ARRIBA GENTE
El conductor habla de su reciente separación, la relación con sus tres hijos y de los recuerdos de su expareja, la periodista fallecida Laura Daners.
Su primer trabajo en los medios fue en 1969. Desde entonces no paró: radio, TV, teatro, cine. Es actor, conductor, cantante, locutor y relator. Humberto De Vargas (57 años) celebra una década de Arriba gente en un 2020 especial para él: la pandemia hizo desaparecer su nutrida agenda teatral y en lo afectivo, se separó de su esposa Rossi, tras 20 años de matrimonio. “No sabemos muy bien por qué, pero la pareja se terminó”, asegura.
—Arriba gente cumple 10 años, ¿es el programa en el que tuvo más continuidad?
—No. El programa empezó el 15 de enero de 2010. Si sigue, va a llegar a los 14 años de la Revista Estelar. Ese fue el programa de mayor permanencia en el que estuve, pero eran otras épocas televisivas, sin TV cable y ni hablar de Internet o las plataformas. La TV era el medio rey en aquel momento. No son parámetros comparables.
—¿Cómo se siente en un rol más periodístico?
—Muy bien. Lo que trato es de no divorciarme de mí mismo y no hacer un personaje distinto en cada cosa que hago. Si estoy haciendo un periodístico que se basa en lo informativo, no comerme el personaje de informativista y dejar de ser el Humberto de Vivila otra vez, por decir algo. Si me permitía ciertas bromas con María Inés (Obaldía), procuro lo mismo en Arriba gente, aunque son contextos, horarios y temáticas diferentes. Al ser un programa de dos horas y media, terminamos siempre con algo más descontracturado, normalmente con musicales, sobre la hora en que llega La mañana en casa.
—¿Qué estaba haciendo el 13 de marzo, cuando se anunció la emergencia sanitaria?
—Estaba en el escenario del Teatro del Notariado cuando el presidente daba la noticia. Estábamos con un éxito brutal con La verdad y habíamos empezado los ensayos de La mentira, con el mismo elenco. El personaje mío entra en el comienzo, dialoga con el público y no sale hasta el final de la obra. Está siempre arriba del escenario. O sea que mis compañeros sabían que era la última función y yo me enteré durante el aplauso final cuando Adriana Da Silva pidió silencio y comunicó al público que era nuestra última función por la pandemia. A partir de allí, inmediatamente, el canal decidió que mi participación fuera desde mi casa y así estuve, confinado, hasta principios de abril.
—¿Qué proyectos le frenó la pandemia?
—Toda la temporada de teatro y conducción se cayó, más las presentaciones en la Vieja Farmacia Solís donde llevo más de dos años de éxito con el espectáculo Noche de recuerdos. Tenía una agenda cargada y absolutamente todo se cayó. Extraño como loco el escenario, artísticamente y también en lo económico ha sido un golpe muy duro. No lo puedo negar.
—¿Por qué cree que se demora el regreso de los teatros?
—Tenemos que tener claro que hemos sido los primeros en parar y seremos los últimos en volver. El teatro es una concentración de público en un lugar cerrado, justamente lo que no se puede hacer. Además, está el factor económico de las salas y los productores. ¿Cómo haríamos nosotros, como medio teatral, para volver en una sala de 200 - 300 localidades y solamente vender 40 entradas? A eso hay que sumarle el costo para el teatro de una desinfección total después de cada función. Hay que entender que será de las situaciones que tarde más en normalizarse.
—¿Sigue sin redes sociales?
—No. Voy a dar una primicia: tengo redes hace tres semanas. Durante el programa tengo abierto el Facebook de Arriba gente y voy leyendo mensajes de la audiencia. Pero Facebook cambió su condiciones de privacidad y la fan page no está abierta para todos. Hay que tener cuenta de Facebook. Entonces tuve que hacerme la cuenta. A lo que lo abrí, me dije: “Me ganó el sistema”. También me hice cuentas en Instagram y Twitter y las mantengo, sin mucha actividad. Comparto fotos y frases de los invitados en el programa. De algún modo, estoy en período de prueba porque es probable que la chambonee y meta mal el dedo o por mi temperamento responda lo que no debo responder.
—Comenzó en los medios en los años ‘70, ¿cuál fue su primer trabajo?
—En realidad, mi primer trabajo fue 1969, en un radioteatro que se llamaba El padre Vicente y que hace poco tiempo, Radio Oriental emitió nuevamente. Siendo un niño de siete años, hice un personaje. Conservo el libreto y lo que me pagaron por esa grabación. Desde entonces prácticamente no paré: trabajé en Radio Durazno y en Radio Canelones para desembarcar luego en Radio Carve. Estuve también en Universal, Oriental, Continente y El Espectador. En Televisión, el ingreso a Canal 10 fue después de haber trabajado en Canal 4. En marzo de 1982 me llamaron del 10 y me quedé hasta ahora.
—Hay un concepto muy fuerte para los comunicadores que es el de la vigencia. ¿Cómo lo mide en su caso?
—Esas cosas empiezan a complicarte cuando le perdés amor y respeto a tu trabajo que en definitiva es perder respeto por la gente. Como comunicador, uno cumple una función. Yo soy muy responsable con lo que digo, aun cuando a veces he dicho cosas duras, mido lo que digo. Porque sé que podemos influenciar a las personas. Por eso se me ve muy poco embaderarme políticamente, más allá de que respeto a quienes lo hacen. Procuro no hacerlo, muchos menos haciendo un trabajo informativo, donde hablo mucho con los políticos de todos los partidos. Estaría ejerciendo una subjetividad que puede ser engañosa para la gente. No me preocupa la vigencia como un concepto. Supongo que si estoy, si me siguen llamando para un programa, para una película, una obra o para cantar como me pasó recientemente, lo hacen porque creen en vos como profesional. ¿Cuál es la clave de la vigencia? No la sé. Yo hago mi trabajo con respeto y amor y la gente es la que te sostiene. Hoy, en cualquier canal del mundo, si no te miran, te vuelan de un plumazo. No es como otras épocas que las mediciones llegaban un mes después. Hoy vivimos en el minuto a minuto.
—Respecto al tema político, en la última campaña se involucraron mucho las figuras de la cultura para apoyar a uno u otro candidato. ¿Lo convocaron?
—Me convocaron. Porque tengo muchos compañeros que no tienen idea de cuál es mi palo. Pero en todos los casos contesté que no y que muchas gracias. Yo tengo en mis antecedentes laborales haber sido locutor del Partido Colorado en las campañas de Julio María Sanguinetti (1984 y 1994). Pero también hice campaña y actos para la 504, del Movimiento Nacional de Rocha (Partido Nacional) y fui el presentador del acto final de la Unión Cívica en la Plaza Cagancha. Todos ellos pagaron por un trabajo profesional. Recuerdo que para el acto final de campaña en el año 1984, del Frente Amplio, fui convocado como uno de los conductores pero era un trabajo honorario. Me negué porque yo entiendo que estas cosas son profesionales y se cobra por ellas.—Y esta vez, ¿cuál fue la propuesta?
—Frente al posicionamiento de izquierda de muchos integrantes de la cultura, algunos integrantes de la coalición me consultaron si yo no tenía afinidad con ellos y si no tendría inconvenientes en manifestarla. Pero de nuevo dije que no: ni para unos ni para otros. Mi mayor respeto para quien lo hace porque supongo que lo hace desde la convicción. Quiero creer que no hay otros intereses de por medio. Aunque se han visto cosas extrañas, listas de contratos, subvenciones y cifras de dinero para artistas que, yo no digo que no lo valgan, pero que evidentemente cobran mucho más que yo por una actuación.—¿Nunca tuvo un sponsor del Estado?
—Ni en gobiernos colorados, blancos ni frenteamplistas he tenido un solo vínculo o contrato de intendencia, ministerio o repartición estatal que me haya pagado como locutor, conductor o actor. Debo ser muy malo porque nunca me llamó nadie para nada. Nunca consideraron que mi imagen o mi voz pudieran ser pagables para un comercial, por ejemplo. Estoy invicto en ese sentido. Hay que estar 50 años en el medio y no haber sido parte ni de un aviso. Eso habla de la independencia, pero también debo decir que un poco molesta.
—¿Es verdad que atraviesa una crisis de pareja con su esposa Rossi?
—Estoy separado hace algún tiempo. La pandemia nos mantuvo en el mismo predio. Esto tiene que ver con el hecho de que en la zona de Carrasco Norte los terrenos son grandes. Está la casa principal y la barbacoa. Estoy viviendo en la barbacoa desde hace muchos meses, separado de Rossi. Creo que la separación se dio luego de nuestras vacaciones en Barra del Chuy, a fines de enero. O sea que es prepandemia. No pongamos a la pandemia como causante pero tampoco colaboró.
—¿Cuál fue el desencadenante?
—Venimos en un proceso de desgaste y ni nosotros entendemos muy bien por qué, pero la pareja se ha terminado. No hay terceras personas por lo que estamos, en forma madura y como adultos, pensando en la mejor solución como familia. Las separaciones son costosas también en términos económicos por lo que estamos en stand by, en la casa, esperando que la situación general mejore.
—Tiene tres hijos: Josefina (24 años) de su matrimonio con Laura Daners y Facundo (21) y Sofía (15) con Rossi. ¿Cómo definiría el vínculo con ellos?
—Muy lindo por suerte. Josefina es la única que está levemente alejada de lo histriónico y comunicional. Ella es maestra pero no puede con su condición de comunicadora. Canta muy bien, además. Le he insistido pero por ahora tiene pánico escénico. Facundo y Sofía participan cantando en el espectáculo de la Vieja Farmacia Solís. Los dos tienen inquietudes artísticas muy marcadas.
—¿Cómo impactó en usted el fallecimiento de Daners en 2011?
—Fue un golpe duro. Josefina tenía 15 años. Ella veía en la diaria el proceso de la enfermedad y era quien, junto a la familia de Laura, se dedicaron a criar a Diego, su hermano. El contacto con Josefina me permitía saber que el desenlace lo tenía trabajado. Se venía preparando. Pero con 15 años el impacto es grande. La contención fue muy importante de toda la familia de la mamá, encabezada por la abuela Margarita. También el colegio fue clave para sobrellevar el momento.
—La historia de amor entre ustedes fue intensa, ¿cómo la recuerda?
—Tengo muy buenos recuerdos que a veces compartimos con Josefina. Era una época además donde no se daban muchos encuentros de mediáticos, por lo que la relación tuvo ese ingrediente llamativo. Ella era una informativista muy exitosa en Canal 12 y yo estoy asociado de toda la vida a Canal 10. La separación fue compleja. Porque el divorcio vino adosado de un montón de situaciones, muchas de ellas muy mal manejadas desde el punto de vista periodístico. Un querido amigo, el abogado penalista Amadeo Otatti, me dijo un día: "Humberto, ¿sabés cuál es el problema de salir a aclarar un título que no es verdad?. Que lo único que vas a conseguir es que en lugar de salir una vez, va a salir dos veces el título”. En ciertas cosas donde hay que preservar la intimidad, mejor guardar silencio porque dentro de X cantidad de días, todo rumor va a quedar en la cuenta del olvido.
—En su momento se habló de acusaciones de maltrato...
—De todo se habló. Lo importante es que no afecte a quienes realmente importan, que son tus hijos. En cada estreno de teatro, yo tengo a mis tres hijos en la platea y nos abrazamos al final. Si las cosas hubieran sido como se dijeron, yo no podría tener la relación que tengo en este momento con Josefina. Así que “ladran Sancho...”. Imaginate ahora como se hubiera vivido la situación con redes sociales. Las redes vinieron a sustituir a las chusmas del barrio.
—¿Cuáles son sus próximos proyectos?
—Acabo de grabar las canciones de una película de un personaje que interactúa con el protagonista pero nunca aparece físicamente. La película se llama La teoría de los vidrios rotos y está en proceso de postproducción. A posteriori la idea del director es sacar un disco con esos temas. En teatro, veremos cuándo pero se retomarán los proyectos de La verdad y de La mentira. En el canal nos va muy bien de audiencia y seguimos. Como hobbie yo conservo cintas, acetatos y VHS de cosas de todo tipo en radio y TV. Me dedico a digitalizar todo ese material y un día, quizás ya jubilado, voy a sacar mi propio programa de archivo por You Tube.
—¿El final de Vivila otra vez fue por motivos económicos?
—Sí, fue lo que se nos dijo. El Canal tenía la intención de retomarlo al año siguiente pero ese año siguiente es este 2020. Tengo plena confianza en que es un programa que puede volver en cualquier momento. No tenía problemas de audiencia y de hecho, el Canal trata de sostener el público con Cómo olvidarlo, de Marcelo Fernández. Además, la dupla que habíamos generado con María Inés es todavía aprovechable muchas temporadas más.