Fernando Frontán: "Un hombre abiertamente gay en TV le causó incomodidad a mucha gente"

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Fernando Frontán

ENTREVISTA

El activista se sumó a "Polémica en el Bar" y habla de su trayectoria, la discriminación que sufrió y analiza la pelea: Sergio Puglia y Julio Ríos

Fernando Frontán
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Hace 25 años que llegó a la televisión de la mano de El reloj primero, y Debate abierto después. También fue parte del ciclo Esta boca es mía, aunque su trabajo junto a jóvenes adictos y en contexto crítico lo alejó de la pantalla. La semana pasada regresó a Canal 10 para integrar el panel de Polémica en el bar donde dijo, por sus antecedentes televisivos, sentirse como en casa; tendrá, por sus responsabilidades, una participación itinerante. En esta entrevista con Sábado Show, Fernando Frontán habla de su carrera como panelista, de su actividad social, del precio que tuvo que pagar por ser pionero en la forma de representar la diversidad en la televisión uruguaya, y también analiza la polémica que se desató entre Sergio Puglia y Julio Ríos en el programa que hoy integra.

—¿Cómo se siente sumarte a Polémica en el bar?, ¿mirabas el programa?

—No estoy viendo mucha televisión uruguaya. De vez en cuando me engancho con los programas de debates porque me gustan mucho, por tanto Polémica en el bar en algún momento lo vi. Conocía sí a las personas que estaban trabajando allí porque el año pasado me habían invitado por un tema en particular y participé.

—Es como volver a tus orígenes con Debate abierto.

—Sí, este año se cumplieron 25 años de que llegué a la televisión en Debate abierto primero y Esta boca es mía después. Siempre en temas de debates y polémicas, entonces el formato de Polémica en el bar, como talk show, no me resulta ajeno. Tiene sus particularidades de formato, pero una dinámica mucho más descontracturada y que habilita esa experiencia de debatir en el show, o hacer un show del debate.

Fernando Frontán en "Polémica en el bar". Foto: Captura de Canal 10
Fernando Frontán en "Polémica en el bar". Foto: Captura de Canal 10

—Intercambiar ideas entre medio del show.

—Cuando digo “show” no estoy haciendo una apreciación despectiva. La televisión es entretenimiento y si no fuera entretenido, no sería atractiva. Lo que sí, obviamente, hay temas que en este caso tienen un fin social y el programa puede poner un tema sobre la mesa, discutirlo, ver las distintas aristas y problemas. No es asunto del programa resolver el tema, sí ver las distintas perspectivas que el mismo tiene y escuchar las voces, establecer diálogos. Algunos son más acalorados que otros y ahí está la función más social del programa que es mostrar que se puede dialogar, más allá de las diferencias, adversidades y posturas antagónicas. El diálogo es un principio cultural que hace al acuerdo de una sociedad, y aquella que no tiene capacidad para dialogar no tiene capacidad para negociar y por tanto de convivir. O sea que diálogo y convivencia social se necesitan mutuamente. En ese sentido siento que tengo cosas para aportar y años de experiencia en debates.

—¿Cuándo te llamaron para sumarte al programa?

—El año pasado me llamaron para un programa y me preguntaron si estaba dispuesto a volver, pero en lo formal fue a inicios de la semana pasada. Me pareció bárbara la idea de ser panelista itinerante porque mis actividades cotidianas no me habilitarían otra cosa que lo que me propusieron, así que no me resistí mucho para aceptar, amén de que me gusta la televisión, el debate y sé cómo hacerlo. Se combina todo para que sea feliz la decisión. El domingo cuando llegué formalmente como parte del programa me preguntaron y dije que era como volver a casa. Yo inicié mi caminar en la televisión en Canal 10 en un momento muy particular.

—Antes de Debate abierto habías estado en El reloj.

—Sí, con Ángel María Luna. En ese entonces se estaba formando el panel de Debate abierto que empezó al año siguiente, por mayo de 1998 y de entrada me quedé sentado en ese programa hasta fines de 2002 cuando terminó el ciclo.

Fernando Frontán
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—En aquellos años no era común que hubiera una persona abiertamente homosexual en televisión hablando de cuestiones sociales.

—Lo que pasa es que los homosexuales que habían estado hasta entonces estaban en programas de humor, desde el lugar del ridículo donde no comprometían a nadie, y coincidentemente el activismo social que venía haciendo en la comunidad LGBTIQ en el Uruguay me ponía en un trampolín que fue significativo para mi persona y para el colectivo, el poder estar en un lugar a nivel de paridad. Los colectivos somos parte de la sociedad, aunque en ese entonces éramos ciudadanos de segunda categoría. Pudimos empezar a hacer una trayectoria para ser ciudadanos de primera. No lo somos en total calidad ni cualidad pero avanzamos mucho y aquella visibilidad sirvió para ello. En aquel momento sabía que era una gran oportunidad y que mi deber era aprovecharla. Busqué mucho apoyo de personas desinteresadas e inteligentes que me ayudaron a pensar y a entender el lenguaje del momento histórico que se estaba viviendo. Un hombre abiertamente gay en televisión le causó incomodidad a mucha gente porque estaba por fuera del estereotipo del afeminado, maricón, loca, histérica, que era lo que se reproducía en los programas de humor. Pero el canal apostó por mí, pero también por los desafíos del tiempo que se venían.

—En aquellos primeros años te tocó debatir con Julio Toyos y Pablo Vierci, por ejemplo. ¿Cómo recordás esos tiempo?

—Esa tríada fue espectacular. Toyos era un hombre de la universidad de la calle, como decía, de boliche y del fútbol. Por otro lado un intelectual como Vierci que venía del mundo académico, era más reflexivo, y entre medio yo, un activista gay. También hubo mujeres destacadas como Ligia Almitrán, Cristina Maeso, Selva Andreoli, Pelusa Vidal. El rol de la mujer fue mucho más unificado. Capaz que en aquel momento era un programa más patriarcal, porque los tres varones peleábamos e impactaba en el programa y la población.

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—¿Sentiste que en algún momento marcabas la agenda en temas sociales o de la comunidad LGBTIQ?

—No sé si lo sentí, tuve el propósito de hacerlo y creo que generé una incidencia. El tema se planteó y creo que hubo un eco. También creo que era el momento, porque a veces hay que tener el sentido de la oportunidad y aquel era el momento. No sé si lo hice bien en lo total, pero funcionó y se generaron cambios importantes. Pusimos en la agenda de la población que las personas diversas, sexualmente, no somos distintas de los demás, y se abrió una puerta para que la sociedad fuera más receptiva a estos temas. No voy a decir que está bajo la sombra de mi actuación lo que vino después, pero gran parte de lo que vino tuvo que ver con esa incidencia.

—¿Tuviste que pagar un costo en tu trabajo fuera de la televisión, por tu visibilidad?

—En ese momento trabajaba en la cooperativa bancaria, en el departamento de créditos con público, y a los pocos días me cambiaron. No me echaron, pero me cambiaron de puesto. Pasé a trabajar en la administración de la gastronomía, desde la cinco y media de la madrugada hasta después del mediodía, cuando la cooperativa abría en la tarde. Muchas personas no se visibilizaban porque si lo hacían implicaba un desafío tal que podías perder tu trabajo. No eran años fáciles. Yo corrí el riesgo y pagué el precio. Fuimos ganando batallas, pero sigue habiendo discriminación. Sigue habiendo fobia ante lo diferente, lo nuevo. Las sociedades y la historia se mueven en una dinámica pendular, pasando por diferentes estratos, y una discriminación superada da lugar a otra. En realidad, hay detrás un sistema que tiene una ideología hegemónica y ese sistema se reproduce a sí mismo. No cambia. Hemos tenido problemas por enfrentar al patriarcado.

—¿En televisión has visto este tipo de planteamientos?

—En Polémica en el bar hubo un planteamiento sobre el fútbol y Julio Ríos le dice “Mirtha Legrand del Uruguay” a Sergio Puglia. Él reacciona como reaccionan los varones en esta sociedad machista: “Vos a mí no me tratás de mujer” y no sé cuánto. Uno le tiró la verdura como para mojar la oreja, el otro reacciona confirmando la cuestión machista. No estoy haciendo un juicio ético, estoy haciendo una lectura simbólica. Ese programa lo miré y la pregunta que me hacía era: ¿mujer es sinónimo de ofensa?, ¿lo puedo usar como insulto, como algo denigrante? Puglia responde: “Yo soy Sergio Puglia”, como diciendo “soy varón, soy del patriarcado y del machismo”.

—¿Qué hubieras dicho vos?

—Hubiera hecho esa pregunta: ¿ser mujer es ofensa? Quizás mujer sigue representando un desafío para el poder que se ha concentrado en los varones, ergo machismo, patriarcado, que no está dispuesta esta estructura ideológica a perder y se defiende a sí misma. Quizás no desde espacios conscientes, pero sigue existiendo. Y mientras sigan esos patrones ideológicos por delante, que no sean cuestionados, destruidos, vamos a seguir teniendo desigualdades entre hombres y mujeres y entre todo lo diferente a la estructura machista que está puesta por delante.

—Trabajás la espiritualidad en contextos críticos de la sociedad y con adictos. ¿Qué te ha enseñado ese trabajo social?

—Si alguien me ha enseñado que se puede vivir y cambiar, son las personas adictas. He aprendido a confiar en ellos y en sus procesos. Y la sociedad es parte también de esta dinámica adictiva, dependiente y excluyente de la dignidad humana. Entonces, la integridad es ese espacio o valor que pretende unir la dignidad con la exclusión. Somos íntegros cuando logramos integrar lo excluido de la dignidad.

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