Vuelve a Uruguay luego de una exitosa gira con la obra Los 39 escalones que tuvo funciones en Montevideo y el interior. Y el próximo 29 de setiembre, Facundo Arana regresa al Teatro Metro con En el aire, obra que le ha dado varios reconocimientos, transita desde hace más de una década, y define como “la más linda del mundo”. Es la historia de Marcos, un particular locutor radial que transmite su programa desde el escenario de un teatro de pueblo perdido en el interior del país. Arana atiende la llamada de Sábado Show en medio de sus vacaciones, y habla sobre su compromiso con las causas sociales, este unipersonal donde actúa, se emociona y hasta canta, y cuenta por qué define a Betiana Blum como su madre artística y la responsable de su carrera.
—Sos de hacer deportes extremos, ¿dónde estás vacacionando?
—Estamos en San Martín de los Andes. Vinimos con la familia a esquiar, siempre venimos para la misma época, para el cumpleaños de María. Nos gusta mucho, es un muy buen lugar para andar juntos, en la montaña, esquiamos y la pasamos muy bien.
—En tu foto de Whatsapp hay un avión y una moto casi se están rozando, ¿a qué se debe?
—El de la moto soy yo. Todos los años hacemos una campaña para donar sangre que consiste en conseguir una imagen que llame la atención. Con “El negro Malatini”, que es un piloto formidable de precisión, la hicimos este año. Ya habíamos hecho cuna en la que estando en al aire salí del avión con la bandera de “Donar sangre salva vidas”, fue divino. Esa la hicimos en Mar del Plata, y aprovechando que somos amigos, imaginate la confianza que le tengo a su expertice como piloto porque es el único Piltoto de Redbull en Argentina, y dijimos: ¿cómo podemos mejorar lo que ya hicimos? Lo logramos así, e hicimos esa imagen que es una belleza. Encontramos que la velocidad precisa para poder hacer la foto, estirar la mano y tocar desde la moto el ala del avión en el airen era andar a 160 kilómetros por hora. Para que veas que no somos improvisados, esto lo probó él mismo con un campeón de Motocross, Luis Pighetti que se ofreció a ser stunt para buscar la velocidad precisa. Lo hicimos y estoy feliz porque son esas pequeñas cositas que vamos haciendo a lo largo de los años que van siendo lindos logros para la campaña. Ya fuimos a la cumbre del Aconcagua, a la cima del Everest, viajé por todo el país con la bandera, la llevamos a la Antártida, pero siempre promocionando la donación voluntaria de sangre.
—Betiana Blum dijo que te había dado clases de teatro cuando eras un adolescente. ¿Cómo fueron esas primeras experiencias en un escenario?
—Fue una locura, un día entró Betiana al taller donde mi mamá la atendía y yo estaba con mi Linfoma a cuestas. Estaba en un momento delicado de mi tratamiento, sentado detrás de una puerta donde mi tío, Raúl Edmundo Pietranera, pintaba sus cuadros, y yo estaba ahí dibujando, no paraba. Por alguna razón Betiana se entera que estaba ahí, preguntó quién estaba detrás de la puerta, mi madre dijo que Facundo y Betiana abrió esa puerta sabiendo que del otro lado había un chico que estaba transitando un tratamiento de quimioterapia y de toda esa pelota. Sería el año 1990, y cuando me vio y supo que estudiaba teatro con Alicia Muzio dijo: quiero que vengas a estudiar teatro conmigo. Fui y tres años después me llamó para decirme: estás listo, hay un casting y quiero que te presentes. Así que le debo todo a Betiana, le debo toda mi carrear porque fue quien me preparó en cada uno de los días de prueba que tenía por delante. Le debo ese primer contacto con un casting, con la carrera, el haberme dado fuerza, es una madre artística.
—Tenés una carrera que ya lleva tres décadas. Empezaste con Alta comedia y La flaca escopeta, y desde entonces todo fue muy rápido.
—Sí, te diría que una carrera completa. Repetí lo que mi viejo hizo en la justicia como abogado que fue de coser expedientes hasta juez, no dejó nada por hacer. Y después fue un juez maravilloso y recordado por sus fallos y sentencias que incluso hoy se estudian en la facultad. Arrancar con Alta comedia y La flaca escopeta, y al mismo tiempo haciendo Marco, el candidato junto a Rodolfo Bebán y Villanueva Cosse, inmensos artistas que venían con larguísimas carreras y trayectorias extraordinarias. Actuar los textos de Cernadas Lamadrid, ser dirigido por Alejandro Doria, Hugo Moser, María Herminia Avellaneda, son muchas cosas muy importantes que me fueron pasando y fueron pasos maravillosos en mi carrera. Momentos que recuerdo con mucho amor y cariño. Transité una carrera larga ya en la que me fue muy bien. Me siento un malcriado de Dios. Toda la vida me sentí un malcriado de Dios, principalmente por los padres que me tocaron, por la carrera que elegí, por haber agarrado mi pasión desde chico y decir: “no me importa si tengo que comer raíces del suelo, voy a privilegiar que mi alma sonría”. Y hasta hoy no hice más que ser fiel a esa decisión.
—Volvés a Montevideo con En el aire, una obra que hace más de una década que venís transitando.
—En el aire es, sencillamente, la obra más linda del mundo. La defino así porque es un texto tan glorioso, maravilloso que defiende la cultura, el arte y la historia de cada una de las cosas que nosotros habitamos. Es una obra maravillosa que salió de la pluma de Manuel González Gil que además dirigió la obra, y cuya música es de Martín Banquiedi. Nos metimos en el escenario que tiene en su casa a trabajar, a componer esta obra, y salió la más linda del mundo. Realmente es una obra bella, es mi cajita de música preferida.
—Además es una obra de bolsillo, la podés llevar a cualquier lado.
—Sí, con una salvedad, es una obra de bolsillo, pero cuando se empieza a abrir decís: ¿cómo entra todo esto en el bolsillo? Porque sale una historia que es tan inmensa y abarcativa, y te sentás a ver algo que con luces y puro teatro y música te llevó a un viaje que no vas a olvidar nunca en tu vida. El arte lo podés meter dentro de un bichito bolita, pero cuando se abre y el arte es honesto, te va a llevar por delante. El arte es el tsunami que podés guardar en un bolsillo.
—Este año estuviste con la obra Los 39 escalones y ahora volvés con En el aire, ¿la televisión y el cine han quedado relegados para estar más tiempo con la familia?
—Me puse, si querés, muy selectivo con aquello que me saca de mi casa. Si me voy a rodar dos meses, o un año cuando se trata de una serie por ahí te tiene metido de sol a sol en el set. Hoy no tengo un proyecto más importante que el desayunar con mis chicos, almorzar con ellos e irlos a buscar a sus actividades, criarlos. Esa es mi tarea predilecta en el mundo. No tenía muy claro toda esta bendición hermosa que es poder tener la familia que soñaste. Si además con la profesión maravillosa que abracé cuando era chico y que no quiero soltar nunca más, me permite tomarme el tiempo para hacer esto, es hermoso. Me volqué más al teatro pero siempre estoy volviendo, no lo tomo como algo tan absoluto. Nada es tan filoso. Lo importante es que mi alma sonríe y mi artista está absolutamente saciado. No te pienses que vivo en una caparazón. Leo los diarios, sé lo que pasa ya no en mi Argentina, en el mundo entero. Entonces esto es una bendición inmensa, porque no dejo de estar comprometido con lo que ocurre en nuestro mundo, pero mientras tanto no dejo de vivir con una sonrisa la bendición de mi familia con salud y todos juntos.
—¿Te preocupa el mundo que va a quedar para tus hijos?
—Tengo la obligación que me dicta mi sentido común, no es más que eso. Además hoy todo está al alcance del teléfono, la realidad mundial la podés ver ahí. Antes era lo que leías en un diario, o lo que aparecía, ahora lo tenés todo en el teléfono y elegís.
—A nuestro país has venido mucho, ¿qué significa Uruguay para vos?
—Me han recibido como en mi casa, siempre, desde la primera vez que fui hasta ahora. Me siento un inmenso malcriado por la gente de Uruguay porque me reciben con amor, me incluyen entre su gente y ese es un honor muy grande. Porque eso no es algo que se regala, lo tenés que ganar, y se obtiene con el respeto, el desinterés de hacer con amor tu profesión, y yo me siento muy honrado. Cuando recibís el cariño por lo que has hecho a lo largo de tu vida con tu profesión y con lo que te enseñaron en tu casa, no es tan loco: la hombría de bien y el sentido común, y dar una mano a quien podés. Pero cuando eso va a lo largo de la vida acompañándote, uno trata de ser fiel a eso, y te fue bien en la carrera y recibís mucho amor por eso, ese amor es la prueba viviente que todo te salió bien. Como resultante es un agradecimiento, lo que me abruma es la cantidad de agradecimientos que siento. Pasa de la piel para adentro, lo que tiene es que ese amor es tanto que se nota.