente todos los varones del Uruguay, y de Argentina. No hay pibe que no haya casteado para La sociedad de la nieve. Igual, no, no me refería a ese proyecto, sino a uno con Joaquín Phoenix. Pasa que hay proyectos que llegan, y como llegan se van, porque no era el momento para vos.
—Hablando de los proyectos que sí, contame cómo fue filmar Espartanos, porque se hizo en un penal de verdad.
—Fue muy espantoso filmar en una cárcel. Había una energía muy pesada, muy densa, la verdad. No tenés un árbol, pasto, y ahí sos un preso más, entre muchas comillas. Tenés que seguir los protocolos carcelarios. Tengo la imagen de entrar al penal y te encierran frente a una puerta de metal, y te van pasando de a un lado a otro, te piden los documentos, hay esperas entre las rejas. Obviamente nos trataban bárbaro, pero el tema era la energía del lugar. Y además están las personas privadas de libertad que están mirando, y te hablan, te preguntan cosas. Es una experiencia espectacular, muy transformadora y agradezco mucho que haya concluido. Obvio que estoy más que dispuesto para una segunda temporada y no hay problemas con volver allí, pero no deja de ser una experiencia súper dura. Igualmente el estar todo el día con el elenco y con los exEspartanos, fue muy enriquecedor porque nos contaban sus historias y contribuyeron muchísimo a la verosimilitud de lo que se ve en la serie.