LOS MASONES RECARGADOS
El flamante director de turismo de la Intendencia de Montevideo acaba de publicar un libro con una nueva investigación sobre la masonería y su expansión en Uruguay en los últimos años.
Con más poder, más fuerza, más dinero y mayor cantidad de integrantes en sus tropas, los masones están de vuelta. Fernando Amado deshila la madeja de influencias de la poderosa institución diez años después de su última investigación. ¿La conclusión? Que la presencia de la masonería se expandió de forma exponencial en la última década. El ahora director de turismo de la Intendencia de Montevideo acaba de publicar el libro La Masonería Uruguaya, donde le pone (literalmente) nombre y apellido a los vínculos detrás de la fraternidad que sigue despertando la intriga de los uruguayos.
—¿Por qué volver a escribir un libro sobre la masonería?
—La idea comienza con una propuesta de la editorial. Era estudiar qué pasó con la masonería después de 10 años de mi último libro. Al principio pensamos hacer una actualización, pero terminamos haciendo un libro totalmente nuevo porque me terminé encontrando con que en la masonería pasaron cosas muy gruesas en la última década.
—¿Hay algún episodio puntual por el que te haya despertado tanto interés esta institución?
—Hice la tesis para facultad en la que descubrí que había sido muy importante la cantidad de militares que habían ascendido en el gobierno de Vázquez que cumplían con la condición de masones. Hasta ahí no sabía nada de masonería, pero se me despertó la intriga. Me fui metiendo hasta que me enamoró la mística de la institución y su influencia en el mundo.
—¿La masonería es un tema que vende en Uruguay?
—En esta nueva investigación, ¿cuáles son los principales cambios que identificaste en la institución en comparación a la de diez años atrás?
—Antes las listas cuatrimestrales para ingresar a la masonería eran de 20 o 30 personas, ahora en las mismas listas hay de 80 a 110. Y no solo es interesante la cantidad sino el promedio de edad, que ahora es de 44 años. Antes los que ingresaban eran jubilados que se hacían masones porque tenían más tiempo libre. Era difícil encontrarse a alguien de menos de 50 años en la masonería, y ahora es lo más común. Fueron 10 años de crecimiento sostenido, sustentable, y que estuvo acompañado de un rejuvenecimiento. La masonería ha logrado despertar el interés de gente joven. Además hubo un incremento de su patrimonio, sobre todo en ladrillos. Las mujeres antes eran 160 y alquilaban un lugar; hoy son casi 800, con logias con propiedades en el interior del país, y en Montevideo tienen su propio palacio masónico.
—¿Cuánto contribuiste a través de tus libros al crecimiento de la masonería?
—Creo que hubo muchos factores y yo soy uno más. No voy a cometer la falsa modestia de decir que no tuve nada que ver. Yo ayudé a que llegara la luz a la masonería a través de dos libros que tuvieron muy buenas ventas. A eso se le sumó que llegó Tabaré Vázquez al gobierno, que se sabía de antes que que integraba esta institución que estaba totalmente escondida, lo cual despertó interés. Y a nivel internacional había canales como Nat Geo haciendo documentales sobre estos temas, Dan Brown escribiendo best sellers sobre este mundo y empezó a haber un interés popular por las hermandades y fraternidades secretas.
—¿Cómo impactó esta exposición en el interés que tenía la masonería de ser una institución oculta?
—Contribuyó a que comenzara a abrirse. Hace diez años la política comunicacional de la institución era no dar entrevistas. Yo conseguía información por medio de fuentes puntuales y documentos, pero no había una voz oficial. Ahora me encuentro con que el venerable gran maestro José Garchitorena asumió en diciembre, a las pocas semanas le dio una extensa entrevista al semanario Voces y después hizo una gira de medios. Eso tiene que ver con un cambio de paradigma radical en la masonería. Garchitorena es el hombre justo en el momento perfecto para generar una unidad de comunicación como tiene la mayoría de las instituciones. Ellos se empezaron a preguntar por qué no comunicaban lo que les interesaba comunicar, y esto no quería decir revelar nada de lo que quieren preservar en secreto. Por poner un ejemplo, cuando murió Tabaré Vázquez la institución publicó un comunicado y Garchitorena salió al aire en el programa de Emiliano Cotelo. Eso hace 10 años era impensable.
—En un libro anterior le has achacado a Oscar Magurno prácticas cuasi mafiosas a la hora de construir poder en ámbitos como la masonería, la salud, el deporte y la política. ¿Le atribuís este tipo de prácticas a Tabaré Vázquez, que también montó poder en esos mismos rubros?
—Hay similitudes en que ambos eran como pulpos vinculados en muchas actividades, pero me permito decir que sus objetivos eran diferentes. Tabaré Vázquez era un tipo que se fue dando contra esas cosas naturalmente. Nació en La Teja, era un fanático del fútbol y pudo integrar la directiva y ser presidente. ¿Él se imaginaba que eso le iba a servir para ser presidente? Creo que no. Lo mismo con la masonería, a la que ingresó por recomendación de un militar retirado cuando su carrera política ni se vislumbraba. Como hombre inteligente y ambicioso, se dio cuenta de que tenía aptitudes y empezó a montar un pequeño imperio de poder que fue creciendo con el tiempo. Puede ser que estando en el poder haya sido astuto y haya usado conexiones que tenía a determinados lugares por los que había transitado en otros momentos de la vida. Pero el caso de Magurno fue al revés: desde la Asociación Española fue tirando las distintas redes a las instituciones y personajes con poder para tener banca y llegada en los más diversos y contradictorios espacios: desde la secta Moon hasta la masonería, pasando por la política siendo pachequista pero dándole el voto al Frente Amplio en la Intendencia.
—Volviendo al libro, aparecen varios famosos nombrados como masones: Gerardo Sotelo, Carmen Morán, Alfredo Etchandy, entre otros. ¿Alguno se enojó?
—Sí, no voy a decir quién pero sí. Tuve de las dos: gente que aparece nombrada en el libro y me mandó un mensaje para felicitarme, y gente que se enojó. Yo entiendo a los que se enojan, pero se tendrían que enojar con las personas que me proporcionaron los documentos que me permitieron confirmar su pertenencia a la masonería. Me consta que el libro causó conmoción en quienes no imaginaban que alguien pudiera acceder a información con tanto detalle de la interna de la masonería. Hay muchos masones que se enteran de varias cosas a través del libro, porque se trata de información que no está disponible para todos los masones.
—¿Por qué elegís hacer referencia a estas figuras públicas con nombre y apellido?
—Podría haber hecho una lista de nombres de 20 carillas, pero mi intención en los libros nunca fue esa. Lo hago cuando creo que hay un interés periodístico en revelar la condición de determinado integrante de la masonería.