ENTREVISTA
Sábado Show habló con la actriz/conductora/activista/influencer que acaba de estrenar en cine "Más respeto que soy tu madre", una comedia con Diego Peretti sobre novela de Hernán Casciari
Hace tiempo que llamarla actriz es limitar a Florencia Peña. Es conductora, activista, comediante y hasta pin up. Es compañera de viajes de Marley y, claro Moni Argento, su personaje más clásico, el de Casados con hijos.
Peña es la suma de todo eso y cada rubro influye en el otro. Algo de eso queda claro en su Mirta González de Bertotti, la matriarca de una familia tirando a disfuncional en Más respeto que soy tu madre, la versión cinematográfica de la novela de Hernán Casciari que ya tuvo su versión teatral con Antonio Gasalla y que se estrena este jueves en Uruguay. Es un grotesco porteño (que no disimula su cercanía con Esperando la carroza) en el que también está Diego Peretti.
—Está de estreno. ¿Cómo lo vive?
—Siempre hacer cine es una felicidad, sobre todo en Argentina donde todo es un reme. Y estoy feliz además porque a mí me gusta hacer humor y combinarlo con esa cosa de bajar un poco al drama y esta película me permite tocar ambas teclas.
—No hace mucho cine. ¿Por qué?
—Hago mucho teatro y mucha tele. En los últimos tiempos, sí hice un par de pelis: La panelista y Rodrigo que están en Netflix, Miente que está en Amazon y ahora esta. No hacía cine porque no tenía tiempo. Ahora que empecé a dar pasos más contundentes en la conducción, me estoy dejando la posibilidad del cine. Estoy contenta.
—Hablaba de la conducción, ¿cómo fue romper el molde de actriz y convertirse en una multiplataforma?
—Soy una curiosa de la vida y siempre me sentí una comunicadora. Soy muy actriz, claro, y si tuviera que definirme soy eso pero la actuación te da estas posibilidades de que la gente te conoce mucho (y yo que empecé a los siete años abarco varias generaciones), y necesitaba apretar otras teclas. Ahí la conducción se abrió como un camino posible. porque, por ejemplo, puedo aplicar mi facilidad con el humor y la improvisación. Y me es mucho más fácil conducir porque soy actriz. Y también al haber transitado ese camino se da algo de empatía y camaradería que me ayuda. Y la ocurrencia que aplico en la actuación está todo el tiempo en la conducción. Es, verdaderamente como una clase de improvisación.
—En ese sentido, ¿la conductora es otro papel de Florencia Peña o es usted misma?
—Es Florencia Peña. Aunque, bueno, Florencia Peña es un personaje en sí. Soy muy fuerte como “yo” y se trata de utilizar esa personalidad avasallante que genera tanto amor y tanto odio en el afuera. Y como soy actriz conozco mi instrumento. Y así la conducción es poner al personaje Florencia Peña a disposición.
—En eso del personaje, hace acordar a la Catita de Nini Marshall. ¿Se siente un poco en eso de la actriz/personaje?
—Soy muy argenta y todos saben quién soy. Y de mi hay muchas aristas con las que podrías explayarte. Tengo una búsqueda como actriz que pasa por no quedarme en ningún lugar y así trato de no ser Moni Argento todo el tiempo. Ahora por ejemplo estoy haciendo en teatro el papel que hacía Faye Dunaway en Network, que es un drama. Intento salir de los formatos preestablecidos.
—Y en ese sentido, ¿cómo es la Mirta de Más respeto que soy tu madre?
—Podría haberse parecido a Moni pero tiene una impronta que nada que ver. Y tampoco se parece a la que hizo Gasalla en teatro y que vieron más de un millón de espectadores. Hay una búsqueda constante mía que a veces lo logro más y a veces menos. Eso sí, no me gusta ir a los lugares cómodos.
—Y hay algo en Mirta del personaje de China Zorrilla en Esperando la carroza...
—¡Qué hermosa, la China! Con Esperando la carroza, Más respeto... comparte género, el grotesco, que no es tan transitado y con el que hay muchos prejuicio, de tratarlo de género menor. Pero hacer humor es dificílisimo y el gran actor de comedia, es un gran actor de drama. Y yo me tomo el humor con mucha seriedad.
—La película la dirige Marcos Carnevale. ¿Cómo fue esa experiencia?
—Hermoso. A Carnevale le pasa un poco como a mi, que carga con el prejuicio de que es un director comercial. Nos encontramos en una hermosa porque no sabés qué buen capitán de barco que es.
—Hace 40 años que es famosa y con un perfil muy alto. ¿Es peor ser famoso ahora que antes?
—Sí, es peor porque es más fácil llegar y entonces hay una confusión entre los famosos, los influencers, los mediáticos, los actores. Antes llegabas a la tapa de un suplemento de Espectáculos por tu talento, ahora está un poco más mezclado. Para mi ha sido muy interesante haber encontrado maneras de aggiornarme. ¡Cuando empecé no existía internet! Y ahora las redes sociales son la vedette y tengo seis millones en Instagram es porque me supe adaptar. Estoy cerca de los 50 años y sin embargo tengo un público que me sigue, porque le parezco piola y libre, en las redes.
—Pero eso también complejiza la fama.
—Sí, porque estás con la lupa del afuera todo el tiempo mirando lo que hacés y lo que decís. Tengo medio un expertise en eso pero hay momentos en los que se pone un poco densa y querés meterte como en una ostra y que no todo lo que vos digas sea puesto a disposición para ser juzgado.
—Eso no ha frenado que haga públicas su manera de pensar, de vivir, su sentido de la libertad.
—Es parte de tener esta posibilidad de que mi voz se escuche: me parece casi una obligación ser voz de los que no la tienen y ayudar. Hay algo ahí que se pone interesante. Si tengo la posibilidad de tener un micrófono, porque no lo voy a utilizar para decir lo que pienso. Eso sí, siempre trato de no tener un discurso de odio o de agresión pero sí, planto bandera y no me importa quién queda afuera de eso. Es parte de que uno se manifieste es saber que uno deja de ser alguien que va a ser querido todo el mundo. Ya no quiero que me quiera todo el mundo.
—Pero las reacciones a algunas de sus tomas de posición, parecen estar llenas de odio. ¿Cómo vive eso?
—Me usan como chivo expiatorio y en mi reducen una postura: es contra mí pero también contra lo que represento. Si le tratas a buscar una explicación a lo que sucede no hay nada muy lógico. No soy una mina que salgo con los tapones de punta a decir que todos son unos forros menos yo o que tengo la única verdad. Siempre hablo de mi verdad o lo que tengo para aportar. Pero lo que genero tiene que ver con miedos. Primero soy mujer y eso no es una boludez: ser mujer y libre sigue siendo complejo y resistido. Pero mi amigué con esto y no voy a dejar de ser cómo soy. Ya entendí, sí, cómo tengo que expresarme. A veces me ponía muy vehemente y la vehemencia se malinterpreta y ponerle megáfono a mis ideas podía generar cierta resistencia. Entendí que para poder ser escuchada tengo que bajar un poco el tono. Pero lo que le pasa los demás con mis cosas, es problema de los demás.
—¿Cuál ha sido la mentira más grande que se dijo de usted?
—(Lo dice de una manera más coloquial) Que le practique sexo oral al presidente (Alberto Fernández). Cuando ya se van tanto de mambo, las operaciones que intentan hacerme me terminan fortaleciendo. De hecho, termino fortalecida con todo lo que me intentan hacer porque tengo una personalidad particular: todo me resbala. Después de tantos años, ya soy de teflón, y terminan haciendo cualquier cosa. Como eso del presidente, algo así de inverosímil.
—Es un montón...
—Son cosas que pasan. Yo me río pero es un poco agotador no saber cuándo vuelvo al ojo de la tormenta. Es un poco como le pasa a Argentina que sale del ojo de la tormenta, da la vuelta y regresa al ojo de la tormenta.
—¿Pero eso no la desalienta o la hace abandonar?
—El otro día me preguntaban cómo hago para que siempre se hable de mi. Llevo 40 años haciendo esto y sería imposible si lo hiciera a base de estrategias. Eso le puede servir a Wanda Nara pero en algún momento se te acaba si no tenés con que sostenerlo. No mantenés 40 años de carrera solo separándote y amigándote con alguien.