Redacción El País
Luego de seis años en México, la artista Fiorella Delgado regresó a Uruguay, donde disfruta del reencuentro con sus afectos y con el paisaje montevideano. “Me gusta disfrutar de lo simple y hacerlo mágico”, asegura con un tono de voz que ha vuelto con cierto acento mexicano.
Cantante, actriz, modelo, de perfil entre elegante y sexy, Delgado hizo un extenso recorrido en tierras mexicanas. Fue convocada por un productor de la costera ciudad de Veracruz, donde estuvo tres años cantando en diferentes escenarios, además de haciendo radio.
“Necesitaba generar aire y distancia”, dice Delgado sobre los motivos de su partida en 2017. “Al final ha sido bueno para darle otra vuelta a mi carácter y a mi manera de relacionarme con los demás, lo que necesitaba. Lo profesional y artístico estaba muy presente, pero también vivía una época bastante explosiva en cuanto a lo personal, entonces decidí dar este paso que me llevaba a enfrentarme conmigo misma para seguir con mi búsqueda personal, que no es otra que la de ser feliz haciendo lo que hago y solventar algunas nada pretenciosas necesidades económicas”, rememora.
Ahora que ha vuelto a Uruguay, Fiorella Delgado forma parte del elenco de Courage Cabaret, un musical que va los viernes de junio en MAD, Sala Teatro Arocena. Delgado se formó en comedia musical en la escuela de Luis Trochón, y además hizo otros cursos de actuación y locución, tanto en Uruguay como en México.
Por cuestiones de escala de población y también culturales, la movida de entretenimiento y opciones nocturnas de México le dieron amplitud a Delgado, que fue muy bien recibida por su carisma melancólico del Río de la Plata.
“Para los mexicanos, cualquier excusa es válida para tomarse una cerveza, conversar y ver algo divertido. Se prenden con lo que estés ofreciendo y son muy dados para la interacción social, no son tan metidos para adentro como nosotros. Yo siempre fui muy frontal y decidida, así que me fui amoldando”, cuenta.
El amor también es protagonista de esta historia. A poco de llegar, la uruguaya inició un noviazgo con un joven mexicano que la llevó luego a la ciudad de Guadalajara. Allí continuó con su actividad artística, pero las cosas en lo personal empezaron a empeorar. “Soy una persona que pondera la libertad”, revela y añade que en aquella convivencia se encontró con impulsos de “agarrar el bolso” e irse. Finalmente lo hizo y su siguiente destino en México fue el enclave turístico de Puerto Vallarta.
“En la película de mi vida soy yo la protagonista. Tengo muchos invitados, algunos que ya no están; les agradezco igual, pero son todos actores secundarios”, complementa.
Los hombres mexicanos son más lanzados y frontales que los orientales, pero también están marcados por la historia machista. “Me gusta el juego de seducción, las flores y la serenata. Pero luego ellos esperan que sigas un camino preestablecido: el casamiento, la casa, los hijos... ellos con la amante, y yo no quería eso. Hasta las flores me parece bien”, asegura.
En Vallarta se reencontró con la playa y también se multiplicaron las opciones laborales. Delgado canta todo tipo de género musical, pero disfruta de los clásicos de los 80 y los 90. Como la oferta de teatros y otros locales de entretenimiento era nutrida, Fiorella Delgado cantaba todas las noches. “Además, Puerto Vallarta es la capital gay de México, no faltaban lentejuelas y las fiestas. En una ocasión canté en un lugar donde estaban todos desnudos. Aunque soy de adaptarme a todo, me fui un poco nerviosa”, recuerda la uruguaya.
El año pasado, comenzó conversaciones con una emisora muy importante de Puerto Vallarta, pero para concretar necesita terminar de regularizar su residencia mexicana. Para ello necesitaba volver a Uruguay, por lo que el capítulo mexicano no está cerrado y Delgado no descarta volver.
Mientras tanto, está reconectando con Montevideo y sus raíces. “Uruguay me recibió con el agua salada y carísimo”, bromea.
Llegó con su perro, lo que convirtió el viaje en una odisea porque solicitó traerlo en cabina, lo que le implicó trámites y costos excepcionales.
“Uruguay es un lugar que me trae mucha emoción. Hasta me dio fiebre en el viaje de la ansiedad por ver a mi familia, a mis amigos”, describe.
Se sorprendió con la lentitud de los cambios en el país. “No ha cambiado mucho todo por aquí... la gente va caminando al piso, pasando lo más desapercibido posible. El otro día fui a comer a un lugar; me tomé un vino y si bien estaba medio lleno, no se oían casi las conversaciones, más que un murmullo. La música ambiente sonaba más alto. A mí, como me gusta romper un poco el hielo, me puse a hablar más fuerte y hasta tomé un poco de la botella. Algunos hasta me aplaudieron”, recuerda.